Capítulo 16
Maddox observó el rostro amoratado de Brooke y el labio roto que demostraba claramente la saña con la que alguien le había hecho daño.
—¿Quién te ha hecho esto? —preguntó directamente.
—Me he lastimado en casa —dijo agachando la vista y girándose de nuevo a lo que hacía—. No me fijé y terminé resbalándome y caí.
—¿Caíste accidentalmente en los puños furiosos de alguien? —inquirió enfadado de que quisiera engañarlo—. Déjame ver si entiendo. Hacía algo, resbalaste y tuviste la mala suerte de caer ante las manos de alguien que te dejó así o solo estás diciendo eso tratando de verme la cara de idiota.
La chica no respondió y solo siguió mirando hacia el fregadero y tallando el plato que bastante limpio estaba ya. Sin embargo, Maddox vio la gota que cayó sobre sus manos, miró sus lágrimas caer sobre el plato y aún así no dijo nada. Al contrario, se cerró sobre su declaración.
Se dió cuenta de que reprenderla y asustarla para hablar no traería nada bueno, al contrario, haría que le tuviera miedo y no hablara.
—Brooke —dijo tomándola del codo y suavizando su manera de hablar—. No puedo ayudarte si no me cuentas.
Brooke dejó de lavar y se quedó mirando el plato unos segundos antes de soltar a llorar sin más.
Se acercó a un poco más a ella y la sostuvo mientras sollozaba sin poder detenerse.
Estuvo así con ella hasta que pudo calmarse un poco y levantó la vista.
—El hombre de la otra vez —dijo hipando—. El hombre de la otra deuda, llegó a casa buscando a mi padre y aunque le dijimos hasta el cansancio que no sabíamos nada de él desde hace mucho no nos creyó. Se puso furioso exigiendo el pago e intentó llevarse a mi hermana.
Maddox escuchó tratando de recordar al hombre en cuestión; sin embargo, a su mente no llegaba ninguna imagen.
—Traté de impedirlo y entonces enfureció más si es que eso era posible —continuó—. Lanzó a mi hermana al suelo e intentó llevarme, me defendí y bueno lo demás ya es evidente. Mi madre me defendió y finalmente el hombre se fue.
De nuevo comenzó a llorar mientras Maddox trabajaba recordando el rostro del hombre.
—No te preocupes —dijo abrazándola—. No va a volver a molestarte.
Ella sonrió incrédula pero asintió.
—Mi padre debe por todos lados —dijo separándose de él—. No vamos a tener paz tal vez nunca, pero igual gracias.
Tuvo que admitir que la chica le dio pena. Estaba metida en todo eso por culpa de un maldito jugador y pagando las consecuencias de algo que no debería.
—Deja eso —dijo señalando los platos—. Ve a casa a descansar.
La vio negar de forma enérgica.
—En casa me siento peor —dijo sonriendo triste—. Mejor aquí donde al menos no siento las miradas apenadas de mamá.
—¿Se han quedado solas? —preguntó sin saber cómo sentirse.
—Sí —respondió—, pero se han encerrado y solamente yo tengo llave. Así que no saldrán ni abrirán a nadie.
—Entonces el plan es esconderse —afirmó con ironía que para nada gustó a Brooke y la hizo ponerse a la defensiva.
—¿Alguna solución que se te ocurra que no sea esconderse, genio? —preguntó enojada.
—Lo lamento —dijo acercándose a él—. No quise decir que este mal solo que es injusto.
Se acercó de nuevo de forma involuntaria para abrazarla; no obstante, ella se alejó.
Suspiró al verse envuelto en eso por lo que solamente se dio la vuelta y salió de la cocina rumbo a su oficina; sin embargo, se desvió a la de Max.
Abrió la puerta y lo encontró con una rubia sentada sobre su regazo con la blusa a medio vestir.
—¡Largo! —dijo y la mujer vio a Max esperando que dijera algo.
Este solo asintió dándole un guiño.
La mujer se levantó y acomodó su ropa para salir de ahí dando un portazo.
Maddox guardó silencio unos segundos mientras escuchaba los pasos de la mujer alejarse.
—Voy a tener un dolor de testículos durante horas —dijo un ofendido Max—. No es de buenos cristianos interrumpir a otro cuando está a punto de recibir un poquito de amor.
Quiso reír al escucharlo dado que era raro ser partícipe del buen humor de Max.
—¿Por qué las escoges rubias? —dijo curioso y sin malicia—. Ella es fea.
Max enarcó una ceja pensando su respuesta mientras se acomodaba el castaño cabello peinándolo con sus manos.
—A ti te gustan las abuelas y no voy por la vida recriminándote —dijo divertido—. Solo seré cauteloso. Recuérdame nunca presentarte a mi madre y abuela, no me gustaría que terminaras siendo mi abuelo o mi padrastro.
Maddox rió pero no hizo ningún comentario al respecto, solo lo observó.
—No voy a negar que me gustan las mujeres maduras, pero no voy a aplaudir tu pésima habilidad para evadir una pregunta —dijo sentándose.
Su amigo dió un suspiro y se puso de pie caminando hacia la ventana de su oficina.
—Supongo que inconscientemente me la recuerdan —dijo sin girarse—. Todas tienen un parecido a ella, alguna característica que me la recuerde. Contrario a lo que crees no me acerco a todas las que veo, sino a todas las que me la recuerden.
—¿Y Brooke comparte alguna característica con ella? —Se vio preguntando sin querer.
Se arrepintió de inmediato y más cuando vio a su amigo girarse para prestarle atención.
—No —dijo conteniendo la risa—. A ella solo la persigo porque es hermosa y por fastidiarte.
Maddox apretó los labios y después sonrió antes de acercarse a él y colocarse a su lado mirando hacia afuera.
—Siempre hay una mujer detrás de cada ruina en el mundo —dijo.
—Que machista sonó eso, pero debo darte la razón a medias aunque supongo que no es su culpa —dijo mirando a Maddox que le prestaba atención—. Supongo que la frase correcta debería ser: siempre hay un hombre idiota detrás de cada mujer que provoca una ruina.
Maddox comenzó a reír.
—Tengo que darte la razón —respondió—. La culpa es nuestra, por imbéciles.
—Gracias por llegar al verdadero punto neurálgico —dijo sonriendo—. La culpa es nuestra y solo nuestra, pero supongo que en el afán de no sentirnos mal…
—Siempre buscamos un culpable. —Maddox terminó la frase por él.
—Así es —concordó Max y guardó silencio.
Ambos se quedaron mirando al frente sin ver nada en realidad, pensando en lo que acababan de decir.
Maddox pensaba que si él no hubiera sido un crío imbécil deseoso de querer demostrar que era mejor que su hermano robándole a la novia no habría pasado todo eso y él seguiría en su casa, con su familia, pero también acudía a su mente una parte que le decía que lo que pasó estuvo bien porque de no haber ocurrido él seguiría siendo Maddox el imperfecto, el que nunca sería como su hermano, el acomplejado, el despreciado.
Suspiró pensando que lo que pasó fue lo mejor. Solo así se dió cuenta de que nunca tuvo una familia, de haberla tenido no lo habrían golpeado y perseguido cuál animal peligroso.
—Parker estaría orgulloso de nosotros —dijo Max sacándolo de sus pensamientos.
—¿Del qué? —inquirió.
—Ya sabes, siempre está con su chatarra filosófica, llamándonos incultos, cavernícolas y trogloditas —dijo moviendo las manos restando importancia—. Se queja que solo leemos el periódico local y las revistas de conejita.
Maddox comenzó a reír.
—Eso solo lo haces tú —interrrumpió.
—Leer revistas de los modelos de autos más caros no es precisamente muy intelectual. —Se defendió—. En fin, corrijo mi frase, solo leemos el periódico local, solo la nota roja dijera Parker y la sección de chistes al final, tú lees revistas de autos, Hurs lee revistas sobre lo más nuevo en técnicas de tatuajes y yo, bueno, yo no leo ni el nombre de las modelos de conejita pero lo importante es que es parte de la diversidad.
—Claro, lo importante es colocarnos unas gafas para parecer interesantes —dijo Maddox—. No importa qué leamos, a las mujeres les gustan los hombres guapos con gafas porque son un símbolo de intelecto.
—¡Exacto! —dijo Max—. Ya vas aprendiendo, pero volviendo al punto Parker estaría orgulloso de nosotros de saber que hemos descubierto que no fue Helena la culpable de todo, sino Paris el idiota.
—Cuando vuelva podemos armar un debate sobre eso —dijo Maddox.
—Va a masacrarnos —respondió Max—. Igual admiro tu valentía, pero es inútil, Parker siempre tiene un argumento, no importa qué, echara abajo cualquier idea nuestra y lo peor nos hará creer que somos idiotas.
—No creo que Parker defienda a Helena —dijo Maddox.
—¡No, claro que no! —exclamó Max—. Cuando digo que va a masacrarnos me refiero a que hará lo mismo de siempre.
Maddox lo vio moverse por la oficina imitando el caminar de Parker, lo vio sentarse tal cual lo hacía e incluso hacer sus gestos.
Se sentó y miró a Maddox.
—Diría algo así: ¿y se tardaron tres décadas en descubrirlo? —dijo ondeando la mano y sacudiendo la cabeza tal como Parker lo hacía.
Comenzó a reír a carcajadas sin poder evitarlo.
—Es que estoy en medio de estúpidos —continuó Maddox jugando un vaso del escritorio tal como lo hacía.
Cruzó las piernas con su cara de indiferencia y golpeó el escritorio con sus dedos como era costumbre de Parker.
—Me alegra saber que tengo imitadores de cuarta —dijo la voz de Parker entrando y haciendo que sus amigos se pusieran de pie—. Sin embargo, me temo que hasta los payasos de crucero lo harían mejor que ustedes. Son terriblemente malos —aseguró caminando y haciendo un gesto a Max para que le diera el asiento.
Ambos observaron su caminar sin decir nada hasta que se sentó y los miró, en opinión de Maddox como si fueran la mierda que se adhería en sus zapatos.
—A ti ya te habría quitado tres cuartas partes de las féminas corrientes que te siguen con solo un mensaje —dijo y Max rió—. No necesitan verme, basta con que les envíe un besito por mensaje y adiós a tu legendaria lista y a ti te diría lo mismo, hasta tu comunidad geriátrica me buscaría con solo chasquear los dedos. Les recuerdo que quién se ha convertido en leyenda en la cama de las mujeres he sido yo y solo yo.
—Mitos —dijo Max defendiéndose—. Tu comunidad no me ha conocido a mí.
Le dió un guiño que Parker recibió con un gesto de aburrimiento.
—Mis mujeres son libres de circular por todo el casino y aún así querido no has atrapado a ninguna de mi lista —dijo con tono engreído—. Incluso Megan, la mesera.
El gesto de Max fue uno de burla.
—Nunca vas a ser competencia —continuó—. Megan me ama aún con mi pierna más corta, se ha encargado de decirles a todas el color y dimenciones de mi pene y eso querido amigo no lo tienes, de hecho nadie tiene el pene como yo. Es más sus comentarios ventilando nuestra antigua relación tratando de alejarlas a todas solo ha servido para hacerme más fans.
Los tres estallaron en carcajadas al recordar a la pobre mesera.
—Y no olvides a Melina —dijo cuando se calmó—. Mi perra oficial.
Volvieron a reír pero cualquier réplica murió en el mismo momento en que Hurs cruzó la puerta con la persona más importante para Parker.
Se pusieron de pie mientras ella entraba temerosa y miraba de uno a otro sin saber qué decir o qué hacer. Sin poder ocultar que verse rodeada de desconocidos le daba miedo.
—Pasa querida —dijo Parker acercándose—. Voy a presentarte a mis amigos. No temas, se ven inteligentes pero te aseguro que son más brutos que nada en el mundo...
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