Juu Shi | 14.
Es un educado asistente, la cama de un desconocido y la niña que come cereal.
Siguieron avanzando hasta el final del pasillo, en donde un gigante ventanal daba una buena vista de la cuidad, no obstante, antes, Dazai se detuvo en la última puerta, sacó una tarjeta y la utilizó para después abrirla dándole primero a ella el pase.
—¿Fue hasta la otra cuidad, jefe? —sarcastico, alguien soltó un comentario.
Rai observó al dueño de aquella voz solo al dar unos cuantos pasos dentro del lugar, pues para comenzar, tuvo que quitarse los zapatos en el corto corredor de paredes blancas. El muchacho peli-naranja de traje azul se encontraba recargado a la espalda del sofá en aquella sala tan espaciosa, que era difícil creer que los lugares dentro del edificio eran de ese tipo.
—Buenos días —saludó ella cuando el oji-azul la observó con seriedad.
—Buenos días. —No le tomó mucho sonreír levemente, por lo que la mesera se quedó quieta sin saber que hacer—. Mi nombre es Nakahara Chuuya, soy el asistente de Dazai-san. Mucho gusto —se presentó con una leve reverencia.
La muchacha no iba a mentirse a sí misma, enseguida el peculiar aspecto del muchacho, que no parecía mayor a ella, le llamó la atención. Era bajo en estatura, eso si, pero era muy apuesto con ese cabello corto. Pensó enseguida que un sombrero elegante le haría ver aún mejor.
—Igualmente, mucho gusto, Nakahara-san. Mi nombre es Fujiwara Rai —Ella también hizo una reverencia al presentarse.
—Dame cinco minutos para mostrarle un poco el lugar —pidió el mayor al alcanzarles.
—Por supuesto, lo esperaré entonces en el estacionamiento —dijo y comenzó a caminar hacia la salida, antes bien, cuando encontró a Rai de frente, se detuvo un momento—. Con su permiso, Fujiwara-san —Y así, al despedirse, salió por la puerta segundos después.
—Que educado... —comentó ella sin darse cuenta con la mirada todavía sobre la puerta de entrada.
Dazai le escuchó, y a pesar de que había comenzado a adentrarse en su casa, se detuvo por un momento para verla distraída con su empleado.
—Así es Chuuya, tiene tú edad, pero siempre es respetuoso y un gran asistente. Gracias a él, mi trabajo ha disminuido notablemente. Ahora que se ha graduado y no es un pasante, planeo instruirlo para que tome pie de algunos negocios que están bajo mi cargo —informó con satisfacción, después de todo, si cumplía, su jornada laboral se reduciría y tendría tiempo libre para cuando su hija lo visitara de nueva cuenta.
—Tiene mi edad y ya encontró un buen trabajo —dijo un tanto desilucionada al oírlo. Miró el suelo mientras se quitaba la gabardina.
No encontró una buena razón para justificarlo, sin embargo, de repente se sintió atascada. Quería cumplir su sueño, no faltaba nada para que le entregaran su título, pero ahora que lo pensaba, no sabía por donde comenzar exactamente, incluso, escuchando a sus compañeros se enteró que algunos tenían un futuro asegurado, y ella, bueno... ella era una chica foránea con notas arriba del promedio que no destacaba.
—Si, aunque me preocupa. Está yendo por donde mismo que yo en mi juventud, con la diferencia de que no tiene pareja —contó preocupado recibiendo la prenda que ella le extendió sin más.
—Él... tiene claros sus objetivos —susurró, para después darle por fin la cara.
<<Está recorriendo el sendero que yo quiero recorrer. Espero no quedarme atrás... >>, se pensó melancólica. Ser consciente de su futuro inevitablemente le hacía también escuchar de nuevo las palabras de su madre acerca de volver a Miyazaki.
—Bueno, ven por aquí, te mostraré el lugar antes de irme. —Le sacó de su burbuja y avanzó nuevamente.
Tal como dijo, se encargó de darle el recorrido de "bienvenida". El apartamento era muy grande, contaba con la sala de antes, una cocina con comedor, dos habitaciones completas y un baño para visitantes; con todo eso, la incomodidad de Rai aumentó a niveles descomunales al no estar acostumbrada ni siquiera a la decoración tan lujosa, en realidad los únicos colores que tenía el lugar eran blanco y negro, a excepción de la segunda habitación.
—La decoré para Satoko, pero ella insiste en dormir conmigo —dijo apenado cuando le echaron el ojo desde la puerta.
—Realmente es muy linda —Rai comentó al ver las paredes pintadas de rosa pastel y la cama con dosel de cortinas blancas que parecía la de una princesa. También tenía muchos juguetes, entre otras cosas para adorno.
—Si, espero que la use por lo menos una vez —Levantó los hombros y suspiró—. Bueno, ya te he mostrado todo, ahora vayamos a mi habitación, allí está ella.
Comenzó a caminar de nuevo, ella tuvo que cerrar la puerta de aquel pasillo con cuidado, luego le siguió hasta el fondo y miró como entraba a su habitación, por lo que se apresuró siendo cuidadosa. Al entrar, pudo darse cuenta que la decoración no era diferente a la de todo el lugar, había una cama matrimonial en medio, dos muebles con lámparas a los lados, una televisión pegada en la pared contraria con un mueble que se extendía hacia los lados. Había una puerta como en la otra estancia que era el baño y un armario de pared.
A Rai le pareció que nadie vivía allí de lo ordenado que estaba todo, lo único que hacía diferencia era el bultito cubierto de sábanas sobre la cama.
—Puedes dormir con ella hasta que despierte, seguro aún tienes mucho sueño. —Le sorprendió de pronto el hecho de que sin darse cuenta, él había ido a abrir su armario, de donde sacó una cobija que colocó en la cama—. Puedes cubrirte con esta, ya que no parece que ella quiera compartir —susurró con gracia, pues no quería despertar a su hija.
<<Voy... Voy a dormir en su habitación. ¡En su cama! ¿¡Eso está bien!? >>, exclamó alterada en su cabeza, pero aquello no parecía ser una broma; no, viendo como él le invitaba a acercarse.
—Ahora te dejo, cualquier situación puedes llamarme, mi número está junto al teléfono de la sala. Vendré corriendo si es necesario —prometió.
—Por supuesto, pero no se preocupe, haré un buen trabajo. —Se sentó en la cama con nerviosismo y después de sonreírse mutuamente, Dazai se alejó hasta la puerta y terminó despareciendo cuando cerró tras de sí.
Rai se quedó entonces a lado de una Satoko en sueño profundo.
<<Hacer esto es más difícil de lo que creí. Simplemente no puedo sentirme cómoda en estos lugares, además mi hombro duele >>, se quejó, no obstante, había aceptado ya el trato, no podía irse y dejar a la niña a su suerte, eso ni siquiera pudo pensarlo.
Con cuidado, se quitó el bolso de correa y lo puso encima del mueble junto a la lámpara, luego, con vacilación comenzó a recostarse en la cama de poco a poco teniendo cuidado. Cuando su cabeza estuvo en la mullida almohada, un perfume varonil le llegó e intentó sin éxito levantarse por la vergüenza, así que se quedó allí viendo el techo sin saber que había hecho para merecer aquello.
Al final pudo quedarse dormida por unas horas, descansó olvidándose de sus problemas y situación, sin embargo, cuando comenzó a despertar lo primero que hizo fue entrar en pánico al sentirse desorientada en una cama que no era la suya, de hecho, ella dormía en un futón, así que la sensación era totalmente diferente, mucho más cómoda.
Tocó con su brazo todo lo que estuvo a su alcance estando posicionada verticalmente, después abrió los ojos para darse cuenta que estaba cubierta en su totalidad por la manta que el mayor le había prestado por la madrugada. El sonido de la televisión llegaba a sus oídos con lo que al parecer era una caricatura, así que con cuidado se descubrió, encontrando justo a su lado, a una Satoko sentada y recargada en la cabecera de la cama; tenía apoyado en la superficie un tazón de cereal y comía mientras reía con la vista hacia el frente.
—¡Oh, despertaste! Que alegría —habló la menor cuando le puso la mirada encima, también sonrió con inocencia, haciendo que la otra se sentara enseguida sobre la cama, pero vaya error, porque tuvo que tomarse el hombro justo después—. ¿Estás bien? Papá dijo que estabas lastimada —cuestionó luego.
—Si, estoy bien, solo es mi hombro. No debes preocuparte —dió la respuesta enseguida mientras seguía sobando por encima de su ropa esa parte.
La niña no agregó otra palabra, solo seguía viéndole con el semblante triste. Una vez se le pasó el dolor a Rai, le miró con confusión para luego recordar el motivo de su visita.
—Oh, no, estas comiendo cereal, ¿qué hora es? Debí darte lo que tu papá dejó para ti en la cocina —se lamentó. Unas horas, y ya había incumplido con su palabra, se pensó.
—El cereal también es buen desayuno, pero ya que papá me pidió ser una buena niña, también puedo comer lo que dejó —ofreció sin problema. ¡Qué gran solución!
—Eso estaría bien —respondió buscando su bolsa en el mueble donde la había dejado. Cuando la sostuvo contra su pecho y mano en reposo, con la otra obtuvo su celular—. Ya son las 11:00 AM, además tengo diez llamadas perdidas de Ritsuko... ¿Qué demonios? —susurró lo último para que la menor no lo escuchara.
Lo peor de todo era que no eran diez solamente, sino otras tantas de sus demás compañeros y cerca de treinta mensajes de texto.
—Llamaré a una amiga, termina tu cereal y ve a la cocina, ¿bien? —hizo saber poniéndose de pie.
—¡Bien, bien! —aceptó contenta la menor.
De esta manera, Rai abandonó la habitación de Dazai y caminó presionando el contacto de la mesera mayor, luego se llevó el móvil al oído y siguió hasta la sala, en donde encontró una ventana cubierta por cortinas negras. Sin más se acercó, corrió la tela y observó el bonito paisaje después de acostumbrarse a la luz del sol.
—¡Rai-chan! ¿¡Por qué no contestas el teléfono!? ¡Para eso es! ¿¡Dónde estás!? ¡Atsushi y yo fuimos está mañana a visitarte y nada! ¿¡Por qué no nos avisas!? —Fue bombardeada con esas y mil preguntas más.
No iba a contestar hasta que ella se detuviera, y afortunadamente, después de otras diez preguntas, demandó respuesta con su silencio inquieto.
—Lo siento, acabo de despertar —se disculpó de primeras, pues entendía, había sido su error que todos se preocuparan tanto—. Estoy bien, Ritsuko, estoy en la casa de Dazai-san...
Error número uno. Ni siquiera pudo terminar su oración al decir aquello, enseguida la mayor le interrumpió.
—¿¡Qué haces ahí!?... Espera, espera... ¿No me digas?... ¡Tan rápido! —Malinterpretó la información como se esperaba, haciendo que la incapacitada se sonrojara de inmediato.
—¡No, no pasó nada de lo que te estés imaginando! —reprochó enseguida—. Solo estoy cuidando a su hija, de hecho lo estaré haciendo toda la semana.
—Ah, menos mal. Te desconocí por un momento... —Rai pudo escuchar como se pasaba una mano por la frente para limpiarse el sudor imaginario—. Pero explícame cómo acabaste siendo niñera, tenías que descansar, señorita.
Como le pedía una explicación y no había un trasfondo secreto en todo eso, comenzó a contarle acerca de la llamada que le había hecho el hombre de negocios la tarde del día anterior, por supuesto, dejando de lado que necesitaba el dinero para llevarle a ella al evento de graduación. Posiblemente, le contaba todo cuando la fecha hubiera pasado, entonces no recibiría comentarios de no era necesario o podríamos haber encontrado una solución diferente.
—Bueno, por lo menos te agrada la pequeña, además, yo creo que fue una buena idea aceptar, con eso de que no te gusta estar todo el día metida en tu casa ahora que no vas a la escuela —argumentó de buena gana convenciendo a su receptora.
—Si, si, pero hablemos de otro asunto importante que me gustaría tomar—comenzó con algo de misterio, que incluso la muchacha del otro lado de la línea no supo adivinar que era—. Ya puedes ir escogiendo que vas a ponerte para la cena-baile. Es el viernes por la noche.
Tenía tantas ganas de decirlo, y ahora que todo parecía ser seguro teniendo a alguien en quien confiar para cumplir su promesa, no se lo pudo guardar.
Lo siguiente que escuchó a través de la línea, fueron los gritos emocionados de la mesera. Ritsuko estaba preocupada por lo que se iba a poner y al mismo tiempo prometía que no le dejaría en vergüenza con sus compañeros, aún si tenía que quedarse en silencio todo el evento.
—Gracias, Rai. Voy a disfrutarlo como no tienes idea.
Olvidé algo muy importante, el hombro que se lastimó Rai es el izquierdo.
Les dejó a mi poderosísimo Soukoku :)
¡Gracias por leer!
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