Capítulo 27
Arden no estaba segura de lo que estaba pasando. En un instante, todos estaban bailando y, al siguiente, estaban besándose. Las pequeñas que bailaron a su alrededor soltaron risitas y salieron corriendo entre la multitud. Arden solo atinó a quedarse inmóvil en medio del salón. O eso intentó, hasta que alguien la besó.
Su cuerpo se tensó, perpleja y asustada, lista para golpear a quien fuera que se había atrevido a tocarla. Su ataque se frenó cuando reconoció a Rhys. Sus brazos cayeron lapsos a sus costados y la tensión en su cuerpo cedió, dando paso a otras emociones.
Al sentir su rendición, Rhys levantó su rostro con una mano, afianzó el agarre en su cintura con su otro brazo y continuó besándola. Arden no podía describir ese beso; era impetuoso, ardiente, y contenía la misma cantidad de cariño y necesidad. Arden cedió el control, pero respondió con la misma intensidad, moviendo sus labios con firmeza y aferrándose a su cuerpo con desesperación.
Se besaron con pasión. Nada más era importante en ese momento; todo empezaba y terminaba en sus labios, en ese beso que necesitaban para seguir viviendo.
Rhys fue el primero en romper el contacto. Dio suaves roces en sus labios hasta que separó sus bocas, pero no se apartó. Sus brazos mantuvieron su cuerpo cerca y juntó sus frentes, dejando que sus respiraciones se calmaran. Arden buscó sus ojos y encontró en su mirada la misma necesidad que había sentido en su beso y que vibraba en su cuerpo.
Cuando el ambiente se reactivó y las personas continuaron bailando y festejando, Rhys tomó su mano y se dirigió hacia las escaleras. El camino hacia la habitación fue silencioso y lleno de tensión. Arden quería decir algo, pero no sabía qué, ni siquiera podía pensar con claridad. Su corazón estaba agitado y su cuerpo se sentía caliente.
Sabía lo que probablemente sucedería si se quedaba en la misma habitación con Rhys, así que tal vez lo mejor sería detenerse y quedarse en su propia habitación, pero...
¿A quién engañaba? No quería estar sola en su habitación, en esa cama fría y autocompadeciéndose de sí misma. Ella quería estar con Rhys. Deseaba vivir otro momento mágico como Hope le había dicho. Ansiaba seguir explorando esa atracción entre ellos, que apenas había descubierto y que no tenía relación con que fueran emisarios.
Rhys le gustaba. Y le gustaba más allá que el emisario que era su compañero. Le gustaba el hombre detrás de la pulsera de Eros. Le gustaba cómo la besaba y cómo la tocaba, y su forma de mirarla, como si ella fuera lo más importante para él.
Arden lo deseaba, esas eran las palabras correctas.
Y no iba a acobardarse.
Cuando llegaron a la habitación, Rhys entró pero no cerró la puerta. Arden lo hizo, intentando hacerle ver que no estaba obligándola. La estancia se quedó en silencio y Arden levantó el rostro, buscándolo. Rhys parecía más interesado en una mancha en la pared que en ella.
—¿Vas a besarme de nuevo? —soltó, cuando la tensión se volvió casi palpable.
Rhys estudió su cara.
—¿Eso es lo que quieres?
Arden pensó en su pregunta. Tendía a ser directa cuando se sentía nerviosa o insegura, no podía evitarlo, mucho menos cuando la mirada intensa y profunda de Rhys se deslizaba por su piel.
—Si tú quieres...
Sabía que era una respuesta ambigua. Sin embargo, la noche en la cabaña, el ambiente había sido igual: Rhys le había dado una opción y ella había escogido. Esta vez, él podía elegir. Aunque nunca habían hablado de esa noche, ella estaba segura de que ninguno se arrepentía.
Rhys disolvió la distancia entre sus cuerpos. Sus manos se acomodaron en su cintura y su rostro se inclinó más cerca.
—¿Y si quiero más que tocarte y besarte?
Arden sintió que una corriente eléctrica se deslizaba por su espalda. No debía ser justo que él utilizara esa mirada oscura y esa voz profunda para seducirla. Ella tuvo que obligar a su cerebro a concentrarse en sus palabras y en el significado implícito. Arden entendía, no necesitaba ser experta en la pasión para comprender cuando algo no era suficiente.
Ella tragó con fuerza.
—Puedes tenerme por completo —empezó, sintiendo cómo su corazón golpeteaba contra sus costillas—, si yo puedo tenerte por completo a cambio.
Eso lo desconcertó. Sus ojos se ampliaron con sorpresa y las mejillas de Arden se calentaron. Avergonzada, se dio la vuelta y se acercó a la ventana.
¿Por qué había dicho eso?
Pudo haber dicho sólo «sí», pero ahora había arruinado todo diciendo cosas de más, volviendo todo más íntimo e incómodo. ¿Es que no podía guardarse los diálogos de estilo de película romántica para sí misma?
Arden contempló el puerto a través de la ventana. Había empezado a llover y las gotas de agua golpeaban el cristal con fuerza, igualando el ritmo de su corazón bajo sus costillas.
Ella cerró los ojos al mismo tiempo que Rhys posaba sus labios en el costado de su cabeza. En lugar de tensarse, Arden se relajó contra su cuerpo y él envolvió su cintura con sus brazos. Rhys recreó un camino de besos suaves por su mejilla, su mandíbula, hasta la columna de su cuello.
—Arden —susurró—, tú ya me tienes.
Arden se estremeció. Presionó con fuerza los párpados cerrados mientras Rhys besaba el espacio sensible bajo su oreja y apretó el lóbulo entre sus dientes. Sus manos acariciaron sus caderas sobre la tela de su vestido. Sus dedos trazaron el contorno de su silueta y subieron hasta envolver sus pechos. Él acarició su piel con movimientos firmes y sus pezones se endurecieron ante sus caricias. Un suave quejido escapó de sus labios. Rhys apenas había empezado a tocarla, pero ella sentía el corazón en la garganta, queriendo escapar, y el pulso ardiente entre sus piernas palpitando adolorido.
—Arden. Arden. Arden.
Rhys seguía diciendo su nombre de esa forma, profunda y suave. Con necesidad. Era como si no pudiera obtener suficiente de ella, aun cuando sus manos acariciaban su cuerpo y sus besos esparcían fuego sobre su piel.
Arden buscó sus labios cuando su necesidad también se volvió insoportable. Giró en sus brazos y sus bocas se encontraron en una colisión, embebiendo el sonido de su nombre.
Ambos gimieron mientras sus bocas se buscaban con abandono. No había nada tentativo o inseguro en ese beso. Su boca no era experta, pero recordaba; los besos de aquella noche en la cabaña aún inundaban sus pensamientos y su piel. Era un beso duro, intenso y sensual, abrumadoramente poderoso. Arden dejó que él guiara, que tomara lo que quisiera, pero exigió lo mismo a cambio. Se pegó a él, ansiosa, con urgencia, casi con violencia. Imitó el movimiento de sus labios, buscó su lengua con la suya y disfrutó de su calidez y de su sabor.
Solo se detuvieron para tomar aire, pero Rhys no la dejó ir. Levantó su cuerpo contra el suyo, aferrando sus muslos, y caminó hacia la cama. Arden quedó sentada sobre su regazo, con sus piernas, a cada lado de sus caderas y sus pechos rozándose con cada respiración.
Ella se alzó sobre sus rodillas y volvió a buscar sus labios. Inclinó su rostro sobre el suyo y su largo cabello rubio cayó como una cascada alrededor de ambos, como una barrera, mientras se besaban con la misma intensidad. Rhys acarició sus muslos con sus manos, perdiéndose bajo la falda de su vestido. Sus dedos trazaron sus curvas y acariciaron su piel.
Un estremecimiento hizo vibrar su cuerpo y Arden apretó sus dedos contra sus hombros, percibiendo el material de su camisa. Ella separó su boca mientras bajaba las manos por su torso para pelear con los botones de la prenda.
Rhys no intervino; dejó que ella continuara su tarea, hasta que abrió su camisa y estudió las líneas y músculos elegantes de su pecho. Él era hermoso y ardiente, y en ese momento era suyo, así que Arden no pidió permiso para tocarlo. Puso las manos sobre su piel y permitió que sus dedos volvieran a familiarizarse con él, con sus ojos captando cada detalle.
Rhys siguió sin actuar. Sin embargo, cuando Arden intentó ir por el botón de sus jeans, él detuvo su mano, adivinando su intención.
—Primero tú.
Arden no pudo decir nada antes de que sellara sus labios con otro beso, igual de arrebatador que los otros.
Cuando se alejó, esta vez fue el turno de Rhys de luchar con las cintas que unían el escote de su vestido. Sus dedos aflojaron los lazos hasta que puedo liberar sus pechos. Arden no llevaba un brassier, por lo que su piel sensible quedó expuesta, pero no se cubrió. Sentía los pechos pesados y adoloridos, y los pezones endurecidos y excitados.
Rhys se quedó mirando fijamente, y esta vez Arden no se lo recriminó. Su mirada era como una caricia llena de promesas y deseos, oscura y apasionada.
Ella contuvo el aliento cuando sus labios volvieron a caer en su cuello, descendiendo hacia su escote. Rhys acarició sus pechos con firmeza, excitando aún más los fruncidos brotes apretados, antes de aplicar su boca. Arden gimió. Todo su cuerpo ardió y el placer se concentró en esa parte que avivaba su deseo. Ella se aferró a sus hombros mientras Rhys succionaba y lamía su piel; su boca estaba caliente y húmeda, ¡y se sentía tan bien, tan correcta! Arden empezó a mover sus caderas sobre su regazo, buscando una fricción más placentera. Rhys, tan excitado como ella; Arden podía sentir su dureza bajo el material de sus jeans, y se movió contra él.
Ambos gimieron y se besaron hasta quedarse sin aliento.
Rhys apretó un brazo alrededor de su cintura y su otra mano trazó un camino sobre su vientre. La falda de su vestido se enrollaba alrededor de su cintura y él apartó la tela, buscando el pulso agitado y sensible entre sus piernas. Sus mejillas se calentaron mientras él la acariciaba despacio. Arden estaba tan húmeda y era la prueba irrefutable de cuánto lo deseaba, de lo que provocaba en ella.
Rhys hacía vibrar su cuerpo con cada caricia y beso, calmando y encendiendo su necesidad. Arden gimió contra su oído cuando él presionó la perla de placer en su sexo y deslizó un dedo en su interior. Su cuerpo se tensó, pero luego lo aceptó y se humedeció aún más para él. Al inicio, Rhys la tocó con movimientos tentativos, pero se volvieron firmes y profundos cuando ella se movió contra su mano, buscándolo y pidiendo más.
Él besó su labios, después volvió a sus pechos, sin dejar de entrar y salir de su cuerpo. Arden podía sentir su clímax cerca, construyéndose con cada beso y caricia. Esta vez, la sensación no era tan desconocida y dejó que su cuerpo tomara el control, moviéndose por instinto y disfrutando de todas las sensaciones.
Y entonces Rhys se detuvo.
—¡Rhys! —se quejó Arden en un murmullo entrecortado.
Él la besó y cambió de posición, dejando su cuerpo sobre las sábanas. Arden lo miró mientras intentaba calmar su respiración.
Rhys no dijo nada, pero separó sus muslos y se inclinó entre ellos. Levantó la falda de su vestido para besar su vientre y succionar los lunares gemelos junto a su ombligo. Ella no entendía la razón, pero parecían gustarle mucho, así que lo dejó. Sin embargo, él gastó solo un par de segundos antes de continuar. Sus dedos delinearon sus caderas, enganchando el encaje de la prenda que la cubría para deslizarse por sus piernas. Acto seguido, su lengua trazó formas en la base de su vientre, antes de descender.
Arden miró sus acciones con curiosidad, pero luego sus mejillas se tiñeron de rojo cuando adivinó su intención. Ella intentó apartarse, pero él sostuvo sus caderas y mordió el interior de uno de sus muslos. Su cuerpo se estremeció y la corriente de placer fue directo al fuego líquido en su sexo.
Rhys separó aún más sus piernas y Arden se cubrió el rostro, confundida por sus emociones; se sentía tan mortificada como excitada. Contuvo el aliento cuando su respiración caliente rozó su piel y sus dedos frotaron su humedad. Arden arqueó la espalda y gimió cuando su boca descendió, esparciendo besos íntimos y sensuales.
El placer inundó sus sentidos y fue imposible pensar. Su reacción fue tan inocente como desinhibida. Ella se convirtió en una masa temblorosa, con el corazón precipitado y sus labios llenos de suspiros con su nombre. No le tomó mucho tiempo alcanzar el clímax. Su cuerpo se tensó y su placer creció más y más hasta que se deshizo en estremecimientos y suaves gemidos.
A Arden le pareció que su cerebro se desconectaba por unos segundos. Su mirada se perdió en algún lugar mientras su cuerpo se calmaba y sus sentidos se reactivaban. Sus manos, que se habían convertido en puños contra las sábanas, se relajaron y sus piernas permanecieron inmóviles a su costado.
Rhys se encargó de desvestirla despacio, deslizando las mangas de su vestido por sus hombros y luego por sus caderas. Arden lo observó mientras él subía por su cuerpo, dejando besos y mordiscos juguetones por su piel. Cuando alcanzó su rostro, besó sus labios de forma sensual. Sus lenguas se rozaron en una danza y él succionó su labio inferior, apretándolo con los dientes.
Arden deslizó las manos por sus hombros y se aferró a él, atrayendo su cuerpo más cerca. Presionó sus pechos contra su torso y sus piernas apretaron sus caderas. Cuando sintió su dureza empujar contra su vientre, Arden deslizó una mano entre sus cuerpos y soltó el botón de sus jeans. Sus dedos buscaron entre las capas de ropa y lo liberó para tocarlo con movimientos firmes.
Esta vez, Rhys no la detuvo. Al contrario, gimió contra su boca y empujó sus caderas contra ella. Arden besó su barbilla y apretó la piel de su cuello entre sus dientes, mientras Rhys se entretenía con uno de sus pechos, acariciando el pequeño pezón.
—Arden —ella lo miró y sus labios se rozaron—, si quieres que me detenga, dímelo ahora.
Arden casi podía escuchar la necesidad en su voz, sentía la tensión en sus músculos, y también su deseo pulsando entre sus dedos. Y aún así, él seguía dándole otra opción.
—Estoy lista —susurró.
Ella juntó sus labios y se besaron por unos segundos, antes de que él se levantara de la cama. Revisó el interior de su bolso de viaje, luego depositó una pequeña caja oscura sobre las sábanas mientras terminaba de desvestirse.
—¿Desde cuándo tienes los condones? —preguntó Arden.
Se sentó y se inclinó hacia adelante para examinar la caja. Rhys no se apresuró a responder y, entonces, le pareció que él se sonrojaba. Ella inclinó la cabeza hacia un lado, entre confundida y un poco divertida. ¿Acababa de darle placer con su boca y ahora se sonrojaba?
No pudo hacer la pregunta, porque Rhys se adelantó:
—Luego de que aquella noche me invitaste a sentarme contigo mientras escuchabas la canción de Hope y Vance.
Arden se sorprendió. Recordaba esa noche. Había sido un impulso.
—Eso fue casi al inicio de la misión.
Rhys asintió y se acercó, acariciando una de sus piernas con las puntas de sus dedos. Después se inclinó hacia su cuello y succionó su piel.
—Tu seguías ignorándome —susurró—, pero tenía esperanzas.
Arden sintió una sensación cálida en el pecho que la llenó de satisfacción ante sus palabras.
Él continuó mordiendo su piel y su boca dejó una estela húmeda hacia su barbilla. Sin esperar más, Arden giró su rostro y unió sus labios en un beso lánguido e intenso. Muy despacio, se recostó sobre la cama y jaló su cuerpo sobre el suyo. Sus piernas se envolvieron alrededor de su cintura y se presionó más cerca de él. Sus caderas se rozaron de forma íntima y ambos gimieron, anhelando más.
Arden esperó y estudió sus movimientos mientras él manejaba el pequeño empaque plateado. No podía evitar mirar; sentía curiosidad y también nervios y expectación. Sin embargo, se olvidó de todo cuando Rhys volvió a besarla y sus dedos estimularon su feminidad hasta que su cuerpo se retorció bajo sus manos.
—No sé si va a doler —susurró él, flotando sobre su rostro.
—Está bien.
Y era cierto, confiaba en él. Su pecho se sentía lleno de emociones. Su corazón se conmovía por su preocupación, y su cuerpo lo deseaba.
Rhys nunca dejó de besarla. A Arden le parecía que sus caricias se volvían aún más suaves y cuidadosas. Rhys sostuvo sus caderas y poco a poco se deslizó en su interior, hasta que la penetró por completo. Arden gimió y se aferró a sus hombros. Su cuerpo se estremeció y su sexo se apretó a su alrededor, mientras se acostumbraba a él.
—¿Estás bien? —preguntó, sin moverse.
Arden asintió.
Era una sensación extraña estar unida de manera tan íntima con alguien. Arden sintió un poco de dolor, pero no era algo que no pudiera soportar. También sintió un inesperado placer, al percatarse de la maravillosa forma en que su cuerpo se abría para él.
Rhys sostuvo su peso en sus antebrazos y besó el perfil de su rostro con sus labios. Parecía relajado, pero Arden podía percibir la tensión en los músculos de su espalda. Su mandíbula también estaba apretada, como si le costara contenerse.
—¿En qué estás pensando? —dijo para distraerlo.
Él la miró.
—No creo que quieras saberlo —susurró.
—Sí quiero.
Un leve brillo apareció en sus ojos oscuros y se inclinó hacia su oído, lamiendo su forma, antes de susurrar palabras íntimas como un secreto. Arden experimentó un crescendo en su respiración y sus mejillas se sonrojaron.
Escucharlo decir cosas sexys en su oído con esa voz sensual no era justo, era perversamente excitante. Así que Arden se vengó, meciendo sus caderas contra él hasta arrancarle un gemido, aunque ella también pudo sentir su placer.
—Ya puedes moverte —susurró.
Rhys obedeció. Se irguió sobre ella y empezó a embestirla con un ritmo lento pero firme, deleitándose con el calor apretado que no lo dejaría ir, antes de deslizarse hacia adentro lo más profundo que pudo. Arden se mordió los labios y sus manos se aferraron a las sábanas. Intentó seguir su ritmo y levantó las caderas para ir a su encuentro. Ambos gimieron.
Rhys apretó sus dedos en su cintura y aceleró el ritmo; sus embestidas se volvieron más duras y profundas. Arden gimoteó y arqueó la espalda. Corrientes de placer recorrieron su cuerpo y sus pensamientos se volvieron un dulce caos. Sin pensarlo, Arden levantó sus brazos, buscándolo. Rhys volvió a obedecer; se inclinó sobre ella y atrapó su boca.
Fue un beso ardiente, muy diferente a cualquiera que compartieron antes. Él sabía tan dulce, tan excitante, tan intoxicante. Ella seguía intentando decir su nombre, pero apenas podía encontrar el tiempo para respirar.
Rhys estaba consumiéndola y Arden se perdió en él. Sus dedos se clavaron en su espalda y sus muslos apretaron sus caderas, animándolo a ir más rápido, más profundo, aunque podía sentirlo en todas partes, besando su cuello, acariciando sus pechos, entrando y saliendo de su cuerpo.
—Rhys —susurró en un suspiro, mientras su cuerpo se apretaba con fuerza, atado por un éxtasis que no había creído posible.
Entonces, gritó. Su cuerpo se estremeció cuando el orgasmo la atravesó, pero se aferró a Rhys. Lo abrazó con fuerza, con sus brazos y piernas, empujando sus caderas contra las suyas.
Él extendió una mano entre ellos y sostuvo su cintura para empujarse más profundamente en ella. Sus embestidas eran duras e implacables. Su liberación llegó momentos después. Su rostro se contrajo y gruñó bajo, buscando refugio entre sus brazos. Su rostro quedó enterrado en su cuello, gimiendo en su hombro mientras se corría. Su cuerpo se estremeció una última vez, luego se quedó quieto.
A Arden la experiencia no le pareció menos que extraordinaria.
—Arden —susurró.
Ella acarició su rostro, manteniéndolo envuelto en sus brazos y piernas, piel caliente contra piel caliente. Rhys despejó su rostro, alejando los mechones de cabello, y besó sus labios. Arden suspiró. En ese momento, sus besos se convirtieron en algo infinitamente profundo. También le gustaba la manera en que los dos encajaban a la perfección, como dos piezas individuales en una sola.
Rhys solo se movió para ir al baño y volvió con una toalla húmeda para limpiar su cuerpo. Arden se sonrojó, pero él no dijo nada. Cuando volvió a la cama, Arden se acomodó sobre su pecho.
—No debí decirte todas esas cosas la otra noche —soltó Rhys de forma inesperada—. Lo siento.
Ella lo miró, sin inmutarse.
—Lo merecía.
Rhys negó y Arden lo besó para callarlo. No quería que él se disculpara. Habían acordado empezar de nuevo, dejar el pasado atrás, así que Arden cambió el tema:
—¿Ya te gustaba cuando iniciamos esta misión?
Su respuesta tardó unos segundos en llegar mientras Arden trazaba la línea de su mandíbula.
—Siempre me gustaste —confesó.
Una sensación cálida se esparció por su pecho, dejándola sin palabras.
—¿Incluso cuando era mala contigo?
Rhys asintió y acarició su cabello esparcido sobre su pecho. Arden se relajó, escuchando el latido de su corazón contra su oído. Cerró los ojos, e intentó vaciar sus pensamientos.
Arden todavía no quería pensar en el mañana. Quería vivir ese momento al máximo, pero su corazón tonto titubeó y su mente se impuso, nublando sus pensamientos con dudas.
—¿Qué sucederá si volvemos a nuestra normalidad y no puedo tocarte? —inquirió en un murmullo—. ¿Y si no volvemos a sentirnos así?
Rhys no respondió por un largo rato. Sabía que no estaba durmiendo, porque sus dedos seguían cepillando su cabello.
—Al menos nos quedará esta noche.
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