Nana-juu shi | 74
No hay acuerdo, papeleo sin fin y una oportunidad sin margen de error.
—Tsushima-san, ya puede pasar, le están esperando —avisó la secretaria cuando la miró entrar de nuevo.
—G-gracias —dijo nerviosa al darse cuenta que Dazai ya no estaba más ahí.
Se adentró entonces en el lugar con las indicaciones de la señorita, y cuando tuvo de frente la puerta con una placa con el nombre del abogado, tardó un poco, no obstante, al final terminó por abrirla.
—Buen día, lamento lo que le hice esperar, Fujiwara-san —le llamó por su apellido para no incomodarla, estando ya enterado de la situación entre los casados—. Tome asiento, podemos comenzar.
Al decir, se levantó detrás de su escritorio para señalarle con respeto la silla desocupada, pues justo a su lado Osamu se encontraba sentado y observando el suelo con las manos juntas sobre su regazo. Así que cuando ella hizo caso al de cabellos grises, pudo volver a sentirlo cerca después del tiempo que pareció eterno para los dos.
—Antes he hablado con Dazai-san, quien comprende lo que sucederá al firmar el divorcio en su caso tan complejo, ahora, señorita... —Arrastró una carpeta sobre la madera hasta que estuvo frente a ella. Carpeta que miró un segundo y volvió a levantar la mirada hasta el mayor—. Al firmar el divorcio, quedarán absueltos del compromiso que realizaron por voluntad en el registro civil y la iglesia. Ustedes están casados por bienes mancomunados, por lo que la mitad de las posesiones de cada uno pasa a ser del otro...
Imposible de ignorar, Rai se encontró muy asombrada por el trato y automáticamente negó interrumpiendo al abogado.
—Disculpe que lo interrumpa, pero no puedo aceptar tal acuerdo, así que como dicta la ley me gustaría revocarlo —habló, sonando segura de su desición, y no entendió porqué el licenciado se mostró un poco sorprendido de su elección. Tal vez, porque nunca había escuchado a alguien negar el acuerdo en todos sus años ejerciendo.
—En efecto, es posible revocarlo, siempre y cuando las dos partes estén de acuerdo —hizo saber, mirando de soslayo al hombre de negocios, ese mismo que desvió una vez más la mirada cuando se tocó el tema.
Ella lo entendió como su fuese un libro abierto.
—Revoque el acuerdo —únicamente pidió y sin mirarle, esperando su respuesta.
—No —pero Osamu se negó en un murmullo.
—¿C-cómo? —apenas pronunció la joven, evitando entrar en conflicto, cuando lo menos que deseaba en el momento era dirigirse a él—. Es absurdo, no hay nada que compartir porque yo no tengo posesiones ni salario —observó al abogado, haciendo evidente el dato.
—No hay nada que pueda hacer al respecto, según los documentos, la casa que comparten y la mitad de sus ingresos pasarán a ser propiedad de usted, así como los autos y otras propiedades que son de índole menor —informó, notando en su mirada desagrado puro.
—Nos permitiría unos minutos, necesito hablar con Dazai-san. —Ni siquiera dijo cuando ya se había levantado. Después avanzó hasta puerta y se mantuvo ahí hasta que el mencionado entendió que tenía que acompañarle.
Antes de seguirle, Osamu observó al abogado pidiendo disculpas con la mirada. Entendía que exactamente ello causaría un desacuerdo con la mujer, no obstante, no se atrevió a hablarle para arreglar los acuerdos antes de entrar al lugar. Al salir, le encontró recargada en la pared con los brazos cruzados sobre el pecho, y tanta vergüenza sentía, que ni siquiera pudo mirarle a la cara.
—¿Qué es lo que está intentando hacer? No necesito nada de usted, así que revoque el acuerdo —habló con la molestia en sus labios—. En primera, el acuerdo se hizo cuando no estaba pensando con claridad por el tema de la boda, pero no estaba en las condiciones iniciales.
Mantuvo la voz baja y la mirada alejada; realmente esperaba que el hombre de negocios olvidara el estúpido trato para no tener que estar ligada a él de ninguna manera, sin embargo, no podía olvidar la llamada de la pequeña en el estacionamiento. Quería creer que estaba haciendo lo correcto, mas, al no saber qué lo era, caminaba por un delgado hilo de arrepentimiento que buscaba ignorar.
—No lo hago por ti, lo estoy haciendo por mi —confesó, por fin levantando la mirada para hacerle saber que no era una excusa—. Si pierdo el caso de Satoko, quedaré demandado oficialmente por la ley a diferencia de la situación actual, en donde la pensión que brindo es voluntaria. Ahora, gran parte de mis ingresos tendrán que ir con Hatsuyo, y eso significa que ella tendrá más estabilidad económica, así que prefiero dejarle en la misma cifra para que no se beneficie más de lo que le corresponde, y darte el derecho a ti me permite hacerlo —explicó tranquilo.
Lo pensó desde que se presentó la idea del divorcio, y sonaba egoísta, pero era lo que deseaba hacer, simplemente no haría más rica a la mujer que le arruinó la vida dos veces hasta la fecha. Satoko estaría bien, se dijo, era suficiente con la suma que actualmente recibía, y que por desgracia era manipulada por la mujer.
—No me meta en sus problemas —repilcó, casi señalándolo para que se alejara más de lo que ya estaba.
—Solo firma —mandó, haciéndole recordar el incidente sobre la mesita ratonera en la sala del apartamento—. Dijiste que era egoista. Pues bien, lo soy, y no hay nada que puedas hacer, a menos que quieras estar casada conmigo indefinidamente —amenazó al final y se abstuvo de verle al rostro para no encontrar en él fastidio.
Su actitud le estaba molestando, porque sabía que estaba actuando; lo hacía tan mal que era evidente. En cambio, ella no actuaba, pero ni siquiera podían verse a los ojos y dar un paso más cerca era imposible, y a pesar de ello, sabían que eso no era lo que realmente querían. Estaban enamorados, era difícil ignorar lo que sentían tan pronto como dijeron: esto se acabó.
—¿Dónde está su celular? —cuestionó Rai al no ver otra salida.
—¿Qué? —No entendió a qué se refería, antes bien, al ver que era una pregunta seria, la tomó—. Lo perdí, así que compré otro. Acaso, ¿estuviste llamándome? —le tocó indagar.
Ahí estaba la respuesta para Satoko. En una de sus borracheras lo extravió con todo y cartera; el dato no le generó sorpresa a la muchacha conociéndole de antemano lo descuidado que llegaba a ser en diferentes ocasiones.
Justo ahí, Fujiwara Rai entró en un verdadero dilema, uno que ella misma ocasionó con el anterior interrogo. La pregunta era, ¿sigo avanzando o vuelvo a estancarme? Pues cierto era que Satoko estaba sufriendo y no podía ni se sentía con la fuerza de esconder su mano cuando más la necesitaba. La única solución en que podía pensar, era fácil. Seguir con el trato, está vez sin cruzar los límites y luego marcharse como ya se había dicho antes. Así, la pequeña estaría bien y ella tendría el trabajo de sus sueños sin la necesidad de decir que no lo merecía por no haber cumplido con su parte.
Eso también era avanzar, lo complejo residía en sus sentimientos.
—Satoko estuvo llamándole —pronunció en un hilo de voz, y fue suficiente para que el otro lo escuchara y colocara un semblante preocupado al instante.
No había marcha atrás. No de nuevo.
—¿Ha-hablaste con ella? ¿Qué te dijo? —enseguida preguntó, tratando de mantener la calma, pero en todo ese tiempo nunca tuvo la oportunidad de comunicarse con su hija. Su reacción fue muy normal.
—Será mejor que no lo sepa —negó, después despegó la espalda de la pared y con vacilo le miró a los ojos—. No puedo abandonarla —confesó entonces.
Osamu, al saber lo que trataba de decirle, retrocedió involuntariamente, se llevó una mano a sus castaños cabellos y luego se quitó las gafas con cierto desespero. Movió la cabeza en negación al final, deseando desaparecer del lugar.
—No quiero volver a hacerte daño —dejó saber con vergüenza.
Él no pudo hacer lo que ella, no tenía la motivación para avanzar y mucho menos la valentía, y nada tenia que ver la diferencia de edad, ya que ese sentimiento le era muy conocido. Se quedaría el resto de su vida lamentando haber sido un ingenuo, con la culpa por haber perdido a las personas que amaba.
—No lo hará, porque no lo dejaré —aseguró ella. Estaba nerviosa, sus temblorosas manos decían más de lo que quería mostrar.
—Rai, no estás tratando de decir que sigamos adelante, ¿cierto? Porque yo no puedo hacerlo —respondió confundido.
Si la muchacha le contaba lo que escuchó a través de la línea antes, seguramente Osamu aceptaba continuar sin verse tan afectado por sus problemas personales, pero también le pondrían como un loco desesperado, y a partir de ese día el margen de error se reducía a cero porciento. De igual forma, poco podían hacer hasta la fecha del juicio. En conclusión, no era necesario ponerle más carga sobre los hombros al mayor, aunque eso significara esconder el estado de su propia hija.
—Tengo miedo —murmuró Rai, relajando el semblante para que él mismo descubriera lo que sentía—. Nunca pensé que podría decir esto después de lo que sucedió, pero todavía deseo ayudarle. No puedo simplemente ignorarlo, y no lo haré hasta que Satoko pueda estar a su lado y sea feliz con ello. —Dio un paso hacia el frente, y al mismo tiempo él volvió a retroceder indeciso.
—No, firma el divorcio, por favor... No merezco nada de lo que dices. Si vuelvo a lastimarte, me voy a volver loco, y...
La joven suspiró cansada y observó el suelo al no agradarle la mirada asustada que él le estaba mostrando. Le entendía, por supuesto, la inseguridad se le notaba a distancia. Así pues, comenzó a caminar para volver a la oficina del abogado, pasando por un lado del hombre sin mirarle un poco.
Ella llegó primero, se disculpó por el tiempo que le estaban haciendo perder al peligris, y cuando estuvo de nueva cuenta sentaba sobre la silla, Shūji también entró para seguir con el trámite.
—Entonces, ¿llegaron a un acuerdo? —El mayor quiso saber, notando cómo era que la tensión había reducido, salvo que a cambio, recibió una fuerte sensación de tristeza y amargura.
No respondió, Rai solo extendió la mano en señal de que le prestara el bolígrafo, y cuando lo tuvo entre las manos, terminó por arrastrar el documento de antes por la mesa hasta que estuvo lo suficientemente cerca. Luego, firmó el acuerdo de los bienes de manera lenta y fue extendido está vez al castaño, quien lo firmó rápidamente y alejó el cuerpo para recargarse en la silla.
Por consiguiente, Fukuzawa siguió con el trámite, hablando de lo que iba a suceder entre los dos una vez se completara y haciéndoles firmar documentos que parecían no tener fin. Las palabras parecían también de nunca acabar y ellos escuchaban con la atención en todas partes, menos en lo que les convenía.
—Antes de firmar el documento del divorcio general, es importante entender que queda totalmente suspendida la demanda por la custodia de la menor Tsushima Satoko que han impuesto como individuos igualitarios. En consecuencia, la otra parte demandada ganará por su incapacitación —informó, siendo claro y extendiendo en esta ocasión el documento final.
Al sostener el bolígrafo para dar por terminado el compromiso para dos, a Rai le tembló la mano justo cuando colocó la punta encima del papel. Dejó un puntito casi imperceptible al igual que alejó la extremidad. El abogado y el hombre de negocios observaron como vacilaba con la vista en cada letra del importante documento, hasta que para acabar con la situación tan dolosa, tomó el bolígrafo con fuerza y lo dejó sin sutileza sobre la madera haciendo un sonido molesto.
—¡Rai! —reclamó el mayor, acomodándose en la silla para mirarle desesperado.
—¡No puedo abandonarla! —repitió al instante, también acomodándose para mirarlo. Estaba al borde del llanto.
Fukuzawa recargó la espalda en el respaldar de la silla, no incómodo por lo que presenciaba, ya que ciertamente lo estuvo esperando desde que Rai se negó a firmar la primera vez. Supo enseguida, ella lo había tomado personal aunque fuese un trato, y no lo hacía por él, lo hacía por la princesita en apuros justo en ese momento.
Incapaz de controlarse, la señorita Fujiwara abandonó su lugar dispuesta a marcharse, sintiéndose avergonzada por fallar nuevamente a su palabra de seguir adelante, sin embargo, aunque continuar con el trato no fuese lo correcto, no se sentía bien dejando la responsabilidad que aceptó y juró mantener.
Cuando estaba punto de salir de la oficina, su ante brazo fue tomado con fuerza para detenerle, y al voltearse en su lugar por la inercia, encontró a Osamu con una postura indescifrable. No la veía, porque todavía no tenía la fuerza, pero tampoco se veía molesto por su rabieta; solo estaba de pie deteniéndola, y sintiendo la necesidad de sentirse protegida, no notó cuando ella misma se acercó y le abrazó con fuerza, haciendo que automáticamente el otro le devolviera el gesto de la misma manera.
A pesar de su profesionalismo, al de cabellos grises le conmovió la escena de los enamorados. Terminó suspirando y abandonando su lugar detrás del escritorio para salir de la oficina dejándolos atrás.
—Sé que usted fue el que le hizo la promesa a Satoko, pero no quiero dejarla. Entiéndame, por favor... Hay que terminar con todo esto, y entonces me iré cuando puedan quedarse juntos. En el momento en que la ley lo diga... Me iré para siempre y jamás volveré a molestar...
Lloró cuanto pudo sobre su pecho, apretando la tela del traje desahogándose por la trágica llamada de la pequeña.
Dazai se sintió tan agradecido y tan culpable aún, mas, solo asintió a su petición. Siempre estaba pensando en lo que Rai merecía, y exactamente ello lo era; aceptaría su deseo como ella aceptó el suyo cuando se comprometieron.
—No puedo protegerte, Rai, ¿lo entiendes? Así que hagamos esto como debimos hacerlo desde el inicio.
No tengo chisme para ustedes, pero quiero decir que YA NO FALTA MUCHO PARA EL FINAL.
¡ÚLTIMOS CAPÍTULOS!
¡Muchas gracias por leer!
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