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JeongIn largó un suspiro cuando HyunJin pudo recuperar el equilibrio y pararse correctamente. No quería admitir que se moría por besarlo, pero así era.
El castaño tomó la mano ajena, de esta manera, impidiendo que caiga y conduciéndolo al baño de arriba, según las instrucciones del dueño. Subían los peldaños uno por uno, mientras preguntaba si iba bien. HyunJin quería reir, aquello le causaba ternura.
Si hubiese sabido que el menor era así de atento, quizás hubiese conectado todas las neuronas de su cabeza o, al menos hubiese cuidado sus palabras, probablemente podría robarle algunos besos en el proceso de recuperación, y como JeongIn no lo besó minutos antes, era una clara señal que no debía ni pensar en ello y enfocarse en quitar la fiebre.
Tenía razón, no debía pensar, ni sentir o incluso existir.
La puerta del baño se abrió, estaba bastante calentita, ya que el sol pega directamente y entra aún más por la ventana, podría ser uno de los cuartos más calientes sin necesidad de estufa. Sin embargo, HyunJin le dijo que la misma estaba dentro del mueble, por ende, el menor solo se dispuso a sacarla y a colocarlo mediante más instrucciones que le daba el más alto, al igual para abrir la llave del agua caliente.
El pelinegro estaba estático, tratando de que todo parara de dar vueltas, pero no lo lograba. Escuchó el agua caer y así que se sacó su camiseta y estaba a punto de quitarse los pantalones cuando escuchó que alguien carraspeó. JeongIn se encontraba con sus mejillas rojas y, como si fuese un impulso, Lee se acercó a él, hasta que captó el por qué se había puesto tan rojo.
—Lo siento —musitó, tratando de encontrar el frente de la camiseta—. No me di cuenta.
—Tranquilo, sé que no te das cuenta —su voz salió en un susurro, en uno roto y lleno de dolor—. Es mejor que me vaya. Si necesitas algo, solo llámame, ¿si?
—¿Te irás a mi habitacion, no es así? —necesitaba una respuesta afirmativa.
Sabía perfectamente lo que dijo anteriormente, que no era necesario que esté cuidándolo, pero le gustaba que este allí. Su compañía era grata y cálida, con él podía estar en paz.
—Sí, Min. No me iré —sonrió.
Esbozó esa sonrisa que le llenaba el corazón, que le hacía olvidar del frío y la felicidad se adueñaba de él. Hace mucho que no la veía, pero lo peor era que no sabía si era real o solo para calmarlo.
—Si... entonces es mejor.
Ambos se sonrieron.
HyunJin recordó la primera vez que vió a JeongIn, riendo junto a sus amigos. Sintió por primera vez lo que era ser cautivado por algo, luego de mucho tiempo. Sin embargo, más hermoso fue verlo nervioso y largando risitas ante cada palabra que decía luego de su primer beso. Esto se sentía como la primera vez, con vergüenza, sin confianza y lo que le entristecía aún más, era la lejanía entre ambos.
JeongIn agachó su cabeza, manteniendo aún su sonrojo, salió rápidamente del baño y se refugió en la habitación del mayor. Se sentó en el piso y elevó sus rodillas para esconder su rostro, o más bien su sonrisa. Jamás había visto a HyunJin medio desnudo ni que su abdomen estaba tan trabajado, pero sí sabía que iba al gimnasio. Cuando estaban juntos, HyunJin siempre solía mandar alguna imagen, quejándose por lo transpirado que estaba o porque alguien no desocupaba la máquina que él quería usar. Esas cosas lo hacían reir, y ahora como no lo tenía, lo extrañaba.
Lo extrañaba a él.
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