Ichi | 1.

El trabajo, los compañeros y el ataque con agua para tomar.

Invierno; el viento gélido atraviesa las calles, un solitario campus y una angustiosa chica caminando directo a su trabajo, después de haber estado toda la noche en vela para aprobar sus últimos exámenes de la universidad. Así es como la historia comienza.

—Debo dejar el café por lo menos durante dos semanas. —Se dijo mientras abrazaba los libros que le servían de apoyo, y que por supuesto, eran prestados de la biblioteca de la institución a la que asistía diariamente.

Fujiwara Rai, es una joven de veintitrés años pronta a graduarse de la universidad, de no ser por los finales que estaba teniendo últimamente. Todos, sin excepción, le parecían extremadamente complejos. La joven nunca fue muy inteligente, pero tampoco era lo menos de ello, bien lo decían los increíbles sacrificios que había hecho por conseguir aquella vida en Yokohama. Ella, originaria de Miyazaki en la prefectura del mismo nombre, voló hasta la prefectura de Kanagawa en solitario para ir en busca de su sueño: especializarse en filología.

Descuidada por sus pocas horas de sueño, no notó que su celular vibraba dentro de su mochila, y ya para cuando lo hizo, lo obtuvo de una manera tan sorprendida, que incluso el aparato bailó de mano en mano hasta que terminó pegado en su oreja, aunque era tarde, porque del otro lado de la línea ya habían colgado.

—¿Qué es lo que deseas ahora, Ritsuko? —Se preguntó a ella misma al ver el nombre de su compañera de trabajo, poco después, cayó en cuenta de la hora—. ¿¡Las d-dos y media!?

No había que ser adivino para saber que iba tarde al trabajo y que su compañera le llamaba para hacérselo saber. Tenía diez minutos para llegar.

"Si te tardas un segundo más, Akutagawa-senpai se te echará de cabeza con el jefe". —Ritsuko (๑•﹏•)

Decía el mensaje que envió algunos segundos después, que Rai leyó corriendo hasta la cafetería-pastelería en que trabajaba de mesera medio tiempo, para evidentemente, financiar su honesta y humilde existencia en aquella gran ciudad. Era bueno que sus padres financiarían sus estudios hasta la fecha, pero bueno, tampoco podía vivir de a gratis si deseaba residir en un lugar como aquel, en donde los precios no eran iguales que en su Miyazaki; allí, incluso respirar costaba.

—Una más, ¡una más, Rai, y ese jefe inflexible te hecha a patadas de su lugar! —reflexionó, pues con ello, su velocidad aumentaba. Era un truco que nunca fallaba.

La pastelería en que laboraba de 2:45 pm a 7:00 pm, no quedaba lejos del campus en que estudiaba, el que igualmente no estaba lejos del centro de la ciudad. Allí, se servían los más ricos postres de toda Yokohama; era un lugar de apariencia colorida por todos lados y más rosa que nada; sus vitrinas bien adornadas con los postres que se hacían diario dentro de la cocina, hacían detener a la gente a echar un vistazo para luego entrar, y además, contaba con el mejor personal, tan amable, que nada tenía que envidiar de ningún otro lugar. No era mentira ni sarcasmo. Ese era el "Yellow Cake's".
Incluyendo a Rai, que había tenido la oportunidad de trabajar en un lugar tan cerca de sus estudios, con un buen horario, en patines y excelente paga, cuatro meseros más, bien uniformados y bien educados, atendían.

Deberias comenzar a poner una alarma, así no vuelve a sucederte lo mismo. —Le recomendaba Kyouka cuando llegaba barrida a penas a ponerse el uniforme.

Si el gerente me llama la atención por tu culpa, yo mismo te echaré. —Amenazaba Akutagawa, el líder de personal.

No e-es para tanto, Akutagawa-senpai, Rai no volverá a llegar tarde. —Le defendía Atsushi dándole tiempo para irse a cambiar.

—La vida es un círculo, mientras más te preocupas, más se hace pequeño y te aprieta. Así que cuidado con el círculo y con comer pasteles de más. —Por último, Ritsuko, a quien Rai no le entendía una sola palabra cuando filosofaba de aquella manera, es decir, le tomaba al loco y terminaba de arreglarse.

Aquel día, fue lo mismo de siempre: dieron las 2:40 y ella apenas entraba por la puerta de empleados, en donde justo el azabache esperaba viendo la hora.

—Te salvaste, por los pelos. —Ritsuko río a su lado.

Era una empleada universitaria que trabajaba de medio tiempo, evidentemente sus mayores eran un tanto severos para mostrarle que había que tener responsabilidades antes que nada, en especial Akutagawa Ryūnosuke de veintiséis años, que infortunadamente no pudo estudiar más que el bachillerato, y por ende, tenía siete años trabajando para el mismo lugar de tiempo completo.
Por segunda, teníamos a Ishinomori Ritsuko, que al igual que el líder de personal no obtuvo la oportunidad para superarse, pues tenía una madre enferma todo el tiempo y una hermanita menor de la cual hacerse cargo; de los veinticuatro años que tenía, cinco los había pasado en ese lugar.
Seguida de ella, Atsushi Nakajima, que a diferencia de los otros, este nació en un orfanato que le echó cuando cumplió la mayoría de edad; para su suerte, había conseguido trabajo en la pastelería no mucho después, y con sus veintiuno, tenía dos años trabajando de tiempo completo.
Por último, Izumi Kyuoka, la menor de todos ellos, que aunque también trabajaba de medio tiempo por sus estudios de bachillerato, era muy distinta a Rai, pues de ella no tenían material para quejarse; dieciséis años, tres meses trabajando, y por supuesto, lo hacía sin el permiso de la escuela, pero sus padres conocían al gerente y no había problema por parte del establecimiento.

Aquellos eran sus compañeros de trabajo, aunque el turno de la mañana tenía diferente personal contando a los reposteros, sin embargo, como nunca convivían con ellos, eran prácticamente desconocidos.

Entonces, como se había mencionado antes: bien uniformados, bien educados y auténticamente amables, los jóvenes comenzaron a realizar su tarea laboral diaria. Después de saludarse, las bandejas comenzaron a ir de un lado a otro con diferentes postres para terminar en la mesa de un cliente.

—Es el pedido de la mesa dos, llévalo con cuidado —ordenó Akutagawa, quien se quedaba detrás del mostrador preparando bebidas y acomodando órdenes en charolas para que sus compañeros las llevaran, aunque tampoco se salvaba de entregar pedidos, que era más o menos cuando había poca gente o cuando había demasiada.

Rai acató la orden enseguida, se deslizó como profesional hasta la mesa indicada y dejó el pedido. Después de desearles una buena comida, volvió a lo suyo.

—¡Bienvenido al Yellow Cake's! Por aquí hay una mesa, ocupe asiento y enseguida le traigo el menú —saludó justo cuando otro cliente llegaba. Un hombre alto de cabellos castaños con anteojos delgados y traje azul marino, quien sonrió levemente por el recibimiento y luego un tanto nervioso, se sentó a la mesa cuando Rai patinó hasta la barra en busca de la carta.

—Nuevo en la seis —avisó a Akutagawa antes de marcharse nuevamente.

Antes de ir con el cliente recién llegado, dió la vuelta por el establecimiento para ver si alguien necesitaba algo más. Ella estaba allí para atender, así que era como un procedimiento aún si sus otros compañeros eran eficaces, a los que por cierto se encontró más de una vez atendiendo a los comensales.
Las mesas para cuatro de sillón pegado en el medio del lugar estaban bien, al igual que las de dos y tres asientos junto a las vitrinas llenas de dulces para muestra. De esta manera, no le tomó mucho llegar a la mesa que atendería. 

—Aqui tiene, cuando guste ordenar, volveré —sonrió amable al desconocido.

Si bien su trabajo era imparable, pudo esperar unos segundos al ver el nerviosismo del cliente, que solo miró la parte de atrás del menú y lo dejó sobre la mesa.

—Yo... Estoy esperando a alguien, ¿podría traerme un café capuchino de vainilla mientras lo hago? Que sea mediano, por favor. —Le hizo saber de manera educada y la de los patines entonces comprendió enseguida su comportamiento.

<<Una cita, ¿eh? >> Se pensó enternecida, ya que el hombre no parecía ser un adolescente de esos tantos que iban con sus parejas en su primera cita y aquello le hacía gracia de alguna manera. Tan grandecito y tan nervioso.

—Enseguida, señor, le dejo la carta entonces —avisó con la misma sonrisa y fue a hacer el pedido a Akutagawa. No necesitó apuntarlo porque era algo mínimo.

Una vez dicho al azabache la orden, volvió a pasearse con los patines, esta vez encontrando a Ritsuko con charolas vacías en las manos.

—Ya me quiero a casa —se quejó al detenerse frente a la universitaria.

—Apenas son las seis, no pidas milagros. —Realista, fue sincera paseando la mirada sin perder detalle.

Ritsuko, al igual que Ryūnosuke y Atsushi, tenían su hora de salida a las diez de la noche, lo peor era que después de la siete, era cuando el lugar entraba en auge debido a que muchas parejas y grupos de amigos iban a cenar. Sin embargo, desde que dió inicio el turno de Rai, las personas entraban aquel viernes como abejas en estampida por la puerta.

—Verás que luego se te va el tiempo rápido con toda esta gente. Me voy. —Al final animó a su compañera y fue directo a la barra donde él pedido del castaño hombre le estaba esperando.

Fue de nueva cuenta teniendo cuidado, solo que al llegar, pudo notar que alguien había ocupado el asiento vacío de la mesa número seis. Era una mujer finísima en vestido y tacones a juego, con unas extravagantes joyas por todo el cuerpo.

—Aqui tiene. Café capuchino de vainilla. —Mientras dejaba en la mesa el vaso, dijo, luego se retiró algunos pasos hacia atrás—. ¿Gustan algo más? —inquirió, pues como había dicho el hombre, su acompañante ya había llegado.

—¿Tienes algo sin mucha azúcar? Porque parece que aquí todo va a enfermarme —La increíblemente creída y despectiva voz casi le arranca la sonrisa amable, aunque a cambio, volteó a ver a la mujer de las joyas con los ojos cerrados y el semblante fingido.

—Tenemos un menú ligero, se encuentra en la página siete de su carta —le mostró con cuidado el menú sobre la mesa, pero la mujer no lo tomó.

—Señorita, yo pediré un pastelillo de naranja, a ella por favor póngale un té verde y unas galletas de arroz. —El cliente seguía extrañamente nervioso, pero logró romper el momento incómodo creado gracias a la falta de educación de la mujer.

—Enseguida, señor —acató y nuevamente se fue sin anotarlo en su pequeña libreta

<<¿Qué les pasa a este tipo de personas? Ya se por qué está tan nervioso ese hombre. Hay que tenerle paciencia a mujeres como ella. Todavía que se toma la molestia de leer la carta por los dos. >> Indignada por el trato grosero que le había dado la mujer, Rai se quejó en pensamientos, sin embargo, siguió manteniendo la sonrisa.

—Que disfruten sus alimentos, cualquier situación, estaré por aquí cerca —anunció una vez dejó todo en la mesa y tomó la charola entre sus manos.

—Muchas gracias, le llamaré si necesitamos algo más. —Como imaginó la mesera, el hombre del traje fue el único en agradecer por sus servicios.

Así pues, la universitaria volvió a lo suyo, como habría de esperarse, recibió a nuevos clientes, atendió unas cuantas mesas más y en algunas ocasiones se detenía a cruzar palabra con sus compañeros, ya había sido por trabajo, o por simple entretenimiento.

Pronto, dieron las 6:40 pm, estaba a veinte minutos de terminar su horario laboral y entonces recordó, que la mesa seis aún no había sido desocupada tras todo ese tiempo. Por supuesto que estuvo al pendiente de las necesidades de los dos clientes, por mucho que la mujer fuera una déspota en todo sentido, el hombre castaño no merecía quedar desatendido. Estos, no la llamaron nunca y siempre que les echaba el ojo, sus postres estaban sin tocar. Lo único que llamó su atención, fue ver cómo la mujer mandaba a Atsushi por un vaso de agua que recibió no mucho después.

En fin, parecían hablar y hablar, la fémina muchas veces se inquietaba en su asiento y levantaba la voz, pero Rai no escuchó nada porque no era algo de su incumbencia.

—Mesa cuatro, ve —Akutagawa le mandó con el pedido de Ritsuko, pues estaba ocupada en otra mesa y ella no tenía mucho que hacer.

Con gusto, recibió la charola y se encaminó feliz hasta la mesa cuatro. Dejó el pedido sin problema deseando que agradara a los comensales, y luego, tuvo que levantar la mirada...

—¡Eres lo peor que hay en este mundo! —gritó la mujer de las joyas levantándose y alertando a todo el mundo, después, lanzó el vaso con agua al hombre castaño de traje azul, quien se quedó sentado sin mover músculo cuando la puerta fue cerrada sin cuidado.

La mujer se fue echando furia.

Si leen esto y Lite III al mismo tiempo, no me maten. Realmente tenía muchas ganas de publicar esta idea desde hace tiempo, incluso antes que Nemuru Izanami, así que espero que puedan entenderme jsjsjs.

Y pues si están aquí; ¡muchísimas gracias por leer!


ᴀᴅᴠᴇʀᴛᴇɴᴄɪᴀ: sɪ ɴᴏ sᴇ ᴇɴᴄᴜᴇɴᴛʀᴀ ʟᴇʏᴇɴᴅᴏ ʟᴀ sɪɢᴜɪᴇɴᴛᴇ ʜɪsᴛᴏʀɪᴀ ᴇɴ ʟᴀ ᴘᴀ́ɢɪɴᴀ ᴏғɪᴄɪᴀʟ ᴏ ᴀᴘᴘ ᴅᴇ ᴡᴀᴛᴛᴘᴀᴅ, ʜᴀɢᴀ ᴇʟ ғᴀᴠᴏʀ ᴅᴇ ᴅᴇᴊᴀʀ ᴅᴇ ʜᴀᴄᴇʀʟᴏ ʏ ʀᴇᴘᴏʀᴛᴇ ᴇʟ sɪᴛɪᴏ ϙᴜᴇ ʟᴇ ᴘʀᴏᴘᴏʀᴄɪᴏɴᴏ́ ᴇʟ ᴄᴏɴᴛᴇɴɪᴅᴏ.
ᴀᴘᴏʏᴇ ᴀʟ ᴀᴜᴛᴏʀ ᴇɴ ᴇʟ sɪᴛɪᴏ ᴄᴏʀʀᴇᴄᴛᴏ.

ɢʀᴀᴄɪᴀs ᴘᴏʀ sᴜ ᴀᴛᴇɴᴄɪᴏ́ɴ.

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