Nana | 7.
La perspicacia de Ritsuko, la nueva visita y la desición.
—¿Qué sucede? ¿Estás teniendo un mal día?
No adivinó del todo, así que Rai negó cuando estuvieron de frente, solo que su rostro decía otra cosa que no podía esconder y aún más teniendo a un culpable a la vista.
—Akutagawa-senpai me dió diez minutos de descanso, si quieres puedes contarme —insistió. Ritsuko nunca estaba sería por mucho que el momento lo requieriera, pero de alguna manera siempre se salía con la suya al animar al presente que lo necesitara.
—No es nada grave, es solo esta última semana de exámenes. Ya sabes que me estreso con facilidad —no mentía.
Rai no iba a decirle lo que estuvo pensando mientras esperaba en el kiosco y de camino hasta allí, porque aunque le dijera como se sentía, sabía que Ritsuko prefería la segunda opción, esa de encontrar a alguien; con ello, trataría de convencerla y no la culpaba, ya que conocía el estilo de vida que tenía la joven mujer. Para la mesera de tiempo completo, sería un bendición encontrar un hombre que quisiese hacerse cargo de ella, de paso también de su hermana menor y madre. ¡Pedía mucho!... Se pensaba la estudiante.
—Imagino que debe ser difícil cuando es tu último año, pero yo sé que puedes hacerlo, Rai-chan, te he visto desde hace cuatro años llorar cuando nadie te ve. —Terminó su discurso con orgullo y con la última oración que nadie esperaba. También, levantó el pulgar hacia la menor.
—¡Nunca he llorado! —se defendió fingiendo molestia—. Llorar es para perdedores...
—Te equivocas —le interrumpió enseguida—. Llorar es para dejar atrás todo lo que nos hace daño. No tiene que ver con ser un perdedor, porque incluso las personas exitosas lloran, Rai-chan.
La menor bajó un poco la mirada al escucharle. Ritsuko apenas le llevaba unos años y eran tan diferentes; mientras una explicaba lo que veía como tal, la otra le encontraba los detalles más profundos. Eso le gustaba mucho a Rai, ya que le hacía verle como una hermana e incluso una madre. Era su apoyo en una ciudad de desconocidos.
—Y bueno, hablando de éxito... Ya me dijeron lo que sucedió ayer en tu descanso. —La otra soltó de repente más animada que nunca.
Como en una escena de comedía, al instante Rai intentó correr lejos, pero la mesera en turno le tomó de la camisa sin hacer mucho esfuerzo.
—Le dije a Kyouka-chan que no te dijera —murmuró sintiéndose traicionada.
—Asi que Dazai-san volvió al establecimiento y comieron juntos el día de ayer... ¡Ah! Pero eso no es todo. Él volvió y comieron juntos después de haber cenado una noche antes. Cena de la que no tengo detalles porque no te molestaste en llamarme. —Al terminar quejándose, sonrió con una ceja levantada, pues el detalle le hacía enfurecer.
—No te llamé porque no fue nada importante, solo cenamos y conversamos sobre cosas cotidianas. —Comenzó a explicarle deshaciéndose del agarre con presunción—. Y lo de ayer, él solo vino a cerciorarse de que no estaba cansada por haberme quitado tiempo, además estaba trabajando y solo me pidió que le acompañara, ya que al parecer no le gusta sentirse solo —terminó.
—Que buenas excusas se inventan ahora los hombres. —Fue todo lo que Ritsuko comentó y Rai se molestó al saber que solo eso le había interesado.
—No fue una excusa, yo solo siento que esa es su personalidad. Él es amable y educado, no está tratando de cortejarme. —Dejó en claro haciendo reír a la mayor por el tono molesto que empleó.
—¿Es que estás ciega? Allí están todas las señales, ¿no lo ves? Está tratando de llamar tú atención y eso es genial, porque Dazai-san parece ser un hombre por el que vale la pena dar una oportunidad, aún con el pensamiento que tienes acerca de brillar por ti misma. Incluso dices que es amable y educado, ¿no es eso algo mejor?
Ritsuko sonaba tan emocionada diciendo todo eso, antes bien, Rai solo desvió la mirada con la inconformidad reflejada en su postura. Apenas iban algunos días desde que Osamu apareció, no era algo que pudiera considerar, pero tampoco podía decir que su amiga no tenía razón. Para la edad que tenía, solo con verlo sabía que ya tenía una vida hecha en cuanto a ingresos. Él podría ser el hombre que Rai estuvo buscando sin querer, alguien que no podría estancarle los sueños.
—Tiene treinta y dos... —al decir eso, la sala quedó en silencio.
—Oh, pero bueno, no es mucha diferencia de edad. Ve el lado bueno, debe ser un hombre maduro, incluso para ya sabes que... —Levantó las cejas de arriba a abajo insinuando algo que Rai no comprendió, hasta que segundos después sus mejillas casi explotan.
Más que avergonzada por las palabras de la mayor, se cubrió el rostro cuando ella comenzó a reír a gana suelta. Si bien no era algo que no hubiera experimentado antes con Kosei, le daba pena hablarlo en público y más en el vestidor del trabajo.
—Creo que es suficiente —le detuvo de buena gana—. En serio, te digo que solo creo que Dazai-san es así y lo estás mal interpretando todo —aseguró un poco más confiada. Aunque estaba confusa por su actuar, ahora esa idea le parecía la más viable si le echaba un vistazo a todo de más cerca.
—Pero no digas que no te avisé, Rai-chan. Él volverá al local, tenlo por seguro, entonces pedirá que lo atiendas y seguirá diciéndote que eres una buena persona. ¡No lo digo yo, lo dice la ciencia! —amenazó. Si, amenazó.
—¿Sabes qué? Mejor entro a trabajar ya, no importa que no me paguen horas extras. —Dejó a la mesera y fue a cambiarse, pues sus palabras le hicieron sentir nervios instantáneos.
—Bien, te espero allá. —Se fue mientras ella llegaba a su casillero. Se apresuró a sacar los patines, que solo asintió y movió la mano hacia todos lados mientras le daba la espalda.
Mientras se arreglaba el uniforme, le fue inevitable pensar en las palabras de su amiga, pues ella solía ser muy perspicaz en la mayoría de los casos. Recordaba con detalle que cuando apenas pasaba a segundo semestre en la escuela, ocurrió un incidente dentro del trabajo nada grave: se perdió una cartera y el cliente culpó a Atsushi, así que Ritsuko se entrometió en el problema y descubrió que el que acusaba en realidad estaba mintiendo; hasta la fecha no sabía cómo lo había hecho, pero fue todo un espectáculo ver cómo le señalaba diciendo "tú eres el culpable". Por otra parte, también tenía fama de casamentera, pues según sus anécdotas, cuando iba en preparatoria hizo algunas parejas a la fuerza que por la fecha estaban casadas y muy felices.
Sabiendo todo eso, ¿cómo no tendría miedo? ¡Era cómo una bruja moderna!
Se colocó los patines de último y se apresuró al trabajo sin querer pensar más, que bastante lo había hecho en el día.
—Buenas tardes, Akutagawa-senpai —saludó llegando a la barra.
—Buenas tardes. Aún falta media hora para que entres —saludó y avisó cuando le observó lista para comenzar a realizar su trabajo.
—Me cansé de esperar, además no hay muchos clientes, bien podría simplemente encargarme de la limpieza. —Levantó los hombros con desgano cuando observó el lugar con apenas tres mesas ocupadas.
—Esta bien entonces, solo por ello te dejaré ir media hora antes a casa, pero no le digas al jefe —avisó serio, salvo que cuando le miró, a ella le brillaban los ojos.
—Claro, ¡gracias, gracias! —repitió como una niña.
No era la primera vez que eso sucedía, Ryūnosuke también podía estar de buenas, y eso posiblemente se debía al tiempo de lluvia que él amaba.
Antes de que se arrepintiera, la muchacha patinó hasta el pasillo por donde se iba a los baños, ya que allí había un pequeño armario de limpieza de donde obtuvo sin perder tiempo una franelilla y una mopa mediana, material con el que minutos más tarde se encontró limpiando las partes solitarias del local.
Una vez terminado el trabajo de aseo, Rai fue corriendo a guardar todo y a lavarse las manos, pues de pronto los clientes comenzaron a llegar, no como habitualmente porque aún llovía, sin embargo, su presencia era solicitada para ayudar a los demás meseros.
—Rai-chan, mesa siete, bien, no tardes. —Ritsuko fue a encontrarle cuando se acomodaba el mandil corto.
—Voy enseguida —respondió sin verle, pues se hacía el moño detrás de la espalda con las tiras de la prenda en donde guardaba su libreta y pluma.
Así pues, cuando levantó la mirada Ritsuko ya se había ido, por ello no le quedó más que comenzar su trabajo yendo directo hasta la mesa que le habían encargado. Iba distraída rebuscando en sus bolsillos que no le hiciera falta nada, primero corrió por las cartas y luego volvió.
—Buenas tardes, bienvenido al Yellow Cake's, aquí tiene su car... ta... —Hasta ahí llegó su saludo al ver el rostro del cliente.
—Buenas tardes, Fujiwara-san. Me alegra que puedas atenderme hoy. —Feliz y con una linda sonrisa, Dazai también le saludó.
<<Oh, no, oh, no, oh, no, oh, no. ¡Ritsuko tenía razón! >>. Alarmada por dentro y por fuera una mesera amable, también sonrió al extenderle la carta.
—Me da gusto poder atenderlo hoy también, Dazai-san. Por lo que veo, parece que le gustó el lugar para atender sus asuntos de trabajo —señaló indirectamente que sobre la mesa de nuevo estaba la laptop abierta y en funcionamiento.
—Si, es eso, además, el personal es muy amable todo el tiempo. Me siento cómodo —confesó abriendo el menú para echarle el ojo.
Rai se dijo a sí misma, si en verdad era necesario que él sonriera tanto y halagara el servicio del lugar.
—Hoy me gustaría pedir la crepa que comías ayer, pero no se cual era exactamente. —Le sacó de pensamientos, haciendo que al instante, se inclinara un poco al saber que estaba perdido. Tampoco iba a negarle el servicio y dejaría de ser amable, después de todo, nada era seguro, así que lo menos que quería era ser grosera.
—Era esta, la de fresas con leche —dijo y señaló la imagen en la hoja.
—Bien, entonces una de estas y un café capuchino de vainilla mediano, por favor. —Hizo su pedido, luego cerró la carta y se la devolvió.
—En un momento le traigo su orden, con permiso —avisó, se inclinó levemente, y tras un gracias de él, se marchó a la barra.
Mientras le hacía el pedido a Akutagawa en la barra, Ritsuko llegó a su lado y sonrió sin decir nada. Para Rai fue muy incómodo, pues no quería darle su atención, pero se la ponía difícil con esa mirada de demente.
—Te lo dije —presumió, entonces la universitaria suspiró vencida y le dió la cara.
—Bueno, y si tienes razón, ¿qué con ello? Yo no estoy interesada. De lo único que estoy segura, es que ya no quiero pensar ni hablar acerca de Dazai-san. —No se escuchaba molesta, sino bastante neutral mientras decía—. Y si tanto te interesa, creo que lo mejor sería que tú te acercaras a él —terminó sin querer de brazos cruzados.
La mayor sabía que iba a hacerla enojar, pero no pudo resistirse a soltar unas buenas carcajadas tomando su estómago entre sus manos.
—¿Qué tonterías dices, Rai-chan? Cómo voy a hacer eso, sí fue Dazai-san quien pidió ser atendido por ti —confesó sin cuidado y la otra se deprimió al instante. Al parecer Ritsuko no comprendía su punto y con ello le era más difícil bajar la guardia acerca del hombre, que al parecer, si estaba interesado en su persona.
—Mesa siete, Fujiwara-san. —Akutagawa le entregó el pedido enseguida y tuvo que resignarse a volver a la mesa con las risas de la otra mesera a su espalda.
Mientras, decidió casi al instante, que cuando Dazai estuviera presente en el local, simplemente le daría un buen trato, y si por algún motivo le volvía a invitar fuera, por muy insistente que fuera, no aceptaría.
Fin del problema.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top