Ni-juu | 20.
Colapsando frente a él, Rai necesita cuidados y el problema en común.
—¿Estás bien? —preguntó el mayor al escuchar el chillido que soltó. Incluso Satoko alzó la mirada dejando de llorar.
—Si, lo estoy —No fue sincera.
Mala suerte. Rai olvidó que desde la ceremonia comenzó a sentirse mal, ya lo había dicho; llegando incluso el dolor a causarle fiebre, pero como estaba tan ocupada siendo una linda chica tímida con los mayores, lo dejó de lado.
—Malas noticias. —El ruso volvió a la mesa guardando el móvil—. No podremos pasar el día juntos, tengo algo importante que hacer según mi asistente.
Si Satoko hubiera podido, habría exclamado un verdadero: ¡Lo que faltaba!... Pocas veces las personas le agradaban tanto casi sin conocerlas, los amigos de papá habían sido una linda excepción a su comportamiento de princesa berrinchuda. Quería pasar más tiempo con Rai y Fyódor, pero al parecer era imposible.
—¿Tienes un asistente como papá? —cuestionó limpiándose las lágrimas, lo que encontró extraño el mayor.
—Si, su nombre es Nikolai, es muy divertido estar con él. Ojalá algún día pueda presentártelo —amable respondió y luego miró a su amigo, quien negó levemente al saber que la tristeza de la pequeña era su duda.
—Pero yo quería pasar más tiempo... contigo —se detuvo al decir por un gran suspiro que soltó debido al llanto anterior.
Los mayores, como si estuvieran sincronizados, pensaron en un pequeño "ay" mientras su mente se nublaba y el cielo en ella se rompía. Verla llorar de verdad, era devastador siendo ellos muy empáticos, pero quien no podía con la culpa era el padre, pues él le había regañado antes ocasionando sus lágrimas.
Entonces, a Fyódor se le ocurrió una grandiosa idea que seguro la pondría feliz:
—Estaré muy ocupado en el día, pero por la noche asistiré a la cena-baile de la generación de Rai, ¿por qué no vienen conmigo? Nos sentaremos todos juntos como en esta comida. —Sonrió al terminar, debido a que tenía razón al decir que mejoraría el estado de ánimo de la niña, a quien inmediatamente le brillaron los ojos con emoción.
<<Al menos lo intenté >>, se dijo la recién graduada, resignada al saber que allí no podía meter mano. Ellos no irían con ella, irian con el padrino y era imposible negarlo.
—¿¡Escuchaste, Rai-san!? ¡Papá y yo podremos ir a tu baile! —celebró la chiquilla.
—Si, será divertido —dijo, pero no estaba siendo sarcástica.
Rai no se negaba a compartir tiempo con los Tsushima, en realidad aceptaba que estar con los dos era divertido. Simple era que cuando necesitaba irse o negarse a las peticiones, lo hacía por ser esa la opción más objetiva que podía tomar en el momento, ella era solo su improvisada niñera y no podía hacer más. Aunque también debía confrontar el diminuto sentimiento de negatividad que tenía hacía Dazai Osamu, por el incidente del malentendido cortejo. Todavía lo recordaba, lo bueno era que de poco a poco dicho incidente se hacía pequeño, que pronto ya no existiría.
—Bien, entonces los espero por la noche. Dazai, te enviaré la información del lugar más tarde y Rai, nos vemos —se despidió, luego tomó la mano de Satoko y le saludó tierno para después irse a paso rápido.
La mesera se quedó mirando en su dirección pensando en lo ocupado que estaba el presidente de la Asociación de Fílologos, y sin duda, tenía ganas de saber que eran esos asuntos.
—Es hora de ir a casa entonces —las palabras de Osamu le devolvieron la vista a la mesa.
—Si, tengo que buscar un lindo vestido. —La nena parecía más interesada en el baile que la recién graduada, que pronto suspiró al recordar el tema del vestuario—. Iré al tocador, con permiso.
—¿No quieres que te acompañe? —inquirió la joven cuando la menor se puso de pie. Ciertamente le preocupaba que fuera sola en ese lugar tan grande.
—Por supuesto, si quieres venir.
—Cuando vuelvan nos iremos —avisó el mayor.
No le costó mucho levantarse y acompañar a la nena hasta la parte trasera en donde se encontraban los baños, y una vez entraron, Satoko se perdió en los cubículos y le dejó en los lavamanos, en donde Rai enseguida se recargó con la mano abierta, casi terminándo con la cara dentro del lavabo cuando las piernas le temblaron. Fue una suerte que no hubiera nadie más ahí.
Cuando levantó el rostro segundos después y se vió al espejo, su rostro le decía que en cualquier momento colapsaría entera y no habría como evitarlo.
Le dolía la cabeza, el cuerpo le temblaba y el estómago se le revolvió al oler la fragancia extrema que había allí. Era fácil adivinar que su presión había bajado de un momento a otro.
—He estado con los nervios a flor de piel desde que desperté y ni siquiera desayuné —se dijo en un susurro, tomando la culpa de su irresponsabilidad.
Ya no era una niña y estaba sola en esa ciudad, debió ser precavida para no dejarse llevar por sus emociones al conocer a su "ídolo". <<Tuve que haber ido a casa... >>, se lamentó al mismo tiempo en que prendía la llave del agua y lavaba un poco su rostro.
—¿Qué color de vestido usarás, Rai?
Al momento en que la escuchó venir, puso un buen rostro y afirmó los pies sobre la loseta.
—Todavía no sé que me pondré... —confesó avergonzada, cerró la llave y fue a secarse las manos.
—Mamá siempre dice que la ropa con tres días de anticipación, es igual a un evento exitoso. Nunca he sabido a qué se refiere, pero arreglo mi ropa tres días antes de salir cuando hay algo importante. —Ella también fue a secarse las manos mientras compartía la "sabiduría" de su madre.
Rai pensó enseguida, que ella ni siquiera ropa suficiente tenía para anticiparla, además de que cargaba problemas más reales que asistir a eventos exitosos.
Hatsuyo y Rai eran muy diferentes.
Cuando terminaron con sus asuntos fueron de vuelta a la mesa en donde el castaño ya esperaba de pie.
—Aunque no podamos pasar el día juntas, nos veremos más tarde —comentó Satoko feliz.
Asintió con ganas la mesera, sin embargo, poco había escuchado de sus palabras, pues su mente solo pensaba en que pronto estaría en casa para descansar. Lo veía tan cerca. ¡Dulce hogar!... Pero no contó con que nada más al acercarse al mayor, sus piernas volvieran a temblar en esos tacones. Perdió la realidad por un segundo, y cuando volvió, su rostro estaba estampado contra el traje gris de Osamu.
—¿Rai? —un poco alterado, este llamó su nombre.
La joven había perdido el norte, pero Dazai y Satoko observaron con claridad el momento en que la consciencia se le esfumó por algunos segundos. Afortunadamente, él cuerpo del mayor estaba frente a ella, o de lo contrario pudo haber ido a parar de lleno contra las sillas y mesa. También ayudó bastante la manera en que el hombre de negocios reaccionó al afirmar sus manos, una sobre su cintura y la otra rodeando su espalda baja tal como un abrazo.
—Creo... Creo que me desmayé —soltó incapaz de sostenerse en pie. Estaba sorprendida del hecho.
—Papá, ¿Rai está bien? —sonó la voz de la pequeña y fue de manera asustada.
—Si, cariño, solo necesita un poco de aire fresco. Vamos afuera. —Trató de calmarla, pero no funcionó. Ella siguió observándolos.
Osamu, al sentir el cuerpo de Rai como gelatina, susurró un pequeño "vamos" y le acomodó el cuerpo para viera adelante, luego la pasó una mano por la cintura que llegó hasta su estómago por lo cerca que estaban, además de ello también era para darle entero soporte, ya que con su brazo en el cabestrillo ella no podía sostenerse. Así entonces, se dirigieron hasta la salida, pero en el camino la muchacha dejó caer totalmente cabeza hacía abajo, clara acción que avisaba, había perdido la consciencia nuevamente.
—Oye, Rai... —le llamó de nuevo preocupado, teniendo que detenerse en la recepción del lugar, ya que de no ser por el aviso, posiblemente se le hubiera ido de las manos cayendo hacía el frente, aunque Dazai era fuerte y le era fácil manipularla.
Satoko retrocedió cuando dos trabajadoras se acercaron a brindar apoyo, y es que notó que su amado padre también tenía miedo. No sabía que sucedía con su niñera y eso le aterrorizaba siendo tan joven.
Poco después la mesera estuvo tendida sobre la alfombra mientras una trabajadora le echaba aire con un abanico y la otra le daba a oler alcohol en un algodón.
—Satoko... —recobró el conocimiento pronunciando el nombre de la niña.
—Es cansancio, señor, está chica debe reposar cuanto antes —adivinó la más grande cuando escuchó lo que había sucedido antes.
—Si, la llevaré a casa. Muchas gracias por su ayuda —dijo antes de levantar en brazos a la muchacha, y aunque sonara mal, luego recordó a Satoko—. Rai solo necesita descansar, está bien, así que vayamos a casa.
Solo fue poco, antes bien, la nena se tranquilizó y caminó delante de él hasta donde estaba estacionado su auto.
Y Rai estaba presente, pero a la vez no estaba. Se sentía tan avergonzada de sí misma, que mejor se mantuvo en silencio incluso cuando le acomodaron en el asiento de atrás y el auto arrancó.
—¿Rai va a estar bien? ¿Qué pasará con su evento de graduación? ¿No podrá ir? —preguntaba la nena viendo a su padre acomodar a la chica en su cama matrimonial.
Habían llegado a casa. Si, a casa de Shūji para más seguridad. Afortunadamente Rai dormía y todavía no lo había notado, de haber sido así, se hubiera quejado antes.
—No lo sé. Faltan algunas horas, Rai puede o no sentirse bien cuando despierte. —Fue claro, dejándola con
las con las mantas hasta el cuello.
Era una niña, sin embargo, escucharle y ver a su padre de pie observando a la niñera, le decían que estaba muy agobiado con los hechos de esa mañana.
—¡Rai despertará como nueva, ya verás papá! —le animó para consolarle.
—Si, ella tiene que hacerlo —al contestar, volteó a observarla y sonrió sincero—. Mientras la cuido, porque no vas a ver qué puedes ponerte para el baile, recuerda que tienes que estar lista.
Tras sus palabras, Satoko se marchó de la habitación recobrando un poco la emoción, y nada más la puerta se cerró, Osamu quitó el gesto amable.
—Lo lamento tanto, Rai. Fue mi culpa. Te presioné hasta que no pudiste más —se disculpó en un murmullo totalmente arrepentido.
Con las palabras de la empleada del restaurante, por fin cayó en cuenta de su error.
Ella había tenido un accidente de trabajo, tenía que descansar adecuadamente; en cambio, él fue a convencerla para que cuidara a su hija, lo peor de todo era que si no hubiera existido el hecho de que necesitaba el dinero para esa misma noche, Rai se hubiera negado. Todos esos días en que le estuvo trayendo de arriba a abajo por petición de Satoko. Todos esos días en que le hacía quedarse más tiempo en casa para jugar... Todos esos días en que ella dormía en su auto por las mañanas...
Así como Rai, Osamu tampoco era un niño irresponsable, el debió haber predecido esa situación, aunque llegados a esos extremos, lo único que quedaba era hacerse cargo y disculparse cuando tuviera la ocasión.
Suspirando con el agobio que su misma hija había notado, se sentó a los pies de la cama aflojándose la corbata para después quitarse el saco.
—Yuji... —susurró la mesera entre sueños, para luego moverse en la cama en la posición que menos le favorecía, es decir, se colocó hacía un lado dejando caer todo el peso sobre su hombro.
Cuando Dazai le escuchó quejarse como también hacer un mal rostro, se acercó enseguida para acomodarle como antes.
—Estas ardiendo en fiebre. —Lo notó al inclinarse un poco sobre su cuerpo y al porner la mano sobre su frente.
Lo mejor era conseguir un toalla con agua caliente para colocarsela en la frente. Dazai no sabía tratar con enfermos, pero lo había visto en muchas películas y series, antes bien, ella de pronto despertó cuando él seguía estando muy cerca.
—¿Dazai-san... Dónde...? —habló sin siquiera darse cuenta. Después parpadeó un par de veces sin poder enfocar la imágen frente a ella, solo que antes de poder hacerlo, el otro se retiró cuando vió la oportunidad.
—¿Cómo te sientes? —nervioso cuestionó al mismo tiempo en que se ponía de pie.
—No estoy bien. —Está vez sus palabras si fueron sinceras.
El mayor le vió cubrirse un poco la cara cuando paso su brazo por encima. Rai estaba sufriendo y él encontró el hecho repudiable.
—Necesitas descansar. No te preocupes, te cuidaré, tú solo duerme... —ofreció amable, pero fue interrumpido.
—No quiero —se negó la muchacha.
Había una característica muy interesante acerca de la recién graduada, y era de fácil comprensión: Rai odiaba enfermar, porque le daba miedo.
—Tienes que hacerlo...
—Dije que no quiero.
Dazai bajó las cejas y la señorita Fujiwara intentó levantarse de la cama con un gran esfuerzo.
—Ire a casa, me pondré mejor...
—No lo harás. No bajo mi responsabilidad, así que acuéstate de nuevo y descansa —ordenó al interrumpir está vez él.
Uy, por primera vez tenían un problema en común, y sí las miradas mataran... pobres esos dos difuntos.
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