Juu san | 13.
Un trato justo, el clima helado y la gentileza que cura corazones.
—Dazai-san, ¿necesita algo llamando tan tarde? —Le echó en cara la hora sin darse cuenta—. Además, ¿quién le dió mi número de teléfono? —añadió un poco molesta.
—Fui a verte hoy y me dijeron lo que pasó. Como necesito pedirte un urgente favor, le pedí a tu amiga Ishinomori-san que me lo diera —confesó enseguida.
De alguna manera, Rai subió la mirada hacia arriba pudiendo visualizar en una nube rosa, a una adorable Ritsuko emocionada al darle el número por teléfono. Seguro, aún después de sus palabras, la mayor tenía la esperanza intacta con el hombre de negocios perfecto para su mejor amiga.
—¿Y qué es eso? —preguntó siendo lo más tolerante posible. Tampoco podía ser mal educada y decirle que no al instante, solo iba a escucharle y luego a rechazarle con cualquier pretexto sin importar que fuera.
—Yo... Verás... —se demoró bastante a través de la línea, hasta que—: No encuentro una niñera para Satoko.
—Voy a colgar. —Recibió a cambio enseguida.
—¡No, no, por favor! —suplicó sin perder tiempo—. Espera un poco, escúchame, te prometo que tengo una buena justificación.
Para la muchacha, nada bueno podría venir de esa "justificación" de la que hablaba, porque solo al decir Satoko, Yuji venía automáticamente a su mente; sobre todo esa escena en el aeropuerto antes de irse de Miyazaki, pues la pequeña había llorado mucho al despedirla.
—No habla enserio, ¿cierto? No porque este incapacitada puedo hacer lo que me dé la gana —demandó respuesta, deseando que le dijera que, en efecto, no hablaba enserio.
—Estoy hablando muy enserio, y lo siento mucho, te juro que ya no deseaba incordiarte, pero de verdad necesito tú ayuda otra vez —soltó, a diferencia de lo que ella quería escuchar.
La línea se quedó en silencio después de sus palabras, y mientras ella se colocaba el móvil justo en la frente, él continuó:
—Debí haber recibido la semana pasada a Satoko, ya que pude obtener unos días libres de mi trabajo, pero Hatsuyo no la envió creyendo que estaba bromeando con lo de las acciones legales. Ese domingo ella se reunió conmigo para reclamarme como ya te había dicho, y al saber que no estaba jugando, entonces le envió; sin embargo, ahora tengo que ir a trabajar.
Así que estaba de "vacaciones", concluyó Rai, por ello, estuvo yendo todos los días al local y trabajando desde ahí. Una vez más, volvía a pensar en el malentendido del cortejo.
—Y creeme, estuve todo el santo día intentando conseguir a alguien quien pudiera cuidarla, pero aunque no lo creas, Satoko es quisquillosa como su madre y ha rechazado a todos, luego se le ocurrió la grandiosa idea de que fueras tú quien viniera y desde entonces se ha negado incluso a comer. —Nuevamente se escuchaba desesperado—. Fujiwara-san, por favor.
Cabía destacar que debido a la molestia de su hombro y el enojo de no poder llevar a cabo el plan de las propinas, la mesera incapacitada había comenzado la llamada con los hombros y las cejas arriba, salvo que entre más hablaba el hombre, estas caían como su voluntad, hasta que llegó el punto en que estuvieron totalmente caídos y a la par en que soltaba un suspiro.
—No puedo —negó después—. Aunque me vea hacer animales de papel para los niños y escuchar que cuidé a mi sobrina desde pequeña, sigue siendo imposible. Dazai-san, no sé ni siquiera cocinar un huevo, además, con mi hombro en reposo soy más bien un peligro para su hija —dijo avergonzada, pero si él desistía con esa realidad, bien por la vergüenza.
—No necesitas cocinar, será suficiente con que la acompañes en el día. Yo me encargaré del desayuno y por la tarde haré que les lleven comida de alguna parte. —Entusiasmado de convencerla, hizo saber.
Rai, de manera natural, tomó el teléfono en su mano con fuerza y comenzó a golpearse la frente con él.
Era evidente que estaba a punto de perder la paciencia, y pobre del hombre, ya que le tomó en un momento bastante susceptible para comportarse como una mala persona.
El siguió hablando, intentando hacer que ella cediera, pero sorda y molesta no entendió nada, o no, hasta que mencionó algo que le atrajo como jugador al juego:
—... ¡Te pagaré! —dijo las palabras mágicas, y en realidad lo parecieron, ya que Rai colocó nuevamente la bocina en su oído—. La última vez dije que iba a recompensarte y aún no lo he hecho, supongo que ya no querrás aceptar nada. Así que está vez es un trato: cuidas a Satoko y yo te pago por día.
Sabiendo que la señorita destestaba las compensaciones, fue muy inteligente de su parte poner el tema en esas condiciones, ya que aunque no le estaba viendo, ella comenzó a vacilar.
¡Allí estaba! La gran oportunidad de llevar a Ritsuko al evento de graduación. No podía dejarla pasar, parecía incluso un milagro, no obstante, lo que antes había advertido sobre ser un "peligro" para Satoko, no era del todo mentira, así que aceptar estaba fuera de sus principios morales.
<<Es imposible que pueda cuidar de ella con este brazo, pero también quiero llevar a Ritsuko al evento... ¿Qué hago? ¿Qué debería hacer? >>, se torturó con esos pensamientos.
—Bien —aceptó repentinamente, aunque iba a dejar las cosas en claro—. Pero antes debe saber algo y no quiero que haya malentendidos.
>>Acepto, porque necesito el dinero para llevar a Ritsuko a la cena-baile de mi graduación el viernes por la noche, con ello debe entender que no podré cuidar a Satoko-chan por la mañana de ese mismo día, ya que es la ceremonia. Acerca del cuidado, también me gustaría hacerle saber que no podré hacer un buen trabajo, aún así, usted.... ¿Está de acuerdo? —cuestionó con seriedad al final.
—Totalmente de acuerdo, Fujiwara-san. Sé que lo harás bien. Confío en tí.
A las 5:30 de la madrugada siguiente, Rai se encontraba sentada en el sofá de la salita de su hogar; frente a ella en la mesita ratonera le acompañaba una taza de café que no había probado, pues esperaba a alguien con los ojos entrecerrados y cabeceando de manera frecuente.
Se había levantado apenas media hora antes y con esfuerzos sacados de donde no supo exactamente, se metió a la ducha, tuviendo que soportar el dolor de su hombro desprotegido, y es que lo más difícil era cambiarse la ropa, por ello, a pesar de que el clima estaba frío, se dejó un suéter manejable.
—Las 5:32... Ya está retrasado con dos minutos —se quejó al ver la hora en su móvil, para después, rendida por el sueño, dejar caer la cabeza sobre lo acolchonado del sofá.
Después de que los dos hicieran el trato en donde ella tendría que cuidar de Satoko por la semana, quedaron en que Dazai le recogería en su casa a esa misma hora, aunque por supuesto que Rai se había negado como siempre diciendo que no tenía por que molestarse, que ella podría llegar sola si solo le hubiera dado la dirección, pero el otro insistió en que era una mejor idea, considerando que tenía el hombro dislocado y aún en taxi, sería difícil. Por sobre todo, la casa del hombre no era la más cercana al barrio de la mesera.
Segundos después, el teléfono le comenzó a sonar en las manos, y asustada lo lanzó hacia arriba involuntariamente. Bueno, eso por lo menos le había puesto alerta haciendo que intentara atraparlo con su mano buena, aunque en vano terminó estrellándose contra su rostro y luego se resbaló hasta su regazo.
—Bueno —contestó por fin.
—Buenos días, ya estoy afuera de tu casa —aviso el hombre de negocios con un aura tan gentil, que se preguntó enseguida que tanta tenía, si ella incluso la había sentido por el teléfono.
Después de decirle que estaría abajo pronto, tomó un pequeño bolso con algunas de sus pertenencias dentro y se lo colgó solo en un brazo, y antes de abandonar su casa, al ver el café ya helado, no pudo evitar correr hacia él para darle un buen trago. Terminó saliendo con prisa y cerrando bien la puerta, luego bajó las escaleras para encontrarse con el auto aparcado en la acera y un Dazai en gabardina abierta de color negro, debajo solo llevaba una camisa de vestir azul marino y una corbata negra.
—Buenos días —saludó por segunda vez. Al parecer, a Dazai le gustaban las madrugadas, porque no se veía en mal estado, sino todo lo contrario, radiante podría ser su sinónimo.
—Buenos días —le devolvió el saludo, aunque por dentro, sentía el arrebato de contestarle un: ¿qué tienen de buenos?
—Sube y ten cuidado con tu brazo —dijo al mismo tiempo en que abría la puerta del copiloto y le dejaba pasar.
Rai se apresuró, puesto que hacía frío. Al principio pensó que solo era dentro de su hogar sin calefacción, pero se había equivocado. Lamentablemente, aunque hubiera querido no podía ponerse un abrigo grande, así que cuando se acomodó en el asiento del copiloto involuntariamente se hizo bolita.
—Pensé que traería a Satoko-chan con usted —habló cuando lo notó y le observó encender el auto.
—Le dejé dormida en casa —respondió haciendo que ella abriera bien los ojos, antes bien, se apresuró a continuar—. Hace mucho frío para sacarla de madrugada, además, mi asistente está con ella. Él es mi vecino.
—Entiendo, pero por un momento pensé que le había dejado sola —hizo saber dirigiendo su mirada a la ventana.
—Por mucho que el edificio sea seguro, igual no me atrevería —comentó con la vista en la calle un tanto vacía por la hora.
No pasó mucho para cuando se quedaron en silencio, después de todo no tenían temas en común para conversar, o por lo menos no en ese momento, sin embargo, la ahora niñera estaba agradecida de no sentirse incómoda, de hecho, fue todo lo contrario; la música de la radio estaba bajita y la calefacción le ayudó a relajar los músculos tensos, disminuyendo así el dolor del hombro. Rai quería, como se habria de imaginar, ver el camino que estaban haciendo para aprenderlo, no obstante, cuando menos lo notó se quedó dormida en el asiento.
Dazai notó que por el momento ella no estaba presente, pero no le pareció raro, ya que aunque fuera poco el tiempo le había tomado la medida y sabía que algo como eso podría suceder. Así que no la despertó, solo que en un semáforo en rojo, tuvo el tiempo de quitarse la gabardina y ponérsela encima, observando como casi al instante, aún dormida, la joven sonreía y relajaba el rostro.
—Eres como una niña —mencionó aquello solo para él y siguió conduciendo directo a su hogar.
Recorriendo entonces la cuidad de extremo a extremo, tuvo que llegar el momento en que arribaran al edificio que había mencionado antes. Estacionó el auto de nueva cuenta en el subterráneo y apagó el motor.
—Fujiwara-san... —llamó entonces para despertarle—. Fujiwara-san... Ya llegamos —avisó despacio cuando le miró abrir los ojos lentamente.
—Me quedé... dormida —soltó despegando la espalda del asiento, y luego abrió bien los ojos cuando cayó en cuenta—. Oh, no, ahora como voy a saber el camino —se regañó haciendo reír al mayor.
—No te preocupes por eso ahora. Vamos, podrás seguir durmiendo en un momento —prometió con una leve sonrisa y se volteó para abrir la puerta de su lado y bajar.
Rai intentó hacer lo mismo, soprendiéndose al instante por la prenda encima de ella. Le miró la espalda al mayor y le encontró solo en camisa de vestir, por lo que alarmada, se apresuró a bajar del auto para ir hasta él y extenderle su gabardina.
—Tenga, no debió, pero muchas gracias —dijo apenada cuando lo encontró de frente.
—No es nada. —Restándole importancia, le tomó la prenda, sin embargo, pronto la extendió y se la colocó en los hombros sin que ella pudiera hacer algo para evitarlo, de hecho, de la impresión por tenerlo demasiado cerca, se quedó congelada y sus mejillas se sonrojaron aún más—. Todavía hace frío. Quédatela hasta que lleguemos al apartamento.
—S-Si —trabó al contestar. Ni siquiera podía verle a la cara por lo avergonzada que estaba de su acción tan caballerosa.
Entonces, el castaño comenzó a caminar hasta el elevador en el estacionamiento, pues el edificio en que vivía era por mucho lo más lujoso que había visto Rai hasta ese día. Incluso dentro de las cuatro paredes y avanzando hacia arriba, ella no podía dejar de pensar en donde demonios estaba. Sin embargo, eso no fue todo, ya que al arribar al piso trece, un enorme corredor se extendía a su incrédulo mirar cuando las puertas del elevador se abrieron.
<<Esto es por Ritsuko y Satoko. No sucederá nada malo >>, se convenció siguiéndole el paso al hombre. Si de algo estaba segura, era que ese lugar le estaba intimidando bastante y no quería estar más tiempo allí. Rai tenía un problema con los lugares desconocidos, pero no era en sí solo ello, sino más bien las cosas o situaciones que no podía controlar, aunque de algún modo, siempre trataba de adaptarse rápido y lo lograba.
Siguieron avanzando hasta el final del pasillo, en donde un gigante ventanal daba una buena vista de la cuidad, no obstante, antes, Dazai se detuvo en la última puerta, sacó una tarjeta y la utilizó para después abrirla, dándole primero a ella el pase.
—¿Fue hasta la otra cuidad, jefe? —sarcastico, alguien soltó un comentario.
¡ahhh, ya perdí la cuenta de que fotos de Dazai he utilizado! Si se repiten solo admirenlas, porfas jsjsjsj.
Ahora les dejo a Kenji. ¡Gracias por leer!
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