Juu ni | 12.

Un accidente, fallo de estrategia y la llamada del mal.

De camino al trabajo ese domingo nublado, Rai estuvo pensando seriamente en todo lo sucedido en apenas una semana, haciendo así que todo pensamiento acerca de Dazai Osamu, le avergonzara. No iba a cansarse de decirlo: Ritsuko tuvo toda la culpa del malentendido que se generó con el hombre de negocios.

¡Y vaya que fue un enorme mal entendido!

La menor siempre tuvo la razón en decir que él era de esa manera tan amable y educado, porque en verdad lo era. Dazai estuvo asistiendo al Yellow Cake's con el único fin de trabajar en un ambiente cómodo y con mucho café que lo permitiera, mientras pudo hacerlo. Aunque también era cierto que no mentía al decir que el personal le había atraído hasta la repostería, pero no tenía esto nada que ver con cortejar a una de las meseras.
Ahora, se sabía, tenía una hija y una ex-esposa en demasía exigente.

Dado por sentado el caso y olvidando la semana de infierno que tuvo que pasar, debido a los pensamientos del mayor provocados por su amiga, habría entonces que enterrar la situación en el fondo del océano y seguir con su vida, salvo que el recuerdo y la vergüenza se quedarían para siempre, haciéndole ver lo influenciable que era su voluntad su alguien insistía de más. Por lo menos, tenía una cosa menos en que pensar, sin embargo, el tema de la recepción de la cena-baile y las palabras de su madre acerca de volver a Miyazaki, aún estaban presentes en la lista de "cosas por hacer".

<<Tengo que decirle a Ritsuko, no puedo dejarlo para más tarde >>, se obligó a no posponer la fecha del anuncio, ya que entre más tiempo pasara, más difícil sería hablarle con la verdad.

Aunque por otra parte, seguía pensando en diferentes maneras de cumplir su prematura palabra. Se decía optimista, tendría que haber una forma de conseguir el dinero para la recepción aunque fuera, ya la vestimenta era lo de menos.

—¡Las propinas! —exclamó emocionada en plena calle del centro. No se dió cuenta que las personas a su alrededor se habían asustado un poco por su repentino movimiento sin aparente razón para ellos.

Durante la semana de quincena, solía obtener buenas cifras con las propinas que los clientes dejaban por su amable servicio, así que si las administraba con seriedad desde ese mismo día, posiblemente alcanzaría a recolectar el dinero necesario para la recepción de dos personas, además, recordó que iba a pedir su horario de tiempo completo. Se había ahogado tanto en sus problemas, que lo había dejado de lado; ahora lo único que necesitaba, era mantener a la mayor distraída de la fecha y los detalles. No sabía cómo lo haría, pero estaba segura que algo se le ocurriría en el proceso.

Así entonces, giro la manija de la puerta en el callejón y empujó feliz de saber que tenía un buen plan, lo único que no vió venir, fue que cuando entró a la estancia se encontró con el gerente que había prometido ir ese mismo día, y Ritsuko, que hablaba de algo, pero cuando escuchó el ruido de su llegada, se mantuvo en silencio hasta que se acercó a saludar.

Más tarde, saliendo de la charla con el encargado del local, se preparó enseguida para comenzar a trabajar. Se colocó los patines, la camisa, el mandil y se recogió el cabello de manera ordenada. Entonces, salió por la puerta de empleados dentro del restaurante, y nada más avanzó un poco, la mesera mayor patinó hasta ella con una charola en mano y con el rostro preocupado.

—Lo siento, Rai. Lamento haberme comportado como lo hice la semana anterior —se disculpó enseguida. Por ello llevaba ese semblante—. Te prometo que no te volveré a molestar con el tema de Dazai-san —añadió arrepentida.

Antes de contestarle, Rai suspiró viendo el estado del local, encontrando que no había muchos comensales, por lo que podían darse al menos cinco minutos para resolver sus asuntos, así que le miró del vuelta y negó sonriendo levemente para que dejara de preocuparse en vano. Ella también tendría que discúlparse por haberse comportado de manera rara en el vestidor.

—Esta bien, Ritsuko, también te pido perdón, me parece que exageré un poco la situación aún cuando no estaba interesada en Dazai-san —explicó apenada y tenía razón, se tomó todo tan enserio, pero ahora había llegado el momento ese que nunca falta cuando te ries de los errores que has cometido.

—Es que estaba tan entusiasmada, que no lo pude evitar —se regañó llevando una de sus manos hasta su frente—. Pero bueno, si quieres contarme que sucedió ayer por la noche, aquí estaré si gustas, por ahora, me gustaría saber que te dijo el encargado sobre el horario —inquirió después.

Como se había propuesto hacer, Rai mantuvo una conversación con el encargado acerca del horario de tiempo completo, y a pesar de que el mayor mencionó cuantas veces había llegado tarde esas últimas semanas, le concedió la oportunidad para tener el salario semanal completo y que pudiera llevar a cabo su estrategia de conseguir tantas propinas fueran necesarias. A ese paso, ya se veía diciéndole a Ritsuko que fuera preparándose para el evento, sin embargo, como siempre, se dijo que no debía adelantarse en el camino sin tener todo previsto.

—Desde mañana entró a la 1:00 pm y salgo a las 10:00 pm —confesó por fin haciendo a la mayor casi saltar de alegría.

—Estarás más tiempo con nosotros, eso es genial, aunque no para ti, claro. —Rió a carcajadas cuando comentó lo último y la menor también rió.

—Por supuesto que no, me agradan todos, y ahora que no tengo clases, no quisiera estar metida en mi casa todo el tiempo —hizo saber sincera, que conmovió a la otra y soltó un sonido correspondiente, algo como: awwww.

Aunque a la foránea le gustara tener ratos a solas la mayoría del tiempo, podía comprender que era como una flor que sin sol no florece, en este caso eran personas importantes para ella.

—¡Ahhh! ¿¡Y que crees!? —Ritsuko exclamó de pronto llamado su atención.

—¿Qué sucede? —cuestionó mirando lo emocionada que se había puesto, pero como era normal, Rai se mantuvo neutral.

—Hace rato que el encargado vino, también aproveché para pedirle el viernes libre —dijo y esperó una respuesta instantánea, pero no recibió más que un rostro congelado de la mesera. Entonces preguntó—. No lo habrás olvidado, ¿verdad?

¡Oh, no! Por supuesto que la señorita Fujiwara no lo había olvidado, de hecho, hubiera sido bueno que Ritsuko supiera que estaba desde hace días pensando en una solución para no decepcionarle y faltar a su palabra.

—¡C-Claro que no! —Fingió estar bien y después rió en alto tan fuerte, que llamó la atención de algunos clientes y de Akutagawa muy cerca en la barra.

—Ah, pues... Entonces debemos... —Extrañada del comportamiento, Ritsuko intentó dejar en claro que era ello, pero justo, como Rai podía ver a los clientes y ella les daba la espalda, observó como alguien levantaba su mano en busca de ayuda.

—¡A-Alguien nos llama! —y diciendo eso de manera nerviosa, pronto huyó de la escena patinando rápidamente.

Alarmada porque estaban a punto de tocar el tema del evento de graduación, no le quedó de otra, salvo que con esos movientos arriesgados había sido tan evidente que algo andaba mal, y como siempre, se regañó enseguida. Se dijo, la próxima vez no habría como salvarse, debido a que Ritsuko se quedó en su lugar sin entender el motivo de su huída.

<<Debo decirle. Tendré que hacerlo. ¿Qué pasará si no consigo el dinero suficiente? Ritsuko va a entenderlo, ella siempre lo hace... >>, siguió pensando en miles de cosas rumbo a la mesa en que le habían llamado; estaba tan ensimismada que no notó cuando alguien por accidente regó de su bebida en el suelo, no hasta haberle pasado por encima, provocando así que se resbalara con dramatismo por el uso de patines. Segundos después, se encontraba con la espalda tendida sobre la superficie de losetas duras y frías.

—¡Fujiwara-san! —Atsushi fue el primero en correr hasta ella para ayudarle.

En realidad todo el presente observó como se caía, pues de la impresión, Rai soltó un gritó chillante y luego el sonido de su cuerpo chocando duramente contra las losetas pudo ser percibido. Como era de esperarse, también quisieron ayudarle, pero al final cuando Ryūnosuke se acercó, fue entre el albino y él quienes le ayudaron a levantarse.

—¿Te lastimaste? —Ritsuko también se acercó preocupada olvidando su comportamiento evasivo de antes.

—Me duele... —se quejó. Cuando el Nakajima quiso ayudarle tomando su brazo, ella se alejó por instinto y tocó su hombro derecho con pesar.

—Te llevaré al hospital —Akutagawa sentenció, en realidad no quería decirle, pero su brazo se veía raro en comparación con el otro.

No se sabía si se había roto el brazo cuando cayó sobre él y se golpeó también su hombro, pero no iba a averiguarlo pues el mayor no era doctor. Rápidamente dejó a cargo del lugar a Ritsuko, y Atsushi le ayudó a llevarla hasta el estacionamiento cerca del lugar, en donde dejaba su auto todo el tiempo, aunque antes, le ayudaron a sacarse los patines; una vez estuvieron en el subterráneo, le metieron en la parte trasera del coche para que no utilizara el cinturón de seguridad, ya que Rai seguía quejándose del hombro y su rostro no mentía.

—Justo el gerente acababa de irse —mencionó irónico el pelinegro cuando echó a andar el auto.

—Lo siento, debí porner más atención —se disculpó enseguida. Comprendía que eso habría podido evitarse de no ser porque tenía la cabeza en las nubes.

—No te preocupes, los accidentes pasan. Ahora lo importante es llevarte al hospital y que no te hayas lastimado de gravedad —le consoló con la vista en la calle.

En verdad le dolía el hombro como nunca antes, incluso Rai pensaba que se había roto algo allí, y por más que Akutagawa le dijera que estaba bien, no podía quedarse en paz con ella misma al saber que consecuencias traería el accidente.

—¿¡Dos semanas!? —exclamó muy sorprendida dentro del cubículo, también quiso levantarse, pero su brazo ya vendado en el cabestrillo le dolió cuando hizo un movimiento en falso.

El pelinegro, que estaba con el teléfono en las manos ya que acababa de colgar al encargado para avisar del accidente, también acababa de informarle que se había "ganado" dos semanas de incapacidad completamente pagadas por el local al considerarlo accidente de trabajo.

—No puede ser, yo...

Se abstuvo de continuar, porque no valía la pena. Su hombro estaba dislocado y no habría manera de arreglarlo ni con pegamento para volver a trabajar lo antes posible. Con ello, su plan de las propinas para llevar a su compañero a la cena-baile quedaba inservible. Solo fue un segundo, no obstante, fue suficiente para dejarle en ese estado de enojo y sobre todo dolor.

—Bueno, te llevaré a casa y volveré al trabajo, así que vámonos —mandó Akutagawa. Ya no tenían nada más que hacer en el hospital.

Resignada y con la molestia del cabestrillo debido a que no estaba acostumbrada a llevarlo, se levantó y siguió al mayor. Realmente, ya hasta pensar le dolía, porque ahora que lo recordaba, últimamente solo había tenido malas noticias.

—Dice Ritsuko que le llames cuando llegues a casa —avisó el muchacho viendo la pantalla del móvil, pues la mencionada había mandado un mensaje de texto.

Para cuando la noche cayó sobre la cuidad y la hora de dormir llegó, Rai ya había hablado con una Ritsuko bastante preocupada de su estado y también avisado a su madre por teléfono. Las dos le dijeron que se cuidara mucho, que no se sobreesforzara y que disfrutara sus días libres descansando todo lo que no había descansado esos cuatro años, ya que bien merecido se lo tenía.

—¿Cómo voy a dormir con esta cosa? —se preguntó una vez fue a acostarse. Estaba frente al futón de su pequeña habitación ingeniando planes para acómodarse de la manera correcta.

Fue que en la salita comenzó a sonar su teléfono, pues lo había dejado encima de la mesita ratonera una vez terminó de hablar con su familia.

<<No voy a contestar más... >>, se dijo vacilando. Le dolía el brazo y la medicación que le recomendaron en el hospital no había servido de nada, así que estaba harta y solo quería tumbarse a dormir cuando encontrara cómo, antes bien, de pronto dió el paso de una manera muy molesta hasta el sonido. Bien podría ser una llamada importante, no podía saberlo, así que mejor contestar que arrepentirse.

—¿Bueno? —respondió sin mirar el identificador.

Fujiwara-san, que bueno que me contestas. —Esa voz, no podía confundirla con la de alguien más.

—Dazai-san, ¿necesita algo llamando tan tarde? —Le echó en cara la hora sin darse cuenta— . Además, ¿quién le dió mi número de teléfono? —añadió un poco molesta.

—Fui a verte hoy y me dijeron lo que pasó. Como necesito pedirte un urgente favor, le pedí a tu amiga Ishinomori-san que me lo diera...

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