Cartas, cartas, ¡CARTAS! #NoviembreDinámico

Conde Braulius, a día 10.534 tras el ocaso final

Siempre consideré que las cartas no son buen medio para comunicarse. Pueden ser interceptadas por licántropos o los populares zombis. Aun así, veo aquí mi última oportunidad de comunicarme con ustedes. Quiero expresar aquí mi disconformidad con el estereotipo actual, que, como se puede concebir, matiza a los vampiros como seres incultos e insufribles. [...]


Consejo de Vampiros, a día 10.616 tras el ocaso final

Le comunicamos que, a palabras textuales de nuestro escriba, este texto es ilegible. No por tener mala caligrafía ni palabras incomprensibles. Pero cuándo procedió a la lectura, a pocos minutos de comenzar cayó rendido de cansancio sobre la losa debido a la fatiga que le producía leer eso.

Por ende, hemos decidido que su petición, fuese cual fuera, ha sido denegada.


Conde Braulius, a día 10.632 tras el ocaso final

Expreso en esta carta tanto mi indignación como mi enfado tras su respuesta, debido a que bajo mis criterios de evaluación es irreverente. Mis cartas son completamente legibles, y aunque mi vocabulario supere con creces al suyo [...]


Consejo de Vampiros, a día 10.711 tras el ocaso final

Por favor, señor nuestro, le rogamos de rodillas que deje de enviarnos cartas expresando su enfado. Nuestro escriba, en esta ocasión, tampoco aguantó lo soporífero y se quedó dormido. Por suerte, lo despertamos antes del amanecer ―o alba, como usted, poseedor de tan basto vocabulario, vería correcto―.


Conde Braulius, a día 10.720 tras el ocaso final

Señores, les ruego que atiendan mis preguntas. Si son respondidas en brevedad, les entregaré una dádiva acorde al servicio [...]

Quitas la mirada de la carta. Ni te molestas en leerla.

―Viejo desquiciado ―dices, antes de arrojar la carta a la basura para no volver a responderle.


Conde Braulius, a día 10.760 tras el ocaso final

Al no obtener respuesta a mi anterior carta [...]


Esta vez arrojas la carta a la basura, pero tras hacerlo te diriges al murciélago que reparte el correo.

―La próxima vez que un tal conde Braulius envíe una carta, róela hasta que te sientas satisfecho. Hasta que ya no tengas hambre.

El conde siguió enviando cartas paulatinamente, siglos y milenios. Pero las generaciones de murciélagos estaban avisados y ni una carta más llego a estancias del consejo. Por fin, y tras seis milenios de insistencia, un grito se escuchó en sus tierras. Sonríes; se ha rendido y lo sabes.

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