Ni-juu kyū | 29.

Nos casamos, nos enfrentamos a los obstáculos y te quedas sin trabajo.

El día de descanso del hombre de negocios, Rai temblaba dentro del elevador que le llevaba hasta su departamento en el aquel gran edificio. Iban a dar las dos de la tarde e iba retrasada, ya que se quedó dormida hasta que despertó sin alarma y totalmente desubicada sobre su futón.

—¿Y si no está en casa? —se preguntó nerviosa, recargando la espalda en el helado metal que le reflejaba.

Había llamado después de ver qué tenía siete llamadas perdidas del castaño; sus planes eran verse temprano en la casa del mayor por más comodidad para la joven, pero él nunca contestó el móvil, así que no quería quedar mal, estaba tarde, antes bien, segura.

Cuando las puertas se corrieron hacía los lados, Rai salió a paso lento, todavía dudada con la tarjeta en mano; tarjeta que por cierto, había mantenido con ella desde el viernes en que los dos se comprometieron, pues no visitó de nuevo la recepción y olvidó por completo que la llevaba encima. Aunque no pasaba nada, porque Osamu realmente quería que la conservara.

A pesar de la llave electrónica que poseía, tocó levemente la puerta blanca y esperó, sin embargo, así no funcionaban las cosas en ese edificio. Solo los residentes podían entrar con excepciones como Rai que iba de visita, y lo que se era pedido a domicilio lo llevaban los empleados que tenían acceso, dejándolo en el corredor para no molestar a nadie en vista de que las puertas no dejaban pasar el sonido hacia dentro. Por ello, después de varios minutos, no le quedó más que meter la tarjeta en la ranura y entrar quitándose los zapatos.

—¿Dazai-san? —llamó no muy alto, y de nuevo no recibió respuesta ni en la misma casa.

Se adentró a paso lento, observando derecho el corredor que conectaba con el de las habitaciones. Notó que la puerta de Satoko estaba cerrada, pero la de él abierta; acercándose más, pudo percibir el sonido de la televisión a un volumen moderado.
Terminó por pasar la sala en estado pulcro, cuando estuvo frente a la puerta, tocó de nuevo con los nudillos, solo que como estaba medio-abierta, su mirada cayó dentro de la habitación en donde no había nadie tampoco.

Se metió extrañada, y solo ahí, pudo escuchar el sonido de la regadera en el baño de la misma habitación. ¡Ahora todo tenía sentido!

<<Lo voy a esperar en la sala... >>, decidida a irse, casi da la media vuelta, pero una revista sobre la cama llamó toda su atención, pues en ella, una mujer delgada y rubia portaba un vestido blanco de novia que le sorprendió de lo bello que era.

Atraída como abeja a las flores, caminó hasta estar del otro lado de la habitación, dándole la espalda a la puerta del baño. Una vez allí, tomó la revista y comenzó a leer. El título era simple, solo tenía la palabra "Bodas" en una fuente cursiva y grande. No había que ser adivino para darse cuenta que el contenido trataba de ellas, cosa que confirmo al abrirla y ver en las páginas que hojeó rápidamente.

—Rai... —le llamaron a la espalda.

¿Cuánto tiempo se quedó leyendo los artículos? No sabía, solo ahora entendía la variedad de adornos y sus significados en dichas celebraciones.

—¡Ah! —Se asustó, dando la vuelta al instante y llevándose la revista al pecho.

—Estaba a punto de ir a buscarte —confesó como normalmente haría, salvo que a mitad de ello, notó que Rai bajó la mirada hasta el suelo de una manera dramática.

Sobre la cama, también había una camisa, prenda que él no llevaba puesta. Solo tenía encima los pantalones y una toalla mediana sobre la cabeza cubriendo sus ahora rebeldes cabellos castaños.

—Oh, lo siento —se disculpó al darse cuenta y fue a ponérsela.

Rai se mantuvo dándole la espalda y negando su disculpa murmurando que ella había tenido la culpa por entrar hasta allí sin permiso, aunque al mismo tiempo, sus mejillas en extremo rojas le dejaban en evidencia los pensamientos. Shūji era delgado, bien se le notaba cuando andaba en traje, solo que aún así, un hombre sin camisa seguía siendo uno de ellos, y la muchacha no podía borrar la imágen de su pecho descubierto porque fue de su gusto.

—Lamento haber llegado sin avisar, me quedé dormida y estuve llamando, pero jamás me contestó —justificó sin tener la fuerza para verificar que ya estaba cubierto.

—Fui a comprar comida y se me olvidó el móvil en la barra, seguro me llamaste en ese lapso de tiempo, pero luego yo también te estuve llamando —hizo saber también apenado.

Casi al instante, Rai sacó el celular de su bolsa cruzada. Tenía también algunas llamadas perdidas de su número, y el culpable había sido el modo silencioso en los ajustes de sonido que no recordaba haber puesto.
Sin duda, habían sido aquellas coincidencias sin fortuna.

—Lo importante es que has llegado. Podemos comenzar donde gustes; donde te sientas más cómoda.

Osamu le dió a elegir, incluso si deseaba hablar en la habitación de su hija, se lo iba a conceder, lo importante era la menor comenzara a confiar en él, ya que después de todo, se iban a confiar sus vidas por dos años enteros. Así que mejor llevarse bien que mal.

—En la sala está bien —habló. Si, la sala era más espaciosa, y entre más distancia, mejor. Así pensaba.

—Encontraste la revista. —De prontó señaló el papel en sus manos pegado junto a su pecho de manera tímida—. Es para ti, me gustaría que decidieras a tu gusto el tema de la boda.

¿Por qué estaba tan nerviosa con tan solo unas palabras? Dazai seguía siendo Dazai allí y en Marte, sin embargo, el simple hecho de pensar en que estaban comprometidos, no le dejaba actuar con normalidad. Sobre todo... ¡la joya en su mano se lo gritaba a cada hora del día!

—¿Por qué no mejor entre los dos? —cuestionó en un hilo de voz.

—No soy bueno escogiendo colores y decoraciones, además, eres tú la novia. Quiero que ese día, todo te agrade. —El mayor sonaba increíblemente comprensivo.

Rai asintió y comenzó a avanzar fuera de la habitación con la revista aún en su poder, no le tomó mucho llegar a la sala para tomar asiento en el mismo sillón que utilizó la última vez. Al mismo tiempo, el castaño ocupó su lugar en el otro sofá.

—Gustas algo, ¿una bebida?, ¿comer?... —Osamu continuó con sus atenciones, buscando la confianza que antes se había mencionado, pero todo ello hacían a la joven ponerse en extremo nerviosa, y lo único que podía hacer era negar levemente.

—No, muchas gracias, me gustaría solo aclarar la situación —pidió.

Le hacía falta Satoko de por medio, la pequeña hacía las cosas más llevaderas; ahora que no estaba, todo ahí eran nervios y movimientos mal ejecutados.

—Bien, ¿hay algún tema que te gustaría resolver de primeras? —Le dió la oportunidad de escoger.

Rai hizo sin lado la revista. Sí tenía un tema importante que exponerle y deseaba saber que pensaba acerca de ello.

—Mi familia quiere venir a Yokohama a conocerte —confesó más tranquila, y cuando levantó la mirada, Osamu había desviado la suya hacia la mesa ratona de adorno—. Tienen pensado viajar la semana que viene y tengo miedo de que noten lo falso que es esto —continuó.

Eso era un problema mayor para los dos. Tanto como la familia de ella y como la de él, eran bastante observadores en cuanto a los aspectos más pequeños. Si hacían algo mal, definitivamente se darían cuenta que sus hijos mentían.

Para sopresa de la joven, el mayor se quedó en silencio, al parecer pensaba en una solución viable que no podía encontrar. El silencio pronto se volvió incómodo, así que Rai agregó otro detalle a considerar:

—Somos prácticamente desconocidos. Si ellos vienen aquí, sabrán que no estamos enamorados.

Era evidente. Los enamorados se veían diferentes a comparación de ellos, y para empeorar su situación, el compromiso era un tema más abierto a solo ser una pareja de novios. Si deseaban casarse, era porque se conocían lo suficiente para tomar tan importante decisión de vida, sin embargo, no sabían ni que color era el favorito de quien.
Por ejemplo, madre de Rai estaría esperando que al llegar al lugar, por lo menos hubiera dos cepillos de dientes junto al lavabo.

—Tienes razón —habló por fin—. Así que tenemos dos opciones. Visitarlos a ellos, o que comiences a vivir conmigo desde ya —propuso serio.

Sin duda, las dos opciones sonaban terroríficas para Rai, pero la segunda rebasaba los límites. Entendía que eso era parte del trato, antes bien, no estaba preparada mentalmente para una mudanza.

—Creo que sería mejor si vamos de visita. —Apresuradamente, tomó la primera opción. La que se veía más segura.

—Perfecto, también tenemos que visitar a mis padres en Tokio, por lo que me gustaría hacerlo lo más pronto posible. Si te parece bien, podemos tomarnos dos semanas. Una con los tuyos y una con los míos, mientras tanto alguien se encargará de los planes de la boda... Cuando volvamos, solo ser cuestión de tiempo para la celebración —informó confiado, y por algún motivo, Rai supuso que ya había pensado en todo eso antes de hablar con su persona.

—Entiendo —aceptó. Agradecía que el fuera alguien decidido, ya que en ese momento dicha característica le había abandonado. Esperaba que no fuera para siempre.

El plan del hombre de negocios era el siguiente: pediría los días libres de su trabajo, porque conociendo a su jefe de años, no era un movimiento imposible; el presidente Mori, un segundo padre para él, seguro estaría encantado con la noticia de su compromiso y le echaría de la empresa unos días sin pedírselo al menos. Así pues, al presentarse con ambas familias, harían lo necesario para no ser descubiertos, en especial por su madre, que aunque sonara cruel, prefería apoyar a Hatsuyo, ya que según ella, su ex-esposa era débil a comparación de él. Además Tane estaba educada tradicionalmente y odiaba todo tipo de libertinaje en la mujer.

—Tengo una duda —siguió la muchacha, tal como si estuviera en la escuela—. ¿E-es necesario casarse por la iglesia?

Buena pregunta, no tenía idea de ello, luego vió la revista y recordó las palabras se su madre, sobre todo el plan de Dazai lo decía.

—Será más factible para enfrentarnos al juzgado de la familia, en cambio si solo es unión por civil, el abogado de Hatsuyo podría desarrollar el argumento acerca de un matrimonio por conveniencia, y como lo es, si nos descubren estamos acabados —explicó. Él ya había pensado en todo.

Asintió incapaz de negarse, por lo menos en esa parte también salía beneficiada, ya que le mostraría a su madre que iba "enserio"; otra cosa a parte de lo que sentia culpa, aunque no era religiosa, era de llevar su falso amor a los ojos de Dios.

—Bueno, entonces creo que está todo resuelto. Mientras tanto, volveré al trabajo mañana, así que cualquier imprevisto, puede ir a buscarme en los mismos horarios que antes... —sonrió ya tranquila, pues todo estaba saliendo bien.

—Ah, si... Sobre eso... —Sin embargo, este interrumpió siendo ahora el nervioso—. No vas a volver a trabajar...

—¿Ah? —Ella se quedó en blanco.

Dazai se sonrojó abochornado, no sabía cómo hablar de ello y escogió las peores palabras para abordar el tema. Eso sonó tal como una afirmación, que lo era, pero no quería decirlo de esa manera.

—Mi madre no está de acuerdo con ello, me gustaría darle el menor disgusto posible —aclaró el motivo.

Rai siguió en las mismas, eso incluso sonó peor que lo otro.

—Lo siento, pero Hatsuyo se enteró de nuestro compromiso y conoce que trabajas en ese lugar por su hermano, además también te recuerda de aquella primera vez que nos atendiste el día en que nos conocimos. —Le molestaba no poder moverse con facilidad por ese mismo motivo. La madre de su única hija iría sí o sí a decirle a su progenitora todo lo que supiera de los dos, y él era tan ingenuo en ese aspecto, que no encontraba la razón del por qué Hatsuyo le seguía molestando aun estando separados.

—Pero yo... —Rai intentó argumentar por su situación. ¿Qué sería de ella sin trabajo? Tampoco deseaba aceptar tan prematuramente el dinero del mayor, pero viendo lo decidido que estaba, ya era más un hecho confirmado que otra cosa—. Durante esta semana me gustaría saber datos acerca de usted, le llamaré cuando salga del trabajo. Podremos conocernos de esa manera para estar preparados.

Así entonces, solo les faltó darse la mano para cerrar su estrategia de matrimonio. Lo siguiente a conversar sería acerca de la custodia de Satoko, pero no lo harían hasta que estuvieran unidos para "toda" la vida.

La siguiente semana arribó a sus vidas como rayo. Las llamadas por las tardes durante seis días sirvieron, por supuesto, ahora se conocían solo un poco mediante datos importantes y otros tanto irrelevantes por si las dudas, y esa madrugada del lunes, tomaron un tren hasta Miyazaki...

¡Buenas! Lamento no haber publicado el día de ayer como debería, pero aquí estoy. Por otra parte, me di cuenta que algunas personas se preocuparon porque no dejé nota en la parte anterior, así que les digo, estoy bastante bien y muchas gracias por haber preguntado si me sucedía algo, los adoro. 💕😌

¡Gracias por leer!

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