Ni-juu go | 25.
Carga directo a los hombros, adiós cabestrillo y hola decisión.
En la esquina de la calle donde se encontraba ubicado el Yellow Cake's, Rai pagaba el monto del viaje en taxi, para luego bajar una vez también agradeció educada.
—Tenga un buen día —deseó el conductor, arrancando y dejándola en la acera.
—Gracias... —repitió para nadie.
Afortunadamente estaba lejos del bullicio, sin embargo, para mala suerte, cerca del lugar en donde Dazai Osamu siempre estacionaba su auto cuando visitaba el local en que trabajaba.
<<Ese hombre... ¿cómo se atrevió a pedirme algo tan complicado y al mismo tiempo ofenderme? >>, se pensaba decaída.
Ni siquiera tenía fuerzas para estar molesta con él, solo no podía aceptar sus palabras. Ella no necesitaba a nadie para cumplir sus metas, mucho menos aceptar un trato con duración de dos años para trabajar con el hombre a quien admiraba, no obstante, entendía que Shūji tenía razón al decir que el mercado laboral no estaba en buenas condiciones por el momento, y que en efecto, le llevaría más de dos años conseguir una plaza estable en un trabajo que tal vez no fuera el que estuviera buscando. Sabía lo complicado que sería subir la escalera estando justo en el primer peldaño, pero desde el comienzo lo sabía. Estaba consciente de los obstáculos desde que decidió tomar las riendas de su futuro y marcharse a una cuidad de desconocidos, dejando atrás a su adorada familia.
En vista de sus pensamientos, le fue imposible mover los pies hasta su destino; si bien él objetivo era ir a sacar a Ritsuko del local amarillo, cuando recordó que el mismo Dazai había confesado ser el admistrador, se lamentó el no haber pedido su ayuda, que en realidad no lo era como tal, sino más bien un reporte de abuso de autoridad. El hombre de negocios tendría que meter mano si o si para encargarse de ello, salvo que en ese momento, no quería tener otra cosa que ver con él. Recordando su comportamiento en el restaurante hacia menos de una hora, se avergonzó de haber actuado sin un poco de autocontrol, diciéndose a sí misma, que el accidente del ataque de agua con Hatsuyo, no tenía mucha diferencia a lo que ella ahora le había hecho al castaño de siempre traje.
Observada desde otro punto de vista, Rai parecía una persona muy extraña de pie en ese lugar sin hacer absolutamente nada, solo perdida en pensamientos.
<<¿Casarme con Dazai-san? Vaya tontería. Lo siento mucho, Satoko, eres un ángel, pero no puedo hacer esto por tu familia... >>.
De alguna manera, se sentía culpable al pensar en la pequeña y en aquella forma en que fue arrebatada de sus brazos aquel día en la estación. Satoko no merecía el trato que su madre le daba; de hecho, por un momento, al inicio, creyó que lo mejor para la niña era la desición que había tomado el juzgado cuando sus padres se divorciaron, pues era lo más objetivo. Si Osamu no tenía tiempo, era evidente que la mejor opción para cuidar de ella era Hatsuyo, no obstante, se había equivocado y pensado antes de saber las verdaderas circunstancias.
La verdadera situación era más difícil de procesar, Dazai no estaba siendo egoísta al querer estar con su hija, en realidad tenía motivos para pelear, y ella no lo comprendió hasta ver la conducta de Hatsuyo.
De pie aún sobre la acera, le sorprendió el hecho de su teléfono volviéndose loco dentro de su pequeño bolso; asustada lo obtuvo de entre sus pocas cosas. La pantalla ponía el nombre "mamá", por lo que contestó enseguida.
—Hola, mamá —saludó gentil. Era su progenitora, tendría que dejar de lado todos sus problemas para hablar con ella como de costumbre hacían una vez por semana.
—Rai, que gusto escucharte, pensé que estabas ocupada —tambien contestó amable. Yashiro sonaba muy alegre, pero no era algo raro para su hija.
—Estoy en la calle justo ahora, por eso me tardé —explicó retrocediendo hasta la pared del lugar. Se recargó y siguió con la llamada.
—¿En la calle? ¿Qué haces fuera de casa? Tienes que seguir descansando para que tu hombro se mejore rápido —regañó indirectamente haciendo reír a la joven.
—No te preocupes por eso. Llamaré hoy mismo al hospital para que me den razón de lo que va a suceder. Ya me siento bien, así que sinceramente no creo que dure otra semana en reposo —confesó, viendo su brazo inmovilizado bajo su pecho.
—¡Ah, que buena noticia! Me alegra tanto tener más esta semana —exclamó sonando muy agradecida.
—¿Buenas noticias? Cuéntame entonces —pidió curiosa subiendo la mirada mientras sonreía. Que su madre estuviera feliz, también le hacía feliz a ella.
—Bueno, para comenzar, Yuji consiguió una beca de cien por ciento para una secundaria privada... —contó emocionada.
<<¿¡Ya secundaria!? ¿Porque crecen tan rápido? Apenas cumplió los doce igual que Satoko >>. Era extraño como todo a fin de cuentas, le llevaba al mismo lugar: a pensar en los Tsushima.
—También se ha resuelto el problema del trabajo con tu padre... —continuó—. Alguien compró la empresa, contrató de nuevo a todos los empleados, y con el dinero de la venta, la otra empresa podrá pagar su deuda.
—¡Eso es genial, mamá! Podrán usar el dinero para tomarse unas buenas vacaciones —aplaudió aliviada. Por lo menos a ellos les estaba yendo bien.
—Si, pero lo mejor de todo es que podremos pagar tu viaje de regreso a Miyazaki. Ahora que te graduaste, no tiene caso que sigas viviendo en Yokohama, solo esperaba a que te quitarán el cabestrillo para que pudieras viajar cómoda —soltó poco después, con ese mismo tono emocionado que había utilizado toda la llamada.
Rai siguió sonriendo sin notarlo, pero se quedó en silencio aún recargada en la pared. Una persona había optado por caminar frente a ella, antes bien, ni siquiera la percibió.
—¿Rai? ¿Sigues ahí, cariño? —Su madre notó el silencio.
—Mama... Yo... Yo no... —susurró asustada. Era el momento para hablarle con la verdad, en cambio, apretó el móvil con su mano y guardó silencio.
<<Yo no voy a volver a Miyazaki... >>. Fue lo que quiso decir, sin embargo, no quería lastimar a su familia siendo tan egoísta. Ellos le habían ayudado en todo lo que pudieron y ahora la querían de regreso; y Rai, no encontraba la manera de decirles lo que en realidad deseaba.
—Uh... Te dije que estaba en la calle, ¿no? Pues se me está yendo la señal. Voy a colgar, lo siento, te llamaré más tarde —apurada habló y colgó en cuanto tuvo la oportunidad, dejando a la mayor con muchas dudas acerca de su comportamiento.
Primero el problema del Yellow Cake's, después el asunto de Dazai, y luego eso. Era el peor momento para agregar otro contratiempo más a la lista, se dijo preocupada todavía más de la situación. Incluso todo sucedió casi al mismo tiempo.
Suspiró increíblemente harta, y para dejar de pensar, decidió moverse, pero no lo hizo como hubiera querido. Sin ánimos, tomó su teléfono de nuevo y marcó al sitio de taxis para ir a casa.
—No te preocupes por mi, estoy bien. Trabajo es trabajo, además, con las horas extras puedo comprarle materiales bonitos a Ritsuka para cuendo entre a la escuela —se justificaba la mayor por teléfono.
—Pero... Ritsuko... —quiso hablar, antes bien, la otra interrumpió con una risita juguetona.
—Tengo que colgar, mi turno va a comenzar. Te llamo luego —se despidió y colgó cuanto antes.
—No me mientas —Aflojando el agarre del móvil, Rai se lamentó al escuchar los pitidos en la bocina.
Estuvo en casa dos días enteros sin salir a la calle, y durante ese tiempo trató de llamar a la mesera, hasta que ese miércoles por fin contestó, sin embargo, todo lo que hizo la mayor fue mentirle acerca de su situación con esas palabras, cuando la llamada no duró ni siete minutos.
Rai no hallaba la manera de actuar, ya que pronto comenzó a sentirse incapaz de arreglar sus asuntos, así que, ¿entonces cómo podría arreglar los de su amiga? No podía meter las manos, porque sería egoísta hacer algo "imprudente" con consecuencias, como que Ritsuko se quedara sin trabajo y solo unas semanas le llevaría entrar en crisis con su madre y su hermana.
—Tengo que hacer algo —se decía a cada hora, pero le ganaba la incertidumbre y optaba por distraerse viendo la televisión.
Por otra parte, con sus propios problemas, su madre le había estado llamado sin parar y enviándole mensajes de texto, no obstante, no respondía a ninguno de ellos por no querer hablarle con la verdad. Y el asunto con Dazai, pues él ni siquiera había llamado y ella no tenía intención de hacerlo para disculparse, debido a que aún tenía vergüenza por lo sucedido el domingo.
No quería salir de casa por esa semana, salvo que extendieron su licencia una más por seguridad, así que también la cita en el hospital. El viernes le quitarían el cabestrillo y podría volver al trabajo el lunes de la semana que venía, según la llamada al hospital, y con ello, fue inevitable no pensar en Osamu nuevamente, porque caía en cuenta de que lo más seguro, era que él hubiera hecho el papeleo para la extensión. También pensó en esa estúpida pregunta que le hizo acerca de la licencia. ¿Para que preguntaba si ya lo sabía?
Infortunadamente, para Rai, el tiempo se estaba agotando de segundo a segundo, y quisiera o no, pronto tendría que tomar una verdadera desición de vida.
El viernes, Rai salió del hospital sintiéndose libre por la falta del cabestrillo. Tres semanas habían sido una eternidad, y aún más esa última en que estuvo evitando al mundo por voluntad propia, pero ya no sería así, se dijo al salir de casa esa tarde; se decidió a actuar, tomando camino en dirección del local para ir a buscar a Ritsuko. Si había consecuencias de sus acciones por querer ayudar a su única amiga en Yokohama, también las solucionaría.
Poco le tomó llegar para entrar en el desorden de gente ocupada yendo y viniendo en el centro, hasta que se encontró frente a la puerta de cristal y empujó para no estorbar a nadie en la acera.
—Buen día —saludó a Ryūnosuke cuando se acercó a la barra, pero este se veía bastante apurado.
—Buen día —correspondió aún así.
Rai notó enseguida que no había nadie haciendo el trabajo de mesero, por lo que dedujo el rostro de su compañero en un segundo. Estaba agotado.
—¿Dónde está Ritsuko? ¿Te estás haciendo cargo de todo tú solo? —Su tono fue dramático, pero bajo.
—Ella fue a casa temprano, no se sentía bien. El gerente no está ahora, así que la estoy cubriendo. Solo espero que no se le ocurra presentarse como hace de improviso —mientras decía, seguía trabajando.
—No puede ser cierto... —Incredula miró a los pocos clientes—. ¿Quiere decir que eres el único aquí además de los cocineros? —adivinó, y después el muchacho asintió al suspirar.
—Ese hombre, estoy seguro de que está tramando algo. —Se detuvo un segundo—. Quiere despedirnos a todos por el mínimo error, cuando él los causa. Traté de llamar a los dueños para reportarlo, pero al siguiente día vino y nos amenazó cuando le llamaron la atención —contó.
Nunca había visto a Akutagawa tan desgastado, él tampoco solía hablar tanto, pero en ese momento parecía desesperado. A nadie en el mundo le agradaría perder su trabajo por una injusticia o capricho.
—Cierra el local, no pueden trabajar así. Yo... —Ella también entró en desespero—. Yo... Voy a arreglar esto ahora mismo —sentenció por último.
Creyó que la llamada de Ritsuko el otro día había sido demasiado rápida, antes bien, la visita al Yellow Cake's había roto récord, pues no pasaron cinco minutos cuando ya estaba saliendo por la misma puerta de cristal.
A las cinco de la tarde, Rai arribó a su nuevo destino ese mismo día; el taxi siguió su rumbo, pero ella se quedó de pie observando el enorme edificio por la parte delantera.
—Esta es mi desición —murmuró convencida antes de avanzar por el camino hasta la gran y bonita entrada.
Una vez dentro del inmueble, se acercó a la recepción, en donde el joven empleado de nombre Tanizaki Jun'ichiro, le reconoció enseguida.
—Buenas tardes, Fujiwara-san. ¿viene a ver a Dazai-san? —cuestionó amable.
Estaba nerviosa. También reconocía al recepcionista de aquellas dos veces en que abandonó el edificio por la puerta principal. La ocasión en que fueron al parque a patinar, y la otra en donde sacó a Satoko para llevarle al centro comercial.
—Si —respondió casi audible.
—¡Oh, ya le quitaron el cabestrillo, me alegro mucho por usted! —celebró el pelirrojo al verla bien.
—H-Hoy mismo fue, muchas gracias —soltó educada. No quería ser indiferente, no obstante, la ocasión no le dejaba sonreír con firmeza.
—Bien, a lo que vino... —sonrió con amabilidad y comenzó a buscar algo en su lugar de trabajo. Cuando lo obtuvo ente sus manos, se lo extendió—. Aquí tiene.
Rai observó con sopresa la tarjeta de acceso del apartamento del castaño.
—Pero él no ha llegado aun del trabajo, iba a esperarle —habló confundida.
—Desde hace dos semanas tengo órdenes de darle la tarjeta, aun si él no está presente, y todavía no ha revocado el permiso —informó sin más.
Dudando, tomó la tarjeta. Que podría decirle al pobre muchacho, si ese era su trabajo y era mejor no incómodarlo.
—Gracias, entonces... subiré —aceptó, el joven la despidió y fue hasta el elevador observando el lugar casi vacío.
Las piernas le temblaban, aunque no se detuvo por eso. Subió hasta el piso correspondiente como dijo y avanzó por el corredor con la tarjeta en mano. Una vez frente a la puerta, batalló un poco para abrir, pero pudo hacerlo y entró.
—Se siente tan solo sin Satoko por aquí. —Fue lo primero que dijo al entrar a la sala vacía.
Se sentía extremadamente nerviosa, solo pensaba en las palabras que le diría al castaño cuando este llegara, salvo que como había tomado la desición de forma apresurada, no encontraba las correctas.
Se sentó en el sofá, en el que no daba la espalda para ver el corredor de entrada, y así, durante algunos minutos se mantuvo en silencio y casi inmóvil; fue hasta que la puerta fue de nuevo abierta y los pasos descalzos resonaron en el suelo acercándose hasta su lugar...
—¿R-Rai?...
Este si estuvo aburrido, no digan que no, pero decidí meter este tiempo sin Dazai en una sola parte para que no se alargara tanto.
En fin, encontré un Chuuya bañándose, así que de nada:
¡gracias por leer!
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