Ni-juu nana | 27.

Público, amenaza y no estoy de acuerdo.

Osamu apagó el motor en el lugar en donde siempre estacionaba, en ese mismo donde Rai se había quedado de pie hacía una semana, en donde tal vez, decidió inconsciente lo que ese día había aceptado. Ahora todo el peso recaía en su mano izquierda, justo en el dedo anular donde la joya descansaba brillante a la espera de ser notada.

El hombre bajó y fue rápidamente a abrirle la puerta del copiloto, lo cual, a pesar de ya estar acostumbrada, le causaba nervios. Shūji era todo un caballero en ese siglo.

-Rai, si no te molesta, quiero hacer nuestro compromiso público -dijo cuando comenzaron a avanzar directo al local, pero ella no comprendió de nuevo-. Es una buena oportunidad para despedir a Oyama-san de manera informal. Si le digo que eres mi prometida, el seguro irá con Hatsuyo a contarle, y luego ella le contará a mis padres. La conozco muy bien.

Rai ya entendía, aunque eso le causaba terror. No había motivo para retrasar los movimientos que harían, así que suponía, Dazai pondría la fecha de la boda no muy lejos de esa misma para comenzar con los preparativos del proceso legal. No sabía que estaba por venir y le causaba incertidumbre; su familia era buena gente, ella los conocía y sabía que no le harían el feo a su "prometido", sin embargo, no había forma de como saber sobre ello de la familia de Dazai.

-Entiendo, no hay problema -aceptó, tampoco había motivo por el cual negarse a seguir la corriente.

-Gracias, entonces, voy a tomar tu mano -avisó e hizo el movimiento rápidamente.

Cuando sus manos se encontraron y sus dedos se entrelazaron en medio de toda esa gente que no tomaba mucha atención por estar ocupada en lo suyo, Rai se sonrojó tanto, pues sentía que los estaban observando atentos.

Cuando se encontraron frente a los cristales a lo largo, notaron que la vista estaba cubierta por la persiana y el letrero de cerrado estaba puesto en la puerta, pero no tenía seguro, así que Dazai la empujó y le dejó pasar a ella.

-¿Quien te dió el permiso para cerrar el lugar?... Y tú, ¿por qué fuiste a tu casa sin avisar? ¡A mí no me importa si estás indispuesta, tienes que trabajar para pagar tu deuda! -gritaba el gerente Oyama.

Llegaron justo en el momento exacto. El hombre mayor les daba la espalda sin saber que habían entrado al lugar, pues ignoró la campanita que sonaba para avisar de un nuevo cliente, todo, por seguir reprendiendo a los trabajadores que hacían una fila, entre ellos Akutagawa y Ritsuko, quien había ido al lugar sintiéndose mal por miedo a que le despidieran.
Dichos empleados que daban la cara a la puerta, sí se dieron cuenta que Rai había arribado con el mayor, en especial sus amigos que también conocían al hombre, pero no sabían que era el administrador, o sea, el jefe más próximo.

-¿No van a decir nada? Voy a despedirlos a todos...

-Disculpe, señor -le llamó el castaño engrosando un poco la voz para hablar claro.

-¿No sabe leer a caso? El lugar está cerrado... -contestó enfurecido dando la media vuelta mientras decía, y cuando reconoció a su ex-cuñado, guardó total silenció y su mirada se descompuso en nerviosismo- ¿Dazai-san? ¿Qu-qué hace aquí?

Rai miró de forma molesta por como había reaccionado, de un momento a otro era puro amor y no gritaba, pues sabía que estaba en problemas.

Dazai avanzó y junto con él ella, a quien todavía llevaba de la mano, cosa que no pasó desapercibida para Ritsuko y Ryūnosuke. Les pareció extraño conociéndola de antemano.

-Les voy a pedir que vayan a casa por hoy, necesito hablar con su gerente -se dirigió a los empleados de manera amable, y estos no tardaron mucho en responder avanzando hacia la salida para correspondiente, con excepción de dos que se quedaron, pero Osamu no les dijo nada al reconocerlos.

-Yo... les estaba regañando porque cerraron el lugar sin aviso, señor... -comenzó a justificarse señalando al azabache tras de sí, antes bien, fue interrumpido.

-¿Estás consciente de lo que hiciste? Despedir a dos trabajadores injustamente, tratarlos como si fueran objetos y acosarlos sexualmente. ¿No te pareció suficiente el problema en que me metiste hace un año? -cuestionó firme, haciendo al hombre encogerse en hombros que no contestó-. Además, ¿cómo te atreviste a condicionar a mi prometida?

-¿S-su prometida? -reaccionó el mayor ahí, y aunque los que seguían detrás de él también quisieron hacerlo de esa manera, solo abrieron bien los ojos y pusieron atención, en especial Ritsuko.

-¿Acaso está sordo? -levantó la voz el administrador, algo que nunca había presenciado la muchacha a su lado-. Vaya ahora mismo a la oficina y firme su renuncia con mi secretario...

-Pero, señor... -interrumpió pálido, que Rai quiso reír-. Nada de lo que dicen es cierto, ellos solo son unos holgazanes que necesitaban un correctivo, por eso despedí a los más jóvenes... -se justificaba sin salida.

Shūji se hartó de escuchar tantas mentiras en una sola oración; era tarde para él, se dijo, no más protección para alguien que no lo merecía solo por haber tenido un trato especial siendo el hermano de su ex-esposa. Ahora, como había prometido a Rai, su futura mujer, iba a protegerla mientras pudiera, y le hervía la sangre de solo pensar en la manera en como quiso condicionarla. Ella era joven y bella, no merecía eso, de hecho, nadie lo merecía.

-Parece que usted malinterpretó mis palabras, Oyama-san. -Soltó a Rai y se acercó a paso firme, quedando justo en frente suyo. Como era más alto, el regañado estaba siendo intimidado. Así, sonrió maldoso y bajó la voz-. Ya no me interesa que es lo que hizo o no con el lugar, lo estoy despidiendo por razones personales. No me imagino que hubiera sido de usted si solo le hubiera tocado un cabello a mi Rai, así que no intente averiguarlo -amenazó gracíl. No estaba actuando del todo.

Asustado, el hombre canoso retrocedió para luego avanzar directo hacia la puerta de cristal con el objetivo de marcharse, aunque en el camino, le dió una fea mirada a la "prometida" de su jefe, mirada que Rai no aceptó por mucho, pues corrió a lado de Ritsuko para verificar que estuviera bien.

-Akutawaga-senpai me dijo más temprano que te sentías mal, ¿por qué viniste? -cuestionó enseguida, mientras tanto, la campanilla volvía a sonar despidiendo a la ahora persona sin un buen empleo y el administrador tomaba su móvil para volver a llamar a Chuuya.

-Fui a casa y tomé algo, me siento mejor ahora -explicó seria, aunque luego sonrió con diversión-. Pero tú, pequeña, ¿no hay algo que quieras contarme? -le molestó enseguida mirando al castaño ocupado.

-Pensé que no querías casarte, Rai. -Se metió a la conversación el azabache.

La mirada de los dos hizo que la muchacha en cuestión entrara en pánico.

-Es... Es una larga historia -evadió, pero no iba a ser tan fácil salir de ello, no con Ritsuko de por medio.

-Tenemos tiempo -continuó la mayor sonriente. Ryūnosuke no dijo nada, pero se cruzó de brazos a esperar.

Rai no sabía si sería bueno decirles la verdad, no obstante, estaba dispuesta a confiar en ellos para que mantuvieran el secreto. No necesitaba que malentendieran la situación pensando que su mentalidad había cambiado o que se casaba por interés. Ellos eran mayores y entenderían mejor.

-Necesito quedarme en Yokohama y él conseguir la custodia de su hija. Nos estamos ayudando mutuamente -confesó apenada.

Ritsuko bajó las cejas al instante y negó suave, para luego decir:

-Mmm, no me suena a un buen trato. No creo que debas hacerlo.

Rai se sorprendió tanto por su respuesta, que le miró atenta con las cejas arriba. Creyó que ella sería la más emocionada por su compromiso.

-No me lo tomes a mal, Rai-chan. -Se dió cuenta de la sopresa que adornó el rostro de la muchacha-. Se lo que estás pensando, pero esto no es lo que quería para ti. Esperaba que ustedes se enamoraran y que vivieran cada uno con sus metas a parte, me parecía que podían lograrlo, y ahora, no creo que puedan dar un buen paso con un trato como ese -dijo lo que pensaba tal cual. Directa.

Quien bajó las cejas en esta ocasión fue Rai, que se molestó al ver la indiferencia con la que Ritsuko se dirigía a ella. Era claro que no aprobaba su decisión.

-También esperaba algo como ello -Akutagawa habló, una sorpresa más-. He de suponer que su trato tiene fecha límite y ustedes van a separarse, ¿han pensando en como afectará eso a su "hija" y como les afectará a ustedes? -El muchacho tenía un buen punto que ellos no habían hablado aún.

Si ya estaba asustada con todo lo referente al compromiso, ellos lograron hundirla en solo segundos.

A continuación, la mesera y el que siempre estaba detrás de la barra quedaron impresionados, debido a una acción bastante ajena a ella que realizó su compañera. Simple se alejó de ellos con el semblante lo más parecido al de una infante haciendo berrinche, y fue a esconderse a lado de su prometido. Le tomó la mano y se acercó a su costado dándoles la espalda. El castaño también notó el comportamiento, pero no le tomo mucha atención porque seguía hablando con su secretario al teléfono, no le vió tampoco el rostro, solo aceptó el agarre y se quedó a su lado.

-¿Qué demonios fue eso? -protestó la mayor junto al muchacho indiferente.

Estaban asombrados conociendo lo madura que era, y si bien era una característica de Rai, también podían comprender que posiblemente dicho comportamiento se debía a que había estado sola durante algún tiempo y no le quedó de otra más que hacerse responsable de sí misma. Entonces, cuando vió la oportunidad de resguardarse en alguien que ahora le cuidaba, solo la tomó sin pensar. Lo cual era cierto y pronto estuvo muy avergonzada de la acción. Esa no era la señorita Fujiwara.

-Oye, Rai, hablemos otro día, ¿bien? -propuso la mesera amable, tampoco necesitaba quedar en malos términos con su amiga.

La mencionada volteó solo un poco y asintió levemente, pensaban lo mismo; luego Ritsuko levantó la mano en señal de despedida y también se lo devolvió de buena gana. Los dos empleados terminaron por irse camino a la puerta de personal.

-Bien, está todo arreglado. -Colgó y volvió su atención al lugar-. Chuuya se hará cargo de esta sucursal mientras encontramos a alguien más y devolverá el trabajo a tus amigos -informó guardado el móvil.

-Gracias -murmuró la joven.

-Ahora te llevaré a casa para que no te parezca todo tan repentino, podemos hablar de nuestros planes de compromiso el domingo que tengo libre -avisó y ella asintió.

Estaba de acuerdo. Necesitaba despejar su mente de las palabras de sus compañeros y poner bien en claro que era lo iba a suceder entre Dazai y ella. Ya había aceptado, pero no sonaba nada mal estar consiente.

-Fue lo que él dijo, no me estoy equivocando -renegaba al teléfono el antiguo y no por mucho, gerente del Yellow Cake's.

-¿Eres tonto? ¿¡Cómo va a ser posible!? ¡Shūji no tendría el valor para hacer su vida nuevamente! -gritaron en respuesta, que el señor tuvo que alejar un poco la bocina del oído.

El señor Oyama comenzaba a pensar que fue una mala idea hacerle saber a su hermana, que su ex-marido estaba por casarse por segunda vez.

-Mientras más mayor más estúpido, lo que te dije fue que molestaras a esa mesera niñera de Satoko. Tuviste que aprovechar ese nuevo ascenso. ¡No sirves para nada! -reprendía sin cansancio haciendo al mayor agachar la cabeza en aquel café.

Los hermanos Oyama siempre habían sido de esa manera. La menor mandaba como reina y no fue hasta que conoció a Shūji que dejó en paz a toda su familia, sin embargo, todo volvió a ser lo mismo cuando lo dejó.

-Es que no pude molestarla, Hatsuyo, esa joven resultó ser su prometida -confesó sin tener para donde moverse.

Oyama escuchó de pronto la risa estrepitosa de su hermanita, y con ello, supuso que algo malo estaba a punto de suceder.

-Esa mesera... ¿es enserio? ¿Shūji está intentando remplazarme con esa niña? -reía fuertemente mientras decía-. Nada tonta que es, ve un hombre con dinero y ni siquiera le importa su edad, pero ya veremos qué piensan lo padres de Shūji cuando les dé las buenas nuevas.

Dazai tenía razón al decir que su compromiso se haría público solo con unas cuantas palabras.

Se cree de la high, pero Hatsuyo tiene alma de vecindario jsjsjs. Yo solo quiero decirle esto:

¡Gracias por leer!

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