Ni-juu roku | 26.
Compromiso.
Se sentó en el sofá, en el que no daba la espalda para ver el corredor de entrada, y así, durante algunos minutos se mantuvo en silencio y casi inmóvil; fue hasta que la puerta fue de nuevo abierta y los pasos descalzos resonaron en el suelo acercándose hasta su lugar...
—¿R-Rai? —El castaño se detuvo al verla en su sala.
—D-Dazai-san... Buenas tardes —saludó nerviosa y bajando la mirada hasta sus manos recargadas sobre su regazo.
—Bu-buenas tardes —contestó sin saber que hacer o que decir—. Que bueno ve-verte por aquí, ¿ha-has esperado mucho?
—No, como diez minutos nada más. —Estaba avergonzada, ni la cara podía darle al hombre.
—Uh, bien. ¿Y-ya comiste? ¿Gustas algo? —Comenzó a quitarse la gabardina gris que llevaba encima. De pronto hacía calor a pesar del clima helado.
—No, muchas gracias, estoy bien —respondió.
Al verle todavía de pie, Rai supo que era posible que el más nervioso de los dos fuera Osamu, así que se apresuró a levantar la mirada una vez más para dejarla firme a su mirar, luego se armó de valor para comenzar a contarle que era lo que estaba haciendo en su casa.
—Dazai-san... —repitió el apellido. Aunque decidida estaba, su voz vacilaba al soltar las palabras—. Vine a-a hablar con usted acerca de... de ese asunto, pero antes, quiero disculparme por la manera en que me comporté en el restaurante.
No tuvo el valor para mencionar asertivamente el tema de discusión.
—No, yo lo siento. —se apresuró el otro viéndose serio al disculparse—. Tenías todo el derecho de comportarte como lo hiciste, después de todo, lo que te pedí no fue algo fácil de sobrellevar. Fue normal que estuvieras molesta.
Diciendo esas cosas, hacía sentir a Rai más avergonzada, y por algún extraño motivo, cuando el hombre avanzó cerca de ella para sentarse en el otro sofá para verle casi de frente por las posiciones, se sonrojó y tuvo que volver a bajar la mirada.
<<No sé cómo comenzar... >>, aceptó que estaba metida en una situación irremediable. No deseaba correr, no al pensar en los problemas que tendrían solución solo con esa visita: el apoyo a sus amigos, su estadía en Yokohama... ¿Y por qué no decirlo? La custodia de Satoko Tsushima.
—Rai —le llamó él. Se le miraba ya tranquilo con esa media sonrisa que puso al mencionar su nombre—. Si has venido a disculparte por aquello, está bien, no tienes por que hacerlo...
—Es que... yo... —interrumpió la menor pareciendo alterada, mas al darse cuenta del dato, agachó ahora la cabeza y sus mejillas carmesí ya no eran un secreto para los dos presentes.
El mayor le vió con duda también al percatarse. La mayoría del tiempo era él quien siempre estaba abochornado aunque supiera esconderlo bastante bien, por lo que ver a Rai sin siquiera poder dejar salir una palabra, a pesar de que ya habían aclarado el tema, le parecía extraño. No imaginaba para que estaba allí la muchacha.
—Me gustaría que aunque cometí el error de pedirte algo que no debía, puedas darme una segunda oportunidad para estar con contacto contigo. Te ayudaré cuando lo necesites, además Satoko no me perdonaría que nuestra relación termine así y no pueda volver a a verte —propuso al ver que no decía nada, sonriendo al compás de sus palabras.
Nada le haría más feliz, que poder devolverle todos los favores que ella se había tomado la molestia de aceptar de su persona, desde el momento en que se conocieron cuando ella atendía su trabajo en el lugar de pasteles, al igual que le causaba satisfacción pensar en su hija y Rai llevándose bien como cuando estaba de visita en casa.
—Estoy dispuesta a aceptar su propuesta de matrimonio, por ello vine aquí —confesó tranquila, sin tartamudeos ni la voz temblorosa. Fue algo claro que nadie esperó.
El castaño abrió un poco sus orbes a juego, le observó con sopresa, antes bien, se quedó congelado en su lugar. Si antes no sabía que hacer, justo en ese momento menos.
—Al igual que usted, necesito ayuda y este compromiso es una vía de escape segura —suspiró al decirle, cambiando la dirección de su mirada directo a sus ojos para que comprendiera que estaba decidida a convertirse en su mujer.
—Pero... no tienes que hacerlo si no quieres, ¿qué es ese problema que tienes? Si no necesitas el compromiso te ayudaré con todo lo que tengo —ofreció, atropellando cada palabra en su boca.
Era muy amable de su parte, Rai deseó que fuera algo tan fácil como para pedir su ayuda sin más, salvo que no era algo como ello, así que negó mientras parpadeba un par de veces con lentitud.
—Le he dicho antes que residía en Yokohama con el único motivo de estudiar la especialidad que buscaba, y ahora que he terminado, mi familia me espera en Miyazaki... —comenzó decepcionada de si misma—. Dazai-san, amo a mi familia, no tiene idea de cuanto, pero ya los abandoné una vez para venir en busca de mis sueños, y si vuelvo, no serviría nada el sacrificio que hicimos en conjunto hace cuatro años. Se que sonará cruel, sin embargo, así como el amor no puede detenerme, tampoco puede hacerlo mi familia.
Le dolía tener que decir tales palabras, no obstante, tenía razón, o por lo menos lo que gritaban sus ideales era correcto. De nada serviría rendirse a medio camino y bajarse del tren cuando ya estaba en marcha, y eso, Shūji bien lo comprendía al derecho y al revés.
—Entonces, ¿vas a comprometerte conmigo para decirles que vas a quedarte al lado del hombre que "amas"? —adivinó, no era tan difícil.
—Mi familia siempre ha sido muy devota al amor espontáneo. No habrá razón para que se nieguen si les cuento de ello, además es usted un buen hombre —habló, casi audible por lo último dicho.
Se quedaron en silencio, Dazai procesaba la información y al mismo tiempo le daba oportunidad a Rai de arrepentirse de lo que acaba de decidir, y no porque él no estaba de acuerdo, de hecho, le hacía muy feliz saber que ella estaría a su lado y le ayudaría a obtener la custodia de Satoko, por otra parte, sabía que la muchacha en realidad no deseaba tomar ese lugar y que solo lo hacía en pos de cumplir sus sueños inderribables.
Le causaba agobio pensar en ello, ya que si bien estaba sentada justo a su lado pareciendo que estaba bien, él podía ver las cuatro paredes que le impedían ver hacía otra parte que no fueran preocupaciones.
No pasó mucho, cuando el tiempo inevitablemente se agotó.
—Entiendo —Osamu comenzó—. Este será nuestro trato: nos casaremos para que tu familia pueda dejarte vivir en Yokohama, así como también vamos a conseguir la custodia de Satoko... ¿Te parecen los dos años que antes había mencionado, o necesitas más?
—Dos años está bien —aceptó. Casi se atraganta con su propia saliva al comprender la cantidad de tiempo en que tendrían que fingir estar enamorados frente su familia y frente al juzgado de la familia para recuperar a la pequeña princesa.
Iba a ser duro, pero valdría la pena para los dos.
De esta manera, los dos quedaron en buenos términos, pero eso no fue suficiente, Dazai tenía algo que entregarle a la joven. Un objeto que había adquirido para ella y que tenía pensado darle en el restaurante si aceptaba el compromiso, sin embargo, todo le había salido diferente a lo deseado y dicho objeto se mantuvo escondido en esa misma sala junto a su colección de videojuegos.
Se levantó, dió unos cuantos pasos con la mirada de la mesera encima y tomó la cajita color azul marino de textura aterciopelada entre sus manos. Cuando dió la media vuelta y Rai pudo ver de que se trataba, cubrió su rostro totalmente avergonzada y negó con los nervios hasta el cielo. Parecía una propuesta real.
—Rai, sé que esto no es lo que quieres, y por ello te estoy muy agradecido independientemente de tus intereses. También sé que tienes miedo, porque yo también lo tengo, pero aunque esto no sea verdad, te prometo que voy a cuidarte hasta que decidas irte —habló confiado y acercándose hasta su lugar.
Una vez frente a ella, no se puso de rodillas, ya que no sabía si eso empeoraría los nervios mutuos que sentían, solo tomó su mano izquierda descubriendo parcialmente su rostro, y con cuidado colocó el anillo de compromiso en el dedo anular.
—Oficialmente, estamos comprometidos —sentenció el mayor viendo la joya en su poder.
Era un anillo sencillo, pero impecable. Plateado con una hermosa piedra cristalina justo en el medio. Se veía tan bonito en posesión de Rai, que recordó enseguida, Hatsuyo no tuvo el suyo hasta que él comenzó a trabajar. Fue la primera joya que Shūji le regaló, al igual que la primera en quitarse para devolverla el día en que le pidió el divorcio y se marchó.
<<Es precioso... >>, Rai también miraba con admiración la joya, pues nunca pensó portar algo parecido. No deseaba casarse, era lo último que se proponia hacer en su vida, pero allí estaba, con un hombre ocho años mayor que ella y los dos con intereses individuales de por medio.
—Te traeré algo para beber —avisó Osamu sacándola de sus pensamientos, que cuando le miró, solo fue la espalda.
Fue en ese momento, que escondiendo las manos a sus costados para dejar de ver el adorno en su dedo anular, recordó a Ritsuko y a sus demás compañeros en el Yellow Cake's. Debía decirle pronto al administrador lo que sucedía para que solucionara el tema del gerente nuevo. Así que nada más volvió y le entregó una botella de té en las manos, se dispuso de contarle.
—Si no mal interpreté sus palabras, dijo que era el administrador del Yellow Cake's, ¿no? —cuestionó abriendo la botella para darle un trago.
—Si, ¿necesitabas algo? Veo que ya te quitaron el cabestrillo, pero si no te sientes segura aun, puedo darte más días de incapacidad —contestó tranquilo, también tomando de su bebida.
—No, estoy bien, en realidad... —comenzó—. Verá, un gerente nuevo llegó al lugar no hace mucho e intentó despedirme a base de engaños, también lo hizo con mis demás compañeros y dos de ellos perdieron su trabajo. Los únicos que quedan son Ritsuko y Akutagawa-senpai, a quienes tiene trabajando el doble de tiempo a base de amenazas...
—¿Qué? No puede ser, ese imbécil —le interrumpió pareciendo indignado, o más que eso, incluso apretó la botella entre sus manos—. ¿Desde cuándo pasa esto?
—Desde el viernes en que me llamaron —se apresuró a hacerle saber.
—Debiste habermelo dicho cuanto antes, Rai, él no puede hacer lo que le dé su gana. Tuve que haberlo sabido ese día, me pareció raro que te llamaran —Se sacó el celular del bolsillo del pantalón y comenzó a marcar un número.
—Es que yo no sabía que usted era... —No había otro sentimiento además de la pena, sobre todo porque se sentía rara con el trato que habían hecho antes
—Si, lo siento, no te preocupes, lo arreglaré cuanto antes —prometió, para luego ponerse al teléfono cuando respondieron a su llamada—. Chuuya, necesito una recopilación de los últimos documentos que se emitieron de la sucursal del Yellow Cake's en el centro de Yokohama, a nombre de Oyama-san—pidió al pelirrojo.
—¿No me digas que ese imbécil lo hizo de nuevo? —respondió el Nakahara, y como la sala estaba en silencio, Rai pudo escucharlo con claridad, también ese tono molesto que utilizó.
—Si, Rai me lo dijo. No puedo creer que Mori-san haya dejado que se hiciera cargo de nuevo de una sucursal, ni siquiera me consultó nada —se quejó abiertamente.
Lo siguiente que el otro dijo no pudo percibirlo, ya que bajó la voz, después Dazai se despidió y colgó. Miró primero hacía el frente suspirando con cansancio, para luego mirarle a ella.
—¿Hay algo más que quieras decirme? —la joven no comprendió por un momento—. Hace un año sucedió lo mismo en otro restaurante, Oyama-san estaba a cargo porque él trabaja para mí desde hace tiempo, es el hermano de Hatsuyo; en esa ocasión recibimos una demanda por acoso sexual, por ello estaba suspendido y solo hacía labores de piso. Me dijo que era mentira y le creí, pero ahora me queda claro que es hora de despedirlo, después de todo ya no tengo una relación con su hermana.
—Él quiso chantajearme con el empleo, me dijo que nos viéramos en otro lugar y me negué —contó aunque vergüenza le daba.
Dazai se molestó bastante, sin embargo, no lo hizo notar, solo se mantuvo con la mirada fija, viendo como ella había recibido las consecuencias de su ingenuidad.
—Iré justo ahora, necesito despedirlo yo mismo. Ven conmigo.
¡Volví! Jsjsjsj, y ya estamos serios con esta la historia.
En fin, déjenme contarles que fui a una fiesta/piñata familiar a otra cuidad el sábado y me dieron dulces, ¡todavía soy digna!
¡gracias por leer!
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