Owari | Final
"De verdad quiero... "
El edificio de gobierno en Yokohama era enorme y estaba debidamente cuidado; el césped recién podado desprendía el olor a hierba tan común para los ciudadanos, por ese camino que los citados habían recorrido algunos segundos atrás.
El traje para dama de falda ceñida a las caderas en azul marino, los tacones a juego y peinado formal, hacían ver a la señora Tsushima como nunca antes le habían visto. Tan hermosa y a la mirada de otros hombres un individuo por encima de la media, ya que además, junto a ella, el señor Tsushima no se quedaba atrás. En traje negro sin ningún tipo de desperfecto, está vez no llevaba corbata, las gafas estaban en su lugar y su cabello bien peinado.
De la mano y pareciendo seguros, eran lo más cercano a una pareja de revista.
Sin embargo, el agarre era fuerte y la actuación perfecta, porque era nervioso en extremo.
Por la madrugada al despertar juntos, las palabras sobraron; Shūji se mantuvo en silencio, abrazándole el cuerpo con necesidad, y Rai tampoco dijo una palabra, dejando que la calidez del hombre le envolviera para poder recordarla una vez que la decisión del juzgado fuese tomada. No obstante, al final tuvieron que separarse para poder llegar puntuales hasta ese lugar.
El pulcro suelo les recibió junto con el excelente abogado que era Fukuzawa en traje gris, y también a su lado, Mori le acompañaba en tonos negros y corbata roja, los dos con un rostro serio.
—Buenos días —saludó el castaño, sin poder extender una sonrisa ni siquiera por compromiso.
—Buen día —siguió Rai por educación, ella sin poder levantar la mirada.
Los mayores les devolvieron el saludo con formalidad y luego señalaron el lugar más adelante. Debían tener al menos esa última conversación, así como los casados hicieron, y lo menos que querían era llamar la atención de los presentes, desde trabajadores hasta testigos, que ya inundaban el lugar a tempranas horas como se acostumbraba.
Los cuatro caminaron hasta una esquina, se colocaron frente a frente y comenzaron:
—No es agradable para mi decir esto, sin embargo, la probabilidad de ganar el caso es muy baja —informó el abogado, siendo sincero—. Por supuesto, seguiré haciendo lo que esté en mis manos para tener el resultado deseado. —Fukuzawa nunca había perdido un caso en todos sus años ejerciendo, así que la inquietud también le llenaba de negatividad.
—Se lo agradeceré, no importa cual sea la decisión final, usted solo está haciendo su trabajo y por mis decisiones la situación es complicada, así que de verdad, gracias por ayudarnos. —Fue sincero, manteniendo su postura firme frente a ellos. Cierto era que el profesional podía haberse retirado cuando le mostraron las mentiras, pero se quedó para ayudarles de corazón.
La conversación inició tomando en cuenta los tópicos que posiblemente y definitivamente se presentarían en medio del juicio. Yukichi informó sobre aspectos que ellos no conocían del todo y formaban parte del argumento de la señora Oyama. Así, cuando terminaron, Dazai encontró en su jefe una mirada perdida que enseguida le preocupó, ya que pocas veces le había visto de esa manera; fue aun peor, cuando sin decir nada retrocedió para alejarse.
—Mori-san —le llamó, y por inercia le siguió soltando la mano de la muchacha que hasta ese momento solo había asentido a las palabras.
El azabache se detuvo cuando lo encontró siguiéndolo, tratando de poner una buena cara. Deseaba salir un poco y le descubrieron.
—Siento que tengas que preocuparte tanto —se disculpó enseguida el menor, haciendo sonreír con amargura al jefe.
Faltaban pocos minutos para el inicio, así que el magnate debía ser preciso con sus palabras. Algo que le motivara estaba bien, porque siempre y sin importar el motivo le apoyaría y extendería su mano para él.
—Y yo lamento que además tengas que preocuparte por mi. Te aprecio, hijo, y me duele que tengas que pasar por un evento tan desagradable. —Colocó un mano en su hombro con cariño—. Sé que has hecho todo lo que estuvo en tus manos y por desgracia también has cometido errores, pero no te culpes por ello ni quites la vista de lo que es importante para ti justo ahora. La vida en algún momento tiene que recompensarte. —Al terminar, observó de reojo a la muchacha junto a su amigo y el menor lo comprendió.
—Gracias por el consejo, prometo hacer lo mejor cuando esto termine. —No muy contento por lo que esperaba de fecha, simple le dijo, pero claro que cumpliría con su palabra.
Aun si ellos terminaban lejos el uno del otro, él siempre iba a ver por su bien, no importaba si en el futuro Rai le olvidaba para retomar su vida.
Cuando estaban por volver a la esquina para tomar el paso de una buena vez dentro del juzgado, las puertas del lugar se abrieron de para en par llamando la atención de todos los presentes. Luego, la figura de una mujer en vestido negro casual entró a la estancia haciendo resonar los tacones altos más de lo debido, tal como una celebridad; al detenerse para mirar el lugar con asco, quitó sus enormes lentes negros que le hacían parecer una mosca y levantó las cejas.
—Satoko... —pronunció en automático la señorita Fujiwara junto al abogado.
Detrás de Hatsuyo, Tsushima Tane entró siguiendo a la mujer, y de la mano Satoko en un vestidito de muñeca en color durazno observaba todo de manera perdida, así, hasta que vio a su padre y sonrió con una enorme alegría que podía ser palpable.
—¡Papá! —gritó, sin poder contenerse. El lugar de todas formas estaba lleno de murmullos, así que pocos fueron quienes desviaron la mirada de la mujer de las joyas hasta la pequeña.
A Osamu se le partió el corazón al verla tan radiante como siempre, salvo que poco le duró el gusto de sonreírle con cariño, puesto que cuando la menor estuvo a punto de correr hacia sus brazos, su abuela, es decir, su madre, le detuvo y regañó de forma disimulada para que nadie lo notara. La mujer estaba ahí como custodio invitada por la involucrada en el juicio.
Rai observó justo el momento exacto y apretó los puños con coraje sobre a su falda, recordando el trato que la mujer le había dado en la casa de los Tsushima, y como también en esa ocasión no les importaron los sentimientos de la pequeña e inocente infanta al querer dañar a los comprometidos.
No se iba a quedar de manos cruzadas, no, porque antes de pensarlo ya se estaba moviendo.
Se disculpó con Fukuzawa rápidamente, y con el ceño hacia abajo caminó pasos largos hasta el castaño desanimado, cuando lo tuvo al alcance tomó su mano de forma segura y después lo arrastró en dirección de las recién llegados.
Hatsuyo preguntaba a un hombre, o más bien, exigía respuestas sobre el lugar, cuando vio venir de frente a los casados. Lista para recibirlos de la manera más hipócrita en que su capacidad le dejaba, se metió una mano detrás del cabello para peinarlo con presunción, sin embargo, Rai no se detuvo frente a ella y le pasó de largo sin mirarle, haciendo que abriera la boca ofendida.
—¡Satoko-chan! —llamó a la pequeña con alegría, ignorando también a la madre que intentó esconderla detrás de su cuerpo al verlos venir.
—¡Rai!
Ninguna norma o regla decía que no podías mantener conversación con los afectados o la persona que demandaba, así que con seguridad extendió la mano a la niña y esta la tomó enseguida; como había hecho antes Tane, de forma disimulada jaló hasta que estuvo libre y pudo estar frente a ellos.
Shūji enseguida colocó las rodillas sobre el suelo sin importarle la ropa, y la nena no tardó en abrazarlo fuerte por el cuello.
—Te extrañé tanto —reveló a la niña, y él después miró a Rai que los observaba y pronunció un "gracias" a la sorda.
Un movimiento temerario fue, de modo que se ganó aún más el odio de la "familia".
—Nadie les dio permiso para acercarse a Satoko —habló Hatsuyo, un poco molesta por la ofensa anterior.
Cómo siempre que hablaba la madre, Satoko se asustó, pero Osamu le apretó fuerte para que no hiciese caso, también estuvo a punto de contestarle, pero Rai le ganó:
—No necesitamos permiso —dijo lo que era, haciendo rabiar a su "suegra". Pronto se vio rodeada de un lado a otro mientras inconsciente cubría al padre y a la hija para que tuvieran un momento juntos.
—Claro que lo necesitas —Tane respondió por su antigua y preciada nuera.
—Claro que no —y de nueva cuenta la menor respondió a las dos, tratando de obtener tiempo, ya que detrás Satoko comenzó a contarle algo a su padre de forma emocionada al distraerse.
—¿Por qué estás siendo tan altanera? ¿Estás molesta? —inquirió burlona la exesposa del presente, y Rai sabía que vendría después—. Ah, no me digas, sigues estando molesta por haberme metido con tu esposo...
La burla era muy baja para una mujer que presumía tanto de su "estatus", incluso Tane levantó el mentón alarmada al no saber la información con anticipación.
—No, no es así, tampoco estoy siendo altanera, solo, realmente odio a las mujeres como tú. Ni siquiera tengo ganas de verte a la cara sin querer vomitar. Me das asco —Rai expresó con calma y en voz baja para que la conversación de atrás no fuese interrumpida.
Estaba molesta, por supuesto, y no por el tema que la arpía había mencionado, sino por el trato que le daba su propia hija. De verdad sentía asco solo de verla haciéndose pasar por una "madre".
—¿¡Cómo te atreves a hablarme así!? —acusó la de mediana edad, acercándose.
—¿¡Dónde están tus modales, señorita!? —La mujer mayor también entró en crisis por sus palabras, además de las anteriores de su estimada, pero Rai le ignoró, y eso le dolió más.
Atrás, Shūji sonrió con ganas a la menor, porque notó que ella había devuelto su atención a las mujeres.
Bien, no podía darle un disgusto más similar al del apartamento, así que incapaz de levantarse a defender a Rai, volvió a distraer a la pequeña con una pregunta.
—A ti no te importa quedar como una demente frente a tu hija, lo sé, pero ella no merece tanto daño, así que dejémoslo aquí —contestó, siendo consciente del mismo dato que el castaño.
Al decir aquello por el bien de la pequeña, Hatsuyo se acercó con la intención de darle una bofetada inundada en molestia por como le estaba hablando, y justo Rai levantó la mirada para enfrentarla.
—¿Quiere conservar su peinado de bruja? ¿O debería deshacerme de él?... —retó, asemejando la edad que ellas mismas le tachaban. Bueno, querían que fuese joven e irrespetuosa, pues allí lo tenían y no había lugar para arrepentimientos. Así era como debió tratarlas desde el inicio.
Todos los colores de la paleta se le subieron a Hatsuyo y tocó su peinado con vergüenza, fue cuando Dazai se dijo, era suficiente, no podía dejarle todo a la muchacha, y agradecido con Rai por los pocos minutos que le dio, se levantó y con propiedad se metió en medio de la silenciosa riña.
—El juicio está a punto de comenzar, será mejor que entremos —interrumpió, dejando libre a la pequeña que antes de ir con su abuela se acercó a la que una vez fue su niñera.
Satoko, sin pensarlo, le abrazó con cariño, recordando aquella vez cuando hizo lo mismo para hacer berrinche, solo que está vez la niñera no levantó las manos impresionada. De inmediato le devolvió el abrazo con fuerza y se agachó hasta quedar frente a su rostro; primero Satoko le sonrió con ganas, y así se acercó:
—Gracias por mantener tu promesa —susurró en su oído.
Culpable por la situación, Rai le apretó pasándole las manos por la espalda. Estuvo a punto de rendirse, pero la nena le daba las gracias sin saberlo a esas palabras que no pudo terminar durante la última llamada.
Cuando se separaron por el carraspeo de la "suegra", Satoko volvió a su lugar y Osamu volvió a tomar la mano de su esposa al comprender que no le había sido fácil enfrentar a su familia, entonces, cuando la abuela se adelantó con su nieta, Hatsuyo se acercó a los dos de manera peligrosa.
—Dejen de actuar, por favor, nadie les cree nada. No vale si solo uno está enamorado —al decir, miró fijamente al castaño—. Y Rai, espero que ya hayas hecho las maletas, porque la única que ganará aquí, soy yo —amenazó sonriente y malvada, y terminó yendo detrás de las otras dos.
Justo en ese momento, cuando los casados se vieron turbados al recordar que estaban en desventaja, por la puerta entraron tres personas más para acompañarles y el abogado tanto como el magnate se acercaron.
—¿Dónde está el maldito estacionamiento del lugar? —se quejó el pelirrojo en forma de saludo. Llevaba un traje casual.
—Nunca vuelvo a salir con Chuuya si vamos tarde —el ruso se vio perturbado por sus mismas palabras. La camisa blanca y pantalones negros le hacían ver más delgado.
—¡Es una locura, Chuuya-san iba como rayo! —emocionada contó la mesera del Yellow Cake's. Un lindo vestido beige de falda alzada resaltaba su belleza.
Los casados de forma inconsciente apretaron el agarre de manos que mantenían y sonrieron con alegría por las ocurrencias de Chuuya, Fyódor y Ritsuko, quienes fueron hasta ahí como testigos y público.
—Es hora —avisó el peligris, interrumpiendo en el momento justo y caminando hasta una de las tres salas de audiencias con el azabache mayor siguiéndole.
No había tiempo para más pláticas, no más bromas o peleas verbales, la hora había llegado, por fin tendrían la respuesta que estaban buscando desde el inicio de ese compromiso para dos. No importaba el resultado, estaban al menos satisfechos con haber llegado hasta ahí de la mano.
Existían dos caminos: se separaban si perdían, o se quedaban juntos como desconocidos si ganaban.
Los pasos fueron firmes, primero el abogado y luego los demandantes, después el público y testigos entraron dentro de la sala, en donde Hatsuyo se encontraba junto con su abogado y la pequeña con su abuela tres filas atrás en las butacas.
Rai y Osamu compartieron lugar junto a Fukuzawa en la mesa izquierda al mismo nivel que la mujer de las joyas, y cuando el juez de edad avanzada entró a la sala por una de las puertas traseras, por protocolo todos se levantaron para saludarle, y de esa manera comenzó el juicio:
—Buenos días a todos los presentes, al jurado, testigos, público y acusados como víctimas. Inicia la corte en este momento —sentenció con educación el de la bata negra que pronto dio una vista hacia los documentos que tenía en su poder.
A continuación, procedió a dar los datos escenciales, tales como número de caso y el motivo exacto de porqué todos estaban ahí compartiendo el lugar.
—Oyama Hatsuyo-san ha demandado a su exesposo de nombre Tsushima Shūji-san por la custodia completa de la menor Tsushima Satoko-kun hoy presente, mentras que Tsushima Shūji-san ha contrademandado a Oyama Hatsuyo-san por la custodia completa de la menor Tsushima Satoko-kun. Los dos siendo los padres biológicos de la menor.
En su lugar, Ritsuko se sintió mareada por la formalidad del juez, pero a fin de cuentas sabía que ese tipo de actividades siempre serían de esa manera. No importaba cuantas veces tuvieran que repetir el nombre del acusado o víctima, ellos lo harían si fuese necesario.
—Adelante los abogados defensores, puede comenzar Hirotsu Naoto-san, el defensor de Oyama-san —permitió que ellos comenzaran por ser la parte más "afectada".
El abogado de cabellos grises y gafas transparentes comenzó entonces, primero explicando el motivo de su demanda en contra de Osamu, dando argumentos válidos, primero sobre su situación pasada y luego sobre la actual. Así que se tomaron temas que al castaño le avergonzaban y no quería recordar, por ejemplo, su problema con la bebida e ira, así como su falta de compromiso por cuidar a su propia hija. Claro que lo último no era del todo certero, pero no podían objetar en el momento.
—Tsushima Shūji-san huyó a esta ciudad poco después del divorcio entre él y mi clienta, sin apelar a las autoridades para darle los derechos que por ley le correspondían a la recién nacida y a su madre, pensando que una pensión de palabra les era suficiente, sin embargo, no fue así —mintió.
Dazai enseguida lo notó cuando su abogado le miró para comprobar que de nueva cuenta no le había mentido con los argumentos, tal como con el compromiso falso, y enseguida el hombre de negocios negó. Así no habían ocurrido las cosas, él fue a Yokohama más tarde que temprano cuando la mujer no le permitió ver a su hija más, y la de la idea de la pensión por palabra había sido de Hatsuyo.
—Ahora, actualmente se ha casado con una mujer más joven que su persona con el objetivo de pelear por la custodia de la menor que descuidó en el pasado. Por ello, mi clienta está muy preocupada, no tiene la menor idea de los intereses de la Tsushima Rai, pero asegura que una vez cumplido el tiempo requerido para divorciarse y dejar a su hija con el padre, ella se marchara para siempre obteniendo su recompensa.
Como si fuese una película de horror, la mayoría de las personas del jurado y público observaron a Rai cabizbaja con un semblante escandalizado. No pasó desapercibida la mirada que colocó Satoko al escuchar, pero se mantuvo en su lugar.
—Concluyo con mis primeros argumentos. Le cedo la palabra a Fukuzawa Yukichi-dono —terminó, pero eso no era todo.
El juez miró al conocido abogado y le señaló con un ademan para que tomara su lugar y comenzara.
—Mis clientes están aquí el día de hoy para pelear por la custodia completa de la menor Tsushima Satoko-kun, debido a que han formalizado su relación como marido y mujer y desean formar una familia —comenzó. Su sola voz hizo que todos ahí le pusieran atención en extremo—. Al igual, que uno de sus objetivos es quitarle el derecho a su madre biológica, ya que no la encuentran capacitada para seguir cuidando de una menor. Primeramente, mi cliente, Tsushima-san, vino a Yokohama por una oferta de trabajo hecha por el presente Ougai Mori-dono, con quien ha trabajado desde su juventud, aceptando por la falta de motivación en su vida general; acababa de divorciarse y su exesposa no permitió que siguiera visitando a su propia hija por motivos egoístas, cabe destacar, que la suma de dinero proporcionada a Oyama-san siempre fue alta, muy elevada de los límites del porciento que la ley otorga en estos casos.
Terminó también su primera exposición de argumentos y se le cedió la palabra al juez, y este mismo la otorgó a los testigos. Por parte de Hatsuyo, entró la que al parecer era una amiga de infancia que estuvo siempre presente en la relación que la expareja tuvo en su juventud, salvo que el castaño no pudo reconocerla y cada que le preguntaban algo siempre vacilaba por los nervios. Al final, terminó dando la razón a los argumentos.
—Shūji-san siempre fue un chico rebelde en juventud, escapó de casa y después por irresponsable Hatsuyo quedó embarazada —contó la mujer rubia de nombre Ichijou Higuchi.
Después, Mori subió al estrado, hizo el juramento sobre decir la verdad y comenzaron las preguntas.
—Dazai-kun, como yo le conozco, es un buen hombre, muy trabajador. Cómo mi mano derecha siempre hemos sido cercanos, estuve cuando su hija nació en Tokio y también en su boda con Fujiwara-san siendo el padrino. He de decir que le propuse la oferta de trabajo aquí, en Yokohama, por los problemas que estaba pasando siendo tan joven; él estaba muy decaído por no poder ver a su hija y siempre me pedía consejos, pero Oyama-san nunca aceptó ningún encuentro a pesar de ellos —contó sincero, pidiendo que al menos pocas de sus palabras fuesen consideradas por el juzgado.
Por el momento se acabó el turno de los testigos y volvió el de los abogados de defensa, que en esta ocasión dieron argumentos todavía tranquilos, pues aún faltaba un turno como el programa señalaba. Luego, por esa ocasión subieron a decir el juramento un muchacho que nadie conocía ahí de nombre anónimo para los presentes, así como también Ritsuko para hablar de su compañera de trabajo al ser acusados de nuevo por el falso matrimonio.
—Por supuesto que Oayama-san puede seguir cuidando de su hija, es una mujer muy consciente de lo que hace y nunca le haría mal, también, creo que para la menor sería un problema si su zona de confort cambia repentinamente —añadió el extraño de cabellos pelirrojos.
—Rai vino a esta ciudad en busca de oportunidades para el futuro, trabajo conmigo y mis compañeros durante cuatro años y medio mientras estudiaba su licenciatura en filología en la universidad de Yokohama. Cómo su amiga, puedo asegurar que es una buena persona, que cuando se enamoró de Dazai-san no tenía intenciones escondidas —apoyó Ritsuko, decidida a decir más, pero se acabó el tiempo para su argumento.
El momento decisivo llegó, la última tanda de argumentos de los defensores y discurso de las víctimas y acusados. Todos los allegados al caso sabían cuales eran las siguientes razones, y sin mentir, todos temían a que fueran expuestos.
—Retomando el argumento sobre el matrimonio interesado, tenemos pruebas contundentes sobre ello, por favor, escuchen con atención...
Todos los presentes, incluyendo a Rai y a Osamu miraron al de edad mayor sacar una grabadora de bolsillo a la que pronto puso a funcionar. No sabían que podía ser aquello, no hasta que comenzó a sonar en contraste con el silencio de la sala:
—No puedo aceptarlo... Puedo verlo, no amas a ese hombre, porqué entonces habría de rendirme...
—He decidido casarme con él por amor, porque él puede...
—¿Por qué quieres escapar? ¿Es cierto entonces? Si es así, ¿por qué van a casarse? No puedo imaginar el motivo, ni siquiera puedo pensar en...
—¡No tienes derecho!
—Rai...
—No... No tienes derecho a venir aquí y decirme indirectamente que me necesitas, porque cuando yo te necesité en el pasado, me diste la espalda como si fuera una desconocida.
—No lo amas como todavía me amas a mí, de lo contrario, estas lagrimas no se harían presentes y mucho menos hubieras aceptado reunirte aquí conmigo... No quiero dejarte ir otra vez, ahora sé cuánto vales para mí. Dame otra oportunidad, no voy a defraudarte. Nunca mas te volveré a soltar...
La conversación se reprodujo trayéndole amargos recuerdos a la muchacha, y Dazai, quien no tenía idea de ello, volteó a mirarla de forma automática, y por si fuera poco:
—Es la conversación entre la antes Fujiwara Rai-san con el joven Managawa Kosei-san, su antigua pareja de cuando vivía en Miyazaki, después, sucedió esto... —Mostró una foto al público, dando vueltas por el lugar y terminó por entregarla como evidencia al juez como correspondía.
Eran Rai y Kosei en medio del beso que se dieron en aquel parque vacío antes de la boda.
—Podemos comprender el objetivo de la conversación, la joven confundida deseaba quedarse a lado de la persona que todavía amaba, pero no pudo hacerlo porque estaba en medio de un trato...
—Objeción —pidió Fukuzawa.
—Concedida —otorgó el juez de inmediato.
—Fujiwara-san no estaba pensando en ningún trato, Minagawa-san fue con intenciones escondidas a esa cita que él mismo pidió por influencia de Oyama-san. Mi clienta solo estaba confundida por sus palabras en un momento crítico de su vida, además, él muchacho fue el que comenzó con el acercamiento que ella no pidió en ningún momento —objetó como había pedido, haciendo que el jurado murmurara a su espalda.
Tras eso, el otro defensor no pudo seguir con su palabra al ver que le desbarataron el argumento con profesionalidad, pues no podía negar que fue una actuación de Kosei.
—Bien, por otra parte, según la ley, la mujer que entre en proceso legal por un menor no tiene el derecho a trabajar si no es por necesidad hasta convertirse en su tutor, en este caso, Fujiwara-san no tenía necesidad, pues al ser Tsushima-san un hombre de negocios monetariamente estable debía apegarse a los requisitos, no obstante, no lo hizo... —Presentó otra fotografía, en dónde Rai estaba en el local amarillo atendiendo una mesa en sus patines y delantal—. Fue tomada hace dos meses, cuando evidentemente ya estaba dentro del proceso legal.
El silencio se formó en la sala, los murmullos aumentaron y la acusada solo pudo ver cuando entregaban la nueva prueba al juez, a su lado, Dazai lamentaba el error y Hatsuyo no muy lejos tenía muchas ganas de reírse de los dos.
—Por último, hablemos de Tsushima-san, quien en medio de su matrimonio falló a los votos matrimoniales y tuvo un encuentro con mi clienta hace dos meses.
Sabía que vendría eso, y aun así, el hombre lo afrontó con la mirada en alto.
—En la reunión nocturna, aceptó tener un trato con la señorita al negarse a la petición de mi clienta sobre volver a unirse en matrimonio, pero él se negó diciendo que no podía defraudar a su cómplice, pero, a pesar de ello propuso una noche solo para los dos y terminaron en un motel del paso cerca del centro. Mi clienta afirma haberle anunciado a Fujiwara-san de la infidelidad, sin embargo, como lo suyo solo es un trato de palabra, no importó y por eso están presentes el día de hoy.
De nuevo, las pruebas que está vez no se podían mostrar al público pasaron al juez en estado censurado.
No fue mentira, que después de esos tres argumentos tan sólidos, tanto el público como los testigos comenzaron a dudar de la parte buena, creyendo más a la mala cuento.
—Cedo la palabra a Fukuzawa-dono —terminó el otro, presumido.
Yukichi se levantó de su asiento, pensando en que lamentablemente ya no había nada más que hacer, pero todavía con ello seguiría adelante. Las palabras que tenía para pelear ya no eran las adecuadas y podían ser fácilmente objetadas.
Así, comenzó, dando tres argumentos como su oponente, salvo que como pensó antes, no era suficiente, no tenían el mismo valor que los opuestos y que por infortunio les dejaban en total desventaja.
—Oyama-san amenazó a mi clienta en variadas ocasiones. En su boda se metió sin permiso a su habitación y le dijo que dejara plantado al novio mostrándole las fotos que antes se han visto de ella y Minagawa-san; también, como han escuchado antes, le hostigó con la evidencia de su marido para molestarla directo a su número personal de teléfono, cuando ella nunca se lo proporcionó, así como en otras ocasiones la madre de Tsushima-san y ella le trataron mal pensando y afirmando que se estaba casando por interés.—Lo sabía, seguía sin ser suficiente—. Por último, en la última ocasión en que se vieron los cuatro, Oyama-san se comportó de manera grosera, insultándolos y agrediendo físicamente a la menor por quien estamos presentes...
—Objeción —pidió Hirotsu de inmediato.
—Concedida. —Rápidamente dio el permiso el juez.
—En dicha visita Fujiwara-san también agredió físicamente a mi clienta...
Enseguida, Fukuzawa pidió otra objeción que le concedieron sin trabas.
—Fue por defender a la menor, ya que la madre estaba fuera de sí, y así fue como se la llevó. También, no hay pruebas físicas, pero mi clienta afirma que la pequeña no ha estado segura desde que se la llevó a Tokio aquel día...
—Dan por terminado los argumentos, por favor, que pasen los últimos testigos —interrumpió el juez al ver el tiempo.
Osamu, quien no sabía nada de lo último dicho, no tuvo la oportunidad para cuestionar a qué se debía, y siguió en silencio, muy incómodo sobre su lugar.
De nueva cuenta los testigos hicieron el juramento, por parte de Hatsuyo habló otro desconocido que le daba la razón sin vacilar, y por parte de Osamu, Fyódor fue el elegido.
—Conozco a Shūji desde que éramos jóvenes, tambien a Hatsuyo, íbamos juntos a la escuela. Él siempre fue una buena persona conmigo, a pesar de que era extranjero. Antes de conocerle, tenía una relación abierta con Hatsuyo de la que nunca le hablé, pero no duró mucho —confesó, viéndole directo a los ojos—. Después de ello entonces le conocí y estimé cómo mi mejor amigo, ignorando en el proceso las insinuaciones de su novia por ese momento y dándome cuenta que ella se casaba solo por interés con él. A qué quiero llegar con esto... La verdad es que es muy fácil, a diferencia de Rai, la señora nunca respetó el matrimonio que tenían, siéndole infiel con cualquier hombre; junto con ello, estuve cerca en la infancia de Satoko cuando mi amigo no podía estarlo, sin ningún tipo de cercanía con su madre, cabe destacar, pero jamás se lo dije y en realidad tampoco fue todo el tiempo, sin embargo, ahora que es necesario, puedo asegurar que esta mujer no es un buen ejemplo para la menor, es ridículamente estricta con su educación y le trata como a una muñeca que no siente, pero ella está más interesada en el dinero que puede obtener de su expareja para vivir en lujos o dárselo a jóvenes para que sean su compañía.
La mujer se llenó de vergüenza por segunda vez en el día cuando el Dostoyevsky dijo todas sus verdades, y Osamu se llenó de coraje pensando en la mujer de quien estuvo enamorado. Ella nunca mereció sus cuidados, ni mucho menos su amor.
—Satoko debe estar con su padre —sentenció para finalizar el ruso.
Una vez el testigo se fue, se reanudó el juicio, ya por último, el que controlaba todo aquello se dirigió a las partes acusadas:
—Oyama Hatsuyo-san, ¿acepta las acusaciones de la otra parte afectada, jurando por la ley que cualquier objeción que diga será la verdad? —cuestionaron a ella primero.
—No tengo ninguna objeción —aceptó cuando su abogado así se lo señaló.
—Ahora, Tsushima Shūji-san y Tsushima Rai-san, ¿aceptan las acusaciones de la otra parte afectada, jurando por la ley que cualquier objeción que digan será la verdad?
El ambiente se tensó, ninguno supo que decir, hasta que el abogado negó para que todo se quedara como estaba, de otra forma, solo serían palabras sin validez y muy probablemente también sin juicio que podían ser un arma de doble filo para ellos mismos.
—No tenemos ninguna objeción —contestó el castaño por los dos.
Para terminar con la larga sesión, el jurado se levantó para ir a la sala contigua a elaborar el veredicto con el material que poseían. A ninguno de los demás se les dejó salir de la sala y los nervios aumentaban a cada segundo. Rai no quiso ver a nadie en su lugar, porque sabía que eso solo lo haría peor, e igual pensaba el hombre de negocios junto a ella, al mismo que le temblaban las piernas por la espera.
Fueron diez minutos enteros, entonces todos volvieron y el representante llevó el documento directo al juez de edad avanzada. Este lo leyó enseguida, tomó su martillo de madera y dio el último veredicto:
—El jurado falla a favor de Oyama Hatsuyo-san. Esta corte acusa a Tsushima Shūji-san por el delito de fraude matrimonial para entrar en temas legales, así como se le niega la custodia de Tsushima Satoko-kun con una multa del cuarenta porciento de su salario por nueve semanas, después, este mismo porciento deberá ser entregado a su tutora en forma de pensión para la menor afectada. —Golpeó con fuerza la madera, dejando a algunos sordos por el seco ruido—. Se cierra la sesión.
Perdieron. Lo hicieron ante Hatsuyo.
El juez se levantó y se largo rápidamente por seguridad propia, mientras que el grito de la mujer de las joyas resonaba en alegría por su esperada y aplastante victoria.
Rai y Dazai se mantuvieron congelados en sus lugares sin poder creerlo. Era la opción más acertada, lo sabían, y aún así estuvieron esperando más de lo que merecían.
—Lo lamento —fue todo lo que pudo decir Fukuzawa al acercarse, y no recibió respuesta.
Pasó y debían afrontarlo como se dijeron y dijeron a las demás personas, en especial el padre, pero era difícil levantar la cabeza cuando el final por fin le llegó a ese compromiso para dos.
—¡Me mintieron! —Resonó la vocecita en la estancia, llamando la atención de todos.
Rai agachó más la cabeza al saber a quién le pertenecía y Osamu destrozado se volteó en la silla para ver a su pequeña llena de lágrimas.
—¡Me dijeron que se querían mucho, que estaban juntos por amor! ¡Creí que serían mis padres! ¡Creí que por fin tendría una familia completa y nadie más se burlaría mi! —acusó con dolor y su abuela intentó llevarsela, pero ella se deshizo del agarre furiosa—. ¡Creí en ustedes y en su promesa sobre que volvería a casa!...
Fyódor fue el que se armó de valor y alcanzó a la niña en medio del pasillo, le cargó con dificultad con ayuda de Chuuya después y la sacaron de la sala mientras pataleaba, mientras tanto, los casados no podían ni ponerse a llorar de lo fatal que se sintieron después de sus palabras tan inocentes.
Cuando Rai por fin pareció entrar en razón, se llevó las manos a la cabeza y negó con dificultad, y en el peor momento Hatsuyo se acercó con una sonrisa ganadora.
—No pongan esas caras, les he hecho un favor, de todas formas iban a separarse, ¿no? Mejor ahora que tarde... —Fingió empatía por su situación.
Dazai, incapaz de tolerar un segundo la burla, se levantó como un resorte de su lugar y marchó sin decir una palabra, al igual ella no le respondió nada porque no sabía qué exactamente.
—Bueno, él debe estar devastado por haber perdido, pero tú... —señaló sin educación—. No te preocupes, eres joven y bella, además tienes estudios importantes, seguro luego encuentras a alguien con igual o más dinero y puede que hasta sea más joven. Incluso, tienes mucha suerte, porque Fyódor parece muy interesado en ti...
—Rai. —La mesera llegó a interrumpir sus palabras, y como si estuviese esperando la mencionada, enseguida se levantó de la silla para abrazarle—. Lo siento mucho, debí decir algo más.
La menor, escondida en su pecho negó; apretaba los ojos, pero las lágrimas no salían a pesar de sentirse tan triste por el resultado.
—Eres libre ahora, Rai, ni siquiera te interesaba mi hija... —insitió en seguir molestando la mayor de las tres, riendo como si fuese un juego. Hatsuyo solo estaba extasiada del momento, no podía parar de hablar.
—Vámonos —Ritsuko le dijo, tratando de caminar junto con ella hacia la salida, y estuvieron por hacerlo, pero al escuchar que la mujer del vestido negro decía otra cosa que no toleró, Rai se dio la media vuelta en su lugar.
Hatsuyo dijo:
—Shūji siempre fue un perdedor, comete error tras error y es imposible tomarlo enserio. Incluso se enamoró de ti cuando estaban en medio de un trato. Simplemente patético...
—Cállate —mandó con seriedad la casada, observándola con odio, cómo nunca antes había mirado.
—No le hagas caso, no debes pelear con ella, no vale la pena... —advirtió su amiga, pero enseguida la exmesera levantó la mano para hacerle saber que estaba bien.
—Es que solo digo la verdad... —trató de continuar la ganadora cuando vio que había caído en su juego.
—La única verdad aquí es que tú eres la patética —devolvió con asco y no la dejo hablar después—. Solo piensas en dinero, ¿verdad? Así que dime, ¿cuánto de ese sucio papel que no vale nada se necesita para que dejes de dar pena? Solo dime y prometo ahorrar, pero por desgracia, nunca te es suficiente.
Estaba furiosa, muy, pero muy molesta con la mujer y posiblemente con todos los que le apoyaban en el lugar, porque no era justo para Satoko tener que seguir viviendo con esa mujer que no valía nada.
—No me importa que digas, gané el juicio, Rai, me toca quedarme con todo —presumió, y poco le faltó a la menor para echarse a reír de inmediato.
—¿Para ti ganar es romper a un hombre hasta que odie incluso vivir? —preguntó, sin intención de obtener su respuesta—. Dices que es un perdedor y muchas cosas más de él, pero aún con sus errores sigue siendo mejor persona que tú, y no me importa si crees que es un tonto por haberse enamorado de mi, porque entonces yo también lo soy —aceptó orgullosa frente a las dos.
—Increible, ¿cuántos perdedores tenemos aquí?...
—Solo uno. Tú —respondió Rai para terminar con esa inecesaria conversación—. ¿Crees que has ganado? ¿Crees que después de esto podrás vivir en paz con tus lujos? ¿De verdad piensas que se acabó?
Se acercó hasta ella, aunque era más baja por los enormes tacones que llevaba la mujer, no obstante, no retrocedió y más bien, fue la otra quien se sintió intimidada por la menor.
—Escuchame bien, Hatsuyo, no se ha terminado. Recuerda mis palabras, porque a partir de hoy no voy a descansar hasta que Satoko pueda llamarme madre y regrese con su padre. Voy a cumplir mi promesa y lo haré a lado del hombre a quien amo, así que date cuenta de una vez, Shūji no está ni estará solo jamás.
Terminó dejando con la boca abierta a la mujer, quien creía que Rai terminaría yéndose después de todo lo que tuvo que pasar durante el falso compromiso, pero todo ello solo sirvió para hacerla fuerte y para que luchara aun más por lo que deseaba en esa vida.
Pudo ver una luz brillante en el momento en que pensó que todo estaba perdido. La situación le obligaba a rendirse, más que una decisión propia, sin embargo, el camino no se acababa en ese lugar.
Podía arriesgarse, tal como cuando decidió ir hasta Yokohama y alejarse de su familia; podia arriesgarse, tal como todas esas noches en vela estudiando y yendo a la escuela con un café en la mano y un libro en la otra; podía arriesgarse, y está vez con un para siempre, pues sabía que podía lograrlo.
—Ritsuko, te veo luego. —Apenas se despidió, echó carrera sin importarle estar dentro de la sala; todo el mundo restante la miró, pero no había tiempo para preocuparse.
La mesera del vestido comprendió enseguida sus intenciones y sonrió, mostrando la paz que sintió en automático por su querida amiga.
—Tenga cuidado, nos veremos más pronto de lo que cree, posiblemente en esta misma sala, o de verdad, no me importaría viajar hasta Tokio —avisó Ritsuko, viéndose feliz y tomándose el tiempo para burlarse de la mayor.
Mientras tanto, Rai corrió por todo el lugar hasta la salida y no se detuvo, ni cuando Fyódor y Chuuya le llamaron estando junto a Tane y Satoko entre los demás individuos. Atravesó la salida y luego el camino entre el césped como por la mañana, entonces arribó al estacionamiento cercano y buscó con insistencia el auto oscuro, conociendo los escapes del dueño; cuando encontró su objetivo, fue con Osamu recargado de espaldas en el acero con la mirada en el cielo nublado de esa casi tarde.
Él no estaba fumando, no tenías ganas para ello aunque antes había sido su vía de escape, solo necesitaba paz y olvido, sin embargo, Rai no se lo concedió.
—¡Lo amo! —llegó a gritar lo más alto que pudo, en realidad sin intenciones de que la escucharan hasta su natal ciudad, y también sin querer asustar al de traje que no la vio venir. No consiguió ninguna de las dos cosas—. ¡No es falso si estoy enamorada de usted!
Le regresó la mirada, a diferencia, muy confundido, y como si se hubiesen encendido las fuentes, de un momento a otro Shūji comenzó a soltar las lágrimas que había retenido desde que huyó del edificio de gobierno con la derrota sobre la espalda.
—No digas eso justo ahora... —sollozó cubriendo su rostro con dolor.
Una parte de él quería correr a abrazarle y decirle que también la amaba, aunque todo estuviese siendo tan repentino, pero otra le recordaba que no importaba cuanto cuidado tuviera, terminaría lastimándola de una u otra manera. Ella debía irse.
—No es hora de rendirnos, Satoko nos necesita, y no solo es eso... Yo le necesito a usted —habló más tranquila, las manos le temblaban pero estaba decidida a seguir a su objetivo corazón—. Quiero quedarme a su lado, no importa lo que haya pasado antes... claro que no puedo olvidarlo, pero sí podemos enterrarlo entre los dos, porque se que también me ama.
—Rai, no... —negó, impaciente, sin poder dejar de llorar.
Era felicidad, era tristeza... Dazai no sabía que pensar en ese momento, pero sin duda, buscaba lo mejor para ella
La joven sonrió con ganas, pero el momento lo hizo parecer un gesto nostálgico. Quería abrazarlo, consolarlo... Estaba en sus manos decirle que todo iba a estar bien a partir de ese día y que no tenía que sufrir más.
—De verdad quiero quedarme...
Estuvo a punto de decirle mil cosas más para que lo entendiera y aceptara de una buena vez, pero no fue necesario. El de gafas corrió hasta ella y con rapidez la envolvió entre sus brazos, pensando en nunca soltarla. Su segunda oportunidad se había hecho realidad y tanto su mente como corazón le gritaron que no la despreciara y cuidara como merecía.
—De verdad quiero que te quedes —confesó, utilizando casi las mismas palabras—. Te amo, Rai, no lo dudes nunca más.
Al escuchar sus palabras, quien comenzó a llorar está vez fue la muchacha, muy conmovida por sus mutuos sentimientos.
Al fin podían decirlo. ¡Al fin podían aceptarlo!
—No es falso si te amo. No es falso si deseo pasar el resto de mi vida a tu lado —murmuró una y otra vez, mientras la felicidad le embriagaba por tenerla a su alcance, está vez sin mentiras ni condescendiencia—. Será mejor, te lo prometo, voy a darlo todo por ti, Rai. Nunca más volverás a sentirte estancada, quiero que seas feliz, que cumplas tus sueños y los compartas conmigo... Deseo, egoísta, que me ames como yo te amo a ti.
Se separaron un poco para verse al rostro y se miraron entre lagrimas, él le tomó de las mejillas y rio tal como un niño feliz. Juntaron sus frentes y tras un momento se besaron cortamente en los labios, pues las sonrisas que se compartían no dejaban de aparecer.
—¿Papá, Rai? —interrumpió la vocecita de antes, haciendo que se separaran por la sorpresa—. ¿No era mentira?
Detrás de ellos, Satoko caminó hacia el frente para alejarse de Tane que miraba en otra dirección con armargura, salvo que fue ella misma quien llevó hasta ahí a su nieta a escondidas de Hatsuyo.
Los que antes compartían caricias se separaron, pero no tanto, manteniéndose juntos mientras el hombre cubría a su amada con su brazo sobre sus hombros de manera protectora.
—Nunca lo fue —confesó orgullosa Rai, limpiando su rostro de las lágrimas para sonreír.
—Aunque nuestro trato existió, siempre estuve enamorado de Rai —presumió el hombre de negocios.
No debían darle más motivos para llorar; las explicaciones largas sobraban. Solo tenían que hacerle saber que era verdadero.
—Lo lamento, Satoko —La joven se acercó a la pequeña que no entendía mucho. Cómo el padre antes, colocó las rodillas sobre el suelo para estar a su altura—. No te dijimos la verdad porque teníamos miedo, pero yo de verdad te quiero y nunca fingí los buenos momentos contigo. Ahora, aunque hemos perdido por nuestras malas decisiones, nuestra promesa sigue en pie. Pronto vendrás a casa y seremos una familia feliz —aseguró al final, tomando sus manitas con las suyas.
En el momento en que Satoko amenazó con querer llorar, Rai le abrazó con cariño y dejó que lo hiciera en su hombro con libertad. Enseguida, Osamu les acompañó y les abrazó a las dos juntas con una alegría a un nivel impresionante y envidiable.
Aunque tuvieran que separarse en ese momento, pronto volverían a estar juntos.
—Hoy termina este compromiso para dos, y comienza nuestro compromiso para tres...
Falta el epilogo, pero esto ya quedó. Muchísimas gracias por leer, y prometo darles un verdadero agradecimiento en la otra parte, así como también algunos comentarios que he estado deseando compartir con ustedes.
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