[❤] Capítulo 4
¿Accidentes?
Amaneció, Anna aún no despertaba, ya eran las 11:00 a.m, no quería despertar, dormía tan plácidamente. Pero el teléfono de la habitación no paraba de sonar desde hace varios minutos, trató de ignorarlo pero le fue imposible con tan escandaloso ruido.
Con molestia abrió sus ojos y miró el teléfono por un par de segundos, éste siguió timbrando, maldecía en voz baja, pero igual lo tomó.
—Buenos días señorita Godoy, disculpe la molestia, pero un... muchacho está en la recepción preguntando por usted, ¿qué le digo? —recitó la recepcionista con voz cautelosa y educada.
Anna respiró hondo, ¿quién podría ser?, tenía curiosidad, asi que le dijo a la recepcionista que bajaba en un momento.
Anna se dirigió al baño, se lavó la cara —y cepilló sus dientes—, y se puso la pijama, bajó por el ascensor para dirigirse a la recepción, y ahí lo vio, a aquel pelirrojo con el cual conversó tan a gusto el día anterior, estaba sentado en uno de los muebles de cuero negro. Él estaba concentrado leyendo una revista y no se había percatado de su presencia, así que aprovechó y se acercó cautelosamente.
—Vaya, vaya ¿a qué le debo su visita señor Razetti? —preguntó al aludido, quién se asustó un poco por su repentina presencia. Pero sonrió, él se había quedado el día anterior con la duda de donde se estaba hospedando, y por la mañana fue a la cafetería con la esperanza de volverla a ver, pero no estaba, y recordó que ella le había mencionado que se estaba quedando en un hotel cerca de allí, así que supuso que era ese hotel.
—Hasta que al fin bajas bella durmiente, llevo cerca de una hora esperándote.
—Lo siento por haberte hecho esperar discúlpame —dijo apenada.
—Es broma, discúlpame tu a mí por haberme tomado el atrevimiento de venir a buscarte.
—¿Buscarme? —¿a dónde la llevaría?
—Bueno, ya que ayer ninguno de los dos pudo tomar el turd en el Crucero, quise venir a buscarte y que vayamos juntos, ya se donde queda —él estaba nervioso, apenas se habían conocido y ya se tomaba esa confianza.
—Es cierto. ¿Qué tal si subimos a mi habitación?, tengo que arreglarme, estas no son fachadas para salir a la calle —él se sorprendió, y ella lo notó, sus palabras habían sido un poco imprudentes—. O si prefieres puedes esperarme aquí.
—No, no importa, puedo esperar en tu habitación —ahora su cara se veía mas rosada de lo normal, a lo que Anna le dio unas ganas irremediables de reír. Y solo dejó salir una risa ahogada.
—Mejor subamos, antes de que termine riendo como una foca —dijo Anna, aún con voz risueña.
Los dos subieron al ascensor, y luego entraron a la habitación, era amplia y muy bonita, tenía una vista preciosa a la Torre Eiffel, un mini bar, la cocina y otras puertas que supuso eran el baño y su habitación.
A él le pareció muy cálida y bien iluminada.
—Puedes esperar aquí mientras me baño, no tardaré mucho, si.
—Está bien, ¿ya desayunaste?
—¿Mmm?, no. Recién despierto —dijo algo apenada por la hora.
—Pues voy a hacerte un rico almuerzo entonces —dijo él con alegría y se dirigió hacía la cocina—. ¿Qué le apetece, señorita? —le causó risa la forma en que dijo Mademoiselle, sonó cantarina y bromista, exagerada.
—No es necesario —recriminó.
—¡Ah ya sé!, haré una rica pasta, con mi salsa italiana, y quedará para chuparse los dedos.
—Italiano tenía que ser —habló Anna para sí misma.
—Oye, a parte de eso solo sé hacer panqueques, así que mi repertorio de cocina es limitado —dijo avergonzado.
—Esta bien, te dejaré porque tengo mucha hambre —con eso se retiró hacía el baño.
Se quitó la pijama, se metió a la ducha por un par de minutos, pudo sentir un olor agradable, seguramente era Edgar cocinando. Salió de la ducha, y estaba buscando la toalla, pero no la encontró, seguramente estaría en su habitación la cual estaba justo al frente, no se preocupó mucho, solo salió, así desnuda.
Y cuando estaba fuera del baño, en el corredor, se percató de una mirada intensa sobre ella. Lo había olvidado, no estaba sola, y se vio con un Edgar recorriéndola con la mirada y con las mejillas completamente rojas. Sus ojos se abrieron de par en par, entró rápidamente de nuevo al baño, estaba avergonzado y apostaría a que también estaba roja como un tomate. Quién lo diría, una Anna sonrojada, algo muy poco común.
Se había olvidado completamente que él estaba ahí, no había reparado en ello. Siempre estaba sola, en su departamento, y también ahí, y siempre andaba como quisiera, y ahora su memoria le hacía una mala jugada.
Y con el susto, de igual manera no había conseguido la toalla, así que estaba en problemas, en el baño no había más nada, con que cubrirse.
Él por otro lado, estaba cocinando tranquilamente, hasta que ella salió como dios la trajo al mundo, o como cualquiera diría "en pelotas", le resultó impactante, estaba completamente desnuda. La admiró por un momento, hasta que ella reparó en él, se puso rojo; seguramente ella pensaría que él era un pervertido por observarla de esa manera.
Ella había entrado nuevamente al baño, ¿qué le diría cuando saliera? ¡Hey tienes lindas piernas!, no eso no sonaba bien. Recordó de nuevo su cuerpo desnudo, una oleada de sensaciones se acopló en él, recordar ese cuerpo desnudo goteando, esa piel mojada y sedosa, lo excitaba considerablemente. Por un momento deseo ser esas gotas de agua que recorrían todo su cuerpo sin precedentes, pero se reprendió internamente.
Ella aún seguía en el baño sin saber que hacer. Recordar la manera en la cual Edgar la miraba la hacía estremecerse, tratar de imaginarse lo que pasaba por su cabeza, hacía que un cosquilleo irremediable se acentuara en su vientre, hacía mucho tiempo que no sentía esa sensación de excitación. Eso no era bueno, necesitaba pasar a su habitación, para cambiarse, no le quedó de otra más que pedir su ayuda.
—Mmm... Edgar, ¿podrías hacerme un favor? —gritó desde el baño.
—S-sí, ¿de qué s-se trata? —respondió con voz nerviosa.
—¿Podrías entrar a mi habitación y buscar mi toalla? —preguntó con vergüenza.
—Claro —él con pasos vacilantes entró en su habitación a buscar a la susodicha toalla, y la vio en uno de los estantes, la tomó y se dirigió al baño, no se atrevía a tocar.
—Edgar ¿la encontraste? —él ya se había tardado mucho y Anna ya comenzaba a impacientarse.
—Sí, ya la tengo —respondió el aludido.
Anna estaba sentada en la orilla de la bañera, cuando lo escuchó, fue gloria, al fin podría salir del baño. Cuando se levantó y se dispuso a abrir la puerta, se resbaló, el piso estaba húmedo y lo hacía resbaloso.
El ruido del golpe junto con su grito, alarmó a Edgar, quién seguía indeciso en si entrar o no, pero prefirió pasar y ver como estaba.
Y la vio en el piso retorciéndose del dolor, rápidamente se arrodilló junto a ella y revisar si tenía algún daño.
—Anna, ¿qué pasó?
—Arg, me duele, me resbalé.
—¿Dónde te duele?
—Aquí —habló señalándole su tobillo.
Edgar tomó a Anna en sus brazos, pretendía llevarla a un hospital y que la atendieran pero ella...
—¡Ey!, ¿qué haces? —preguntó un Anna muy alarmada.
—Voy a llevarte a un hospital, tienen que tratarte cuanto antes.
—¿Cómo?, por si no los has notado, ¡¡estoy desnuda!! —gritó.
A Edgar se le había olvidado ese pequeño detalle por un momento, y volvió a reflexionar sobre sus actos. La estaba cargando, ella estaba desnuda, trató de no mirarla mientras la llevaba a su habitación para que se pudiera cambiar y así ir al hospital.
Él la había dejado en su cama, y cuando se alejó, pudo ver, su gran erección marcada en sus pantalones.
—Oye, deberías arreglar la Torre Eiffel de tus pantalones —no sabía si era el momento para bromear, sólo lo pensó y lo dijo, él solo pudo voltear a otra dirección apenado.
Ella le pidió amablemente que la ayudara y buscara un poco de ropa en su armario, y así pudo al fin vestirse, luego de eso él volvió a tomarla en brazos, ella rechistó diciendo que no era necesario, pero él no le prestó mayor atención.
Edgar llevaba cerca de una hora, esperando que revisaran a Anna pero aún no lo habían llamado. Pasaron un par de minutos más, cuando una enfermera se acercó a él.
—¿Es usted familiar de la paciente Anna Godoy? —preguntó la joven enfermera amablemente.
—Eh, bueno, no exactamente, soy un amigo —no encontraba que decir exactamente.
—Bueno pase, ya la señorita está bien.
Él paso y el doctor le explicó que a causa de la caída el dolor se debía a un esguince en el tobillo, que no era nada grave pero requeriría de atención, ya que no podría moverse con total libertad.
—Solo necesita descansar -habló tranquilo—. Aplique hielo en el pie durante 20 minutos de 2 a 3 veces al día. Manténgalo elevado para ayudar a controlar la hinchazón y tome medicamento para el dolor si lo necesita —explicó.
Después que pasaran por la farmacia y compararan los anti-inflamatorios que el doctor le recomendó, se dirigieron de nuevo al hotel.
—Me quedaré a cuidar de ti —declaró Edgar con voz firme, para no permitirle negarse.
—¿Qué?
—Ya escuchaste al doctor, dijo que tenías que tener supervisión, y la tendrás, me quedaré hasta que puedas moverte.
—No es necesario, en serio... —trató de negarse pero fuéramos inútil, él se adelantó.
—Lo haré.
—Nadie me recomienda que esté en buenas manos, podrías ser un violador o un psicópata que se obsesionó conmigo —acusó. Y es que en realidad no lo conocía realmente bien—. Algo similar le ocurrió a una amiga, conoció a un tipo en una App de citas Online y acordaron verse en un restaurante, al final terminaron en su departamento y después de haber tenido sexo; la amordazó, golpeó y robó.
—Es cierto, ¿cómo me descubriste? Ahora que sabes la verdad, no tengo otra opción más que amarrate a la cama y convertirte en mi esclava sexual.
—¿Y dónde quedó el robo? —preguntó levantando una ceja.
—Robaré más de un suspiro y más de mil gemidos —respondió con picardía–. Asi que está decidido, me quedaré; dormiré en el suelo si es necesario.
—Que testarudo eres.
—De eso sabemos los dos —dijo como broma.
El destino siempre es imprevisto, lleno de sorpresas, que pasan si que te des cuenta.
Destino, destino. ¿Por qué siempre me torturas?, si lo único que he hecho es creer en ti.
Marzo,15 de 2018.
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