Ni-juu hachi | 28.

Sopresa, molestia y una aventura hacía tiempos complicados.

El sábado muy temprano, Ritsuko tocaba la puerta en la segunda planta de aquel condominio en que vivía Rai. Tenía algunos minutos llamando, que ya pensaba en dar la media vuelta y retirarse al suponer que la menor no estaba, antes bien, la puerta fue abierta de pronto, y una joven despeinada se asomó.

—¡Buenos días! —radiante saludó su amiga.

—Buenos días. Adelante. —saludó también y le permitió adentrarse en el pequeño lugar.

Ritsuko enseguida, sin quitar su bello gesto madrugador, se sentó en el sofá con confianza y le miró a ella junto a la puerta bostezando.

—No dormiste bien —adivinó, aunque más que adivinar, ya le conocía. Cuando algo le preocupaba a Rai, tenía que despedirse de sus dulces sueños normales y decirle hola al techo blanco y sin vida de la habitación.

—¿Ya desayunaste? —inquirió avanzando hasta donde estaba la otra; contrario su cuestión, se dejó caer con pereza en la superficie y recargó la cabeza hacia atrás para cerrar los ojos.

—Ya lo hice junto con Ritsuka y mi madre. ¿Quieres que te ayude a hacer algo para ti? —se ofreció, pero Rai negó enseguida y volvió a bostezar.

—No, está bien, muchas gracias. Más tarde haré lo primero que me encuentre en la cocina —explicó.

Que raro estaba el ambiente, eran amigas desde que la menor llegó a Yokohama en busca de sus sueños, y ninguna jamás pensó que se verían en una situación similar. Tenían miedo de hablar.

—Necesitamos hablar del compromiso. —Ritsuko fue valiente y comenzó.

Cómo la recién graduada sabía de antemano el motivo de su visita, no le sorprendió, pero no evitó ponerse incómoda al pensar en lo que le había robado el sueño la noche anterior.

—Ya te dije que es lo que pienso, pero no vengo a oponerme, porque es tu vida y tú solo sabes que hacer con ella —comenzó a hablar sonando como una madre—. Lo que quiero saber es, sí realmente estás decidida a tomar una decisión tan grande como casarte con un hombre que apenas conoces, sin dejar de lado el hecho, lo rápido que encontraron un trato aparentemente funcional para los dos.

Rai sintió nervios cuando lo planteó de esa manera. Sabía que tenía razón, y sí bien estaba decidida, las circunstancias que le llevaron a tomar la decisión fueron asfixiantes en su momento, por ello tenía miedo. Miedo de ir al siguiente día y hablar con Dazai del tema tan importante; miedo de que nada funcionara como lo estaban esperando mutuamente.

Ese compromiso era lo más parecido a una bomba de tiempo. Eso le daba terror a cualquiera.

—Voy a casarme con Dazai-san —sentenció en un hilo de voz. Su cabeza todavía se recargaba en el respaldo—. Hay algo que no mencioné, Ritsuko, se trata de mi futuro trabajo. Cuando decida dejarlo, él tiene asegurada una plaza para mí con Fyódor Dostoyevsky.

La mayor soltó un pequeño "oh" recordando al fílologo ruso en la cena-baile de aquella noche. No esperaba que el trato tuviera esa condición, debido a el orgullo de Rai cuando de sus sueños le contaba.

—Bueno, eso... es sorpresivo. —dejó salir su asombro—. Viéndolo de este modo, entonces no parece una mala desición. Mientras esto te ayude a progresar... —aceptó, luego fue interrumpida.

—¿Por qué no me echas en cara todas mis palabras anteriores? —reclamó, incorporándose en el mismo lugar hasta estar cerca de su rostro—. Yo dije que no necesitaba ayuda para cumplir mis sueños.

Agachó la cabeza apenada, poco después, Ritsuko colocó la mano abierta sobre su delgado hombro y le retiró un poco para levantarle la mirada con su otra extremidad en su barbilla. Fue un gesto bastante maternal.

—Soy la persona menos interesada en saber cómo llegarás a tu sueño, Rai-chan, no entiendo por qué crees que voy a decepcionarme de ti cuando estoy de acuerdo con todo tipo de trucos. Te lo he dicho más de una vez. —Rió después de decir, logrando hacer que Rai sonriera a medias.

La mesera no lo había olvidado del todo, sin embargo, como siempre estuvo diciendo lo mismo tras lo mismo, pensaba que al final Ritsuko terminaría perdiendo la fe en ella al hacerle saber que tomaría un atajo a lo seguro.

Estuvieron a punto de decir algo más, antes bien, el móvil en la habitación de la menor comenzó a sonar de manera escandalosa, por lo que tuvo que correr en busca de él para contestar cuanto antes.

—Es... mamá. —Se llenó de incertidumbre al encontrar el aparato entre sus sábanas y ver el nombre junto con el número en la pantalla.

—¿Qué esperas para contestar? —cuestionó la otra mesera a la altura de la puerta corrediza.

Rai le miró con miedo, pues había estado desviando las llamadas al buzón durante los últimos días. No quería hablar con su madre, porque no quería tocar de nueva cuenta el tema del regreso a casa. Ahora sabía que no iba a irse y que tenía la cuartada perfecta como justificación, pero no sabía cómo exponerla.

—¿Ma-mamá? —a fin de cuentas, terminó por contestar sentada sobre su futón mientras la mayor seguía allí.

Rai, ¿por qué no contestas tu teléfono? ¿Pasó algo malo? ¿Estás bien? He estado preocupada por toda la semana sin saber noticia de tí —reprendió la mujer cuando escuchó la voz de su hija.

—Lo siento tanto... Mi celular se averió y tuve que mandarlo a reparar. Debí llamarte de otra parte —mintió.

Su compañera levantó una de sus cejas al escuchar la excusa.

¡Gracias a dios! No te preocupes, debí haberlo pensado cuando el otro día se te iba a señal en la calle. —Buena suerte que no era la tecnología su especialidad, porque una cosa no tenía que ver con otra. En pocas palabras, Rai se salvó.

—Si, algo como ello era. —Siguió el juego—. Pero bueno, ¿qué tal? ¿Cómo has estado?

—Que bueno que preguntas, en realidad todo está en su lugar. Hemos tenido una buena racha este mes. ¿Y tú, cariño? —inquirió feliz.

—Bien, igual, todo está en su lugar. Me quitaron el cabestrillo y puedo volver a trabajar el lunes... —mencionó sin darse cuenta, por lo que no alcanzó a quedarse callada a tiempo. Ese tópico solo les llevaba a lo innombrable.

¡Ah! Hablando de ello... Que bueno que me recuerdas. —El tema emocionaba mucho a su progenitora, solo bastaba escucharla hablar para saberlo—. ¿Cuando piensas volver a Miyazaki? Toda tu familia te está esperando.

El corazón de la muchacha hizo "crack". Pronto se vió con el móvil entre sus dos manos y un dedo apuntando hacia el botón rojo de colgar. Ritsuko miraba con atención el comportamiento de su amiga, también escuchaba la voz de su madre preguntando su había un problema con la línea, ya que no podía escuchar a su hija; estaba segura que la menor colgaría en cualquier momento, sin embargo, repentinamente se llevó la bocina al oído y le dijo algo impresionante:

—Mamá, lo siento, no volveré a Miyazaki. Hace unos días me he comprometido con el hombre al que amo y no estoy dispuesta a dejarlo.

Un diálogo efectivo, que hizo a la mujer en la otra cuidad casi soltar el teléfono inalámbrico de casa; le dejó sorprendida, sin palabras que decir.

—Sé que debí decírtelo hace tiempo, fue un error esconder de mi familia que estaba en una relación amorosa —continuó cuando la otra no habló—. No deseaba distraerme de mis estudios, pero ahora que he terminado, siento que puedo formalizar mi vida a lado de Dazai-san...

Que mentiras le decía a su propia madre, el corazón se le deshacía de poco a poco sin saber que más decirle.

¿Da-Dazai-san? —repitió su nombre en un hilo de voz y Rai asintió tontamente a pesar de que no podía verla—. Yo... Hija...

Si le decía que le había roto su lindo bombeador de sangre con la noticia y que no lo esperaba de ella, iba a aceptarlo. Posiblemente le colgaría, pero estaba segura que después podrían arreglar el asunto, no obstante, no espero su respuesta.

¡Quiero conocerlo! ¡Quiero conocer a ese hombre que te robó el corazón! ¿Exijo saber quien logró hacer que mi hija volviera a hablar de esta manera tan romántica?... Cariño, nuestra hija va a casarse...

Rai casi se desmaya, eso sonó tan alto, incluso Ritsuko lo escuchó y comenzó a carcajearse en silencio para no ser escuchada en la linea. Además esa última oración iba seguro dirigida al padre de familia cerca.

—Mamá, mamá... ¡Mamá! —llamó alterada porque la mujer siguió dándole la noticia su marido—. Tranquila.

—¿Cuándo es la boda? ¿Dónde será? ¿Ya tienen el vestido? ¿El pastel? ¿¡Las flores, los adornos!? Ustedes definitivamente tienen que ir a la playa de luna de miel...

—¡Mamá! —volvió a llamarle la menor—. Tranquila. Apenas nos hemos comprometido —explicó.

Lo siento tanto, hija, es que estoy muy emocionada. Nadie de nuestra familia ha llegado a formalizar su relación de esa manera hasta que ya son una familia, así que me hace mucha ilusión verte de blanco en la iglesia... —comenzó a llorar.

Rai sonrió enternecida, por lo menos la noticia del compromiso le hacía feliz a alguien que solo pensaba en los enamorados, en vez de los intereses que se tenían pensados cumplir.

Iremos... Tenemos que ir a Yokohama —habló decidida haciendo a la muchacha abrir bien los ojos—. La semana que viene... Si. Iremos a visitarlos para conocer a Dazai-san.

Oh, no, tenían su primer problema de "enamorados" y no hacía un día completo que se habían comprometido.

Por otra parte, en otro lado de la misma cuidad, Dazai observaba el paisaje que le mostraba el ventanal de su oficina, salvo que solo se asomaba un poco, porque no estaban totalmente abiertas por el sol de la tarde. Sobre todo, no sabía que hacer exactamente. Su madre estaba al teléfono y hacía mucho que no se comunicaba con ella, y en esa ocasión, era un por un motivo especial que el castaño solo escuchaba sin tener tiempo de interrumpir por respeto.

¿¡Cómo vas a casarte otra vez!? ¿¡Qué sucede con Hatsuyo!? ¡Ustedes me dijeron que se iban a tomar un tiempo!
¿¡Haz pensando en el ejemplo que le darás a tu hija!? ¿¡Qué harás con tu trabajo!?...

Hizo alrededor de diez preguntas, pero no dejó que le contestará ninguna, aún así, el hijo respondia a ellas en su mente, justificando cada una.

De antemano sabía lo bien que se llevaban Hatsuyo y su madre, Tane Tsushima. A pesar de su separación, ellas seguían teniendo contacto, lo cual era uno de los motivos más grandes que tenía para no ir de visita en las fechas memorables en donde celebraban, pues sin duda ahí estaría su ex-esposa, también, por supuesto, su trabajo no le dejaba tiempo, sino, hubiera visitado a sus padres con esa excusa para ver a Satoko, pero eso nunca sucedió.

¿¡Quién es esa mujer!? ¡Hatsuyo me dijo que era increíblemente joven!

Al escuchar esa pregunta, Dazai se quitó un poco el móvil de la oreja, se tocó el puente de la nariz y volvió para contestar.

—Su nombre es Fujiwara Rai, y no, no es increíblemente joven. Tiene veintitrés años, pronto veinticuatro —respondió cansado.

Es joven, Shūji, una mujer como esa no te dará el apoyo que necesitas a tu edad. ¡No tiene el mismo carácter maduro que tú! —Lo único que deseaba Tane, era hacerlo entrar en razón y que abandonara sus planes de matrimonio, pero Dazai estaba lejos de pensarlo.

—Puede que tengas razón, mamá, pero estoy enamorado de ella, y es diferente. Rai se esfuerza en darme el apoyo a su alcance... eso lo valoro mucho.

Osamu sonaba tan real, que nadie hubiera podido decirle que estaba mintiendo, a diferencia de su prometida al contarle a su madre en Miyazaki.

Quiero conocerla —sentenció la mujer de pronto—. Ya me encargaré de ver si es o no una buena mujer para ti, aunque como siempre, serás terco.

—Entiendo, queremos poner la fecha de la boda pronto, así que podemos ir a visitarles a papá y a ti en unas semanas —prometió, sabía que de eso no podía huir. Solo estaba esperando a que se lo dijera.

Comenzaron a despedirse, su madre le advirtió unas cuantas cosas más, como que no trabajara tanto, que comiera de forma adecuada y que se cambiara la ropa interior todos los días. Así, hasta que la línea se cortó.

—Lo siento, Rai, tendremos un tiempo ocupado a partir de ahora.




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