Juu nana | 17.

Un bonito regalo, la reacción de Rai y las lecciones de patinaje.

Con una taza de café frente a ella en la barra de la cocina aún en la casa de Dazai Osamu, Rai se encontraba con un semblante bastante llamativo. El presente cocinando, no sabía distinguir que era exactamente, si sueño, enojo, dolor... o posiblemente más enojo.

—Lo siento, Rai, no sabía que estabas ahí —se disculpó por milésima vez. Él de verdad estaba muy avergonzado de haberla lastimado en su distracción.

—Está bien —contestó simple llevándose la taza a la boca. Definitivamente estaba molesta porque ahora el dolor le consumía de poco a poco.

—¿Ya está listo el desayuno? Tengo mucha hambre. —Satoko entró a la cocina con una muñeca en mano y luego se sentó en la barra con un poco de dificultad por la estatura de los bancos.

—Ya casi —sonriendo, Dazai contestó.

Era extraña la manera en que la pequeña desaparecía en variadas ocasiones, de pronto estaba, y luego le podías escuchar en alguna parte del apartamento, pero no podías verle la pista hasta que ella decidía presentarse. La buena noticia, era que desde esa mañana estuvo rompiendo con momentos incómodos entre Osamu y Rai, por lo que los dos estaban muy agradecidos con su hiperactividad.

—Papá, Rai, tengo una pregunta —de pronto dijo colocando la muñeca cerca de la mesera—. ¿Ustedes son novios? —cuestionó con inocencia.

Rai la observó... Dazai la observó... Bueno, ya no estaban tan agradecidos.

—¡No! —sentenció la joven de una manera rápida, y para amortiguar el momento incómodo, bebió mucho café de la taza.

—Pero es que ustedes estaban muy abrazados hace rato...

—No, cariño, eso no tiene nada que ver —el mayor la interrumpió verdaderamente apenado, pues de no ser porque ella lo dijo, el jamás se hubiera dado cuenta de lo que había hecho en sueños, no hubiera podido recordarlo.

—En las novelas que mi mamá ve, siempre se están abrazando así, por eso me dijo que cuando creciera podría hacerlo. —Seguía con la inocencia por delante.

Aunque no lo hubieran creído, Rai seguía tomando café, dejándole todo el trabajo sucio al hombre de negocios.

—Es que yo... Yo tenía miedo. ¡Sí! ¡Eso! Tenía una pesadilla y abracé a Rai sin darme cuenta —se justificó. Al menos eso era una buena excusa para darle a una niña.

—Oh, no, pobre papá. —Se lo creyó.

La que no había hablado, bajó por fin la taza y comenzó a respirar profundamente para tomar el aire que no había hecho durante esos cortos segundos.

—Se le está quemando el desayuno, Dazai-san —avisó entonces cuando su mirada percibió humo salir del sartén.

Algunos minutos más tarde, Dazai sirvió el desayuno en la misma barra, y después de acomodarse, los tres comenzar a comer en silencio. Al parecer Satoko no tenía mucho que preguntar esa mañana, pero era raro que estuviera en silencio, o eso, hasta que recordó la promesa de la mesera un día antes.

—¿A qué hora iremos al parque? Prometo tener mis patines listos. —Le miro a ella, solo a su persona con un rostro lleno de brillo.

Rai sabía que eso le emocionaba mucho a la pequeña, pero mirando de reojo al padre, le dijo algo que le hizo hacer un puchero al instante. No estaría allí después de lo sucedido horas antes.

—Ire a casa por hoy, tu papá ya está aquí y querrá pasar el día entero contigo. Podemos ir al parque el sábado —dijo decidida, y tuvo que ver hacia su plato para no ver el rostro de Satoko.

—Yo quería ir hoy —se quejó de pronto, comenzando a hacer berrinche al soltar el cubierto de manera brusca sobre la comida—. Papá puede venir con nosotras.

—¿Por qué no esperas el sábado, Satoko? Hoy puedo llevarte a cualquier parte que me pidas. —Se metió el castaño al saber que no era responsabilidad de la mesera tratar con los berrinches de su única hija.

—No quiero —contestó molesta.

A Osamu le dolió escuchar ese tono de voz y luego ver cómo se cruzaba de brazos. Fue por un momento, pero ello le recordó bastante a Hatsuyo cuando se molestaba.

—Quiero divertirme con Rai-san antes de ir con mi mamá. Podemos ir los tres, incluso papá se ha comprado un par de patines ayer por la noche que fuimos al centro comercial —renegó.

Sí, se los había comprado, antes bien, fue la nena quien casi le obligó en la tienda cuando compró los suyos y también otro par para Rai, que todavía no le había mostrado, porque quería que fuera una sorpresa. Y hablando de ello, cuando vio que ninguno iba a ceder, corrió en busca de ellos.

—Satoko, no te vayas —pidió el alto creyendo que estaba escapando, no obstante, cuando le vio de nuevo entrar en la cocina con la caja de regalo, ocupo asiento en el lugar que había desocupado solo levantándose.

—¡Son para ti! —dijo a Rai esperanzada.

La muchacha que estaba intentando quedarse fuera del berrinche, cuando le dio la mirada, sus orbes mostraban confusión y emoción a la vez. Desde navidad que no recibía un regalo.

—No debiste molestarte, Satoko-chan —alcanzó a decir bajando la vista, pues se sentía avergonzada.

No obstante, la pequeña trataba de conseguir que Rai no fuera a casa, así que se acercó hasta ella con la caja que había envuelto con sus propias manitas y la dejó encima de la barra frente a ella, empujando un poco su desayuno.

—Ábrelo —ordenó serena, está vez sonreía levemente. El enojo se le estaba pasando.

La joven tampoco iba a ser una grosera y mal agradecida, por lo que comenzó a romper el papel con su mano buena, y cuando descubrió lo que contenía la caja por la foto en ella, de alguna manera su corazón se hizo chiquito y un sentimiento de felicidad le embriagó.

—Ella los eligió para ti. —Lo empeoró todo el castaño con eso, porque sonó bastante lindo, así pues, de manera espontánea, Rai comenzó a llorar cubriéndose enseguida la cara con su mano.

El hecho de que la pequeña hubiera pensando y escogido esos patines solo para ella, le causó felicidad pura que no pudo soportar. ¡Extrañaba tanto a Yuji y por ahora la nena era lo más cercano que tenía!

Y Satoko, ella observaba la reacción de su niñera con asombro, pues por más regalos que le llevó antes a su madre, nunca había visto una reacción parecida en su persona.

—¿No te gustó? —inquirió preocupada y la otra asintió rápidamente diciendo que sí—. ¿Entonces por qué lloras?

El sentimiento en su garganta no le dejaba responder como era debido, solo intento limpiarse las lágrimas con descuido y pudo pronunciar:

—Gracias, Satoko-chan.

A su lado, Dazai observaba con atención y sonreía embelesado por tal reacción tan inocente que dejó ver la mesera. Estaba muy contento de que ellas se llevaran tan bien, y que por supuesto, Rai le estuviera ayudando cuando él se encontraba perdido.

—Uno y dos, uno y dos... Eso muy bien, sigue así —animó la universitaria en medio de aquel parque.

Satoko, a quien le habían dado la instrucción antes de como deslizarse en los patines en aquella cancha vacía de basquetbol, sonreía con ganas al mantener el equilibrio. Por supuesto que Dazai estaba justo detrás de ella, pero sin tocarle, solo cuidaba que no fuera caerse. Era graciosa la manera en que se veía muy preocupado cuando tambaleaba.

—¡Lo estoy haciendo! ¡Rai, papá! —exclamó contenta al comenzar a dominar la técnica.

Riendo por su reacción tan feliz, Rai volvió a sentarse en la banca donde reposaba por unos minutos. Llevaba los patines puestos y le había dado una buena demostración antes aún con el cabestrillo, pero no tardó mucho para cuando el hombro comenzó a resentir los movimientos que no debería haber hecho.

—Deberías ponerte los patines, papá, es un buen momento para aprender algo nuevo —habló al mayor haciendo que su voz sonara más gruesa, pues quería parecer madura, a lo que su padre rio y luego negó.

—No sé si pueda aprender, ya estoy grande —se justificó apenado.

—Pero hoy tenemos una buena maestra. —le señaló en la banca al decir—. ¡Vamos, vamos, solo hoy!

Pronto el castaño se vio empujado por la espalda en dirección a la banca, y cuando le dejaron libre, la nena fue a pasearse nuevamente.

—Todo sea porque no llegue a Tokio diciendo a sus amigas que papá es aburrido —se convenció resignado acercándose hasta Rai, quien rio por el comentario.

—Es usted un buen padre, Dazai-san —soltó ella de la nada cuando este se sentó y tomó sus patines entre sus manos para comenzar a ponerselos.

—Me alegra mucho que lo pienses así, aunque no lo parezca, me estoy esforzando.

Claro que lo parecía, quiso decirle. Ella había visto la mayoría de sus esfuerzos por ser un buen padre y en realidad hasta comenzaba a tenerle respeto y admiración por la gran tarea que estaba haciendo. Satoko definitivamente tenía un buen padre y nadie podía negarlo, no obstante, el pensamiento de su ex-esposa era muy diferente.

Con los patines puestos intentó levantarse, pero rápidamente tuvo que sostenerse de la banca al sentir que iba a caer.

—Tenga cuidado —Rai recomendó preocupada. Había escuchado que las personas altas al caerse podían lastimarse más que las bajas, que incluso podían romperse un hueso.

—Es más difícil de lo que pensé. —Tratando de controlar sus pies que iban de aquí para allá, le sonrió apenado.

—Venga, puede apoyarse en mi hombro —dijo levantándose también de la banca.

—¿Segura? No quiero lastimarte dos veces en un solo día —se lamentó, logrando que ella riera en bajo.

—Totalmente segura.

Como ella dijo, Osamu colocó una de sus manos en su hombro bueno, y así los dos comenzaron a avanzar hasta Satoko, pero él era tan malo, que parecía un siervo recién nacido, así que por eso avanzaron lentamente.

Una vez la pequeña se les hubo unido, las dos comenzaron a enseñarle al mayor como deslizarse con cuidado.

—Una pierna, luego otra... Como si tuviera los pies pegados al suelo... Eso, Dazai-san, lo está logrando...

Tal como a la nena que ahora patinaba con confianza, Rai le animó, sin embargo, no pasó mucho para cuando él estuvo en el suelo, habiendo caído sobre su trasero. La misma que patinaba un poco lejos, no se dio cuenta.

—¿Está bien? —se acercó de inmediato.

—Esto es muy difícil —contestó riendo con gracia, pues le había divertido tener algo que recordar de ese día.

—Bien, parece que necesita un poco más de ayuda —diciendo eso, le extendió su mano con seguridad y el otro la tomó al pensar algunos segundos en que quería hacer, pero a fin de cuentas, confió en ella.

Tomados de la mano, Dazai se levantó del suelo, y una vez lado a lado, está cruzo sus brazos para darle más soporte, pues con su mano únicamente las probabilidades de que volviera a caer eran muy altas, pero apoyándose en el peso del otro mutuamente, había equilibrio.

—Ahora, haga lo mismo que yo. Mueva un pie y luego el otro... —explicó haciendo el movimiento.

Después de haber entendido la mecánica del ejercicio, este le siguió, y pronto, comenzaron a avanzar lentamente y muy unidos por el agarre.
Uno, dos... Uno, dos... Rai marcaba el paso, que pronto olvidó que estaban en un parque y que Satoko andaba como alma que lleva el diablo por toda la cancha, mientras ellos, a paso de tortuga avanzaban con seguridad.

Solo un momento llevó para cuando el castaño le tomó el hilo, y aunque aún iban de la mano, sonreía como un niño por estarlo logrando.

En medio de toda esa felicidad que desbordaban padre e hija solo por aprender a patinar, Rai comenzó a pensar en como se veía Osamu en ese momento. Las cosas que le había contado acerca de su ex-esposa, sobre su hija, y aquel extraño momento de la mañana le aturdieron, sin embargo, no sintió lastima. Enseguida pensó en lo bueno que era, tal como un pan con mucha azúcar, y se encontró deseándo que pronto fuera feliz.

Si él era capaz de aprender a patinar solo por ver feliz a su hija, era suficiente para merecerlo todo.

—Hágalo solo ahora, estoy segura de que podrá, Dazai-san. —sus palabras tenían algún tipo de doble sentido del bueno.

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