Kyū | 9.

Temprano para el trabajo, la reina de Roma y el nuevo personaje.

Las calles de Yokohama los fines de semana se volvían una jungla. Entre ciudadanos y turistas, ya no se sabía quien era quien.

En el tren directo a la estación más cerca a su trabajo, Rai se mantenía quieta en su lugar con los audífonos a un volumen moderado, solo observaba la ventana contraria aunque muchas veces los túneles opacaban la vista a la cuidad, sin embargo, no estaba exactamente apreciando su contexto, sino, pensando, y no es que fuera su pasatiempo favorito, pero debido a las circunstancias, era eso lo único que podía hacer mientras no estuviera ocupada.

Por mucho que no le afectara la desición, ya que esos cuatro años le habían enseñado a apegarse a lo que había, Rai buscaba la mejor y más suave manera de decirle a Ritsuko que no irían al evento de graduación, antes bien, no quería ver su rostro lleno de decepción cuando lo hiciera. La mayor pocas veces se ponía triste en público y no quería ser la causante de esa faceta deprimente. ¡En realidad quería llevarla! ¿Quién mejor que Ritsuko, que estuvo a su lado todo ese tiempo apoyándola? Aun sí igual le hacía ilusión ver a sus padres y a su sobrina después de tanto, todo eso era imposible en ese momento.

<<Dazai-... sama... >>.

De manera espontánea, el apellido del hombre cayó en los remolinos de su consciencia y enseguida se preguntó el motivo de su mención, salvo que no había que pensarlo mucho para sacar una conclusión: era el hombre más estable que conocía a la fecha... Dinero, dinero y más dinero. El amable hombre de negocios podría prestarle si le contaba acerca de su situación, pero sería dejar su dignidad aparte para pedirle algo como ello y no estaba dispuesta a hacerlo.

<<Está interesado en mi, ¿no? Si comenzamos a salir, ¿no sería más fácil? Él podría ayudarme >>, inocente pensó dejándose llevar, y cuando comprendió la medida de sus palabras, quiso lanzarse a las vías del tren enseguida.

No podía hacer eso, iba a en contra de sus principios; tampoco iba a estafarle como una arpía, planeaba pagarle una vez se recuperara de la caída. Aunque aún con eso en mente, se negó a la idea. Además, su lado razonable le decía que no se dejara caer en las apariencias de la gente, pues por mucho que Ritsuko y ella hubieran "afirmado" que Dazai era un hombre de negocios, ¿en realidad quién les decía que era correcto? Él nunca había dicho algo cómo: "sabes, soy un hombre de negocios", de hecho, ni siquiera había hablado de su trabajo en sí, solo que estaba ocupado con ello.

Ensimismada, no logró darse cuenta que el medio de transporte se había detenido, y de no ser porque leyó de reojo el nombre de la estación en un letrero, se hubiera ido de paso. Entonces, terminó bajándose de una manera muy apresurada y con las miradas de todos los demás en ella.
Una vez estuvo caminando en la estación, se dejó los audífonos y se dispuso a avanzar directamente a su trabajo. Lo bueno, era que iba con tiempo y podría seguir con calma.

El día había transcurrido con rapidez, entre más gente, más rápido las horas se iban, o eso se decían los meseros para consolarse los fines de semana.

—Pediré un pedazo de pastel de naranja y una malteada de chocolate, por favor.

—Enseguida. —Rai escuchó la orden de aquella señorita que estaba sola en la mesa número dos y luego fue directo a la barra a hacer el pedido.

Afortunadamente, los clientes dejaron de llegar al local cuando iban a dar las seis de la tarde, por lo que el personal ya estaba tranquilo, aunque eran malas noticias para Rai, ya que volvía a pensar de pronto en la manera de darle la noticia a la mayor presente.

—¿Qué tal el trabajo? —Hablando de la reina de Roma, Ritsuko llegó al mismo tiempo a la barra. Estaba desocupada, su cliente acababa de retirarse, así que tenía tiempo para platicar lo que no habían hecho en toda la jornada.

—B-Bien... Si, bien —contestó nerviosa al verle. Fue tan involuntario que se regañó al instante.

—¿Te sucede algo? —Fue imposible que la otra dejara ir ese comportamiento tan extraño. Levantó una de sus cejas en señal de duda y le miró fijamente, pero de nueva cuenta Rai hizo algo extraño al voltearle la mirada—. ¡Ah, ya lo sé! —añadió.

—¿Qué? ¿Cómo que ya lo sabes? —inquirió sorprendida la universitaria. Era imposible que lo supiera, como había dicho, sin embargo, dudó.

—Estás triste porque Dazai-san no ha venido el día de hoy —respondió, entonces sonrió contenta y asintió un par de veces convencida.

Logró hacer que Rai suspirara con alivio, pues no se sentía lista para darle la noticia del evento. Que lo confundiera había sido una suerte, aunque a fin de cuentas, no era mucha de esta si repetía las palabras en su cabeza.

—Uh, no es eso. —Así que no le quedó de otra más que negarlo. Tendría que inventarse algo por el momento.

—¡A mi no me engañas, Rai-chan! —Colocó una de sus manos en su hombro y la menor miró esta con duda—. He visto la manera en que ustedes conversan y en como que se miran.

La que esperaba el pedido no supo que pensar después de ello. Se quedó en silencio, absteniéndose de decirle que estaba equivocada. Posiblemente tuviera razón hablando del hombre, ya lo aceptaba, pero ella seguía sin estar interesada en el tema del cortejo.
Si, se había dado cuenta que Dazai no había llegado a la hora en que hizo por esa semana, pero pensar en la razón de ello no le interesaba teniendo mejores cosas que procesar, como por ejemplo, que en la llamada con su madre, esta había dicho algo que por el tema del dinero dejó de lado: "Volverás a Miyazaki"... La mujer estaba segura que su hija volvería, pero para ser sinceros, Rai no quería volver a su natal cuidad, sino quedarse en los suburbios y cumplir su sueño de trabajar en el extranjero.

—Ritsuko... Deja eso por la paz... —Iba a refutarle, pero la mesera le interrumpió cuando su mirada cayó en la entrada y se vió emocionada.

—¡Ya llegó, ve a atenderlo, yo me encargo de la mesa dos! —avisó y le tomó la libreta de pedidos para cambiarla sin preguntar.

Rai ya pensaba que se había salvado de ver al castaño por ese día, cuando al parecer, solo había cambiado su horario llegando más tarde.

—No, atiendelo tú si tanto quieres... —Trató de quitarle la libreta a una sonriente Ritsuko, salvo que cuando la misma se quedó quieta y arrugó el gesto, Rai lo encontró demasiado raro.

—¿Ahora qué te pasa? —cuestionó alzando la mirada para ver al mismo lugar que ella, quedando con el mismo semblante cuando miró al mayor sentarse en la misma mesa de siempre.

—¿Quién es ella? —Con un sentimiento indescifrable, Ritsuko preguntó al aire haciendo a Rai negar sin saber que contestar casi al instante.

Les miraron con una extraña mueca de confusión aún de pie en sus mismos lugares. Los recién llegados se sentaron frente a frente, luego el hombre preguntó algo y la fémina asintió con ganas y una sonrisa deslumbrante. Observaron todo, hasta que Dazai de pronto miró hacia su lugar al sentirse observado, y cuando les encontró, su rostro hizo un gesto inocente de cejas levantadas y ojos abiertos un poco más de lo normal, sin embargo, no le duró mucho, porque al instante les mostró una linda sonrisa de orbes entrecerrados.

—¡Nos vio! —Ritsuko se alarmó.

Las meseras, al instante levantaron los hombros temblorosos y se dieron la media vuelta, pues era una vergüenza que les hubieran descubierto de aquella manera.

—Creo que... mejor lo atiendes tú. —Rai nerviosa, le pasó el problema como una papa caliente.

—Yo paso como siempre. —Moviendo la muñeca de una lado a otro cuando la levantó cerca de su rostro, Ritsuko se negó—. Además, ustedes se conocen mejor y puedes preguntarle acerca de su acompañante... Luego vienes y me dices. —Rió nerviosa después. No podía dejar ir aquella novedad.

—Eso sería muy grosero de mi parte —negó con el mismo movimiento de mano que la otra—. Pero alguien tiene que atenderlos o también sería grosero hacerlos esperar más. —No quería admitirlo, Rai también estaba interesada en el nuevo personaje.

Tomando las cartas que estaban a la mano en la barra, se dió la media vuelta una vez más y avanzó hasta la mesa, aunque sin ver en su dirección y pensando en la manera de cómo hacer que su actitud nerviosa cambiara o que no se notara para no incómodarlos. Al final de cuentas, cuando estuvo del otro lado del pasillo, por fin miró la espalda de Dazai sentado y el rostro de su acompañante, que también le miró enseguida cuando le reconoció como una trabajadora del lugar.

—Buenas tardes, bienvenidos al Yellow Cake's, —les saludó sonriendo fingida. No sabía como comportarse, todos esos días que le recibió solo le llamó simplemente por su nombre y le atendía con confianza, pero ahora... —. Aquí tiene el menú, les daré el tiempo que necesiten para escoger.

—Yo pediré la crepa de fresas y el café de siempre, por favor —al decir, sonó extrañado, posiblemente de su comportamiento, pues incluso Rai no le dió la mirada, sino que se apresuró a sacar su libreta y escribir el pedido cuando nunca lo había hecho.

—Yo, no lo sé aún —habló por fin su acompañante. Curiosa, se escondió detrás del menú para leer—. Mi mamá no me deja comer este tipo de dulces. Dice que tienen mucha azúcar y que podría enfermarme —soltó con naturalidad, haciendo al mayor sonreír con pena que Rai pudo notar.

—Bueno, no es necesario que esperes, Fujiwara-san, puedes atender tu trabajo con normalidad —añadió el castaño, pero la mesera de nueva cuenta no le miró.

Con su atención y un poco intensidad, Dazai le encontró mirando a la fémina, que poco después de decir, bajó el menú sobre la mesa y miró de igual forma a la mesera.

—¿Fujiwara-san? ¡Ah, Rai-san! —Y de pronto exclamó con una sonrisa enorme haciendo el momento en demasía extraño para la mencionada.

<<Ese cabello alborotado, esos ojos... ese color de piel... esa manera de decir que todo le enfermaría... Imposible >>. No se pregunta lo que se ve, fue lo que pensó después de aquellas comparaciones, no obstante, sacar conclusiones apresuradas era lo peor que podía hacer en un momento como ese, así que solo sonrió.

—Si, soy y-yo... —se trabó un poco cuando quiso decir la última palabra, pero de igual manera, tuvo que hacerlo—: Pequeña.

Eran tan bajita y sonreía tanto, que le fue imposible no sonreírle de la misma forma. Llevaba un vestido colorido y unos zapatitos demasiado lindos que no podías verlos sin halagarlos, con ello, la nena se veía más que adorable.

—Mi nombre es Tsushima Satoko, pero no tienes que decir el tuyo porque ya lo sé, mi padre me lo dijo y me ha hablado mucho de ti. ¡Tengo una memoria sorprendente, verás! —presumió al final colocando sus manitas sobre la mesa. 

<<Satoko... ¿Tsushima? >>, fue todo lo que la mesera rescató de su presentación tan vivaz.

—¿Tú padre? —cuestionó como una tonta y la niña castaña señaló frente a ella mientras asentía. Entendiendo algo, pero muy poco, aún no era tiempo de ver al mayor, así que continuó—. ¿Tsushima? —Y aunque esa cuestión sonó más segura, la misma aún señalando, torció el gesto cerrando uno de sus ojos como manía.

—Tsushima Shūji, ¿no te lo dijo? —terminó por contestar con inocencia.

Entonces, con una risa suave, Rai lentamente volteó su rostro hasta el acusado, quien miraba por la ventana, y poco después, con el semblante nervioso, también le miró. Ella incluso pensó que le diría algo como: ay, que cosas, ¿no?

<<¡Me mintió! ¡Me mintió! El muy descarado me mintió al decirme su nombre... ¡Y para acabar tiene una hija! >>. Molesta, pero molesta injustificadamente, decidió guardar silencio y seguir el "juego".

—Ah, sí, es que la verdad a diferencia de ti, Satoko-chan, yo no tengo una buena memoria y suelo confundir los nombres. Casi llamo a tu padre Dazai-san, que cosas, ¿no? —bromeó haciendo a la menor reír, pues no se dió cuenta que en realidad era sarcasmo.

—¿Escuchaste, papá? Rai-san casi te llama Dazai-san. —al decir la infante, los dos se echaron a reír con nerviosismo, y cuando se miraron sin que ella se diera cuenta, Osamu parecía estar implorando clemencia y Rai decía que no se la daría.

Los hombres mentirosos, no entraban en la lista de nadie.

¡Buenas! Honestamente, ¿esperaban esto? Si no, que bueno, porque es la mayor sopresa de la historia que tengo para ustedes, jsjsjs.

¡Gracias por leer!

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