Go | 5.

Tres historias, un mandado y media hora de descanso

Pésimo inicio de semana, se dijo la muchacha en su lugar. No había podido dormir en toda la noche, y por ello, su cabeza se recargaba sobre su mano abierta en aquella mesa de trabajo.

El profesor frente a ella daba la guía para su examen final y Rai trataba de ponerle tanta atención cómo podía y tenía, pero era en vano, un zombie jamás memorizaría datos de universidad. Aunque no era hora de rendirse. La señorita Fujiwara no conocía el concepto como tal, así que escribía todo lo que capataba en su libreta y leía en sus libros de texto las páginas que marcaba el mayor como guía.

—¿Alguna pregunta? Hable ahora o calle para siempre. Si el timbre suena, no recibiré ninguna —sentenció el profesor extranjero.

La mesera de medio tiempo tenía muchas dudas, por supuesto, pero no sabía con cual comenzar. Su concentración estaba por los suelos que ni siquiera podía formular una cuestión como tal. Si lo hacía, quedaría como una tonta, además, posiblemente si tenía en demasía, las probabilidades de que el profesor ya las hubiera contestado antes era muy altas. No quería arriesgarse a hacerles perder el tiempo ni a sus compañeros ni al encargado de la hora.

—Bien, entonces supongo que todos tendrán una nota excelente ya que no tienen dudas. —El timbre sonó—. Nos vemos el miércoles, nada de llegar tarde —advirtió tomando sus cosas y minutos más tarde partió del aula.

El salón era muy espacioso y las mesas de trabajo en escalones hacia arriba le daban un buen aspecto a la estancia, además, facilitaba a los alumnos como Rai tener su espacio aún si no se sentaba en la última fila. Esto, contribuía a un mejor aprendizaje y le ayudaba a mantenerse lejos de sus compañeros, aunque no era como si fuera asocial, sino que simplemente tenía sus prioridades, aún si por lo mismo, no contaba con ninguna amistad en la facultad, solo conocidos.

No fue esa la última clase, así que cuando el maestro puso un pie fuera, la cabeza de la joven cayó de lleno contra su material y se quejó en bajito para no molestar a nadie.

Toda la culpa la tenía Ritsuko, se pensaba en su desgracia. Si tan solo no hubiera dicho que el hombre castaño en realidad buscaba otra cosa, además de agradecerle, ella no estuviera pasando por ese sufrimiento. La cuestión era, ¿en realidad el mayor buscaba algo con ella? O más bien, ¿buscó? Puesto que habían tenido una cena muy agradable, pero aquello había sido todo; no se volvería a repetir y no tendría que pensar más... O quería creer, que no perdería más tiempo con un desconocido.

El estado de la joven era: mírame, pero no me tientes. Entre la escuela, el trabajo y su desordenada vida de casa siendo foránea, Rai no se inmiscuia en otros temas. Era una joven decidida a cumplir sus sueños a cualquier coste, que pasaba por encima de sus obstáculos como en una carrera de estos mismos.
Entonces, si no tenía tiempo para perder el "tiempo", mucho menos para perderlo en una relación que conllevara otros intereses tales como afectivos. En otras palabras, no quería una relación amorosa. Rai cumpliría sus metas en solitario, y si alguien de milagro llegaba a entenderla en su camino, entonces que lo hiciera, pero atrás no se iba a quedar por nadie.

Por supuesto que todo esto tenía una raíz y no muy complicada de entender.

La primera historia que tenemos es acerca de su progenitora: Fujiwara Yashiro, una increíble e inteligente mujer que lo dió todo por quedarse a lado de su amado, es decir, el padre de Rai, Fujiwara Renzo.
Si bien el hombre era un buen ejemplo de "trabaja duro por tus sueños", en gran parte se lo debía a la mujer con quién compartía su vida. Su historia no es extraña, ellos decidieron casarse muy jóvenes por la bendición que les dió el cielo al tener a su primera hija: Yoshiko, con actualmente veintisiete años de edad. Eran jóvenes y estúpidos, con sueños por delante que solo el joven pudo llevar a cabo, ya que la joven madre tuvo que criar a su bebé. Yashiro dejó la preparatoria casi al graduarse y apoyó con todo lo que pudo a su querido Renzo, que al final terminó graduado con honores y pudo conseguir un buen trabajo para mantener a su familia, en ese tiempo ya de cuatro integrantes.

La segunda historia es acerca de su hermana mayor ya antes mencionada. Yoshiko, al igual que su madre, se enamoró a temprana edad y también tuvo que casarse -aunque un poco a la fuerza-. No era como si hubiera tenido muchos sueños por delante, pero aquello si que le truncó el bachillerato, sin embargo, no parece arrepentirse. La sobrina de Rai es realmente un torbellino andante, pero así la ama su familia. El nombre de la pequeña de once es Watanabe Yuji.

Por otra parte, la tercera historia es acerca de la misma universitaria:

En los primeros cursos de preparatoria Rai se "enamoró" de Kosei Minagawa, un dulce adolescente que le atrajo como abeja sobre una linda flor. Estuvieron juntos algunos años, lo que duró el instituto medio-superior; así que era de imaginarse que vivieron muchas situaciones juntos. Se confiaron todo el uno al otro y se conocieron abiertamente, incluso experimentaron la mayoría de situaciones íntimas que los jóvenes están locos por vivir, pero todo terminó algunos días antes de la ceremonia de graduación con Kosei siendo descubierto con una de sus compañeras de clase. Le fue infiel por algunos meses hasta que se dió cuenta.
La señorita Fujiwara estuvo a punto de confiarle entonces su vida, de no ser por el incidente en que la venda cayó de sus ojos, incluso había abandonado su sueño de ir a Yokohama por quedarse junto a él.
Terminó dañada, muy lastimada, era de esperarse siendo tan joven viviendo una traición. El muchacho ahora está en su lista negra y ella vive tranquila lejos de él en Miyazaki, no obstante, tampoco es como si lo hubiera olvidado del todo.

Recordaba con gracia lo que su madre le dijo antes de irse de su natal cuidad.

—Has roto la maldición de las mujeres Takahashi-Fujiwara. Tendrás suerte con los hombres a partir de hoy.

Después de ello, las tres mujeres habían reído en el aeropuerto mientras su padre las veía sin poder entender la gracia del chiste, sin embargo, Rai no era supersticiosa como lo había sido su abuela en vida, sino que archivaba sus destinos en la carpeta de coincidencias, sobre todo debido a que, su madre y Yoshiko no habían encontrado malos hombres en el camino, solo problemas en su juventud por falta de responsabilidad, algo que si tuvo ella junto al bastardo de Kosei. Pero bueno, tampoco les echaría en cara que eso no pasaría con ella porque era inteligente con sus relaciones, solo terminaría ofendiéndolas y creando conflictos donde no los había.

Así que si, todo era una maldición que ella había roto, no obstante, no esperaba tener suerte con los hombres.

Es mismo día a las 4:30 pm, Rai caminaba a paso apresurado por las calles del centro de Yokohama de vuelta a su trabajo, pues Atsushi había cometido un error y ella terminó pagando.

El Yellow Cake's era un negocio profesional a la hora de atender a sus comensales, pero a diferencia de otros días, el administrador que se encargaba de hacer conteo de insumos se había equivocado con el número de plátanos que debía recibir la repostería-restaurante. Sabiendo esto, cuando Akutagawa lo notó ya que él hacía las malteadas en su mayoría, notificó a todos y se les dió la orden de informar a cualquiera que pidiera algo relacionado a la fruta, que no tenían por el momento, no obstante, Atsushi lo olvidó con el primer cliente que le pidió un banana split. Entonces, como se había mencionado, la mesera terminó pagado su error cuando el azabache le envió a la tienda más cercana y con aviso de que no tardara mucho o el cliente se molestaría.

Así que allí iba, con cuatro kilos de plátano, suficiente cantidad para aguantar la jornada si alguien más deseaba otro postre, el problema era que se le dificultaba un poco por toda esa gente que caminaba en las mismas calles, antes bien, una vez entró dentro del callejón pudo relajarse y no tardó en llevar lo pedido hasta el que lo había ordenado.

—Bien hecho —felicitó el muchacho con indiferencia. Lo importante era que le había dado palabra de aliento aún si sonaron bastante raras por su tono.

—Lo siento tanto, Rai-chan. De ahora en adelante pondré más atención en mis deberes. —Atsushi, quien cuando le observó llegar se acercó, mencionó aquello de manera avergonzada.

—No te preocupes, lo bueno es que pudimos solucionar el problema —animó con una media sonrisa, pues apenas recuperaba el aliento de su caminata en ese día tan frío.

El albino, a pesar de sus palabras volvió a disculparse antes de marcharse a continuar con su trabajo; ella también se ponía en marcha a hacer lo mismo, solo que Akutagawa le llamó.

—Ya no traes el uniforme y los patines, ve a tomar la media hora de descanso —ordenó, y sin esperar respuesta, volvió a lo suyo detrás de la barra.

Rai no iba a quejarse, después de la carrera que dió le venía perfecto un buen descanso, así que solo fue rumbo al vestidor para salir de nuevo al callejón, salvo que a medio camino, se detuvo a pensar en su destino. Después de un rápido momento, decidió que lo mejor era pasar su media hora de descanso en el mismo local. Ritsuko no trabajaba ese día, así que era imposible que como siempre, el mayor les hiciera el favor de enviarlas juntas a comer; por sobre todo, estuvo durmiéndose toda la mañana en la escuela, así que relajarse en una mesa mientras comía un postre no se escuchaba nada mal.

La campanilla sonó cuando entró al local una vez más y por fortuna, ya que no había muchos clientes por el inicio de semana, pudo sentarse junto a la ventana en la mesa número seis desocupada.

—Te dejo el menú —Enseguida, Kyuoka se acercó y le tendió la carta, a lo que Rai agradeció con una linda sonrisa sincera.

—¿Qué debería ordenar? —se preguntó observando la variedad del lugar.

Revisó entonces la carta con lentitud. Si, sabía lo que servían evidentemente, pero no estaba muy segura de que ordenar, no hasta que a sus ojos llegó la imagen de una crepa de fresas y dulce de leche.

Cuando estuvo lista y se disponía a llamar a la pequeña mesera, nada más al bajar el conjunto de hojas enmicado miró hacia el frente con sopresa. Que nadie les estuviera acompañando fue un gran punto a favor para que sus miradas se encontraran en medio de aquel lugar. Él estaba allí, con su típico traje y en la mesa le acompañaba un vaso de café mediano, unos panesillos y una laptop abierta.

—Oh... —Sorprendida aún, soltó al momento en que Dazai levantaba la mano para saludarle con cortesía.

—Que bueno verte, pensé que no habías venido a trabajar —dijo con algún tipo de alivió que ella fácil pudo notar.

Ese hombre, además de ser insistente y un desastre con cuidar sus pertenencias, parecía que también era bastante fácil adivinar sus estados de ánimo por el tono de voz en que hablaba e incluso movía.

—Estuve ocupada con un mandado hace nada, debió llegar a esa hora. —Rió con incomodidad después de suponer.

—Si, me dió un poco de pena preguntar por tí. Sería raro. —Él también rió, pero genuinamente.

Pronto, los dos se encontraron mirándose entre algunas risas.

Todo se tornó increíblemente incómodo para Rai, pues no esperó verlo en el lugar nunca más. La pregunta era, ¿qué hacía allí Dazai Osamu? ¿Aún tenía en mente esa idea de agradecerle todavía más? ¿O era que Ritsuko tenía razón? De cualquier manera, la mesera esperaba que no fuera la última opción.

—¿Estás en tu hora de descanso? —Él hombre quería mantener viva la conversación.

—Si, solo tengo media hora —informó sin saber que otra cosa decir. No quería ser grosera, era solo que no le agradaba mucho que le hablaran cuando quería estar sola.

—¿Por qué no te sientas conmigo?...

¡Sábado también mientras tenga borradores! Si no hago esto, luego me voy a arrepentir de lo lento que avanza la fic, y además se que algunos aquí quieren saber que va a pasar entre Rai y Dazai.

¡Gracias por leer!

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