Capítulo 29
Rhys perdió a Arden de vista y buscó su figura entre las personas. Apenas la encontró, supo que algo estaba mal. El ramo de margaritas que sostenía ahora estaba disperso bajo sus pies y su semblante reflejaba perplejidad.
—¿Arden?
Él tocó la piel pálida de su mejilla con los dedos, pero ella no reaccionó. Rhys tuvo un presentimiento y levantó el rostro. Entre la multitud, sus ojos se encontraron con unos suaves ojos del color del chocolate.
«Hope».
La mujer también se sorprendió, pero sonrió y empezó a acercarse. Rhys se tensó, no por su cercanía, sino por el brillante hilo de Eros que flotaba a su alrededor. Restablecido. Intacto. Unido a alguien más.
Hope se detuvo frente a ellos y mantuvo la sonrisa en sus labios.
—Encontrarnos debe ser el destino.
Arden no dijo nada. Su rostro era inescrutable y serio, así que Rhys intentó sonreír para mitigar la tensión.
—Me alegro de que estés bien —dijo y luego miró junto a ella—. Ambos. Temíamos que les sucediera algo malo.
Hope se sonrojó y sus labios estirados titubearon.
—Debió ser una sorpresa, ¿no? —dijo, incómoda, y bajó la mirada—. Lo siento, chicos. Todo el trabajo que hicieron y nosotros...
Rhys negó con la cabeza.
—No tienes que disculparte. Sabemos que quizás todo se volvió difícil para ustedes y...
—¿Por qué?
La pregunta inesperada vino de Arden. Todas las miradas se posaron sobre ella. Su semblante había perdido la perplejidad y ahora estaba bajo una calma glacial. Rhys comprendía su pregunta y entendía que fuera directa, porque el reciente descubrimiento la había sorprendido; sin embargo, ellos no tenían derecho a exigir nada.
Rhys alargó la mano para aferrar la suya y decirle...
—Porque nos amamos.
La respuesta, igual de inesperada, provino de Jude. Él se detuvo junto a Hope e intercambió una mirada seria con Arden. Seguro ella aún debía tener la idea de que, de alguna forma, él era el responsable de todo. Además, como sus personalidades tenían matices similares, el silencio entre ellos se volvió tenso con rapidez.
Después de una breve pausa, Hope se aclaró la garganta e intervino para sugerir:
—¿Por qué mejor no nos acompañan y conversamos un poco más? Nos estamos hospedando cerca de la playa, en la casa de mis abuelos.
—Es una maravillosa idea —respondió Rhys.
Arden no habló, solo agarró la mano de Rhys cuando él se la ofreció. Era bueno saber que su recelo solo abarcaba a Jude, aunque fuera injusto; Rhys podía apostar que el ex padrino de la boda no era el responsable de lo que sucedía.
El camino hacia la playa estuvo marcado por una escasa charla trivial y más silencio; de todas formas, el viaje fue corto, la casa estaba a menos de veinte minutos —en auto— del centro histórico. Era como una casa veraniega con estilo rústico, tenía dos pisos y estaba en medio de una planicie cerca de la playa.
—Es hermoso, ¿no? —comentó Hope, mirando hacia el mar apacible, rodeado de colinas—. Nuestros padres nos traían aquí cuando éramos niños. Solíamos venir en las vacaciones y celebrar el cumpleaños de Jude e Idris en la playa. Nacieron el mismo día, pero en diferentes años; es una casualidad, pero siempre me pareció muy peculiar.
Su sonrisa era nostálgica, como si estuviera viendo el pasado a través de la ventana. Cuatro niños corriendo sobre la arena, riendo y jugando.
—Entremos.
Arden y Rhys siguieron sus pasos. Él miró rápidamente a su alrededor; notó que el interior de la casa era acogedor y tenía un ligero aroma a menta. La chimenea estaba encendida y el calor reconfortó un poco sus espíritus.
Todos se juntaron en la cocina. Hope se ofreció a hacer chocolate caliente. Arden y él se sentaron frente a ella, junto al mesón principal. Jude se apoyó contra la nevera, con los brazos cruzados.
Al verlo, Hope sonrió.
—Jude, ¿puedes ir hasta el Dores Inn y preguntar si tienen scones con mermelada y crema? —pidió—. Sabes que siempre está lleno.
Era claro que Hope intentaba deshacerse de él y Jude lo sabía. Sin embargo, él no protestó antes de marcharse.
Hope se relajó y se volvió hacia Rhys y Arden, sin perder la sonrisa.
—¿Y ustedes? ¿Cómo es que llegaron hasta aquí? ¿También es una casualidad?
—Algo así —Rhys no mintió del todo. Encontrarla en el mercado había sido una casualidad; lo demás no lo era tanto—. Visitamos a una amiga en Stonehaven y decidimos conocer Inverness. A Arden siempre le interesó.
Su compañera asintió, pero Rhys sintió que su presencia se volvía distante, no solo con él, sino hacia toda la situación. Por un segundo se preguntó qué estaría pasando por su mente, pero luego se concentró en Hope.
—Espero que la ciudad esté siendo de su agrado.
—Lo es. De hecho, el viaje hasta aquí nos ha hecho aprender un poco de nosotros mismos.
Por primera vez, Arden buscó su mirada y Rhys sonrió, mostrando una ligera sonrisa de labios juntos. Los hombros de ella parecieron relajarse un ápice aunque su mirada seguía alicaída.
—Eso es bueno —expresó Hope—. Me alegro por ustedes.
El silencio se instaló entre ellos. Hope se concentró en la preparación del chocolate, pero el ambiente se tornó embarazoso. De alguna forma, se había perdido el ambiente casual y natural que habían compartido desde que se conocieron.
La castaña fue la primera en quejarse con un profundo suspiro que no intentaba ocultar nada.
—Lo que dije en el mercado —empezó—, mi disculpa, era sincera. Realmente lamento todo lo que ocurrió. Todos lo sentimos. Y sé que apenas nos conocíamos, pero cada uno de nosotros se conectó con ambos de una forma casi instantánea. Por eso, si pudiera pedirles solo una cosa, sería que no nos juzguen por lo que hicimos.
Rhys se sorprendió. No había esperado que Hope se parara frente a ellos, con la mirada sincera, y les expusiera su corazón.
—Hope, no nos debes explicaciones. —Y era cierto. Si conocieran la naturaleza de ellos, sabría que estaban ahí para ayudarla, no para juzgarla.
—No son explicaciones si considero que son mis amigos.
Rhys se rio, de pronto conmovido por sus palabras. Tres semanas atrás habían sido simples emisarios, sin vínculos, con una existencia simple, y ahora tenían amigos. Ella consideraba que eran sus amigos, al igual que Sophie. Estaba diciéndoles esas cosas porque le importaban.
Rhys no insistió y Hope continuó:
—Nunca quisimos que esto llegara tan lejos. Tampoco quisimos engañar a nadie. Y sé que estuvo mal haber huido como lo hicimos.
—¿No fueron obligados? —Arden soltó las palabras sin miramientos, pero su semblante estaba calmado. Rhys comprendía que era importante para ella saber que nadie había cohesionado sus sentimientos.
—¿Obligados? —repitió Hope, casi perpleja—. ¡Claro que no! De hecho, Jude e Idris no estaban felices con esta locura.
Su declaración también alejó sus sospechas. Aquella noche en la cabaña, cuando Idris había hablado sobre lo que podía salir mal, Rhys entendía que había querido decirle lo que ocurría. Sin embargo, una parte de él también se preguntaba si Idris no había sido responsable; después de todo, el amor podía hacerte tomar decisiones desesperadas, como secuestrar a tus amigos para impedir su boda.
Rhys se alegraba de que no fuera así. Incluso Arden parecía entenderlo, porque sus hombros se relajaron un poco y su expresión se tornó más confundida que glacial.
—No lo entiendo —murmuró—. ¿Nunca quisieron casarse?
—Sí queríamos, pero también teníamos dudas.
—¿Entonces por qué siguieron adelante con la boda? —cuestionó Arden.
Hope no se apresuró a responder; en su lugar, terminó de preparar el chocolate y dejó una taza frente a cada uno. Rhys bebió un par de sorbos; Arden, no. Parecía más interesada en comprender qué había salido mal.
Al cabo de unos minutos, Hope se sentó frente a ellos y bebió un sorbo de chocolate antes de empezar a hablar:
—Dos semanas antes de la boda, me reuní en una cafetería con Vance para hablar. Ambos presentimos que algo estaba mal entre nosotros, pero fue inútil, ninguno pudo decirlo en voz alta. Salimos de la cafetería y caminamos a casa. Recuerdo que estaba lloviendo, me puse mi abrigo rojo y, de pronto, sentí como si algo se rompiera dentro de mí y, al mismo tiempo, liberaba mis sentimientos. Sé que suena ridículo, pero es verdad. Fue un momento mágico. Luego me sentí libre.
Claro que no era ridículo. Hope hablaba de la noche en la que habían roto su hilo. Y no había sido «mágico», habían sido ellos, algo mucho más extraño de explicar.
—No me malinterpreten —continuó—, no quiero decir que me sentí libre de Vance. Al contrario, fue como si la intimidad entre nosotros se renovara. No hablo de algo sexual, sino de la verdadera intimidad en la que dos personas pueden hablar y verse a sí mismas sin miedo de ser juzgadas, sabiendo que, si caes, esa otra persona te sostendrá.
»Sin darnos cuenta, habíamos perdido eso. Además, nuestro amor se había transformado en algo perfecto, que todos envidiaban y anhelaban, pero que era monótono para nosotros. Sin darnos cuenta, habíamos dejado de discutir, de quejarnos. Estábamos amándonos de forma automática, como cuando todo inició, para no decepcionar a nadie, para seguir manteniendo esa fachada.
»Tampoco crean que vivíamos en una cárcel. Amar a Vance era sencillo, porque era real. Ambos nos queríamos demasiado, desde niños, como familia; tal vez eso evitó que no nos diéramos cuenta que nuestro amor había cambiado. Sin embargo, ya ni siquiera nos tocábamos o nos besábamos; solo la compañía era suficiente. Y nuestro amor no debía ser así.
—¿Qué pasó esa noche, luego de sentirte libre? —inquirió Rhys.
—Fuimos a casa y hablamos. De alguna forma, ambos pudimos decir todo lo que habíamos estado guardando hasta ese momento. Nos dimos cuenta de nuestros errores, de lo que había cambiado en nuestra relación, e incluso aceptamos que teníamos sentimientos por otras personas. Esa noche pensamos terminar el compromiso, pero decidimos pensarlo con calma; no queríamos precipitarnos por nuestros padres, y porque a pesar de todo, aún nos queríamos. Terminar así, tan de repente, también era doloroso para ambos.
—Aun así, ¿hubieran detenido la boda? —preguntó Arden.
La castaña asintió.
—Es lo más probable.
—¿Entonces por qué cambiaron de opinión? —consultó él.
Rhys se cruzó de brazos y estudió su expresión. Se sorprendió un poco cuando una ligera sonrisa se alzó en sus labios.
—Ustedes aparecieron —respondió.
—¿Nosotros? —soltaron ambos al unísono.
Hope se rio. Su risa sonaba tan radiante como siempre, y aquello eclipsó la tensión del momento.
—Fue como si cayeran del cielo con su plan de recrear nuestros momentos más especiales. Fue como una señal para ambos. Ahora que nos sentíamos nuevas personas y que veíamos nuestro amor desde otra perspectiva, no como algo superficial y perfecto, decidimos darnos una segunda oportunidad. Entonces, hicimos un trato: si al recrear aquellos momentos, nuestros sentimientos nos unían, nos casaríamos; si aún teníamos dudas o si nuestro amor se mantenía igual de fraternal, desistiríamos.
»En esas dos semanas, dimos todo de nosotros. Realmente abrimos nuestros corazones e intentamos enamorarnos como la primera vez, aunque ni siquiera nos besamos en los labios ni una sola vez.
—¿No lo hicieron? —dijeron Arden y Rhys al mismo tiempo.
Hope meneó la cabeza.
—Siempre nos tomábamos de las manos, nos abrazábamos, pero nada más allá de besos en la frente.
Rhys se dio cuenta de que tenía razón, recordando sus encuentros previos.
—¿Por qué no? —preguntó Arden. Su voz no era acusadora, mas bien curiosa.
—No lo sé —admitió Hope—. Creo que ninguno sentía que era correcto, considerando todas las circunstancias.
—¿Quieres decir Jude y Idris? —aventuró Rhys.
Hope se sonrojó, pero dio un gesto afirmativo.
—Cuando ellos llegaron, fue un alivio y un caos en partes iguales. Ellos son como nuestra familia y aún más que eso. Desde joven, sabía que le gustaba a Jude, pero nuestra amistad era lo más importante. El tiempo pasó, y por su actitud distante creí que esos sentimientos habían desaparecido, pero en el último viaje a Australia por la editorial compartimos un momento especial.
»No engañamos a Vance, nunca nos habríamos perdonado por eso, pero empecé a cuestionar mis sentimientos hacia Jude, y deseaba que él fuera lo suficientemente valiente como para aceptar en voz alta que me quería también. Vance sabía acerca de Jude, ya que decidimos compartir todo desde esa noche que hablamos. Sin embargo, nada cambió entre Jude y yo hasta una noche antes de la despedida de soltera.
—¿Y entonces planearon huir? —demandó Arden.
Hope se mordió los labios.
—Luego de recrear nuestro último momento especial, le dije a Vance que no estaba segura sobre la boda y él coincidió —contestó—. Entonces, no supimos qué más hacer. Nuestros padres lo entenderían, pero no queríamos causar un revuelo entre los demás, ni queríamos exponer a Jude o a Idris, así que decidimos irnos y venir aquí, donde todo empezó.
»Necesitábamos hablar sin la presión de la boda y arriesgarnos a decir todas esas cosas que habíamos guardado por mucho tiempo para no arruinar nuestra amistad. Y, aunque a algunos les parezca mal, decidimos pensar en nosotros y tener fe en que todo saldría bien.
Ninguno dijo ni una palabra por un largo rato. En la estancia solo se escuchaba el sonido del fuego que crepitaba en la chimenea.
—¿Aún amas a Vance? —dijo Arden. No era un reproche, solo una pregunta insegura.
—Amo a Vance. No como lo amaba al inicio, no como lo amé a través de nuestros momentos especiales, pero eso no quiere decir que lo ame menos ahora. Solo quería que fuera feliz, y para eso tuve que aceptar que quizás no sería conmigo. Ambos sabíamos que si nos casábamos, nos haríamos felices, pero también que, con los años, ese amor se desgastaría y nos odiaríamos por eso, y además haríamos infelices a nuestros amigos al ignorar sus sentimientos. Por eso decidimos no seguir pretendiendo, ni siquiera aunque todos creyeran que éramos una pareja perfecta. —Hope se encogió de hombros—. Así que nadie va a casarse, al menos no por ahora. Dejaremos que las cosas tomen el rumbo que tengan que tomar.
—¿Y amas a Jude? —cuestionó Arden.
Hope casi se ahogó con el sorbo de chocolate que estaba bebiendo. Tosió y su rostro se enrojeció. Rhys estuvo a punto de reír, no por Hope, sino por la falta de tacto de su compañera.
¡Arden y sus habilidades sociales!
—Sí —contestó Hope—. Quizá algunos piensen que es muy precipitado, pero conozco a Jude desde hace casi una vida. Me siento diferente cuando estoy con él, y Jude es diferente cuando está conmigo. Nos complementamos y...
—Y me haces un mejor hombre —intervino Jude.
Él había regresado y estaba detrás de ellos, recostado contra un pilar de la casa. Hope y Jude compartieron una mirada. Rhys reconoció en sus ojos los mismos sentimientos que había visto reflejado muchas veces en las miradas de las parejas de sus misiones.
—¿Y mis scones?
—Buenas noticias —Jude levantó una funda de papel—: ¡compré los últimos!
—¡Genial! —exclamó Hope—. Se quedarán a cenar, ¿verdad?
Rhys asintió, mientras Arden estudiaba a la pareja en silencio. Él volvió a preguntarse qué estaría pensando, pues sus ojos revelaban un rastro de tristeza y resignación que alteraban su paz. Quiso abrazarla y consolarla de alguna forma, ahora que su misión había concluido. No eran los resultados que habían esperado, pero un nuevo amor había nacido y debían honrarlo.
Aunque todavía era extraño ver a Hope y a Jude juntos, nadie creería que ella había estado a punto de casarse con otro hombre o que apenas llevaban unos días juntos. Este nuevo amor era natural. Estaban enamorados y felices. Y había una gran química entre ellos. Incluso su hilo de Eros era resplandeciente y fuerte.
—Rhys, vamos afuera —pidió Arden.
Arden se levantó y salió de la cabaña, ante la mirada confundida de los otros. Rhys fue detrás de ella hasta que llegaron a la playa.
—¿Arden?
Ella caminó y caminó.
—¡Arden!
—Tenemos que decirle.
—¿Qué cosa? —preguntó confundido—. ¿A quién?
—A Cupido. Debemos contarle todo lo que sucedió.
Al fin ella se detuvo. Giró el rostro hacia él y el viento le golpeó los mechones de cabello contra las mejillas.
—Rhys, esto se salió de nuestras manos. Tenemos que decirle la verdad para que pueda reparar todo este enredo.
—¿Reparar? —Él negó—. Arden, sí, fue nuestro error, pero no hay nada que reparar. Lo que ellos sienten no es un error. Viste su vínculo. Está completo y se aman.
—¡Pero Hope debería estar con Vance! Son almas gemelas... o lo serán algún día —terció Arden—. Cuando cortamos su hilo de Eros, su vínculo no estaba desgastado.
—Lo sé, pero quizá solo era cuestión de tiempo. Tal vez aún no era el momento indicado, pero, con los años, su amor se desgastaría, tal como Hope lo dijo.
—¡Pero Hope pudo equivocarse! —lo contradijo.
—Cupido también puede equivocarse —replicó Rhys.
—¡Cupido no se equivoca! Nosotros cometimos un error y debemos hacer lo posible para repararlo —insistió Arden.
—¿Y para ti qué es «repararlo»? —inquirió Rhys, enojado e incrédulo—. Si Hope y Jude tienen un nuevo hilo entre ellos, es lógico que Vance e Idris tengan otro. ¿Qué es lo que quieres hacer? ¿Romper dos hilos estables?
Arden calló. Él sabía que sus palabras eran duras, pero necesitaba entender por qué ella estaba actuando así.
—¿Qué sucede, Arden? —Rhys acortó la distancia para sostener sus hombros—. Habla conmigo. —Acarició su mejilla y giró el rostro para mirarla. Estudió sus facciones, sus labios y, al final, sus ojos. Eran grandes, expresivos y lucían inseguros—. Tenemos que aceptar la realidad. Hicimos lo que pudimos para unir el hilo entre Hope y Vance, pero ellos tomaron sus propias decisiones y tienen una nueva oportunidad. ¿Por qué no quieres aceptarlo?
—No quiero que sean infelices —soltó Arden con voz queda—. No quiero que nuestro error, que separó su hilo, los haya obligado a unirse a otros solo porque estaban confundidos.
—Pero no los forzamos a nada. Si tienen un vínculo, es porque el destino así lo quiso. No podemos romper sus nuevos hilos para intentar unir un amor que ya no existe. Si lo hiciéramos, si Cupido lo hiciera, estaríamos jugando con ellos y manipulando sus sentimientos, y esa es una línea que no cruzaré.
Arden se apartó. Su respiración estaba agitada; sus mejillas, sonrojadas, y sus ojos brillaban como pequeñas estrellas.
—Cupido debe saberlo —insistió.
—¿Por qué? ¿Porque crees que quizás te dará la razón? ¿Porque sabes que podría regresar todo a como era antes? ¿Porque quieres salvarte?
—¡No quiero salvarme! —replicó Arden—. ¡Intento salvarnos! —Sus ojos se oscurecieron—. ¡A ti y a mí! Ya no se trata solo de mí. En la última persona que estoy pensando ahora es en mí y, aun así, me siento como una horrible persona. Mi mente está dividida entre ellos y nosotros. Y es obvio que me importan, porque volvimos a inmiscuirnos de más en una misión, aunque no debíamos.
»Tarde o temprano, tendremos que afrontar nuestros errores, pero si decimos la verdad ahora, tal vez Cupido nos dé otra oportunidad y podamos seguir juntos. Si no, esto habrá terminado, y no sé qué sucederá con nosotros.
Arden expuso su corazón ante él y Rhys comprendió su conflicto. Sabía muy bien lo que ocurriría ahora que la misión había terminado.
—Arden, no hay nada que me gustaría más que ser tu compañero por siempre —sentenció—, pero no lo haré a cambio de la felicidad de ellos.
Arden enmudeció. Sus ojos no ocultaron la reacción ante sus palabras y le dio la espalda para alejarse caminando. Rhys la dejó ir porque, en ese momento, ella era una tormenta que él no podía contener.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top