Juu | 10.

La maldición, las suplicas de un padre y la visita al centro comercial.

Con los brazos cruzados, Rai se mantenía pegada a la barra dándole la espalda a Akutagawa que rellenaba los dulceros muy cerca. Miraba en dirección de la mesa número siete, en donde el señor mentiroso y la dulce niña de nombre Satoko comían amenamente mientras hablaban. La mesera sabía que Dazai sentía su mirada, pues más de una vez la desvió lejos o muy cerca de ella, sobre todo porque aún con su hija en frente, parecía muy nervioso.

<<Incomódate y no vuelvas a venir a este lugar... Incomódate y no vuelvas a venir a este lugar... >>, repetía como si fuese una maldición.

—Ritsuko huyó a su hora de comida, ¿sabes por qué razón? —inquirió el mayor con cierta gracia. No sabía exactamente que era, pero sabía que algo de ello tenía que ver con el rostro que la estudiante poseía en el momento.

—Huyó de mi —confesó solamente sin despegar la mirada de ese par.

Por supuesto que Ritsuko había huido al sentir la rabia de la menor. Todo el tiempo estuvo diciéndole que el hombre de negocios era un buen partido hasta el punto en que hizo a Rai creer que así era, sin embargo, en realidad, nunca tuvo razón de ello y no solamente porque ahora se sabía, Dazai Osamu tenía una hija, sino por otras cuestiones aún más profundas que todavía no podía afirmar, solo que al darse una idea, una terrible vergüenza le abordó.  

—Creo que te llaman por allá —avisó el azabache.

—Uh, sí, iré. —Por un momento desenfocó su vista, y cuando el mayor dijo aquello, encontró a Satoko haciéndole señas para que se acercara.

Se dirigió de mala gana, pero era su trabajo, así que no le quedaba de otra, solo sonreír aún cuando la niña cuestionó todo el menú antes y terminó decidiéndose por lo primero que había visto.

—¿Necesitaban algo más? —Desde hace rato que no miraba a Dazai a la cara.

—Otro waffle, por favor —pidió. Con esa sonrisa, le parecía una réplica exacta de su padre, aún así, era muy linda con sus facciones delicadas de niña.

—Claro, enseguida. Vuelvo pronto —hizo saber.

Rai volvió a la barra a ordenar el waffle para Satoko, y mientras esperaba esta vez de espaldas, Atsushi y Kyuoka llegaron a la barra y conversaron con ella unos minutos, no era algo muy relevante, hasta que se le fue entregado el postre, entonces tuvo que volver a la mesa siete con enojo.

—¡Gracias! —exclamó contenta la del pedido cuando se le colocó el plato en la mesa y se le retiró el sucio—. Por cierto, me gustan mucho tus patines. ¿Cómo aprendiste a andar? Mi mamá no me deja usar los míos porque dice que son peligrosos.

Rai le miró ver con emoción sus patines mientras decía, aunque lo último le pareció demasiado triste para que una niña lo dijera.

—Gracias, mi mamá me enseñó cuando era muy pequeña y aquí aprendí a usarlos mejor —dijo y se dió una vuelta gracíl levantando el traste con una mano—. Es muy fácil, pero no quiere decir que no te lastimarás en el proceso, tal vez por eso tu mamá dice que son peligrosos. —De paso, justificó a la madre por ahora desconocida.

—Quiero que me enseñes, Rai-san. Quiero patinar como tú —dijo juntado las manos en frente suyo en forma de súplica.

Rai no supo que decirle y desvió la mirada una vez más en ese día.

—Satoko, Fujiwara-san no tiene mucho tiempo por su trabajo, además también estudia como tú, así que no creo que eso sea posible. —Dazai se dió cuenta de su estado e intervino por ella.

—Lo siento —se disculpó enseguida la menor bajando la cabeza.

A la mesera le recordó tanto a su sobrina Yuji, que se sintió mal sin perder tiempo. Estaba segura de que se iba a arrepentir, pero todo era por conservar su apodo, ese de "acontentadora 3000".

—Si algún día tengo tiempo, prometo que te enseñaré. —Después de todo, por mucho que lo negara, era blanda. Además de que también le había enseñado a patinar a su sobrina y lo recordó con nostalgia.

—¿De verdad? —A la infante le brillaron los ojos y esta tuvo que asentir sinceramente—. Esperaré entonces el día.

Tras veinte minutos, el lugar quedó más solo que antes, y como los ocupantes de la mesa siete ya habían terminado sus postres, Rai se encontraba recibiendo el cambio para ellos.

Ya eran las 6:50, Ritsuko volvería en unos minutos y en otros minutos más terminaría su horario e iría a descansar a su humilde hogar hasta medio día del otro día, pues repentinamente, su horario cambió, le tocaba entrar a las 4:00 y saldría hasta el cierre como sus demás compañeros. Acerca de pedir el horario completo, según el jefe de meseros, el gerente se presentaría el mismo domingo, entonces Rai podría hablar con él.

—¿Podrias agregar esto a mi cuenta? Te lo pagaré justo cuando salga hoy —pidió al mayor. Cuando recibió el cambio y la nota, miró el dulcero y por alguna razón, le pareció un lindo detalle si le llevaba algo a Satoko.

—Claro, tómalo —simple respondió el otro.

Agradeció y se encaminó hasta la mesa, una vez allí, contó el cambio frente al castaño y se lo entregó en las manos junto con los dulces, debido a que no quería entregárselos directamente a la infante por motivos sentimentales cómo que ella se pusiera feliz o dijera que su madre no le dejaba comerlos. Luego de ello, cuando estaba por decir que les vaya bien, fue interrumpida:

—¿Dónde está el baño de niñas? —le preguntó la menor.

—¿Ves ese pasillo de allá? Es la puerta derecha de color rosa. —se apresuró a darle las indicaciones y de una manera muy tierna, Satoko abandonó su lugar con un saltito y salió corriendo después de agradecer.

—Entonces, que le vaya bien, Tsushima-san —deseó mencionando ese apellido, pero no fue a propósito, que cuando lo notó, intentó irse, salvo que de nueva cuenta fue interrumpida.

—Si me das la oportunidad, te explicaré —conciso, pidió, pero ella negó enseguida.

—No es algo que me incumba, realmente no necesito una explicación. Solo me confundí un poco. —Rai tenía razón. Ellos apenas si se conocían.

—Pero quiero dártela, porque tengo algo que pedirte. —Su tono cambió a uno más tambaleante y continuó antes de que ella se negara por el rostro que puso al escucharlo—. Prometí a Satoko que la llevaría al centro comercial esta tarde y luego al cine en alguna plaza, pero es la primera vez que salgo con ella a la calle y en lo primero que pensé fue en tí y este lugar. No quiero que se decepcione de su padre y diga que es aburrido, así que te pido, por favor, ven con nosotros.

Rai le miró con sopresa y negó de primeras como siempre solía hacer sin decirle una palabra, incluso pensó en irse y dejarle.

—Por favor, prometo recompensarte está vez como es debido —volvió a pedir—. A ella le caes muy bien y a simple vista puedo ver que se entienden. Yo no sé ni siquiera que le gusta y... ¿¡Y si quiere comprar ropa de niña!? —sonó desesperado e involuntariamente tomó la mano de la mesera.

Casi al instante, la joven miró hacia todos lados para saber si alguien le había escuchado o mirado, y lo único que encontró fue al personal muy pendiente de la situación por si se tornaba peligrosa.

—Cálmese un momento, puedo darle consejos si gusta. Le ayudarán. —Tuvo fuerzas para decirle intentando sacarse del agarre, pero él seguía desesperado. Sus castaños ojos reflejaban cuanto deseaba convencerla y esto hizo que la mirada de Rai se tornara lastimosa... hasta que escuchó venir los pasitos de la pequeña, y entonces—: Bien, bien, los acompañaré, así que no deje que su hija le vea así.

<<Has caído de nuevo, Rai. Me decepcionas >>, se dijo a sí misma mirando el techo del local con un aura apagada.

—¿Ya nos podemos ir? —Satoko no se sentó, pues estaba lista para marcharse directo a la aventura que antes le habían prometido.

—Si, pero vamos a esperar a Fujiwara-san unos minutos, ya que nos acompañará a la plaza —avisó el padre volviendo a estar sereno, tal como si nada hubiera sucedido antes. ¡Como si no le hubiera rogado a la mesera hacía unos segundos!

—¡Es genial, le dije a papá que te invitara a sentarte con nosotros hace rato, pero dijo que no podías! ¡Ahora vendrás con nosotros!

Con ello se quedaba tranquila, el saber que no era toda la idea del hombre de negocios, sino de la pequeña, le generaba confianza.

—Te esperaremos entonces.

Así como dijo Dazai, pronto ellos salieron del local para esperarle fuera, y cuando su hora de salida se mostró en el reloj digital del establecimiento, Rai se despidió de sus compañeros y avanzó quitándose el mandil. Solo que cuando entró al vestidor de empleados, Ritsuko estaba poniéndose los patines.

—¡Tú! —exclamó al señalarla.

—¡Yo no fui! —La otra se defendió enseguida.

No obstante, en vez de decirle todo lo que tenía para ella, en cambio suspiró desganada y fue a su casillero. Momentos después, Ritsuko veía atenta como se calzaba los tenis y se quitaba la camisa del uniforme para quedar en ropas casuales.

—Rai-chan, yo estaba segura de que...

—Nada, nada... —le mandó a callar con un sonido de boca bastante molesto—. Justo ahora, tengo que acompañar a Dazai-san y a su hija al centro comercial, podemos hablar mañana. Te quiero, hasta luego.

Y así, se levantó de la banca dejando a la mayor con la boca abierta y terminó saliendo por la puerta hacia el callejón oscuro, miró adelante, saliendo así pronto a la acera principal en donde padre e hija le esperaban con una sonrisa. Satoko, solo la miró, corrió hacia ella, le tomó de la mano con confianza y le arrastró hasta el auto diciendo que se iban a divertir mucho todos juntos.

—¿Qué tipo de películas te gustan, Rai-san? ¿Terror, sobrenatural, romance?... A mí me gustan las de terror, pero mi mamá dice que no puedo verlas porque tendré pesadillas, aunque la niñera que me cuidaba antes, Margaret-san, siempre las ponía a escondidas.

—También prefiero las de terror.

De esta manera fue el camino en el auto que Rai ya conocía de aquella noche de la cena. ¿De dónde se apagaba la niña? Porque no se callaba un solo momento al estar tan emocionada en el asiento trasero. Aunque por supuesto, no era como si la mesera no le soportara, ya que estaba acostumbrada, pues Yuji solía ser igual, y cuando lo pensó, pudo notar que posiblemente eran de la misma edad, aun así preguntó:

—Tengo doce —contestó al instante.

—Oh, igual que mi sobrina... —Para no dejar a la niña sola con la conversación, comenzó a contarle acerca de Yuji.

—¿Ya vamos a llegar, papá? —Después de ello se dirigió al que manejaba y este asintió mirando el GPS.

—¿Qué quieres hacer primero, cariño? —le preguntó.

—Vayamos a ver primero, quiero conseguir un recuerdo para mamá lo más pronto posible, pero no barato, porque la última vez no lo quiso —confesó inocente.

Rai se puso incómoda, los últimos "peros" podían estar justificados con argumentos válidos, antes bien, ese ya no. Por mucho que sea uno quisquilloso, rechazarle algo a tu propia hija porque no cumple con tus expectativas, sonaba incluso inhumano.
Quiso saber que pensaba Dazai acerca de ello, pero se arrepintió cuando al verle de perfil, lo encontró serio, además, al ver sus manos sobre el volante, supo que estaba haciendo más fuerza de la necesaria.

—Buscaremos un buen recuerdo para tu madre, no te preocupes, Satoko-chan —prometió sin saber que más decir o hacer, lo bueno fue que al entrar al estacionamiento subterráneo de la plaza, la niña se distrajo viendo los demás autos.

Dazai estacionó el auto cerca de las escaleras eléctricas y todos bajaron poco después para subirlas. La pequeña iba emocionada y en vez de utilizar las que iban hacia arriba, utilizó las contrarias, así que por lo menos Rai se distraía con sus travesuras y así no veía al mayor.

Dentro de las instalaciones, encontraron más gente que también paseaba por esas horas, y así, comenzaron a recorrer las tiendas abiertas.

<<¿Será esa mujer de las joyas su madre? La verdad no sé ni que creer. Dazai-san se ve humilde a pesar de que tiene dinero, ¿de verdad está o pudo estar con una mujer de esas? >>. Mientras andaban, de pronto comenzó a tener muchas dudas acerca del castaño y su vida, y aunque tenía razón con eso de que no eran sus asuntos, en realidad necesitaba saber.

—No hay nada que a mí mami pueda gustarle —decepcionada, la pequeña se quedó de pie en medio del pasillo y bajó la mirada. Eso, saco de sus pensamientos a la ex-estudiante.

—Satoko... —Mencionó con tristeza su padre sin poder acercarse como hubiera querido. Así que, tenía razón al decir que no sabía cómo tratarla.

—Vayamos al cine por ahora —mandó Rai de manera espontánea acercándose hasta su lugar y tomando su mano para esta vez arrastarla ella. Le dolía verla así a pesar de que apenas se conocían.

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