Capítulo 45

—Pensabas ocultármelo —dijo más como afirmación que como pregunta—. Estabas decidida a alejarme de mi hijo.

  Ella no respondió porque en el fondo él tenía un poco de razón, ni había decidió qué hacer y ahora se daba cuenta de lo egoísta que había sido.

   Maddox tenía todo el derecho a conocer a su hijo y convivir con él.

—Solo esperaba pensar mejor las cosas antes de decirte —dijo en su defensa.

—Ya, hasta que me perdonaras ibas a tenerme en la ignorancia —dijo con dureza—. Cuando tu coraje mermara yo iba a saber de mí hijo, ¿de cuánto tiempo hablamos? ¿Veinte años o menos?

—¡No! —dijo pasando sus manos por el rostro—. Solo necesitaba pensar, Matt dijo que lo mejor era ocultar el embarazo para que la anulación fuera rápida.

—¿Matt, tu ex? —preguntó aún más furioso—. Claro, era de esperarse. ¡Me importa un huevo lo que el hijo de perra tenga que decir pero de ninguna manera voy a permitir que se meta en asuntos que no le incumben!

—Lo sé, es solo que me sentí desesperada —dijo—. Tienes todo el derecho a estar con él.

—Y nadie me los va a quitar —dijo cada vez más enfadado—. Puedes hacer de tu vida lo que quieras ahora pero en cuanto al bebé que esperas es tan tuyo como mío y no voy a permitir que ningún imbécil meta las narices en donde no le incumbe.

—Lo sé —dijo apenas audible.

—Entiendes que eso lo cambia todo —dijo con el mismo tono que le había conocido la primera vez.

  El mismo tono que dejaba claro que no era Maddox sino el hombre al que tantos temían.

—Sí —dijo sin agregar más.

—Vas a informarme todo sobre el proceso —dijo suavizando el tono—. Quiero saberlo todo, absolutamente todo. Lo que haya pasado entre nosotros ya fue y no hay más que hacer que ser cordiales por él.

  Un silencio ensordecedor se formó entre ellos que hizo el momento aún más incómodo y que dejó claro que no había más que decirse.

—Debo volver al trabajo —dijo caminando a la salida.

—Vas a dejar el trabajo donde sea que estés y vas volver a tu casa —dijo autoritario.

—Necesito el dinero —dijo en respuesta.

—Dinero tienes y mientras estés embarazada no quiero que trabajes —respondió—. Prefiero que estés en tu casa. En cuanto al dinero puedo proveer y si una vez nazca quieres trabajar, adelante pero no mientras estés embarazada.

—No me parece justo —dijo.

—No voy a discutirlo.

—Pues yo tampoco —respondió antes de caminar a la salida sin más.

    Maddox suspiró y colocó la frente en la pared de desesperación.

   Unos segundos después estaba sonriendo. Iba a tener un hijo, algo suyo que lo amaría desde pequeño. Iba a tener un hijo con ella.

   Se metió a su habitación y se dió una ducha que le supo a gloria porque tenía el ánimo más levantado, incluso llamó a la persona que se encargaba de la limpieza y le pidió que llegara.

  Se vistió y salió de ahí rumbo al casino donde sabría encontraría a sus amigos.

   Llegó con el ánimo renovado, tanto que Hurs y Max quienes estaban en la entrada se sorprendieron al verlo sonriente.

—Buenos mediodía —dijo Hurs.

—Ya son tardes —dijo Max.

—Es mediodía —rebatió.

—Aun así, se dice buenas tardes o buenos días —replicó Max mientras ambos iban detrás de Maddox sabiendo que estaba escuchando.

—Pero yo soy único y diferente —respondió Hurs—. Así que digo lo que me sale de las bolas y tú debes guardar silencio.

   Escucharon la risa de Maddox en el pasillo y se sorprendieron aún más.

—Dime que eso no es eso que le da a los moribundos en su lecho —agregó Hurs.

—¿El qué?

—Eso de que amanecen contentos, comen, beben y hablan como si estuvieran como nuevos, pero un día después fallecen, la mejora engañosa previa a su defunción —añadió—. A mí abuelo le pasó eso.

—Tu abuelo aún vive —dijo Max.

—Por si no lo sabes todos tenemos dos abuelos —farfulló—. Uno materno y uno paterno, ¿qué piensas, que mi abuelo paterno dió origen a mi madre y a mi padre? Eres un enfermo.

   Caminó por el pasillo con toda la dignidad que pudo mientras Max reía de su amigo.

  Entraron a la oficina de Parker que hablaba por teléfono en ese momento y coqueteaba a su manera con quien fuera que estaba hablando.

   Una vez colgó los tres amigos le miraron tratando de descifrar lo que pasaba y esperaban que diera una explicación; sin embargo, no lo hizo.

—Y bien, señoritas, qué las trae por aquí —preguntó—. Qué guapas están todas hoy, sobre todo tú, Maddox. Me sorprendes.

—Gracias —respondió Hurs con tono meloso—. ¿Con quién hablabas?

  Parker enarcó una ceja en nuestra clara de que no le gustaba que lo cuestionaran.

—Que sepas que todos somos muy celosos de esos 24 centímetros —dijo Max.

—¿No eran 23? —preguntó un risueño Maddox.

—Te has perdido de mucho —respondió este—. Todo ha cambiado, incluso las dimensiones de la máquina de placer de Parker.

—Ya veo —dijo divertido—. Bueno pues supongo que habrán cada día más mujeres odiando la suerte de Melina.

   Parker contenía la risa mientras veía de uno a otro.

—Van a sonrojarme —dijo con una sonrisa hipócrita—. Me halaga que me quieran tanto.

—El público te aclama —dijo Hurs.

—Las mujeres te adoran —dijo Max.

—Los hombres te sueñan —añadió Maddox.

—Las ancianas te desean —dijo Hurs de nuevo.

—Los ancianos te envidian —prosiguió Max.

—Y las hormigas se sienten honradas de que tus pies acaben con su vida —culminó Maddox.

—Cuando terminen de mofarse me avisan —dijo quitando sus gafas—. Noté algo de comentario en su envidia, señoras.

   Sus tres amigos comenzaron a reír mientras él hizo lo mismo.

—Les daré un sobrecito llegando a casa, gatas. Se lo han ganado —dijo con aire benevolente—. Sé que no te gusta el atún Hurs, así que te daré el de sabor pollo, a ti. —Señaló a Max—. Te daré el de res y a ti querido Maddox como no te gusta nada te daré el de sabor atún, igual los tres sobres huelen a mierda.

  El aire con que lo dijo hizo que sus amigos se rieran por tercera vez y agradecían que Parker existiera y dejara al descubierto su sentido del humor.

—No has dicho con quién hablabas —dijo Max volviendo al tema.

—Con un amigo —respondió.

—¿Amigo? —preguntó Maddox—. ¿Desde cuándo coqueteas por teléfono con hombres?

—Noto un poco de comentario en tus celos —dijo Max copiando a Parker.

—¿No me digas que eres hermafrodita? —dijo un escandalizado Hurs—. ¡Eso sería el colmo! Qué tenga un pene de 25 centímetros y una vagina de envidia al mismo tiempo ya es demasiado. Me siento indignado con la vida y sus injusticias.

   Parker le lanzó un libro antes de estallar en carcajadas.

—En realidad no estaba coqueteando —dijo con seguridad—. Estaba burlándome de él. Tiene una hija que lo hace envejecer doce años cada dos días. Debe ser alguna cría que está en plena pubertad. En fin, hablemos de cosa importantes.

—Voy a tener un hijo. —Soltó Maddox de imprevisto.

   Silenció a sus tres amigos pero solo uno tuvo un atisbo de sonrisa.

—Ahora entiendo su buen humor —dijo Hurs.

—¿No deberías estar de malas? —preguntó Max—. Yo lo estaría si me dijeran algo así.

—Tú eres un insensible —dijo Hurs—. Y ni quién quiera darte crías. Menudas cosas feas que saldrían de una aberración como tú.

—¿Te lo ha dicho ella? —preguntó Parker.

   Maddox asintió y comenzó a relatar absolutamente todo con respecto a la conversación que habían tenido algunas horas atrás.

  Mientras sus tres amigos escuchaban atentos y guardaban sus mordaces comentario para después.

  Cuando terminó de relatar todo sus amigos se quedaron callados y sonrieron dando la enhorabuena.

—No creo que esté con su exnovio —dijo Parker—. Creo que solo necesitaba alguien que la ayudara. Ella te quiere, eso puede verse a simple vista.

—Lo dice el gurú del amor —dijo Hurs—. Aunque... Que te reconcilies con tu Lilith me haría un favor porque dejarían de acusarme injustamente de ser igual que tú.

—¿Sigues pensando en la hermana de Brooke? —dijo Max—. Por Dios habiendo mujeres hermosas sigues pensando en ella.

—¡Tú sigues pensando en tu ex desde hace diez años! —replicó—. Dime quién es más estúpido.

   El gesto de Max se endureció al escucharlo.

  Hurs se dio cuenta de que había pasado la línea.

—Lo siento —dijo avergonzado—, pero a veces sacas lo peor de mí.

—No te golpeo solo porque…

—Porque no vas a ganarle —dijo Parker—. Fin de la discusión. Estoy seguro de que la niña esa, ¿cómo se llama?

—Scarlett —dijeron al unísono.  

—Gracias niñas —dijo risueño—. Son unas trillizas hermosas. Como dije estoy seguro de que la chica esa solo está molesta por lo de su hermana, ya se le pasará.

   La puerta se abrió dando paso a Melina que como siempre caminaba y se movía cuál reina.

   Saludó a todos con un escueto hola antes de sentarse sobre las piernas de Parker y darle un beso.

—¿Por qué hacen eso frente a mí? —inquirió Maddox—. Es asqueroso.

  Melina se giró hacia los tres hombres antes de darle una sonrisa a Maddox, un guiño Max y lanzarle un beso a Hurs.

—Sigo enojado de que me hayas cambiando por esos 26 centímetros —dijo conteniendo la risa.

  Esta se paró y fue a sentarse ahora sobre el regazo de Hurs mientras Parker tomaba su celular para atender algo.

—Sabes que no fue por eso —dijo al tiempo que Hurs fingía estar enojado—. No sabía que el pene de Parker había crecido tanto. Estaba en 20 la última vez.

  Levantó la vista de su celular y sonrió a Melina dándole un guiño.

—Soy toda una leyenda —dijo como única respuesta.

—Leyenda o no —dijo Max—. Aquí el que va a tener crías es Maddox. Quién diría que su soldadito precoz iba a ser rápido pero efectivo.

  Melina estalló en carcajadas antes de ver a sus amigos.

  Parker observó la mano de Hurs sobre el muslo de Melina y contuvo su comentario o se lo tomaría a mal.

—¿Va a ver un pequeño demonio rondando por aquí? —dijo Melina—. Creo que cada día vendré menos, al menos en casa la hija de Parker es bastante tranquila.

—¿Desde cuando viven juntos? —preguntó Max.

—Desde hace poco —respondió Parker.

—¿Me fuiste infiel? —inquirió Hurs.

—Nunca, cariño —respondió viendo la enarcada ceja de Hurs—. Me mudé después.

   Maddox comenzó a reír al escucharla.

—¿Y le crees? —preguntó intrigado.

   Melina se puso de pie y salió de ahí riendo aun cuando Hurs la llamaba.

   Miró a Parker que le regresaba la mirada con arrogancia.

—Si esperas una respuesta, creo que ella ya la dio —dijo sin más—. Lo mío con ella empezó mucho después.

—¿Pero es serio? —preguntó Max—. No sabía que vivían juntos.

—Ya lo sabes y no hace mucho, apenas hace un par de meses —dijo sin ahondar.

—¿Entonces la quieres? —preguntó Hurs—. Estoy confundido, que alguien me explique.

—Por supuesto que la estimo...

—La pregunta fue expresa —dijo Maddox.

—La respuesta fue concreta —respondió—. Yo no miento y ella sabe lo que hay y lo que es. Sin engaños ni filtros. Ella es igual que yo. Está cómoda.

—Creo que hay una diferencia —replicó de nuevo Maddox—. Piensa que no hay nada que Melina no haría por ti, ¿no te dice algo eso?

—Lo haría por ustedes también —respondió—. Dejen el drama, ella está bien, yo estoy bien, todos estamos bien y no es como que la estoy dejando por otra.

—¿Y si un día te enamoras? —preguntó Hurs.

   Le lanzó una mirada que dejaba claro que pensaba que era un estúpido.

—Bah, tienes razón —dijo de nuevo—. Es como pedir que Max saque la mierda de su cerebro. Imposible...

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