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HyunJin lanzó con furia su celular, este chocó contra puerta y cayó con fuerza sobre el suelo de su habitación. La pantalla se prendió para dejar ver la rotura de esta, como si fuese una pintura abstracta en un lienzo. 

Lo había roto. Lo había hecho pedazos, y no estaba hablando de aquel artefacto. 

Jamás había visto a una persona llorar por su culpa. Jamás había escuchado que una persona le hablase así, con tanto odio, rencor y sobre todo, dolor. 

JeongIn, quien cuando menos quiso darse cuenta, se había convertido en su sol, en su luz en su... mierda, ¿por qué había sido tan imbécil? ¿Por qué diablos no se dio cuenta antes del daño que le estaba haciendo? 

¿Por qué tuvo que ser tan ciego? 

Cada una de las palabras seguían torturándolo. Seguían clavándosele como como si fuesen agujas en todo su cuerpo, sentía como estas llegaban a lo más profundo de su ser y le quitaban su alma. No sentía la sangre correr por su cuerpo, pues no sentía su corazón latir. No sentía el ardor en sus ojos por llorar, que por la hinchazón ni siquiera podía abrirlos en su totalidad. No sentía el viento fuerte que entraba por la ventana y sobre todo no escuchaba los llamados de su padre. 

No sentía absolutamente nada. 

Y supo, que su JeoongInnie, estaba aún peor. 

Todo lo que había dicho le resultaba tan desconocido, ¿El había hecho eso? ¿Lo había comparado con Yujin? 

Mierda, mierda, mierda. 

Era la peor mierda de todas. 

JeongIn debía odiarlo. Debía odiarlo con todas sus fuerzas y hasta desear que algún auto lo atropelle. Sí... quizá eso se merecía en estos momentos, pero él no se podía mover. No podía despegar las piernas de su pecho, no podía levantar su cabeza, no podía parar el llanto y las lágrimas, no podía hacer que su corazón vuelva a latir. 

No podía. 

Trató de llamarlo. Se había quedado algunos minutos en el bar, aún sin entender, pero trató de llamarlo, como si JeongIn le fuera a contestar y con una sonrisa decir que todo era una broma. 

En el fondo necesitaba que todo fuese una broma. 

Pero no lo era. 

El había hecho todo eso. Había comparado a JeongIn con Yujin, lo había besado en aquel pasillo para darle celos. 

Mierda, lo había utilizado todo este tiempo. 

¿Cómo diablos le diría ahora que en verdad se había enamorado? Que en verdad lo quería, porque aquel... aquel niño con su cabello castaño cayéndole sobre sus bellos ojitos que brillaban a más no poder... ¿Cómo le diría que ahora se dio cuenta de que perdió al amor de su vida?

No mentía. Claro que no lo hacía. 

Ese día, en el que le pidió que lo abrace hasta que su vida termine, no mentía. Sentir el calor de los pequeños bracitos o el simple hecho de tener los deditos jugando con su negro cabello, lo hacía tener tan reconfortado que jamás se había dado cuenta. No hasta hoy. 

Y eso dolía. 

Dolía aún más porque se dio cuenta de que, mientras él los comparaba, JeongIn ya sentía todo eso y él, hasta perderlo todo, no había tenido ni una pizca de atención en ello. 

Se merecía todo lo que le había dicho. 

Se merecía que lo odiase. 

Se merecía que lo ignorase. 

Se merecía que sea feliz con otra persona.

Sin embargo, también merecía no darse por vencido.


Adaptación autorizada

Maratón 6/11

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