Destructor

Nueve y media de la mañana de un miércoles cualquiera.
Y el golpeteo incesante de la puerta de su casa terminó por perturbar el sueño de un joven de piel oscura, cabello castaño teñido de rojo y rapado en ambos costados, ojos azules, alto y robusto.
Dormía a pierna suelta sobre su cama en su pequeño apartamento, hasta que el sonido irritante de que alguien tocaba a su puerta lo despertó.

Con mucha dificultad abrió sus ojos y como pudo se sentó en su cama. Se sentía mareado, y aún se sentía atontado por la interrupción repentina de su sueño. Tenía un dolor de cabeza desconcertante, algo a lo que ya se había acostumbrado. Sintió un dolor punzante en su ojo derecho, el cual decidió ignorar por el momento. Igualmente sentía el usual dolor muscular en su cuerpo, típico después de sus clases de boxeo, o después de alguna ajetreada noche, como la anterior.

Aún se sentía confundido sobre todas las sensaciones que lo abrumaban, hasta que vio en el suelo de su habitación aquella ropa que cada noche era usada para hacer "justicia". Aquel poncho con capucha oscuro, cinturón con navajas de distinto tipo, botas largas y negras, y claro, los característicos guantes metálicos gigantes.

—Oh... Ayer pasó otra vez—, suspiró el joven de piel morena, mientras de su mesa de noche alcanzaba sus lentes y se los ponía, para acto seguido, pararse de la cama para atender la puerta que aún seguían tocando.

Una vez abierta la puerta del pequeño apartamento, dejó ver a un muchacho de tes pálida, ojos azulinos igualmente, cabello blanquecino, contextura delgada, un tanto más alto que el moreno, con un ceño fruncido.

—¡Error!—, se quejó el invitado albino, —¡He estado llamando a tu puerta como media hora!

—Hola, Geno—, saludó Error con un gruñido irritado, —Estaba dormido, idiota, son las nueve de la mañana.

—¿Qué te pasó en el ojo?—, preguntó sin más, Geno, sin cambiar su mirada retadora, pero si cambiando ligeramente su tono de voz a uno un poco preocupado.

El moreno no sabía de qué hablaba su hermano, así que toco el ojo que hace rato le incomodaba, y el dolor punzante se hizo presente de nuevo. Mierda que dolía, seguramente estaba morado. Aquella lesión no la recordaba tener ayer antes del anochecer, por lo que supuso se la hizo en la noche. Trató rápidamente de idear una excusa.

—Emm... Fue ayer en mis clases de boxeo—, dijo sin más, rogando internamente que creyera esa excusa.

Por suerte para él, Geno no notó nada sospechoso por el momento. El albino suspiró un tanto aliviado, antes de volver a su actitud regañadora.

—Fresh me llamó—, dijo secamente el mayor, llevándose un ceño fruncido del moreno, —Dice que no te ha visto por el campus de la universidad por varias semanas. Llamé a tus profesores y varios me lo confirmaron. ¿Por qué no estás yendo a clases?

Error se quedó en blanco unos momentos, y sintió miedo. Una horrible sensación de miedo que lo recorrió de pies a cabeza. No pudo entender a que venía esos escalofríos, pero supo de inmediato que era algo de lo que no quería hablar.
Una parte de él quería gritar a todo pulmón, pero la otra parte de él se preguntaba por qué, o mejor dicho, qué.

—Estuve enfermo—, mintió el de cabello teñido, sin ninguna expresión en su rostro. Parecía muerto y con la mente en blanco.

Esta vez, Geno no pareció caer en la mentira de su hermano menor, —No inventes, Error. Si hubieras estado enfermo, ¿por qué no me llamaste a mi o a Fresh?, ¿O por qué no fuiste al médico?

—No quise preocuparlos—, dijo sin más el moreno, desviando la mirada, —No fue tan grave después de todo, pero de todas formas no me sentía como para salir de aquí.

—¿No dijiste que ayer fuiste a tus clases de boxeo?

Mierda, se maldijo mentalmente Error, tratando rápidamente de pensar en alguna excusa. Geno notó ese nerviosismo, por lo que suspiró antes de acercarse a su hermano.
Este, alarmado, dio un paso atrás, alejándose del contrario. Sintió como su respiración se cortaba y como su corazón se detenía de solo pensar en el contacto de la piel del albino contra la suya.

Geno notó el gesto, y comenzó a preocuparse, —Error, ¿puedo pasar?

Los pensamientos fóbicos que estaba teniendo el moreno fueron interrumpidos por la pregunta de su hermano mayor, y fue cuando recordó que la evidencia de su doble vida estaba tirada en el suelo de su habitación. 
Un escalofrío recorrió su espalda.

—No.

—¿Qué? ¿Por qué?—, Geno intentó nuevamente acercarse a su hermano, pero este nuevamente lo rechazó, alejándose de él. La preocupación del albino iba en aumento, —Si crees que te voy a regañar por el desorden de tu departamento, no te angusties, no puede ser tan malo.

—No puedes entrar—, dijo secamente el contrario, evitando la mirada del albino, —Emm... Yo... Emm... Debo, eh, alistarme para ir a clases.

—Ah, ahora quieres ir a clases, ¿no?

Error ya no sabía que inventar para que su hermano dejara de escudriñar en su vida, por lo que simplemente se despidió e intentó cerrarle la puerta en la cara. Cosa que no logró cuando Geno puso un pie entre el umbral y el marco, y así evitó el cierre de la puerta.

Por más que Error usara todas sus fuerzas para intentar cerrar la puerta, sus dolores musculares y su tiritón cuerpo no pudieron vencer a su hermano. Ambos ya no podían verse a los ojos, ya que Error intentaba empujar la puerta por un lado, y Geno por el otro.
El albino simplemente suspiró, y en un susurró logró captar la atención del moreno;

—Error... ¿Estás bien?

El mencionado se mantuvo en silencio, con una ganas incontrolables de llorar.

—Solo quiero saber que estás bien, Error... Estoy muy preocupado por ti...—, suspiraba Geno, igualmente al borde de las lágrimas, —Necesito saber qué ocurre contigo, hermano. Quiero ayudar.

El corazón de Error se rompió en mil pedazos al escuchar la voz quebradiza de la persona más importante en su vida. Sus manos comenzaron a temblar y la angustia en su pecho comenzó a crecer. Se mantuvo en silencio un par de segundo más, que para el par de hermanos, se sintieron como horas.

Con dificultad, Error pudo sacar un pequeño hilo de voz, —E-Estoy bien, Geno.

Geno suspiró. Sabía que era mentira, sabía perfectamente que le estaba mintiendo. Pero no quería insistirle, ya lo había presionado demasiado. Se propuso buscar otra forma de hacerlo hablar, quizá con alguna intervención familiar. Pero de algo estaba seguro; averiguaría que le pasaba a su hermanito.

—Bien, tu ganas. Te dejaré en paz, ¿si?—, sollozó Geno, limpiando las pequeñas lagrimas que cayeron por sus mejillas, —Solo, por favor, ve a clases. Es lo único que te pido, ¿de acuerdo? Nos vemos, Error.

Del otro lado de la puerta solo pudo escuchar un murmullo de afirmación, y con eso se quedó tranquilo, —Te amo, hermanito. ¿Lo sabes, cierto?

—T-También te amo.

Geno sonrió desanimado ante las palabras débiles de su hermano, y sin más se fue finalmente del apartamento, dejando a Error solo nuevamente detrás de la puerta.
Solo.
Nuevamente solo.

—Nadie puede ayudarme, Geno.

~•~

Las horas pasaban tan lento. Al contrario de lo que cualquiera pensaría, para él, el tiempo parecía pasar más lento fuera de su apartamento.

El calor del sol mañanero sentía que le quemaba la piel. La incomodidad de usar maquillaje sobre su ojo morado no dejaba de inquietarlo. Los cuestionamientos de por qué había salido de su casa no dejaban de molestar su mente. No se sentía bien, no parecía poder sentirse bien.

Caminaba por las calles, tratando de despejar su mente llena de pensamientos negativos, mientras iba de camino a su universidad como le había prometido a su hermano.

De solo pensar en un poner un pie en ese campus le daba escalofríos. Simplemente no podía.

De pronto, caminando frente a un montón de tiendas, vio una florería. 
Tuvo entonces un pequeño recuerdo cuando niño, con sus hermanos. Cuando alguno de ellos estaba triste, Fresh siempre salía al jardín y cortaba algunas flores para animarlos. Para Error siempre fue una payasada y una estupidez, pero he de admitir que el gesto era muy lindo, y siempre terminaba sacándole una sonrisa.
Sonrisa...
Extrañaba sonreír.
Pero, ¿con qué propósito?

No se dio ni cuenta cuando había entrado a la tienda. Estaba llena de hermosas flores, pero vacía de gente había que decir. Quizá aún no llegaba gente porque era muy temprano, pensaba él, pero entonces, ¿no deberían haber trabajadores?
El letrero de la florería decía abierto, y perfectamente pudo entrar, así que descató que la tienda estuviera cerrada. También la campanilla de la entrada sonó cuando entró, por lo que no entendía como es que el local estaba desatendido.

Entonces escuchó algo inusual. Un ronquido.

Se asomó por donde escuchó aquel peculiar sonido, y se encontró con un joven rubio, durmiendo sobre el mostrador. No pudo ver bien su rostro pues estaba cubierto de flores.
Supuso que era el único trabajador del local.

No se estresó más de la cuenta, y prefirió salir de la tienda. Al fin y al cabo ni sabía porque había entrado en primer lugar.
Sin darse cuenta, perdido en sus pensamientos, tropezó con un macetero que automáticamente cayó al suelo, quebrándose y provocando un fuerte estruendo. Por consecuencia, el joven durmiente que trabaja en la florería despertó de un sobresaltó.

—¡¿Q-Qué pasó?! ¡No nos roben por favor! ¡Me lo descontarían de mi sueldo!—, gritó sobresaltado el rubio, por el estruendoso ruido que lo sacó de su siesta. Fue hasta que vio a un avergonzado muchacho de pie frente a él, sin habla y con una mirada perdida, que se calmó.

—L-Lo siento—, susurró Error, con sus manos temblorosas tratando de sacar su billetera, —Pagaré por el macetero.

Ink lo vio en silencio unos segundos antes de sonreírle amistosamente, —Oh, no se preocupe. Fue mi culpa por quedarme dormido en el trabajo y no ordenar este desastre de tienda.

El moreno se tomó unos segundos para echar una segunda mirada a la florería y verificar que efectivamente estaba hecho un desorden total. Aunque, el de ojos azules no parecía quejarse.

—A mi me gusta—, comentó en voz baja, —Con tantas flores en todos lados me recuerda a un bello y colorido jardín.

Eso logró sacar una risita del rubio, antes de levantarse del mostrador y acercarse a su único cliente, —Gracias por el cumplido, creo. ¿Y bien? ¿En qué le puedo ayudar?

Error lo observó detenidamente, —No necesito ayuda.

—¡Vamos, para eso estoy! ¿Buscaba una flor para una persona especial?—, preguntó Ink, paseandose por donde, según él, se encontraban las flores para ocasiones románticas, —¿Un ramo o un arreglo?

—No es para nadie en especial.

—¿No?—, se cuestionó Ink, y trató de pensar en otra opción, —¡Ya sé! ¿Quiere arreglar su jardín? ¡Precisamente ayer nos llegaron unas orquídeas que-

—No es para un jardín.

Ink se quedó sin palabras. Estaba muy confundido, esas dos razones que le propuso a su cliente eran las únicas dos razones por las que usualmente se aparecía gente en ese local. No sabía como ayudar a su cliente si no sabía para que necesitaba flores.
Tomó una bocanada de aire solo para preguntar;

—Entonces, ¿para qué quiere flores?

Error desvió su mirada de los claveles rojos que estaban cerca suyo para centrarse en el chico frente a él. Esos ojos verdosos le parecían conocidos, aunque no sabría decir de donde. 
Admitiría que se perdía en esos tonos verdes si no fuera porque le aterraba la idea.

—¿Debo tener alguna razón para querer ver y oler una flor?

Ink confuso le observó unos segundos antes de sonreír. Esos ojos azules, a pesar de verse apagados eran bastante llamativos. Se le hacían familiar, pero no podía recordar. 

—Supongo que tiene razón. Entonces, ¿quiere una flor para usted?

—Eso creo... ¿Cuál es tu flor favorita?

—¿L-La mía?—, curioso, nunca nadie le había preguntado cual era su flor favorita, ni siquiera alguna expareja, —¿Por qué quiere saber?

—No tengo una flor favorita—, admitió el moreno, desviando su atención a los claveles rojos que hace unos minutos observaba con atención. Sus manos las frotaba ansiosamente entre sí, —Pensé que podrías recomendarme una... Si quieres ayudarme, quiero decir.

Ink sonrió de oreja a oreja, para correr a enseñarle a su cliente todas las flores que más le gustaban. Tenía una extensa lista de flores favoritas, y es que no podía elegir solo una.

—¡...Y estas son mis segundas favoritas, las miosotis! Quizás las conoces como las "Nomeolvides".

—¿En serio?

—¡Me encantan estas flores! Mi memoria no es de la mejor, pero es imposible para mi olvidar estas flores.

Error se sentía a gusto, increíblemente. Esa sensación pesada en su pecho que le angustiaba se había suavizado bastante. Ya no sentía la incomodidad de no estar en su apartamento, las flores le hacían sentir acogido. Y para que decir que el rubio entusiasta frente a él era bastante agradable. Tenía un divertido sentido del humor, un carisma sin igual, y era muy atento con él, al punto de mostrarle todas las flores de la florería, para que él pudiera encontrar la flor perfecta.

Ink por otra parte, estaba impresionado con la paciencia que le tenía su cliente. Era la primera vez que alguien le escuchaba hablar de flores por casi dos horas enteras. A pesar de ser de pocas palabras, se veía que era muy amigable y atento. Su mirada al principio le transmitía miedo y preocupación, pero ahora, se le notaba más tranquilo, y era una mirada que le transmitía paz a él también. 

—¿Qué hay de estas flores?—, preguntó Error, con su mirada seria de siempre, —Son muy bonitas. 

—¡Ah! Esas son anémonas.

Error arqueó una ceja, —¿No que las anémonas son seres del mar?

Ink rió, ya que era una clásica confusión, —Están las anémonas de mar, y están estas flores. Son distintas.

Error se acercó a las flores en cuestión y se les quedó mirando un buen rato. Se parecían a las flores que Fresh solía arrancar del jardín para llevárselas a él o a su hermano mayor si se sentían tristes, aunque no estaba seguro de que fueran las mismas.
Ink notó el interés de su cliente por esas flores, y sonrió complacido. Parece que después de varias horas por fin había encontrado la flor que quería.

—Sabes, la anémonas son curiosas—, comentó Ink, —Su nombre significa "Flor del Viento", y esto se debe por una leyenda griega de como el Dios del Viento se enamoró perdidamente de una Ninfa. Pero entonces, su esposa celosa de esta, la termina trasformando en flor. Es por eso que esta flor hace alusión a un amor intenso pero frágil, un amor amenazado.

—Wow...—, Error se había quedado sin habla. No por los conocimientos del rubio en flores, ya que durante toda la mañana demostró ser un sabio en flores, sino que vio el brillo en los ojos verdosos del contrario, algo que no había visto cuando le hablaba de alguna otra flor. 
Estaba sin palabras.

—Aunque, también se le atribuye otro significado—, rió Ink, sujetando una de las flores en cuestión, —Esta flor tiene unas raíces muy fuertes, y es muy difícil de arrancar del suelo. Por lo mismo se le atribuye a la persistencia y perseverancia. A una persona fuerte, y no hablo físicamente, sino a una persona resiliente y luchadora.

Error quedó fascinado ante las explicaciones que le dio el contrario sobre esa pequeña flor. Fue algo que Ink pudo notar, ya que de esos ojos azules apagados, pudo ver un brillo de emoción. Le pareció increíble.

—Creo que quiero una de estas—, dijo sin más el moreno, dedicándole una sonrisa al rubio, a lo que él claramente quedó fascinado. No había visto sonreír al contrario en toda la mañana, por supuesto que quedó maravillado al ver tan bella sonrisa. No pudo evitar sonrojarse un poco.

Ambos caminaron hasta la caja, y allí comenzaron la compra de una simple anémona. Fue cuando Ink estaba ingresando los datos de la compra cuando Error no resistió más en preguntar;

—¿Nos conocemos?

Ink detuvo todo lo que hacía para concentrarse en el contrario, y sonrió avergonzado, —La verdad no lo sé. Si me suenas familiar, pero no recuerdo donde te he visto, ¿te mencioné que tengo una pésima memoria?

—Unas 3 veces esta mañana—, sonrió Error divertido, algo que le causó una cálida sensación en su pecho que hace mucho no sentía. Se sentía cómodo en compañía de una persona, extrañaba esa sensación, —Espera, creo recordar haberte visto en mi campus.

—¿Campus?—, el rubio se quedó procesando las palabras del contrario unos segundos, antes de caer en cuenta, —¡Oh, sí! ¡También recuerdo haberte visto allí! Estudias Derecho, ¿no?

—Sí, así es—, rió Error entre dientes por la reacción de su contrario al darse cuenta que efectivamente ya se habían visto, —Yo creo haberte visto en la facultad de artes.

—Seee...—, suspiró el rubio, —Estudiaba Artes Visuales, pero... Digamos que mis fondos para pagar la universidad se acabaron, así que tuve que congelar mi carrera para poder trabajar y así ahorrar.

—Vaya, ¿y por qué no estudias en la noche?

—E-Emm... Digamos que la noche me la paso ocupado en otras cosas.

Error sonrió, —Sí, te entiendo, también yo.

Ambos rieron a la par mientras intercambiaban miradas. Ink no había notado hasta ahora que Error era muy guapo, y su pequeña risa disimulada era lo más adorable que había escuchado, y eso que había escuchado la risa de puerquito de su amigo Dream.
Mientras que Error no dejaba de cuestionarse como un completo extraño podía generarle tanta confianza, no en el desconocido, sino en si mismo. Las gratificantes horas que pasaron charlando de flores le hicieron olvidarse de sus problemas, y le hizo sentirse un poco más fuerte de lo que él sentía que verdaderamente era.

Finalmente Error le entregó el dinero a Ink y se dirigió a la puerta de la salida, despidiéndose con un gesto con su mano y una sonrisa amigable. Ink rió y cuando se puso a contar el dinero se percató de un exceso considerable.

—¡Hey, espera! Esto es más de lo que vale la anémona.

Error sonrió y rió entre dientes, —El resto es por la maceta que rompí. Considéralo como un aporte para que vuelvas pronto a la universidad y pueda verte otra vez.

Y sin más, el moreno se fue, dejando a un Ink sonrojado hasta las orejas.

—¡Mierda! Olvidé preguntarle su nombre. Maldita mala memoria.

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