[❤] Capítulo 5
¿Chocolate?
No podía dormir. Estaba sola, con un hombre, en una habitación, estaba con Edgar. No podía parar de pensar en la forma en que la recorrió con la mirada, ese comportamiento dejaba mucho que pensar.
Aunque después de todo era un hombre. Anna no paraba de darle vueltas al asunto, ahora mismo Edgar estaba tomando una ducha.
Se sentía inútil, no podía hacer absolutamente nada sin ayuda de Edgar por su estúpido tobillo, y era muy frustrante, ahora mismo quería ir a la cocina por un helado, siempre cuando enfermaba, su madre le llevaba helado de chocolate y se le hizo costumbre, sonaba caprichoso pero ahora se le antojaba, he iría a buscarlo.
Como pudo se levantó de la cama, dando saltitos, hacia la puerta abriéndola. Y vaya sorpresa se llevó, Edgar saliendo del baño, con una toalla en sus caderas y con otra secando sus cabellos pelirrojos, ahora mas oscuros por la humedad, él estaba sorprendido al igual que ella.
Aún seguía mojado, pudo ver su tonificado cuerpo, desde sus brazos robustos, esa tabla de seis cuadritos en su abdomen, hasta sus oblicuos, esa V que la tentaba a desear ver más abajo, él se dio cuenta de su mirada, lo hacía sentir triunfante. Ella lo miraba con tanto deseo, con tanta ansiedad. Anna ya había tenido varias experiencias sexuales, pero ninguno que tuviese un cuerpo tan formidable como el de él. El antojo de helado se había esfumado, más bien se le antojaba él.
—¿Ves algo que te guste? —preguntó con una sonrisa triunfante.
—Más de lo que debería —respondió en español, a lo cual él no entendió.
—¿Qué dijiste?, perdón no entendí.
—Qué esa frase es muy cliché —habló por fin.
—¿Qué haces fuera de la cama? —preguntó preocupado y algo molesto.
—Eh... quería comer helado...
—¿Y porqué no me llamaste?, hubiese ido a la cocina a buscarlo —le reprendió.
—Estabas en la ducha. Además, solo me lastimé el tobillo no me lo amputaron —dijo con obviedad.
—El doctor te explicó perfectamente que tienes que descarsar. Vamos, te ayudo a que entres de nuevo y después te llevo el helado —dijo para después tomarla por la cintura y colocar uno de sus brazos al rededor de su cuello. Ella se sintió nerviosa, estaba muy cerca de él, su piel estaba mojada pero cálida a la ves, se sentía cremosa y suave, apostaría que sabía igual.
Él se alejó dejándola en la cama, y se fue a la cocina, pasaron los minutos y Edgar no regresaba, y ella estaba impaciente, decidió salir de nuevo.
No era un gran recorrido entre su habitación y la cocina, pero para ella cojeando y con el dolor punzante en su tobillo le pareció una eternidad. Y dedujo la razón por la cuál se había tardado tanto, se estaba vistiendo cuando al parecer recibió una llamada. “Muy bonito Edgar, muy bonito, si fuera una emergencia ya estaría muerta”, se dijo para si misma, llevaba unos pans que le quedaban super bien a su parecer, eran grises, en el mueble estaba un suéter que se suponía que se pondría.
Él estaba de espalda, asi que no había reparado en su presencia, y muy cuidadosamente se adentró a la cocina, fue directo a la nevera y buscó su helado de chocolate, cuando volteó para retirarse casi se le cae su preciado helado del susto.
—Te dije que yo buscaría el helado, ¿alguna vez me escuchas? —la reprendió.
—Pues te tardabas mucho, y no estoy inválida, ¿ves?, vine sana y salva. Y realmente solo te he escuchado desde que nos conocemos; es decir, dos días —señalo.
—¿Aún desconfías de mí? —preguntó ofendido— Ven, vamos.
Ella se dispuso a ir a donde estaba él, pero la torpesa pudo más y casi cae, si no fuera porque él llegó primero.
—Tienes que tener más cuidado —le advirtió.
La sujetó por las caderas, habían quedado muy cerca, sus cuerpos, tanto como sus rostros. Se miraron contempladose uno al otro, reteniendo cada detalle en su memoria, los dos se deseaban eso estaba más que claro y los dos lo sabían, solo que no querían admitirlo, temían aceptarlo.
No lo soportaron, fueron acercándose lentamente, cada uno podía sentir la respiración del otro. Sus labios chocaron como un simple contacto, pero él no lo resistió más, empezó a mover estos y juntarlos con más presión provocando un pequeño gemido de parte de Anna, él aprovechó y así su lengua se adentró en su boca, para ella era una sensación maravillosa.
El beso comenzó a intensificarse, un beso lleno de pasión, lujuria y deseo, ella rodeo sus brazos al rededor de su cuello, él la tomó por las caderas alzándola, para depositarla en la isla de la cocina, él era mucho más alto que ella, así que no tenía problema.
Ella por otro lado podía sentir en sus muslos su erección, pero él la apretó más a su cuerpo provocando roce entre sus partes, ella no había caído en cuenta que, estaba frotándose a él. Un gruñido de parte de él salió a relusir, los gemidos de ellas eran ahogados por los feroces besos de Edgar.
Sus besos eran calientes, sus labios eran tan suaves y tenían un sabor peculiar, pero que le encantaba, podría volverse adicta. Eso estaba mal, estaba muy mal, apenas se conocían, ¿sería ella capaz de acostarse con un desconocido?
No, ella no podría, estaría lamentándose luego, tenía que pararlo de una vez, si no lo hacía ahora, quizá después sería demasiado tarde. Como pudo se alejó de él.
Edgar estaba sorprendido por su rechazo, ella no sabía que decir, a veces sus palabras no eran las más adecuadas, a veces eran muy directas pero ella las veía como sinceras, o eran imprudentes y ella sólo quería ser clara. Su definición del alguna cosa, para la gente era otra muy diferente.
—No, así no —por fin logró decir— Discúlpame, pero no te conozco, aún sigues siendo un extraño, déjame conocerte, dejame ver como eres en realidad, sé que hay una parte que no me estás mostrando y yo también tengo una, así que conozcamonos.
—Tienes razón, discúlpame tu a mí creo que me he tomado más confianza de la que debería —dijo juntando sus frentes, mientras se acercaba un poco y depositaba un casto beso sobre los labios de ella, esos de los cuales estaba seguro, se volvería adicto— También quiero hacer las cosas correctamente, contigo, asi que si así lo quieres, lo haremos, yo también quiero conocerte, cada parte de ti.
Él la tomo en sus brazos como una niña pequeña, depositándola delicadamente sobre el colchón de la cama.
—Estaré durmiendo en la sala, grita cualquier cosa, vendré lo más rápido posible.
—Sí mamá —dijo en broma.
—No te sientas triste, porque cuando seas mía, no podrás moverte mínimo en una semana —susurro en su oído. Y se retiró.
—Creo que eso ya lo he escuchado en alguna parte —mencionó con nerviosismo, tratando de recordar.
—Espero que no.
Él era un misterio, al menos para ella, pero uno que quería resolver, quería descifrar cada uno de sus acertijos, encontrar respuestas a sus dudas.
Quería probar lo prohibido, ¿por qué es más divertido el peligro?, bueno por eso existen las presas y los depredadores, ella sólo era una conejita y él, el zorro disfrazado de oveja, esperando el mejor momento para atacar su presa.
Pero ella no sería precisamente una presa fácil. «O quizás sí.»
¿Porqué el débil es el primero en caer?, si el fuerte tiene más debilidades por ser ignorante.
Marzo, 17 de 2018.
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