Ni-juu shi | 24.

Todo está fuera de lugar, una petición inusual y el orgullo de Rai.

Una semana había pasado desde que Satoko se fue de Yokohama y también desde que Osamu lloró en los brazos de Rai hasta que estuvo tranquilo. Él volvió a vivir de su trabajo y ella todavía buscaba una manera de ayudar a Ritsuko con el problema del gerente, pero infortunadamente, al ser una joven con poco dinero se le había dificultado encontrar un buen asesor.

Ese domingo, estuvo a punto de ir al Yellow Cake's para sacar a su amiga cuanto antes del lugar, pues por la semana le llegaron las noticias de que tanto Atsushi como Kyouka, habían perdido el trabajo de meseros con el mismo engaño en el que ella no cayó. Por ello se sentía culpable, pues pudo haberles avisado que el gerente nuevo intentaría hacer de las suyas.

Ritsuko está trabajando como una demente...

Fueron las palabras de Akutagawa cuando le llamó para saber de la situación, ya que la mayor no se había comunicado con ella y por ende le había escondido el hecho de que estaba siendo explotada. Por supuesto que no la culpaba a ella por no decirle, pues tenía necesidades en casa que no podía desatender, no obstante, se encontraba odiando con todo su ser a ese hombre que llegó de la nada y colocó todo pies arriba, tal como si fuera un asalto.

Volviendo al: estuvo a punto de ir. En realidad no pudo hacerlo, debido a una llamada de Osamu que le llegó justo cuando cerraba la puerta. Dijo que necesitaba verla de urgencia, y tras convencerla, mando una dirección en un mensaje de texto que Rai dió al taxista que le llevó hasta un restaurante bastante bonito lejos del centro.

—Buenas tardes, señorita, ¿necesita una mesa? —Le atendieron en cuanto cruzó la puerta de cristal. Una joven mesera en uniforme negro le sonreía.

—Buenas tardes, vengo buscando a Dazai Osamu, dijo que iba a esperarme —nerviosa mencionó el dato.

La joven se tardó un momento en recordar.

—Claro, él está esperando en su mesa. Venga por aquí —Amable, le mostró el camino hasta el mayor, a quien le vió una parte de la espalda y cabello al estar sentado de espaldas en una mesa para dos—. Señor, su acompañante llegó.

Cuando Rai le vió, Osamu sonrió nervioso y se levantó para ir hasta el otro lugar y retirar la silla. Como un caballero, hizo a Rai sentarse y luego ordenaron unas bebidas cuando ella dijo que no estaba allí para comer, sino para saber cual era la emergencia.

—Te lo diré, por supuesto, pero es un tema delicado, así que me gustaría que te relajaras antes —recomendó cuando la mesera fue por su orden.

—No lo creo posible, lo lamento, tengo algo de que hacerme cargo una vez salga de aquí, así que no lo tome personal —fue sincera al hablar, ya que sentía que no iba a salir nada bueno de aguantarse el coraje que llevaba encima.

—Bien... ¿Por qué no me cuentas primero que has hecho está semana? Todavía tienes la licencia, ¿verdad? —inquiró amable.

Respondió porque no quería ser mal educada con el mayor, aunque si bien recordaba el hecho de él llorando en su pecho hasta calmarse, no le afectaba negativamente, sin embargo, eso fue lo que la llevó hasta ahí. Rai volvía a sentir lastima por Dazai y se dijo que no debía dejarlo solo si necesitaba su ayuda, pero solo ayuda que ella pudiera darle y por ese momento que estaba decaído. Después de todo, también extrañaba mucho a Satoko y no se imaginaba lo que él sentía lejos de la pequeña princesa.

Su conversación se detuvo cuando la mesera volvió a dejar sus bebidas.

—Si necesitan algo más, no duden en llamarme. Estoy a sus órdenes.

—Muchas gracias —dijeron al mismo tiempo los dos y la muchacha en uniforme volvió a irse.

—¿Entonces? —cuestionó Rai al ver que Dazai se había quedado mirando las bebidas, y para no sentirse incómoda, tomó la suya poniendo sus labios sobre la pajilla.

Bebió naturalmente, en el proceso pensando que las que hacía Akutagawa en el restaurante-respostería eran mejor.

<<... Aunque no tienen mucha diferencia. Supongo que es el toque que cada quien le da... >>.

—¡Cásate conmigo! —de repente pidió el otro, interrumpiendo sus banales pensamientos y mirándola a los ojos.

La muchacha se ahogó con lo que apenas había tomado, retiró el vaso de cristal y tomó una servilleta para llevársela a la boca. Eso había sonado más fuerte de lo que Osamu quiso, que llamó la atención de varios comensales, sobre todo por la reacción que tuvo Rai al casi escupir la bebida.

Tardó un momento en tranquilizarse, pero eso definitivamente le había tomado con la guardia baja.

—¿Estás bien? —avergonzado preguntó el mayor y le vió con atención.

—Voy a hacer como que no escuché eso. —Lista para verle a los ojos otra vez, se recargó en la mesa con una media sonrisa fingida—. ¿Y bien? Estoy lista para escuchar esa emergencia.

—Esa era la emergencia —confesó Osamu bajando la mirada y Rai siguió viéndole escéptica de la situación—. Quiero que te cases conmigo.

No podía procesar tal propuesta.

—¿Qué demoni... ? ¿Qué le pasá? ¿Por qué está diciendo esto de repente? —cuestionó, iba a sonar bastante molesta, pero decidió que no era el momento para descargar su ira, sobre todo porque Dazai no parecía estar jugando. 

—Lo lamento, me puse muy nervioso y comencé con lo último. En realidad tengo una justificación para ello y necesito que me escuches —casi suplicó, y no mentía, incluso se sacó los lentes y acomodó su cabello.

¿Escucharlo o no hacerlo? Esa era la cuestión para Rai. No sabía cómo sentirse exactamente; la molestia aún estaba, pero no creía que fuera culpa del castaño, en cambio, por algún extraño motivo quería ponerse a reír de los nervios que le había generado.

—No quiero escuchar esta barbaridad—se negó volviendo la atención hasta la bebida. En esta ocasión, en vez de utilizar la pajilla, tomó directo del vaso un buen trago.

—Rai, por favor... Tengo una buena razón —siguió.

¿Qué buena razón había detrás de una pedida de mano mal planeada? La joven se dijo que no había nada de ello.

—No insista esta vez. De verdad no puedo... Yo... —Se estaba quedando sin palabras, no tenía un buen argumento para negarse, aunque tampoco era como si lo necesitara.

Rai siguió negándose unos minutos más, encontró todas las maneras de decir "no", así, hasta que:

—¡Es por Satoko! —interrumpió, haciéndola retroceder hasta el respaldar de la silla—. Quiero su custodia, y para pelear por ella necesito estar casado —por fin dijo.

<<¿Por qué siempre que Satoko aparece en una conversación, siento que las cosas no irán bien para mí?... >>, se preguntó con gracia, sonrió por ello y bajó la mirada. Aun si ese era el objetivo, le parecía una idea ridícula.

—Entonces, déjeme ponerlo en la mesa... —Su tono se guiaba incrédulo—. Quiere la custodia de su hija, por ello necesita casarse, y como ha visto que nos llevamos muy bien, aparentemente usted me ha elegido.

—Si, básicamente —aceptó el mayor, todavía estaba avergonzado. Aunque no lo hubieran creído, le costaba mantener esa conversación.

—Sigue siendo un no —sentenció la mesera. Si hubiera estado su brazo bueno, habría formado una "x" con sus manos sobre su pecho.

A ese paso, no podría convencerla, por lo que Dazai se dijo, tenía que hacer algo antes de que ella se levantara y se fuera. Si lo hacía, todo estaría perdido.

—Te daré toda lo que quieras —comenzó desesperado—. Joyas, ropa, viajes, un maldito auto... Te daría una casa, pero tienes que vivir conmigo. Por favor, haré lo que me pidas...

—Oiga, oiga... —mandó a callarle al ver que volvían a llamar la atención de los pocos comensales presentes—. No intente convencerme con cosas materiales. No me importa su dinero, no soy una interesada —aclaró con cierta molestia.

Rai se cruzó de brazos. ¿Cómo podía compararla con su ex-esposa? A kilómetros se veía que Hatsuyo hubiera caído en la trampa, pero ella no.

—Además... —continuó—. ¿Por qué tengo que ser yo? Allá afuera seguro habrá más mujeres que se lleven bien con Satoko y acepten su oferta —terminó, viendo como Dazai desviaba la mirada.

—No tengo tiempo para involucrarme con mujeres. Te lo pido a ti, porque ya pudiste conocer a mi hija y eres una buena persona. De alguna manera siento que todo va a salir bien si estás conmigo... Confío en ti, Rai —confesó sincero y sus orbes castaños fueron a parar directo a los de ella, quien se sonrojó enseguida.

—Es demasiada confianza para alguien a quien apenas conoce —se quejó en un murmullo aún de brazos cruzados.

Jugando con su vaso, Shūji pensó en lo que Ritsuko le había dicho sobre la joven, eso acerca de que ella no deseaba enamorarse y que por error sus sueños se estancaran en el drenaje. Sin embargo, luego se le ocurrió una grandiosa idea.

—Escúchame, esto es lo último que tengo que decirte —pidió esperanzado—. No tienes que casarte conmigo para siempre. La ley dice que mientras duremos dos años en matrimonio, no me quitarán a Satoko si es que ganamos el caso de la custodia; aunque claro, una vez divorciados ella tendrá que ir contigo y solo es cuestión de dejarla legalmente bajo mi cuidado antes de irte.

>>Aquí no importa si yo trabajo todo el día, lo que quiere el juzgado es que tenga una madre que se haga cargo, así que no podrás trabajar mientras seas mi esposa... Se que esto último no te gusta, sin embargo, puedo garantizarte que una vez separados, tendrás el trabajo de tus sueños junto a Fyódor.

A pesar de que eso sonaba bastante convincente, Rai bajó las cejas y siguió en la misma postura negativa, aunque por dentro, de solo imaginar trabajar junto a Fyódor Dostoyevsky, vacilaba como en una cuerda floja.

—No quiero que usted arregle mi vida, yo lo haré por mi misma —volvió a negarse cuando la realidad le pegó en la cara. Eso también era interés—. Ritsuko le contó todo, ¿no es así? Por eso sigue insistiendo.

Lo descubrió. En su defensa, creyó que funcionaria, y en realidad estuvo a punto de hacerlo, desgraciadamente la petición estaba muy lejos de su alcance.

—Solo piénsalo, dos años te tomará conseguir un trabajo estable, no el que quieres, y quien sabe si puedas lograrlo. El mercado laboral no está condiciones de patrocinar principiantes —informó, pero no logró darse cuenta de lo que dijo exactamente. Eso ofendió a la recién graduada.

—¿¡Ah!? ¡Pues disculpe, señor hombre de negocios! —exclamó ofendida—. ¿Por qué no me dice que clase de trabajo tiene usted? Parece que debo seguir sus consejos.

Fue sarcástica, no obstante, él no lo notó. Solo pensó que estaba molesta.

—Yo... Trabajo para Mori Ougai, soy el administrador de los restaurantes que tiene en diferentes lugares de Japón, así como también me encargo del negocio de su hija Elise, el Yellow Cake's...

—¡Lo que faltaba! —explotó la mesera de ese mismo lugar rosa.

Así que Dazai Osamu era el administrador del Yellow Cake's, ese que sabía, las licencias por incapacidad no eran un problema en el negocio. El que además, sin saberlo la muchacha, había aumentado el porciento en el pago de su compensación por incapacidad, cuando vió su nombre entre los muchos documentos que manejaba día a día, y todo por que tuviera los ánimos para cuidar de Satoko la semana pasada.

—Espero que ya haya terminado, porque es hora de irme —avisó, tomó su bolso cruzado y se lo acomodó, para luego levantarse.

Estaba a punto de irse, antes bien, la mesera del lugar arribó al darse cuenta que las cosas no estaban yendo muy bien con los clientes.

—¿Hay algún problema, señorita? —Se encontraron de frente cuando Rai dió un solo paso.

—No... no se preocupe... —habló Rai tratando de tranquilizarse. La empleada no tenía la culpa, se dijo, pero le era difícil mantener la compostura después de su conversación, entonces se dirigió a ella utilizando el tono sarcástico nuevamente—. Pero, ¿no le gustaría casarse?

La del uniforme negro quedó sorprendida por la pregunta mientras Dazai escuchaba.

—Si es así, pues este hombre tiene la vacante abierta. No es difícil ser digna, solo son unos pocos requisitos y no debe preocuparse por el dinero, él tiene mucho, pagará la cuenta e incluso puede comprarle un auto último modelo. —Estaba fuera de sí, ni siquiera sabía que decía, ni tampoco el tipo de espectáculo que hacía para los clientes.

Una vez dicho eso, avanzó a paso firme para salir del restaurante.

—Lo siento tanto, yo la hice enojar con mi imprudencia —se lamentó el mayor levantándose del lugar.

—¿Y... no la seguirá? —de repente cuestionó la mesera, sintiéndose una entrometida—. Escuché que le pidió matrimonio. Usted de verdad debe amarla, así que no debería soltarla con tanta facilidad. Las mujeres somos complicadas —aconsejó también en voz baja.

Sus palabras no eran del todo ciertas. Osamu no la amaba, pero en ese momento le necesitaba, y Rai de hecho no era complicada, solo estaba abrumada por la petición tan inusual que le había hecho. Por lo tanto, la joven empleada tenía razón, no debía soltarla tan fácilmente, o por lo menos no sin una disculpa.

—Muchas gracias —agradeció y obtuvo rápidamente la cartera de su bolsillo de la gabardina—. Aquí tiene.

Un momento después, salía del lugar dejando a la mesera con el pago y cambió, pues poco le importaba, él iba en busca de Rai, a quien visualizó caminando por la acerca entre toda la gente. Entonces corrió.

—¡Rai! ¡Por favor, espera! —le llamó cuando estuvo cerca.

La muchacha no quería ni verle el rostro. Siguió avanzado e ignorándolo, hasta que sintió como era tomada del antebrazo y jalada hacia atrás con cierta brusquedad que él mayor no estaba buscando.

—Lo siento... —él intentó disculparse cuando la tuvo de frente, salvo que ella le interrumpió.

La joven se acercó hasta su pecho, casi pegó el rostro en él de lo cerca que habían quedado, entonces pronunció:

—Usted, Dazai-san, no será la persona que pise mis sueños.

Así pues, al ver su rostro decidido, a Dazai no le quedó más que soltarla y dejar que se fuera cuando por nueva vez le dió la espalda. Luego se perdió entre las calles llevando el cabestrillo todavía.

Ay, pobre Dazai, siempre pasando vergüenzas con las mujeres jsjsjs. En fin, a esto me refería cuando mencioné lo de los cambios de normas en la sociedad. Realmente no sé cual es el proceso para pelear por una custodia, solo sé lo básico y definitivamente este no está ni cerca.

¡Gracias por leer!

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