Go-juu ni | 52.

Un lugar para guardar secretos.

Osamu manejó con responsabilidad las dos horas que antes había mencionado mientras Rai seguía durmiendo. Cuando por fin llegaron a salvo a la casa del lago, este se detuvo frente a ella.

Era un lindo lugar, no se podían ver más que altos árboles alrededor, y como su nombre lo decía, justo a lado había un gran lago, que por esa noche reflejaba las estrellas en el cielo. Dazai había adquirido la casa por recomendación de su jefe, quien dijo, era el lugar idoneo para descansar, no obstante, en realidad la utilizó solo una vez y hacía tiempo de eso. Por supuesto, el interior estaba en buen estado porque pagaba el mantenimiento y la seguridad era excelente a pesar de no parecerlo por estar en medio de un bosque.

—Rai, hemos llegado —avisó a la bella durmiente.

Estando los dos solos, pensó en lo bien que les haría para relajarse, pues como ya se sabía, no había pasado mucho tiempo del traspié que tuvieron y que casi cancela sus planes de tajo.

—Rai, despierta, podrás seguir descansando dentro. —Como ella no despertó, optó por bajarse del auto e ir hasta la puerta trasera para ayudarle.

La muchacha se quejó cuando el aire helado entró en el espacio y abrió los ojos lo más mínimo para quejarse.

—Que miedo —expresó al ver el lugar.

—De día es más bonito —se burló él.

—Como en toda película de terror —continuó ella, acomodándose el vestido para bajar.

—Ven aquí, te llevaré —ofreció el hombre extendiendo la mano.

Rai, más dormida que despierta, aceptó su ayuda, sin embargo, cuando este la cargó al estilo princesa nada más salió del auto, pataleó para que le soltara como acto reflejo. Por lo menos, eso le hizo volver a todos sus sentidos.

—Estás descalza, no quiero que atrapes un resfriado —justificó el marido avanzando.

No estaba contenta con ello, pero eran solo unos pasos, así que se quedó quieta y miró a su alrededor. Se le puso la piel de gallina al ver el lago tan enorme y seguro congelado por la temperatura.

Dazai avanzó hasta la puerta subiendo un par de escalones para pisar la madera del suelo, sacó con dificultad las llaves y se las dio a la muchacha. Rai comprendió enseguida que le decía, así que una vez frente, metió la llave al cerrojo y quitó el seguro; segundos después, fue dejaba en el suelo dentro de la casa.

—Es demasiado grande para ser una casa del lago, tal como en las películas de terror —repitó al ver el inncesario espacio del recibidor.

—No pasará nada, todo es seguro —calmó el mayor riendo suave—. Iré a bajar las cosas del auto, puedes explorar como gustes. No me tardo.

Al decir, salió cerrando detrás de él y fue directo al auto nuevo por las necesarias maletas que su asistente había hecho para ellos, tampoco olvidó la maleta que mencionó su viejo amigo, pero a diferencia de las otras, Fyódor no mintió al decir que era pequeña, pues con trabajo entraba en los bolsillos de su traje. Se preguntó enseguida que contenía, mas no tuvo el tiempo para abrirla y volvió enseguida dentro de la casa. Rai seguía parada en medio del recibidor y solo había encendido un par de luces.

—¿Por qué no entraste? —Se adelantó con las maletas al pasar de largo.

—Porque no quiero morir primero —contestó. Seguía con lo mismo, aunque en realidad le esperaba, ya que no conocía la casa.

—Ven por acá —señaló riendo por sus ocurrencias.

Rai, arrastrando el vestido sin cuidado, le siguió.

Avanzaron derecho, pues la distribución de la casa era sencilla. Por un lado estaba la cocina y por otro una acogedora sala con chimenea, que a diferencia de las otras habitaciones podía verse a simple vista. Ella enseguida pensó que había similitud en cuanto al departamento en que vivían, solo que como toda casa del lago, había madera por todas partes y no tanto lujo como en la cuidad. Era cómodo, se dijo.

—Hay tres habitaciones, dos pequeñas y una grande. Te quedarás en la grande —informó al llegar frente a una puerta.

—Pero, ¿y usted? ¿No es mejor que se quede en la grande? Es su casa —habló observando las dos puertas del otro lado.

—La cama es más grande y estarás más cómoda, no te preocupes por mi, estaré bien —animó, dejando su maleta en el suelo para abrir la madera, luego le dejó a ella pasar primero.

Cuando la luz se encendió, Rai miró la pieza y se asombró, pues tal como toda la casa, no faltaban los adornos rurales. De solo ver la cama, quiso echarse a dormir por días hasta quedar sin sueño.

—Hace frío —se quejó por primera vez el hombre—. Voy a prender la calefacción, no creo que tarde en templarse. El baño está por allá y el agua caliente no te hará falta por si quieres darte una ducha.

Dejó la maleta sobre una mueble y caminó de vuelta hasta la puerta.

—Descansa, Rai, te lo mereces —deseó por último.

—Igualmente, descanse, Dazai-san —se despidió ella también.

Sin más, el mayor abandonó la habitación principal para dejarle sola, tomó su maleta y entró en la última puerta. Al igual, merecía un buen descanso.

La muchacha le tomó la palabra, fue al pequeño cuarto en donde además de la regadera, encontró una tina de cerámica. Nunca había utilizado una, pero las películas de terror le habían enseñado, además de terribles asesinatos, como utilizarlas, así que encendió la llave del agua caliente, tomó un sobre junto al lavabo de sales marinas según su etiqueta y la dejó junto para verterlo cuando el agua alcanzara el nivel deseado. Estaba cansada, pero de verdad quería experimentar tomar un baño de esa manera.

—Debe ser relajante —supuso despreocupada, volviendo al lugar de antes para deshacerse por fin del bonito, pero incómodo vestido de novia.

Primero buscó en la maleta, en donde encontró una pijama, un par de ropas más y ropa interior. Nada de eso era suyo, todo venía con etiqueta, por lo que se sintió apenada al pensar en quién la había comprado. Ese había sido Chuuya, y tenía razón en pensar que también para él fue vergonzoso adquirir tales prendas.
Después, se tomó los cordones del vestido que le apretaban el cuerpo y con cuidado comenzó a quitarlos. Fue una tarea realmente difícil, pues estos no querían salir de lo apretados y juntos que estaban, menos podía quitarlos si estaban a la espalda. Al final, se deshizo de ellos y prosiguió tomando el zipper de seguridad.

—Nunca más me vuelvo a poner algo como esto —renegó estresada, y en su desesperación bajó el cierre con rapidez, sin embargo, no contaba con que este se trabaría muy arriba—. No puede ser.

Justo, recordó la bañera y corrió a cerrar la llave para no ocasionar un desastre.

Mientras tanto, Osamu se aflojaba la corbata, porque el saco del traje había quedado en el auto. Se desacomodó el lado de su cabello que descansaba detrás de su oreja e iba a disponerse a quitarse el chaleco, cuando recordó la maleta de Fyódor, así que fue en busca de ella.

—¿Por qué tanto misterio?

Sonrió como niño al ver que para abrirla, se necesitaba una combinación de cuatro números. Cómo no le había dado nada de ello, estuvo a punto de dejar en paz lo que sea que estuviera dentro, mas luego, conociendo bien a su viejo amigo, comenzó a girar el seguro. Entonces, cedió a la primera con la fecha en que ellos dos se conocieron.

—¿Esto es...? —De estar riendo por el acertijo, sus ojos se abrieron y sus mejillas se tornaron rojizas.

—¡Dazai-san! —Escuchó que Rai le llamaba desde la habitación. En realidad fue un llamado con un tono normal, pero él, avergonzado por el contenido de la maletita, lo percibió de manera distinta. Soltó todo y salió corriendo.

—¿¡Qué sucede!? —Abrió la puerta como dramatismo y dentro la muchacha se asustó con las manos en el pecho.

—Ne-necesito su ayuda —pidió confundida por verlo agitado—. El cierre se atoró con la tela y no me puedo quitar el vestido —explicó. No le había quedado de otra más que pedir su asistencia.

El otro relajó los hombros, se adentró sin problema y se apresuró a ayudarle sin pensar, no obstante, cuando ella le dio la espalda y colocó las manos sobre el vestido, comenzó a temblar recordando el regalo extra de Fyódor.
Al igual que el hombre de negocios, la exmesera sintió nervios por la acción, pero se aguantó y se mantuvo estable.
Después de todo, había una promesa entre los dos. Ninguno volvería a pedirle nada al otro en cuestión de intimidad, ya lo habían acordado y juraron mantener su palabra.

—Realmente está atorado —dijo cuando intentó bajarlo, así que comenzó a hacerlo con más fuerza.

—Es mi culpa —confesó nerviosa ella. De no haber insistido y pensado, lo hubiera podido hacer sola.

—Tiene que salir de alguna manera... —Por el momento, tenía toda su atención en el zipper.

Durante algunos segundos, trató y trató, antes bien, dicho problema no quería ceder, o no, hasta que con más fuerza y ya harto, jaló hacia abajo consiguiendo que bajara junto con su mano. El problema fue que bajó tanto que le dejó la espalda desnuda a la muchacha y el muy despistado miró sin darse cuenta.

—Muchas gracias, lamento haber molestado —mencionó la menor sonrojada, pues como había sido impredecible el movimiento que hizo, apenas alcanzó a tomarse la prenda por el pecho y el abdomen para que no cayera por sí misma.

—Ah... —Dazai volvió a tierra con sus palabras y cuando pudo hacerlo le dio la espalda—. Está bien, no fue una molestía. Que bueno que pude ayudar.

Una elegante boda, un apuesto novio y una hermosa novia; una gran familia reunida y amigos realmente especiales; lindo lugar para descansar y especial para guardar secretos. ¿Qué estaban esperando? Incluso Osamu llevó a su joven mujer en brazos hasta la casa sin mirarlo del todo.

—Dazai-san... —Tragando saliva con dificultad, Rai pronunció de una manera dificultosa su apellido.

Los dos sabían lo que querían, un momento los tomó recordar esas ganas con que se habían acariciado aquella vez en la habitación de Satoko, sin embargo, Shūji interrumpió, porque ahí mismo no existía ningún impedimento.

—No puedo... —se dijo en voz alta, tomando la manija con fuerza.

Estaba listo para escapar, pensó la chica al solo escuchar sus pasos alejarse hasta la puerta.

—Lo siento, no puedo... evitar pensar en ti —confesó de repente y cerró la madera con suavidad, para luego pegar la frente manteniendo sus ojos cerrados—. Sé que te lo prometí, pero ahora quiero romper mi credibilidad y decirte que mentí al decir... que no deseaba tener sexo contigo.

Rai se sorprendió al escuchar esa verdad, se sonrojó ligeramente y miró el techo de la habitación con inocencia.

Decir que el hombre no necesitó tanto estimulo debido a que soltó la sopa en un segundo, era mentira, porque hacía tiempo que vivía pensando en Rai como una mujer. Cada roce le empujó hasta ese rincón, en especial ese mismo día donde celebraron sus nupcias.

—Nuestro compromiso es falso, no debería existir entre nosotros un acercamiento, porque tengo miedo de lastimarte, aun así, desde que te vi en ese vestido, he imaginado la manera de quitartelo una y otra vez...

De pronto, abrió sus ojos en grande al escuchar el típico sonido de una prenda caer. Rai soltó el vestido y este cayó a sus pies formando un círculo de telas blancas.

—Dos años —comenzó a decir ella—. Somos adultos, Dazai-san. No estoy enamorada y usted de mi tampoco, así que tenga por seguro que no va a lastimarme. Dos años son suficientes para dejar en claro que podemos sobrellevar nuestra palabra —sentenció con seguridad y avanzó fuera de la tela.

Osamu despegó la frente de la superficie y por consiguiente le dio la cara. Encontró a la bella joven en una linda ropa interior y la imagen hizo que el corazón le latiera como un loco.

—¿Estás... segura? —cuestionó nervioso, y cuando ella asintió, se llevó las manos hasta el chaleco que antes no pudo quitarse.

—Estaremos bien —aseguró Rai.

No estaba del todo segura acerca de sus palabras, quería creer que sí, sin embargo, el más mínimo engranaje roto en el sistema podía mostrarle que se equivocaba. Mas, la señorita Fujiwara no estaba arrepintiéndose de su decisión. De pie, en la misma habitación deseando mutuamente cometer un el mismo capricho... Era mejor decir que si le dejaba ir, entonces el arrepentimiento la mataría, al igual que a Osamu.

El mayor avanzó de nuevo en la habitación dejando caer en chaleco junto al vestido, observó directo hacia ella como un objetivo, y una vez estuvieron frente a frente, colocó las manos sobre la cama al inclinarse sobre el cuerpo de la fémina.

Estaban nerviosos, de modo que era complicado saber que paso dar. Haciendo lo correcto, Shūji se armó de valor y lo hizo notar cuanto antes. Iba a tomar la ruta más cercana y sin desviación alguna.

—Prometo cuidarte, Rai. Puedes confiar en mí —habló decidido y sonrió leve al sentir que podía cumplir su palabra, a diferencia de la que acababa de romper hacía unos segundos atrás.

Rai no respondió a eso, solo levantó la mirada al notar que los brazos del hombre le enjaularon en su mismo lugar, después, el otro la besó con dulzura, y cuando menos lo esperó, tenía sus manos encima: una en su cintura y la otra recorriendo el camino hasta sus piernas.

Que la recién casada estuviera en ropa interior les facilitaba el trabajo, pero de alguna forma le hacía sentirse pequeña junto a Osamu; tal como si estuviese desprotegida, por ello, le pasó las manos por el cuello y lo obligó a acercarse para juntar sus pechos, no obstante, la diferencia de altura ocasionó que cayeran sobre la cama, lugar en donde terminaron el primer beso de esa larga noche.

—Espera un poco, necesitamos algo que dejé en la habitación —interrumpió el hombre.

—Sí —simple respondió ella y le dejó en libertad.

Osamu entonces salió de la habitación, agradeciendo a Fyódor su confianzudo regalo. El ruso le conocía tan bien, que sabía, el japonés no tendría cabeza para pensar en un acercamiento cuando el matrimonio era falso, pero para él, nada era imposible si reconocía dos miradas como las de los novios.

Mientras tanto, Rai aguardaba en el mismo lugar cuando de pronto a su cabeza llegó aquel momento en donde tomó toda la botella de vino en el apartamento, porque por alguna razón, justo recordó lo sucedido y sus palabras.

—No puede ser verdad —negó llevándose las palmas hasta las mejillas—. ¿¡Cómo pude decirle eso!? —se regañó después procurando no alzar la voz.

Nunca había estado borracha y justo se lamentaba haberlo experimentado, ya que ahora recordaba haberse portado como una infante frente al mayor, así que cuando este mismo volvió, la seguridad en la habitación bajó hasta el suelo. Rai se sintió tan avergonzada al ver lo que llevaba en su mano izquierda, y en un acto reflejo cruzó las piernas y brazos por encima de su pecho.

—¿Pasa algo? —inquirió él al darse cuenta de su estado.

—No... Estoy bien —aclaró la muchacha, pero a leguas se notaba la mentira.

—No me importaría si has cambiado de opinión —apoyó.

Ella observó el suelo, haciendo un puchero involuntarío. Quería tener sexo, pero no sabía cómo decirle o por que movimiento optar para hacer realidad sus palabras de aquella noche.

—No he cambiado de parecer —contestó suspirando. Dentro de sí había encontrado la respuesta, por lo que solo se tranquilizó: las cosas se darían como tuvieran que darse.

Con ello, Osamu dejó en el mueble lo que llevaba encima, y antes de volver con ella, comenzó a desabotonar la camisa blanca del traje.

Lo siguiente lo llevaron a su ritmo, Dazai volvió a besarla y a tocarle con delicadeza el cuerpo, terminando sobre la cama mientras la temperatura subía un desivel cada segundo que pasaba. No tardaron en encenderse cuando el castaño dejó su lindo juego de besos en la boca y continuó con su anatomía, comenzando con su cuello y descendiendo con parsimonia hasta terminar en su abdomen, en donde por capricho, absorbió la piel suave con sus labios y dejó una visible marca rojiza; esto sorprendió mucho a la exmesera, quien solo había tenido tiempo para sentir el momento y dejarse llevar, no obstante, eso solo fue el inicio de una dulce tortura, porque Shūji decidió ser él mismo y con facilidad le arrebató el sostén.

—Vamos a jugar un poco —soltó con maldad, incluso el tono de voz le había cambiado. Seguro y confiable, fue lo que concluyó Rai.

Encima de ella, atacó con sensualidad sus pechos. Mientras una de sus grandes manos masajeba con aspereza uno, el otro era bien atendido por sus labios y lengua, lo que sin dudar, llevó a Rai a un estado difícil de manejar; atrapó su labio inferior entre sus dientes y automáticamente tomó el cabello alborotado del hombre entre sus dedos e intentó detener las caricias cubriendo la mano del otro sobre su pecho, salvo que este no lo permitió, y en vez de apartarse, se concentró más en su tarea.

No tenía la misma experiencia que el mayor, era evidente, y era asombrosa la manera en como con solo unas cuantas caricias, él pudo manipularla hasta el punto en que comenzó a removerse inquieta sobre el colchón y a suspirar con constancia.
A pesar de que le pareció fuera de lugar, no pudo evitar comparar al joven Minagawa com Osamu, pues no recordaba el haberse sentido de esa manera. En realidad, de las contadas veces en que tuvieron intimidad, solo de ello podía rescatar la incomodidad del acto, pues era abismal la madurez entre ellos. Dazai no parecía tener problema con saber que hacer y como hacerlo, en cambio Kosei nunca tuvo la seguridad necesaria, y de ello no le culpaba porque habían sido jóvenes sin habilidad en su tiempo.

Más tarde que temprano, Osamu le dejó en paz, pero hecha un terrible desastre sobre las sábanas, y eso que apenas comenzaban. Incluso, el mayor sonrió con autosuficiencia al verla con los ojos desorbitados, las mejillas rosas e intentando sin logro cubrir la evidencia con sus extremidades.
Tampoco era que el deseo y exitación le hubieran cegado, así que le dio el tiempo necesario para recomponerse; se quitó totalmente la camisa y llevó sus manos hasta su cinto en el pantalón blanco, sin embargo, quien se sorprendió está vez fue él, porque Rai le alcanzó antes de hacerlo.

—Creo haber escuchando antes que era hora de jugar —habló, manteniendo la mirada sobre la otra castaña e impresionada.

—Que descuido de mi parte, también quieres divertirte un poco, ¿no es así? —soltó con toda la intención de darle ánimo.

Rai se sentó con las rodillas sobre la cama y le empujó por el pecho para que también se sentara, descuidada de lo que eso causó en el hombre. Después llevó sus delicadas manos sobre el cinturón y comenzó a quitarlo; una vez la correa fue lanzada lejos, sus dedos tomaron el botón del pantalón, y antes de quitarlo, dio la cara al mayor, quien le observaba con atención y casi sin respirar. Le gustó poder saber que ella también podía darle una dulce tortura aunque inexperta fuera.

—Prometo cuidarlo, Dazai-san. Puede confiar en mí. —Así pues, desabotonó la prenda retándolo al no apartar la mirada. ¿De dónde había salido tanta seguridad? De verdad, no lo sabía.

Ello hizo al mayor quejarse, mas no en mala forma, sino que fue un sonido disfrazado de pura e incontrolable emoción porque la muchacha hiciese cuanto pudiese.

Cuando ella bajó el pantalón acompañado por su ropa interior, sus orbes fueron testigos del miembro que esperaba ya su atención, al que enseguida sus dos manos atraparon con firmeza que no supo de donde obtuvo, solo decidió confiar en Osamu para mostrar que tenía ganas de aprender a consentirlo.
Con el juego en su poder, se entretuvo unos momentos solo acariciando la longitud entre sus manos, dándose el tiempo para conocer y explorar la mejor manera de hacerlo sentir bien, y una vez se inclinó ligeramente sobre él, fue está vez su boca quien comenzó a entretenerlo. Besos por aquí, besos por allá, para terminar con el dentro y tragando de poco a poco lo más que podía.

Rai no lo hacía mal, se dijo enseguida Osamu, aunque en realidad no sabía que era lo que encendió en él un calor inimaginable: si era el hecho de que ella sabía cómo hacerlo cuando esperaba inocencia; o el hecho de que Rai era menor y menos habilidosa en el tema, pues no quería sentirse como un enfermo, no obstante, le agraba sentir que podía mostrarle más que las caricias anteriores, y que si se lo permitía, esa noche podría complacerle hasta que cayera rendida.

Con una mano entre sus cabellos, le guiaba de poco a poco a ir más abajo mientras su mirada hipnotizada no desistía de observarla, así, hasta que le detuvo, le hizo levantar la cabeza y con búsquedad jaló de su cabello hacía abajo para besarle en la boca como un animal sin control. Rai se quejó, pero no negó nada, y cuando lo notó, la mano del mayor tocaba con lascividad entre medio de sus piernas por encima de su ropa interior. También, con un agarre suficiente, se la subió encima con facilidad y volvió a recostarla mientras sus manos quitaban sus pantis al meterse por los lados de sus caderas.

—Me toca divertirme de nuevo —soltó con burla, aliviando un poco el momento con el semblante que colocó.

De pronto, no hubo nada extraño, todo comenzó a sentirse normal.

Osamu volvió a regar besos sobre todo su cuerpo, que por la ocasión perdió la cuenta, e indefensa, Rai solo pudo observar cuando tomó su pierna y la levantó para hacer lo mismo, con la diferencia de que está vez marcó con sus dientes las caras internas de sus muslos. Sabía que haría a continuación, pero no evitó la sorpresa al sentir que era expuesta cuando este le abrió las piernas sin pensarlo más, y con seguridad, hundió el rostro para complacerle. Fueron minutos de entero placer enfatizado en ella nuevamente; la experta lengua del hombre le hizo sentir que podía desmayarse si solo extendía su visita más de lo debido. Por fortuna, luego volvió a sentarse sobre la cama relamiéndose los labios con presunción y se dispuso a tocarle con una mano.

—Se acabaron los juegos, es una pena, caramelo —sentenció con cinismo.

De ser el hombre amable y caballeroso que escondió la mirada al romper con su promesa, Osamu dio una zancada hasta ese lugar, convirtiéndose así, en sonrisas soberbias y actitud erótica.
Rai fue la principal causa de todo lo que habían hecho hasta ese momento, pues ella dio la luz verde a algo que se era negado día con día, y por mucho que intentó hacerse la valiente, al final ese fue el resultado: ella sucumbiendo ante el control que por naturaleza poseía Shūji, permitiéndole hacer lo que gustara de su cuerpo.

Dos largos dedos es escabulleron dentro de ella para facilitar la cálida bienvenida que le daría después, fueron lentos y sutiles, robándole suspiros pesados que pronto se convirtieron en quejas. Se mantuvo tranquila, puesto que la nula incomodad le permitía sentir, por desgracia, ese no era el único plan del mayor, y cuando inclinó el cuerpo sobre el suyo extendiendo su mano hasta el mueble, ese donde a antes había puesto el regalo del ruso, trajo consigo un paquetito cuadrado de plástico. Le dejó después, pero atrajo su mirada cuando lo colocó de frente y rompió con facilidad el empaque; obtuvo con cuidado el preservativo que utilizaría y se llevó las manos hasta su miembro para ponérselo.

Antes de volver totalmente su atención a Rai, se deshizo de las prendas restantes, su pantalón y ropa interior para sentirse menos pesado.

Así, pues, una vez los preparativos fueron completados con satisfacción, Dazai se dispuso a comenzar con el acto principal de esa noche. Se hizo su propio lugar entre las piernas de la muchacha y tomó atención de lo que hacia al tomarse la longitud para direccionarla. Rai estaba observandole, a pesar de que no lo quería, pero algo le estaba llamando con insistencia. Osamu estaba tan tranquilo a la par en que mostraba el interés por querer avanzar, escondiendo perfectamente su fiereza, y no fue hasta que le regaló la mirada, que comprendió lo que había dentro de él.

Sus castaños orbes le miraron con amabilidad, controlando el repentino miedo que sintió al saber que estaba por comenzar, sin embargo, Rai tuvo que apartar la suya, porque eso era solo sexo y nada más. No debía caber otro sentimiento más que el deseo carnal entre los dos... No debía existir algo como el llamado "amor".
Osamu también estaba consciente del dato, en realidad pudo adivinar porque la bella joven renunció a su atención y no pudo más que decirse un te lo dije. Para él era distinto, sus sentimientos le llevaron por el camino de la decepción por sí mismo, por haber tocado la piel que era prohibida, no obstante, tampoco tuvo el valor para detener sus deseos y terminó por invadir su cuerpo.

Fue delicado y controló sus ansias, pero no evitó que la muchacha se quejara abiertamente tomando entre sus manos la piel de su espalda. No era su primera vez, era evidente, pero tampoco era como si estuviese acostumbrada y menos a un cuerpo que hasta ese día fue extraño.

—Lo siento, lo siento... —repitió el hombre en un susurro mientras trataba de ser más cuidadoso.

Una vez estuvieron completamente unidos, Shūji escondió el rostro en el cuello de la joven y de nueva cuenta acarició con sus labios la piel ahí, al mismo tiempo, sus caderas comenzaron a moverse con sutileza.

Para Rai, el sentir al castaño tan cerca era extraño, no obstante, también era emocionante. Ocho años marcaban la diferencia de anatomías y la ya antes mencionada experiencia, por lo que fue complicado seguirle el ritmo, así que solo cerró los ojos para comenzar a sentir. Sus manos seguían abrazando su espalda, y el otro a ella misma con cuerpo encima que no tardó en encontrar sus piernas y cadera para afianzarse y seguir moviéndose.

No pasó mucho, en realidad, solo unos cuantos minutos cuando entre los dos comenzaron a tomar el placer que juntos habían creado. El ritmo aceleró por sí solo, los ruidos en la habitación que provenían de sus cuerpos y sus labios, la poca vergüenza e inseguridad se marcharon, y cuando volvieron a verse a los ojos, ya no eran los mismos de antes. Se besaron como locos, con hambre; se tocaron como si se pertenecieran y sin darse cuenta en ningún momento, se amaron como si fuese verdad.

Insaciables, no les fue suficiente con una oportunidad, sino que tomaron más y más hasta que sus almas pidieron clemencia, en especial la de Rai, que agotada rogó contra la almohada cuando el tirón de placer explotó una vez más en su vientre y cerró sus cansados orbes a esperar. Osamu cayó después sobre su espalda completamente satisfecho por esa noche y besó toda esta como consuelo por haberle arrastrado hasta sus caprichos, salvo que de ello no se arrepentía y dudaba que la muchacha lo hiciera, pues pudo obtener de ella lo que buscaba y deseaba provocar.

Cuando él notó que le había consumido todas las fuerzas, le ayudó a voltear su cuerpo tomándole por el hombro, Rai se apoyó con los brazos temblorosos y pronto estuvo mirando con los ojos entrecerrados el techo de la habitación. A su lado, Osamu le miraba con la cabeza apoyada en su mano abierta y sonreía.

—Es hora de descansar, Rai —cariñoso, mandó al ver que pronto caería en sueños.

Rai no pudo responder nada, no lo parecía, pero seguía abrumada por como el otro le había hecho un lío antes. Nunca imaginó que Osamu pudiera tratarla con amabilidad y a la vez con tan poca delicadeza. Por supuesto, no tenía ninguna queja.

Por último, el mayor besó su mejilla y se acomodó junto a su cuerpo desnudo cubriéndolos con más mantas, le abrazó por la cintura y también cedió su consciencia por el sueño.

He de disculparme antes que nada, porque di a elegir el lemon y no cumplí con su elección de explícito. Creo que esto quedó en termino medio más para allá que para acá, aunque igualmente espero que les haya gustado, ya que no fue fácil llegar hasta acá sin ver acercamiento entre estos.

¡Muchas gracias por leer!

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