Go-juu go | 55

Última carta de triunfo, familia Fujiwara y no menciones al innombrable.

Un día más en la casa del lago, y posiblemente Rai se volvía una demente sin tener de sobra nada que hacer, por lo que un día después de la tormenta, volvieron a Yokohama.

Osamu se enfocó como de costumbre en su trabajo y Rai tuvo la fortuna de compartir algunos días con su familia que todavía tomaba vacaciones, habría que recordar cuando su madre lo mencionó en una llamada, aunque solo sus padres y Yuji, pues su hermana y cuñado volvieron a Miyzaki para no desatender más sus deberes.

Pasearon lo suficiente por los turísticos lugares de la cuidad nipona siendo su primera vez, y el último día, es decir, cuatro días después, quedaron en cenar en el apartamento de los recién casados, pues Dazai había hecho todo lo posible por no meterse en sus vacaciones, sin embargo, los Fujiwara no se irían sin antes convivir un poco con el nuevo integrante de la familia.

El día de la cena familiar, eran las seis de la tarde cuando el hombre de negocios entró en la oficina de Mori Ougai por asuntos pendientes que necesitaba resolver.

—Buenas tardes —saludo el menor cerrando la puerta detrás de él.

El azabache se mantenía detrás de su escritorio leyendo un enorme contrato, le adorbaban unas gafas de vista casada y se le veía concentrado, pero nada más escuchó a su trabajador favorito, dejó todo en la mesa.

—Buenas tardes, Dazai-kun. ¿A qué se debe que tenga el honor de que hayas venido a mi oficina? —cuestionó divertido, se levantó de la silla y avanzó mostrádondole los cómodos sillones con que su lugar contaba.

Shūji hizo caso al llamado y pronto estuvo ocupando lugar frente a él en la salita con bar.

—¿Gustas algo de beber? —ofreció el mayor, pero de inmediato el castaño negó.

Parecía cansado, o más que eso, estresado. Mori creyó que los primeros días de matrimonio lo habían desecho con tanto que atender, por ejemplo, el cambio de apellido de la antes señorita Fujiwara, que tuvo que hacer él mismo para no molestarla con papeleo, entre otros asuntos legales; por otra parte, lo divertido que era ser recién casados, no obstante, el magnate se equivocaba, pues no había existido nada de ello en su relación en ese momento con un "alejamiento" improvisado, en cambio, todo lo que hizo la parejita fue ignorarse a todas horas.

—Bueno, te escucho. ¿Es sobre el tema de la casa nueva? —le cedió la palabra al ver que difícilmente podía comenzar.

Dazai se pasó una mano por el cuello y suspiró rendido.

—No, no es eso, en realidad, quiero devolverle su trabajo a Rai —por fin habló—. Pero necesito que lo haga con otro nombre y fotografía en el expediente.

Eso era ilegal, claro estaba, pero el hombre iba muy enserio, por ello estaba ahí. Si Mori lo aprobaba, la exmesera volvería al Yellow Cake's, y eso solo era un paso para regresarle la estabilidad que prometió aquel día en la casa del lago.

—¿Por qué? —indagó el mayor confundido—. ¿Qué necesita Fujiwara-san del Yellow Cake's?

Era difícil explicarle sin decirle toda la verdad, porque tal como pensó que sucedería, Mori enseguida pensó en el tradicionalismo japonés. ¿Acaso no era suficiente con el dinero que tenía su marido? Esa era una de las preguntas que se hizo a él mismo en ese sillón.

—Es que no puede quedarse sin nada que hacer, ¿entiende? —comenzó a explicarle—. Ha trabajado desde siempre y por ahora no tenemos intención de crear una familia, así que sería difícil para ella adaptarse a las labores de ama de casa.

Sus argumentos tenían lógica, eran, en otras palabras, la verdad sin llegar a ahondar en el problema real.

—Ah, ya veo. —Mori lo comprendió enseguida—. Con los temas legales de Satoko serán penalizados si ella tiene un trabajo. —Ahorró a Dazai esa parte de la explicación.

Era fácil evadir dicho tema, un nombre y fotografía falsa en los documentos le dejaban el camino libre para volver al trabajo, pero, Dazai era consciente de que no era todo tan sencillo. Una vez comenzada la pelea por su hija, si por casualidad o no Hatsuyo se enterara de ello, podrían irle diciendo adiós a la custodia completa, aún así, estaba dispuesto a correr el riesgo para hacer a Rai feliz y sin arrepentimientos.

—Sí, por ello vengo a pedirle su autorización...

—Dazai... —interrumpió el mayor de pronto, que el castaño no lo vio venir—. Me pides hacer algo ilegal con la empresa, ¿de verdad es tan importante para Rai?

Que se negara estaba en las posibilidades, en la última considerada por el Tsushima. Se tomó las manos nervioso y miró a su jefe con un involuntarío semablante desesperado.

Mori negó después, acabando con la esperanza, sin embargo, todavía podía hacer algo por la aprobación, así que solo se animó a jugar su última carta.

—Es un matrimonio arreglado —confesó.

El magnate observó el momento exacto en que su pupilo bajaba la mirada hasta el suelo. Ahí lo entendió todo; se dijo, todo cobraba sentido, pues él no era ciego ni mucho menos ingenuo. A diferencia de las familias de sangre, Ougai adivinó el falso amor entre Rai y Osamu en la misma ceremonia y celebración de la unión, solo que no quería creerlo y esperaba que no fuera así por el bien del ya divorciado.

—Rai está muy deprimida, Mori-san. No quiero hacerla infeliz —rogó apresurado, recordando como se había comportado los últimos días cuado estuvieron a solas, y si bien eso lo habían pactado entre los dos, era una conducta que no podía evitarse.

Era sincero, y todo el mundo sabía que nunca quiso hacerla infeliz, pero había algo que Dazai no estaba mirando con atención. Él también comenzaba a deprimirse, y las personas más cercanas tales como Chuuya y Mori, podían notarlo a simple vista.

¿Por qué era tan difícil? No paraba de preguntarse a sí mismo el castaño. Salían de un problema y entraban a otro con una increíble rapidez. No acababan de "reconciliarse" cuando de nueva cuenta volvían a entrar en conflicto. Y, ¿era así como esperaban pasar juntos dos años? A ese paso, lo más seguro era que todo valiera nada. Rai podía rendirse, era lo más seguro, y le causaba terror saber que para él también se había convertido en una última opción.

—Sabía que amabas mucho a tu hija, pero es sorprendente que hayas tomado esta decisión. ¿Por qué no me lo consultaste o a alguien de confianza? Un matrimonio arreglado es... —calló abrumado. Le dolía el hecho de que Dazai no tuvo la confianza para contarle, cuando siempre lo había hecho; él era su segundo padre después de todo.

—Lo lamento, en realidad no lo pensé muy bien —confesó apenado—. Solo quería poder acercarme a mi hija cuanto antes. Después de su visita me sentí tan mal... y Rai estaba justo ahí. Se que no debí hacerlo, porque la estoy ultilizando, y por mi culpa no ha hecho más que tener días difíciles —terminó con las manos sobre su rostro.

Había tomado una decisión tan arriesgada y en tan poco tiempo, no obstante, sabía ya que debió haberlo pensado con más seriedad. En mero matrimonio se le estaba yendo de las manos todo el control que creyó tener.

—Bien —Mori aceptó de repente—. Puedes devolverle su trabajo.

—Muchas gracias...

—A cambio... —interrumpió severo el mayor—. Prométeme que comenzarás a cuidarte como es debido. Es bueno que te preocupes por Rai, pero también es necesario que lo hagas por ti. Descansa, come bien y date tu propio tiempo, con la mente despejada podrás encontrar la mejor manera de sobre llevar su relación.

Cerca de las siete de la tarde de ese mismo día, Osamu arribó al edificio donde residía. Hizo lo acostumbrado; aparcó en estacionamiento subterráneo, bajó del auto con algunos papeles en mano, abordó el ascensor hasta su piso y cuando estuvo frente a la puerta del apartamento abrió con la tarjeta de acceso.

—Que bueno que ya llegaste, Osamu —saludarón en el recibidor con una fingida alegría.

Al levantar la mirada muy confundido por sus palabras, observó a Rai caminando hasta su lugar, y luego de reojo miró una cabecita de cabellos largos asomarse al mismo tiempo.

—Siento el retraso, estaba discutiendo unos asuntos con Mori-san y se nos fue el tiempo —justificó nervioso. Incluso, levantó un poco la voz de manera involuntaría.

Las señales eran claras. Los Fujiwara estaban en el mismo lugar y debían actuar conforme a la pareja recién casada que eran. Por ello, Rai se acercó, le quitó los papeles de las manos y le ayudó a quitarse el saco de vestir. Cuando avanzaron, ver a los mayores en la sala confirmó lo que había pensado y recordó la cena.

—Buenas tardes, me da gusto que nos hayan visitado —saludó contento, aunque el cansancio todavía le gritaba que fuera a descansar.

—Oh, que amable, es un bonito lugar el que tienen. —Yashiro se levantó para ir a encontrarle, y Renzo no tardó en seguirle.

—Trabajas mucho, ¿no lo crees? —le molestó el suegro con gracia, provocándole una risa natural al castaño.

Shūji asintió mientras se saludaban de mano y le daba un corto abrazo la madre.

—Ire a la habitación a dejar esto —avisó la joven refiriéndose a lo que antes le había quitado y partió sin más dejándole ahí.

—Hola, Yuji, ¿cómo te va? —se dirigió a la pequeña cuando se acercó.

—Hola, Dazai-san. Estoy bien, gracias por preguntar —educada respondió.

—Me alegra mucho. —Despeinó su cabello con ternura al decir y la nena sonrió.

Después, el dueño del lugar les invitó a qué volviesen a ocupar asiento en la sala, él en el sillón para dos que daba la vista al recibidor, y ellos en el grande para tres que facilitaba la vista al televisor; algunos segundos pasaron cuando comenzaron a conversar. Lo mejor que pudo hacer el hombre de negocios fue preguntar acerca de lo que pensaban acerca de la cuidad, y funcionó, pues ellos respondieron con entusiasmo.

Cuando Rai volvió a la sala, se sentó junto a él no midiendo con exactitud el lugar, y en consecuencia quedaron demasiado cerca, pero no era extraño para ningún presente, y tampoco lo fue cuando Dazai colocó su mano abierta sobre la pierna de su mujer en un movimiento involuntarío.

—Es bueno que hayan podido disfrutar un poco de la cuidad antes de irse. —Osamu hablaba con confianza, pero a diferencia Rai estaba muy callada.

—Sí, es muy linda —agregó la mayor.

No parecía que el tema fuese a terminar ahí, y Yuji no parecía muy entretenida con la plática de sus abuelos.

—Yuji, ¿por qué no vas a la habitación de Satoko? Hay muchos jueguetes que puedes utilizar y la televisión —le animó el castaño al ver su aburrimiento.

—¿Puedo? —inquirió con vergüenza, con las manos en su regazo.

—Claro —Rai contestó y se levantó enseguida—. Ven, te llevaré.

Cuando la pequeña se acercó, Rai le tomó de la mano y pronto se perdieron en el pasillo de las habitaciones.

Una vez solos, el yerno se acomodó el cabello con incomodidad, pues notó todo el rato la inquietud de la joven junto a él.

—Veo que Rai aún no se acostumbra a qué le veamos junto a ti —comentó Yashiro para después suspirar.

Así que ellos también lo habían notado. Sin duda, eran los peores actores, pero, ¿que más podían hacer estando su relación como estaba?

—Dejala, mujer, siempre fue una chica penosa. Siempre estaba así con Kosei —regañó Renzo, mencionando al innombrable dentro de esa casa, a lo que el recién casado torció el gesto.

—Pero Dazai-san es su marido, es diferente...

—¿Les molesta si los dejo? Iré a bañarme para la cena —interrumpió de pronto el castaño.

Rai se estaba tardando mucho otra vez, así que no le quedó de otra.

—Claro que no, debes estar cansado, así que estaría bien que te relajes un poco —aconsejó la suegra enseguida.

—Sí, muchas gracias por entender.

Casi al mismo tiempo en que decía, se marchó a paso rápido, y es que no quería aceptarlo, pero detestó escuchar que Kosei en algún momento tuvo ese tipo de ratos buenos con los padres de Rai. Estaba celoso, evidentemente.

Justo, la muchacha salía de la habitación de Satoko y se encontraron de frente, no obstante, Osamu ni siquiera le miró por voluntad y terminó por entrar en su habitación, lo que la dejó un poco sacada de su sitio. Se suponía que contaba con él para hacer creer a sus padres que estaba allí por amor.

—¿Le sucede algo? —Optó por seguirle el paso y lo encontró buscando ropa en el armario. Menos mal que sus prendas siempre estuvieron allí.

—Voy a bañarme —le dijo solamente y siguió en lo suyo.

—Es que parece molesto, ¿mis padres le dijeron algo que no debieron? —concluyó desconfiada, no creía que esa fuera la razón, salvo que era la única que se le ocurria.

—Por supuesto que no, están en todo su derecho de hablar. —No sonaba molesto como tal, solo apenas se le escuchaba en la estancia.

Rai no supo que mas decirle, se entretuvo pensando con las manos juntas en su estómago y la mirada perdida en cualquier lugar, hasta que él se paró frente a ella en el momento menos indicado, pues estuvo a punto de soltar palabra, mas no sucedió.

El otro le colocó un dedo debajo del mentón, le levantó el rostro, y tras verle unos segundos, dejó un tranquilo y lento beso sobre sus labios.

—Asegurate de dejarles en claro, que no quiero escuchar el nombre de Kosei en este lugar —mandó y se fue.

Sacando su lado tóxico. Rai quedó.

¡Muchas gracias por leer!

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