Go-juu nana | 57

Pesadilla, ropa bonita y una triste despedida.

—Duerme bien, te despertaré temprano para que desayunes con nosotros —hablaba la joven cubriendo con las mantas a su sobrina.

Una vez la nena estuvo bañada, le entró mucho el sueño, y antes de acostarla Rai secó y peinó sus cabellos de manera suave. Las dos extrañaban ese tipo de momentos, y sabiendo que no se repetiría en un largo tiempo, se mantuvieron conversando.

—Te quiero, Rai —expresó Yuji cuando la otra estaba a punto de irse.

—También te quiero. Buenas noches. —Dejó un cariñoso beso en su frente y se alejó después a apagar las luces, por último, cerró la puerta de la habitación.

Casi daban las once, las luces de la sala y cocina estaban apagadas y la luz de la habitación de Dazai alumbraba el pasillo; era hora de ir a dormir, no había manera de evitar el sueño, y nerviosa entonces se dirigió hasta la estancia.

Osamu estaba ahí, ocupando el lugar del otro lado de la puerta. Recargado en la cabecera de la cama y con las mantas cubriendo sus piernas, mantenía en sus manos un libro delgado y todavía no se quitaba las gafas. Descansaba al día siguiente, así que se tomó el tiempo, además, no sabía si sería mejor hacerse el dormido o el indiferente, así que optó por la última opción para que Rai notara que iba a mantenerse alejado.

La muchacha pudo haber ignorado el hecho, pero su mente tenía algo en contra de ella, porque justo recordó que la última vez que durmieron juntos, lo habían hecho después de divertirse un buen rato en su luna de miel. Sonrojada y sin esperanza, corrió a cambiarse la ropa por la pijama,

Algunos minutos más tarde, ocupaba su lugar en la espaciosa superficie, relajando el cuerpo cuando estuvo mirando el techo blanco. Había apagado la luz antes, pero la lámpara de noche todavía iluminaba al castaño leyendo.

—Buenas noches —deseó en medio del silencio.

—Descansa, Rai. —Y el otro, sin verle, solo pasó a otra hoja del libro cuando ella le dio la espalda.

El sol se colaba por la ventana junto a la cama, apenas iban algunas horas de  haber amanecido en Yokohama, y ese domingo, Osamu despertó tranquilo con el lugar en silencio en en vez de escuchar la siempre monótona y ruidosa alarma, que por algún motivo nunca despertaba a la joven que vivía en el mismo sitio. Era cierto que la señora Tsushima tenía el sueño pesado o que a veces lo perdía sin mucho trabajo, sin embargo, no la recordaba como alguien desastrosa entre las sábanas.

Una escena ya antes vista, pero que en esa ocasión, cambió los roles.

Rai seguía dormida y el hombre mantenía los ojos abiertos, antes bien, todavía recargando su cabeza en la almohada observando hacia un lado por la posición, porque de todas formas no tenía mucho que hacer tan temprano y dudaba que los padres de su esposa estuvieran listos para partir sabiendo que se habían tomado la noche de fiesta en fiesta. Solo que, había un problema, que podía no considerarse como tal: las manos de la muchacha abrazando su torso y su rostro escondido contra su espalda.

¿Distancia? Habría que escucharlo un ajeno para ponerse a reír.

No era incómodo, tampoco le molestaba ser abrazado de esa manera, salvo que dudaba que ella lo hubiera querido hacer mientras dormía.

Intentó levantarse después de un rato; con cuidado le tomó de las extremidades e hizo que le soltara, no obstante, al darse cuenta Rai volvió a apretarlo está vez más fuerte, y pronunció:

—No me dejes... Kosei...

Más que sorpresa, el castaño bajó las cejas enseguida con clara molestia. ¿Qué parte de "no lo digas", no entendía? A pesar de ello, no sé dejó caer de nuevo en la cama y observó detrás de él que ella todavía seguía dormida. Había sido algo involuntarío y él pensaba con el raciocinio intacto, por lo que decidió ignorarlo, y tal vez lo hubiera logrado si Rai se hubiese despegado, pero no lo hizo, y en cambió regaló un par de balbuceos más que no se entendieron.

—Da-Dazai-san...

La mención de su apellido le hizo denterse y algunos gemidos lastimosos también lo pusieron alerta. El rostro de la joven se contrajo en una mueca asustada y pronto comprendió que estaba teniendo una pesadilla que le involucraba.

Con la posibilidad de que pudiera despertar en cualquier momento, Shūji retomó su tarea de alejarse, sin embargo, justo cuando se deshizo de todo agarre, otro volvió a retenerle del antebrazo.

—¿Rai? —llamó impresionado.

Ese agarre no era nada sutil, era fuerte, pero tembloroso. Al mirarle una vez más, la encontró en la cama recargada en un brazo y mirando hacia abajo, no a él. Respiraba con dificultad y eso era preocupante.

—L-lo siento... —se disculpó apenas, le soltó y dejó su espalda caer en el colchón al mismo tiempo en que se llevaba las manos a la cara—. Estaba teniendo una pesadilla —confesó.

Sí, una buena pesadilla en donde recordaba como el joven Minagawa repetía que era aburrida y que ya no la amaba, en donde además, hizo acto de presencia su marido, expresando por fin no querer ayudarle en mención de su compromiso para dos.

Por su parte, él no iba a decirle que mencionó al innombrable, pues sería incómodo para los dos, incluso si le decía que también lo había llamado.

—Está bien, ya ha pasado —le dijo, a modo de consuelo.

No había pasado, no para ella, pues de pronto comenzó a temblar y la respiración se le fue más por los suelos. Tenía miedo, y no sabía exactamente qué lo había generado. Si el hecho de recordar que Kosei, aunque lo negaba con la cabeza aún estaba en su corazón, o de saber que se merecía el desprecio de Osamu por el trato.

Antes de que Shūji pudiera decirle algo más, de pronto la joven se levantó con una rápidez increíble y avanzó hasta baño sin darle la cara. En realidad, en el camino derramó unas cuantas lágrimas que sin darse cuenta escaparon de manera espontánea.

Comenzaba ya a sentirse confundida con la situación. Negarlo no servía de nada.

El hombre de negocios se mantuvo en su lugar, desistiendo de la idea de dirigirse hacia ella para cerciorarse que estuviera bien. ¡Distancia! Repitió en su mente como una alarma en extremo molesta. Era lo que necesitaban en ese momento.

Más tarde, Osamu se entretuvo en la sala de estar jugando algunos videojuegos, esperando a que la muchacha y sobrina estuvieran preparadas para salir de la casa. A la niña antes le había saludado, pero enseguida Rai le mandó a cambiarse porque ya era tarde para los planes que tenían en mente los casados. Era su último día, y tal como hicieron en Miyzaki llevarían a la nena por desayuno.

—Estoy oxidado —mencionó el mayor al dejar el control en la mesita de enfrente.

La pantalla mostraba un "game over" y decidió dejarlo ahí, porque no deseaba quedarse todo el día en eso, que ya no era un jovencito ocioso, si no un adulto con muchos pendientes que resolver.

—Sí, a las doce... Está bien, estaremos ahí...

Justo, Rai salió de la habitación con su teléfono pegado en la oreja. Hablaba con sus padres, y sabía, hablar frente al castaño era mal educado, pero la madre simplemente no quería detener la charla y pronto comenzó a contarle sobre su noche en Yokohama. Estaba todavía emocionada, así que nadie podía culparle ni mucho menos detenerle a la fuerza, por lo que la jóven prefirió darle el costado al hombre.

Llevaba una bonita blusa de botones en color azul de tono bajo, esta, de cuello redondo, estaba fajada en su bonita falda de mezclilla a nivel de las rodillas, y por último, unos zapatos de cinta a juego le hacían ver un poco más baja en estatura. Osamu no pudo evitar echarle un buen vistazo de manera casi involuntaría, pues en realidad, la encontró bastante linda y le combinaba por ese día a su mismo atuendo de saco azul marino y pantalones negros. De hecho, su blusa y camisa eran del mismo tono.

¡Una coincidencia muy curiosa!

Hablando de ello, la antes mesera también debía afrontar que sin darse cuenta su estilo de prendas cambió de poco a poco. Antes ponía en su cuerpo lo primero que encontraba, después de todo, no tenía a quien impresionar y tampoco tenía tiempo para perder, por lo que un suéter de los más comunes y un pantalón de mezclilla le eran suficientes; a diferencia de esos momentos, en donde le preocupaba un poco verse disonante a lado de su marido, quien siempre andaba en traje o ropas casuales medianamente formales.

—Nos vemos —se despidió y colgó cuando su madre por fin terminó la anécdota—. Siento mucho molestarlo en su día de descanso —fue lo primero que dijo cuando lo observó levantarse para ir acomodar el mando que utilizaba.

Shūji negó casi al instante y se mantuvo dándole la espalda por algunos segundos.

—No es molestia. Me agrada tu familia, y Yuji es un ángel, me recuerda mucho a Satoko, así que estoy bien —habló sincero. Cuando le dio el rostro, sonrió.

Decía la verdad, los Fujiwara para él eran una familia en extinción a pesar de ser pequeña. Educados, sin embargo, con ese toque de diversión que le ponía cómodo, en cambio, los Tsushima eran algo muy distinto; le avergonzaba aceptarlo, pero la palabra "intolerables" era lo primero que venía a su mente, con excepción de su padre, por supuesto.

—Bien, me alegro entonces. —Incomoda, desvió la mirada—. Iré a ver si Yuji ya está lista.

Sin más, volvió por el pasillo de las habitaciones y entró en la de Satoko. Dazai enseguida pensó en el largo día que le esperaba con ese ambiente amargo que no se espantaba con nada.

—¡Estoy lista! —celebró la nena no mucho después al llegar a la estancia y mostrarle como le quedaba el vestido en color durazno de su hija, uno que le habían regalado porque la pequeña no llevó ropa.

—Estás preciosa —halagó enseguida el mayor, caminando hasta ella y viendo como su esposa se acercaba ya preparada para salir.

—¿Ya nos vamos? Es que tengo hambre —volvió a hablar. Ya iban a dar las diez de la mañana y estaba acostumbrada a desayunar muy temprano con su abuela, así que no pudo evitarse el comentario.

—Solo estábamos esperando, ahora que estás lista podemos irnos —aclaró Osamu, luego le ofreció su mano y la chiquilla no tardó en dársela.

Aunque pareció muy natural, en realidad fue una acción estratégica por parte del hombre de negocios. Si le daba la mano a Yuji y se adelantaba, no tendría que dársela a Rai y que esta la tomara por compromiso. Mataba dos pájaros de un tiro: distraía a su sobrina y no incomodaba a su mujer.

Así, los tres recorrieron el camino hasta el estacionamiento subterráneo y abordaron el auto sin perder más tiempo para dirigirse a un cualquier restaurante que encontraran, antes de recoger a los padres en el hotel en que se estuvieron quedando por esa semana.

—Cuídense mucho, por favor, y no olviden que pueden ir a visitarnos cuando gusten. Cualquier problema o algún consejo que necesiten, estamos aquí para ayudarlos —Yashiro se despedía sin querer hacerlo.

Tomaba con fuerza las manos de su hija y le miraba como si quisiese llevársela con ella, lo cual no era una sorpresa, pues durante cuatro años estuvo esperándola, y después, le salió con la sorpresa de haberse comprometido y se casó con un hombre establecido en esa ciudad. ¿Cómo iba a saberlo? Rai nunca fue impredecible, aunque de haberlo hecho, tampoco le hubiera negado nada cuando la menor se vio emocionada por irse en solitario de sus brazos.

—Muchas gracias, mamá. Y tranquila, claro que vamos a ir a visitarlos cuando Dazai-san tenga tiempo, además, no te preocupes por el contacto, podemos seguir hablando por teléfono como antes lo hacíamos —prometió la muchacha. Era allí donde se arrepentía de haber pensado: "solo serán unas horas más", porque no valoró el tiempo que pudo disfrutar en su compañía y este no volvería pronto.

—Rai —llamó Renzo, triste, pero intentando ocultarlo, y cuando ella le miró, sonrió con nostalgia—. No olvides que te protegeré aunque estemos lejos.

No faltó mucho, solo era cuestión de segundos. La antes señorita Fujiwara comenzó a llorar, y antes de que le dijeran algo para consolarle, los abrazó al mismo tiempo por el cuello. Sus padres se sintieron orgullosos de ese amor que todavía sentía la menor por su familia y Osamu se sorprendió un poco, antes bien, se mantuvo al margen de esa despedida.

—Dazai-san —fue Yuji quien está vez llamó al mayor—. Cuide muy bien de Rai, o le diré a mis padres para que vengan por ella y la lleven a casa —amenazó seria, no obstante, el llamado sonrió al ver cómo se preocupaba.

—Lo haré, no te preocupes, Yuji. Amo mucho a Rai para lastimarla, así que no tendrás que decirle nada a tus padres —prometió por su lado el mayor.

Algunos minutos después, cuando Rai soltó a su sobrina de un enorme abrazo, los Fujiwara tomaron camino hacia su destino, muy agradecidos de haber pasado el tiempo con su hija menor y de dejarla, aparentemente, en buenas manos.

Hoy vengo a contarles algo que hice algunos días atrás mientras me encontraba pensado en como era la casa de Dazai. Hagan de cuenta que no tenía nada que hacer, y de pronto me pregunté: ¿cómo es que los que leen la historia se imaginan el lugar? Y como soy una excelente dibujante -nótese el sarcasmo-, dije, pues voy a dibujarla en modo así como cuando te venden las casas.

Tome mi librito empolvado de la máscara de majora's, que está empolvado porque nunca lo utilizo:

Y comencé a repasar las descripciones que antes les había hecho y sigo haciendo. Entonces quedó así:

Ignoren mi letra fea juas. Hahahaha, dios, lo veo y hasta me da pena, pero como no soy arquitecta ni trabajadora de "bienes raíces", es todo lo que pude hacer. Igual siento que con esto pueden tener más claridad del lugar, solo espero que no lo imaginen así, porque si pasa que pueden hacerlo literal hahaha.
Por último, ¿cómo imaginaban ustedes la casa?

En fin, es todo, se me cuidan y muchas gracias por leer 💕

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top