Go-juu hachi | 58
Algo que pueda unirlos, Chuuya con problemas y pena por su suerte.
Al llegar a casa del aeropuerto, Rai y Osamu se separaron al solo entrar en el recibidor. Triste por la despedida, la fémina corrió a esconderse en la habitación para seguir llorando, y él, deseando ir a consolarle, se mantuvo con las manos detrás de la espalda y de nueva cuenta se instaló en la sala para jugar videojuegos, y evitar con ello escuchar cualquier sollozo que ella dejara escapar. En el auto fue igual.
Por una parte, no era grave que la joven volviera a deprimirse por ese motivo, pues entendía que tarde o temprano su familia tendría que marcharse y debía superarlo, no obstante, por otra, hablando de su falsa relación, era indiscutible que algo tendrían que hacer, ya que el siguente paso en la lista era ir derecho por la custodia de Satoko, y así, no se veían en condiciones de pasar la entrevista con el abogado en cuanto a afinidad entre los dos. De hecho, ni siquiera Dazai se veía capaz de decirle que necesitaba su participación en el papeleo sí o sí.
Algo debía unirlos; algo que pudieran manejar y aprovecharlo para sentirse más cercanos. Sin duda, ese algo debía existir, sin embargo, por el momento estaban en ceros.
Pasadas las tres de la tarde de ese mismo día de domingo, un pelirrojo entró en el departamento, se quitó los zapatos y avisó de su intromisión antes de avanzar.
—Adelante, Chuuya —Osamu permitió, aunque tampoco era como si lo necesitara siendo la persona de confianza que era—. ¿Necesitabas algo?
Al asistente le pereció extraño encontrarlo jugando los videojuegos que no había tocado en años. Se dijo, Dazai estaba evitando un importante tema, pues ya conocía su manera de actuar en cuanto a ciertos aspectos. En ese caso, al no ver a Rai por ahí, supo que era ella a quien estaba evitando.
—Voy a ir de compras y quiero llevar a Fujiwara-san conmigo —contó asertivo, olvidando que por el momento ese ya no era el apellido de la recién casada.
Osamu puso pause a su juego y se volteó a verle aún sentado en el sillón.
—¿Qué necesitas de ella? —serio, cuestionó, haciendo reír al bajito.
—¿De verdad tengo que decírtelo? —devolvió divertido de la situación—. Son cosas personales, además, no pongas esa cara, hombre, tú eres el que se la pasa repitiendo que su relación no importa porque es falsa —atacó. No decia más que la verdad, pues en cierto modo le molestó que se haya visto celoso.
—Tienes razón —cedió tranquilo el castaño—. Aún así, Rai es mi esposa ahora y tengo que cuidarla. Sé que no representas ningún problema, pero me es difícil confíar cuando se trata de ella —contó sincero sobre como se sentía, recordando aquella vez en que quiso darle alcohol en esa misma casa.
—Entiendo. —El asistente también se tranquilizó, sabiendo que eso no les llevaría a nada—. Solo iremos a comer, le haré saber algunos detalles de su regreso al trabajo y lo demás sigue siendo personal.
El Nakahara necesitaba ayuda, por esa ocasión estaba seguro de que el instinto femenino de la joven sería suficiente, y hablando de ella, salió de la habitación al escuchar sus voces.
—Buenas tardes, Nakahara-san —saludó gentil al recién llegado.
—Buenas, Fujiwara-san —repitió el apellido—. Puedes llamarme solo Chuuya si gustas. —Necesitaba dejar las formalidades fuera de su relación.
—Chuuya-san —mencionó un poco contenta, solo para afirmar que sí le llamaría por su nombre—. También puede llamarme solo Rai.
—Rai, muy lindo. —Este hizo lo mismo en confirmación.
—Rai... —y luego el mayor interrumpió—. Chuuya quiere saber si deseas salir con él esta tarde. Te hablará del trabajo y al parecer necesita ayuda con algo personal que no quiere contarme.
Ciertamente, esperaba que la mujer denegara la cita. Conociéndole, seguro prefería ahorrarse las molestias y eso lo mantenía tranquilo.
—¡Por supuesto, iré! —aceptó enseguida, haciendo al castaño poner un sorprendido semablante. Había cantado victoria antes de tiempo.
—Perfecto, podemos irnos cuando gustes —celebró el pelirrojo. No quería decirlo, por supuesto que esperaba la afirmación de la muchacha, pero también pensaba lo mismo que su jefe.
—Me quedé dormida hace rato, pero estoy lista desde temprano, solo déjame ir a prepararme un poco —dijo y volvió a perderse dentro de la habitación.
Al ver que nada se podía hacer, Dazai volvió a darle la espalda al menor y siguió con su juego. Pronto aceptó que estaba haciendo una tormenta en un vaso de agua sin comprender el motivo exacto, Rai podía hacer lo que quisiera y eso no dejaba fuera salir con otros chicos, además, era Chuuya de quien hablaba, su amigo y mano derecha.
—Volveremos más tarde —avisó el muchacho.
—Nos vemos más tarde, Dazai-san. —Rai ni siquiera le vio a la cara, por lo que supo, había aceptado la salida para no estar a solas con él.
Algunos minutos después, cuando se despidieron, aquellos dos salieron del apartamento y le dejaron solo.
Al sentir el lugar vacío y silencioso, apagó el videojuego enseguida, se levantó dejando el mando en la mesita y caminó hasta la cocina. De la alacena obtuvo una botella de vino y una copa; más despejado, se dijo, era hora de darse un tiempo para relajarse, pues ya que estaba solo aprovecharía para darle su merecido tiempo al caso de Satoko, por lo que cuando volvió a la salita dejó lo que llevaba en las manos y corrió de vuelta a la habitación para sacar los documentos de un cajón.
Listo para comenzar, tuvo todo a la mano, incluso el vino servido, entonces tomó su móvil y marcó el número de contacto que Mori le había facilitado.
—Buen día, Fukuzawa-san —saludó nervioso al teléfono cuando contestaron.
—Buen día —respondió una gruesa voz al otro lado, luego siguió—: Debes ser el trabajador de Mori-san, Dazai-san si no me equivoco, de no ser así, no tendrías mi número personal.
—Sí, él me recomendó su buffet de abogados, dijo que podía confiar en usted —comentó, tomando el primer documento de la carpeta abierta.
—En efecto, puede confiarme su caso, a menos que sea un trato perdido, garantizo el noventa y nueve porciento del problema legal resuelto. Digame, ¿cuál es su caso? —indagó. Sonaba muy profesional, y eso le intimidaba un poco al hombre de negocios.
—Necesito recuperar la custodia completa de mi hija. Su madre me estuvo negando verla por nueve años, hasta que cedió a compartirla la temporada pasada. Todo estaba bien, sin embargo, no me parece que mi hija quiera estar con ella —hizo saber de la manera más efectiva que encontró.
—¿Sabe usted el procedimiento legal para ello? —cuestionó y esperó en la línea, hasta que el otro contestó de manera afirmativa—. Bien, Dazai-san, a partir de hoy estaré a cargo de su caso como Mori-san me encargó, así que necesito que me corrobore información importante. Si tiene tiempo, ahora mismo le hago una corta encuesta para evaluar las posibilidades —pidió por último el abogado.
—Claro, tengo tiempo —contestó el afectado asustado, pero emocionado por comenzar.
En el centro comercial, la señora Tsushima y el joven asistente ocupaban lugar en una de las mesas del área de comida. Acababan de ingerir alimento y como postre compraron un par de helados para seguir conversando, además, junto con ellos llevaban algunas bolsas de las tiendas que habían visitado. El pelirrojo compró un par de prendas para él y en el camino la convenció para que hiciera lo mismo.
Finalmente, terminaron los temas que les convenían a los dos, y pronto el Nakahara se puso nervioso cuando ella miró hacia otra parte distraída.
—Rai... —llamó, haciendo que ella le diera su atención de nueva cuenta—. Hay algo más por lo que quise que me acompañaras —confesó.
—Puedes decirme —le ánimo la muchacha. No tenía problema con ello, siempre y cuando no fuera algún tema relacionado con el castaño.
Chuuya tardó un poco, pero se armó de valor y comenzó:
—Quiero que me digas lo que piensas, ¿bien? No importa si tu opinión es negativa. —La joven le observó con extrañeza, pero asintió para que continuara—. En la boda conocí a alguien importante y a pesar de que no vive en la cuidad hemos estado en contacto hasta hoy. Podría decir que aunque sea a distancia nos hemos acercado. A lo que voy es, tomando en cuenta lo ocupados que siempre estamos por igual con nuestras vidas,¿es una buena idea seguir con ello?
Rai se mantuvo en silencio después de sus palabras. Fue una sorpresa que el muchacho le tuviera tanta confianza como para pedirle un consejo, aunque también lo hacía ya que era de su edad y posiblemente la única mujer con la que hablaba de vez en cuando.
—Sé que suena muy estúpido, una relación a distancia nunca funcionaría y menos con alguien a quien apenas conozco, pero apenas han pasado dos semanas y no sabes lo feliz que me ha hecho —hablaba ilusionado, que la otra sintió ternura.
—No creo que sea estúpido —aclaró enseguida la recién casada—. Es algo arriesgado, por supuesto, sin embargo, creo que si los dos son conscientes de lo que podría ocurrir, ya sea para bien o para mal, podrían estar bien con su relación —aconsejó siendo objetiva.
El secretario bajó las cejas colocando un semblante pensativo, para luego mirarla como si hubiese entendido algo complejo.
—Es como la relación que mantienen Dazai y tú —comparó contento enseguida al haber obtenido tan buena respuesta.
—Ah... Sí —atinó a responder la muchacha con pena.
Su compromiso para dos tenía las palabras "tendría que tener", pues se habría que recordar el término "bomba de tiempo". Con la decisión tomada mientras los dos estuvieron entre la espada y la pared, poco sabían sobre las consecuencias que en ese momento ya les estaban llegando como granizo desde el cielo.
—Entiendo, Rai, muchas gracias por decirme esto. —Se inclinó un poco en la mesa y cuando levantó la mirada sonrió como siempre acostumbraba a hacer.
Antes de volver al edificio en donde los dos vivian, recorrieron un par de tiendas más y luego estuvieron listos.
Cuando Rai entró al apartamento no escuchó absolutamente nada, y sin más procedió a quitarse los zapatos con un poco de dificultad por las compras hechas. Luego avanzó por el recibidor para llegar a la sala de estar, en donde de primeras parecía vacía, salvo que luego de asomar un poco más la mirada, encontró al castaño tendido a lo largo del sofá.
—Estuvo bebiendo —soltó con preocupación después.
Sobre la mesa, la copa estaba vacía, pero pintada del vino a una altura considerable, y junto a ella la botella no parecía estar rebosante de líquido. Había también una carpeta cerrada con papeles, así que enseguida la muchacha pensó que había estado trabajando en su día de descanso.
Hablando de él, no se le veía muy bien; la exmesera pudo notar que entre sus brazos se encontraba un papel de fotografía, aunque solo se veía el blanco de esta por estar al revés, y sobre todo, en su rostro había una mueca que transmitía tristeza, lo confirmaban sus mejillas mojadas de lágrimas, que enseguida preocuparon a la menor.
¿Qué había sucedido durante el tiempo en que ella estuvo ausente? Se preguntaba y era muy fácil responder o deducir la incógnita.
Dazai Osamu bebiendo, pensando en su hija, y por último, recordando su vida antes de que su familia lo abandonara.
Antes de conocer a Rai, solía ponerse muy triste estando en soledad, repetía constantemente la escena y al día siguiente siempre iba a trabajar, sin embargo, desde que comenzó a hacerse parcialmente cargo de la chica, no había tenido tiempo para ello.
Bien, no le iba a dejar allí, por más que la situación entre los dos fuera mala, no tenía el corazón para abandonarle en ese estado.
Después de dejar las compras en la habitación y acomodar la cama para el hombre, pues su plan era levantarlo para llevarlo a acostar, volvió a la estancia, dispuesta a despertarlo.
—Dazai-san... Dazai-san... —No fue brusca, solo le movió un poco por los hombros, pero esto no funcionó; a cambió, el mayor soltó la fotografía al mover sus brazos.
Rai la recogió enseguida sabiendo que era algo que le importaba, no obstante, cuando pudo verla, su mirada recayó automáticamente en lo que se mostraba: una linda Satoko bebé en los brazos de una sonriente Hatsuyo. Por la bata de la mayor, descubrió que había sido tomada en el hospital, horas después del nacimiento de la pequeña princesa.
¿Quién no se hubiera deprimido al instante? Tendría que ser una persona de corazón congelado, pero Rai al no serlo, sintió mucha pena por el mayor, al punto de querer llorar por su suerte.
A fin de cuentas, no dijo nada. Se tranquilizó, dejó la foto sobre la mesita, sin embargo, otro asunto le desvió nuevamente de su objetivo.
La carpeta cerrada de documentos por descuido mostraba la parte de la primera hoja, y no era como si dijera mucho o contara un extraordinario secreto, pero al ver que su nombre estaba ahí bajo una línea esperando ser firmada, le entró la curiosidad. Terminó acercándose por el lado del sillón dándole la espalda al hombre de negocios aún en sueño y tomó la carpeta entre sus manos; pronto la estuvo ojeando, comprendiendo enseguida de que se trataba todo eso. Eran los documentos necesarios para realizar el pedido de la custodia al juzgado de la familia, entre otros papeles que también convenian en el tema, salvo que a esos, les ignoró sin pensar tanto al saber su propia respuesta.
—Todos estos documentos... Solo necesitan mi firma para estar listos —se dijo.
Habiendo nulas dudas de lo que habría de hacer, buscó con la mirada una pluma en la mesita que más tarde encontró. Si eso alegraba un poco a Osamu cuando despertara, era lo menos que podía hacer por él, por lo que se puso manos a la obra. Recargó los papeles en su extremidad, dispuso de la pluma y comenzó. Uno, dos, y al tercero, por poco se le va la mano al estar mal apoyada. Eso era demasiado peligroso siendo aquellos papales tan importantes, así que observando hacia atrás el lugar que dejaba el cuerpo de Dazai, ocupó asiento diciéndose que no se tardaría nada.
En la siguente parte, por favor, recuerden la ropa que Rai lleva puesta, por algo me di el tiempo de explicarla en la anterior parte. Si lo hacen, yo sé, que les va a encantar, les ha hablado su amigo... Bueh, con permiso. El sábado tendrán su cap sí o sí.
¡Muchas gracias por leer!
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top