Ella
Ella estaba sentada solita, en el colectivo casi vacío. Los rayos de luz hacían visibles las motas de polvo que la rodeaban. Parte del pelo reposaba sobre su rostro, ocultándome uno de aquellos inefables ojos. Sobre su regazo mantenía un libro, que leía con fervor. Rió con una de las líneas del libro. El rostro floreció al abrirse los labios carmesí y asomar timidos unos dientecitos blancos. Su risa fue música. Sus dedos largos y finos pasaron la página con la delicadeza de una madre.
Luego de horas o minutos, ya no lo sé, levantó la vista y miró por la ventanilla. Colocó en el libro una cinta roja a modo de señalador y lo cerró. Se puso de pie y caminó hasta la puerta trasera. Cuando pasó a mi lado sentí el olor de su cuerpo, y supe que las rosas debían envidiarla.
Tocó timbre y bajó. No la volví a ver. En donde había estado sentada se ubicó un obrero, el peto manchado con pintura. El chofer dió un bocinazo e insultó a otro conductor. El semáforo se puso en verde. El colectivo arrancó.
A veces pienso cómo hubiera sido nuestra vida juntos.
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