Capítulo 26
Rhys despertó al atardecer. Abrió los ojos y miró alrededor, desorientado y sin recordar dónde estaba. Poco a poco, su memoria se aclaró: el tren, la discusión con Arden, el hotel... Luego todo se ponía muy borroso. Recordaba un fuerte dolor en el abdomen y, después, náuseas incontrolables.
No quería volver a sentirse así jamás, ¡había sido una experiencia horrible! Había sentido temor de no poder dejar de vomitar, de no volver a sentirse bien. Si no hubiera sido por Celine y su esposo, Rhys todavía estaría sintiéndose enfermo, con dolor y fiebre.
¿Cómo era que las personas podían lidiar con eso?
Por un segundo, Rhys se preguntó si enseñaban precauciones contra enfermedades en el entrenamiento de misiones encubiertas. Si lo hacían, ahora entendía por qué era obligatorio realizarlo antes de mezclarse entre las personas. Quizás, si hubiera hecho el entrenamiento reglamentario, habría sabido qué hacer o habría entendido lo que el doctor había dicho esa mañana.
Lo importante era que, si bien no se sentía recuperado por completo, al menos estaba consciente, el dolor había disminuido y su temperatura había bajado.
Rhys alzó la mirada y examinó el suero que goteaba despacio y que estaba conectado a su muñeca. Era extraño, pero no dolía en absoluto.
Intentó sentarse, pero sus músculos protestaron y volvió a caer sobre la almohada. Se sintió un poco mareado y cerró los ojos. Entonces, escuchó que el grifo de agua se abría.
Había alguien en el baño.
Rhys levantó ligeramente la cabeza y vio un breve atisbo de un largo cabello rubio. Su corazón se aceleró.
«Arden».
Él no podía ver lo que estaba haciendo, pero sabía que era ella. No entendía cómo o por qué estaba allí, pero sintió que podía respirar de nuevo. Había estado a punto de salir a buscarla cuando se enfermó. Ahora se sentía aliviado de que estuviera a salvo.
Cuando el grifo se detuvo, Rhys fingió dormir. Era una acción ridícula, pero ella lo sorprendió y aún no estaba seguro de si quería afrontar ese encuentro, no después de su discusión.
Arden se acercó a la cama y se sentó a su lado. Unos segundos después, Rhys sintió que una toalla húmeda le rozaba la frente y las mejillas. Intentó mantener la respiración acompasada para no delatarse.
—Mírate. Incluso enfermo, luces atractivo —dijo de repente. Él se tensó, pero Arden solo hablaba para sí misma—. ¡Y dicen que el destino no tiene sus favoritos!
Rhys quiso sonreír, pero se esforzó para actuar como el mejor enfermo dormido. Ella estaba cuidándolo, así que él no pensaba moverse en absoluto.
—Hablé con Celine —continuó Arden, tras de una larga pausa—. Ella y Gavin están bien. Se están tomando un año sabático lejos de todo y se están dando una nueva oportunidad, empezando de nuevo.
Así que por eso estaban allí. Había sido una sorpresa verlos, pero, al mismo tiempo, se había sentido aliviado. Su vínculo poco a poco se estaba restaurando.
—Me di cuenta de que tenías razón: habría sido un error cortar su hilo. De hecho, estuve pensando y... Creo que tienes razón en muchas cosas.
Los latidos de Rhys se intensificaron en sus oídos. Sabía que Arden solo hablaba porque creía que estaba dormido y él no quería engañarla, pero quería... No, necesitaba escuchar lo que quería decir.
—Siempre te dejo afuera. Y soy egoísta con mi dolor. Y a veces fui cruel al tratarte con indiferencia —reconoció Arden—. Sin darme cuenta, creo que sí estaba celosa de ti. Desde el inicio, siempre fuiste brillante y encantador y te gustaba hacer lo que hacías, mientras que yo hacía el trabajo más duro. Y te resentí por eso, aunque sabía que no era tu culpa la designación que nos había tocado. Incluso me molestaba saber que si nos hubieran dado a elegir, habrías tomado mi lugar. Ahora, si pudieras, tomarías mi lugar.
«Sin dudarlo», pensó Rhys. Haría lo que fuera para ayudarla y permanecer a su lado.
—En lugar de tratarte como un desconocido, debí concentrarme en aceptarme a mí misma y en aprender a controlar mis emociones, en las cosas positivas de ser yo, como ayudarlos a dejar ir. Tendría que haber buscado el equilibrio en ti, en lugar de encerrarme en mi misma y pretender que podía lidiar con todas esas emociones negativas. Si hubiera pensado en ti como mi compañero, te habría dicho que quería renunciar.
Algo dolió en el pecho de Rhys. Antes se había sentido traicionado y había sido como un puñal en el pecho, pero ahora que el enojo se había desvanecido, pensar en quedarse sin Arden o en reemplazarla lastimaba su corazón.
—Fui tan egoísta que no pensé en ti al tomar la decisión —se lamentó Arden—. Solo era un plan de escape, mi secreto más profundo, algo que me salvaría del amor de Eros y me permitiría ser menos infeliz. Y luego sucedió la misión en conjunto y, en estas semanas, aprendí a ser más tu compañera que en todo el tiempo que estuvimos juntos.
Rhys se sentía igual: había disfrutado mucho esas últimas semanas porque se había sentido cercano a ella. Por primera vez, la había sentido como su compañera, que él era su amigo o... algo más.
—Sé que ambos guardamos secretos, sé que ambos nos herimos y dijimos muchas cosas que queríamos o quizá no queríamos decir. Y sé que tal vez no sea suficiente pero... En verdad... lo siento —expresó sincera—. Y lo que estoy tratando de decir es que... me gustaría empezar de nuevo.
Rhys estuvo a punto de delatarse en ese momento, pero no estaba seguro de cómo reaccionaría Arden. Sabía que era difícil para ella expresarse y decir las palabras correctas. Rhys no quería ofender esa valentía y sinceridad, así que no dijo nada.
—¡Eso sonó tan mal! —murmuró Arden y suspiró—. ¡Como el peor diálogo en una película de romance!
Ella continuó moviendo la toalla húmeda por el cuello y el torso de Rhys. Él debió haber sido actor en otra vida, porque siguió actuando como dormido sin que ella se diera cuenta.
Cuando terminó, se levantó y Rhys dejó de sentirla a su alrededor. Sin embargo, unos minutos después, regresó y se acostó a su lado, en el lado libre de la cama.
Rhys quiso voltear hacia ella, pero entonces todo su esfuerzo se iría al traste. Al contrario: se quedó quieto y se concentró en el suave sonido de su respiración. En algún momento, debió quedarse dormido.
Rhys despertó de nuevo a medianoche. El suero se había acabado, así que se sacó el catéter con cuidado. Luego se pasó una mano sobre el rostro y se levantó. Arden seguía dormida y no quería incomodarla. Buscó un cambio de ropa y se encerró en el baño.
En el espejo, observó su reflejo y al estirarse hizo una mueca. Ya no tenía fiebre, pero sus músculos dolían, sobre todo los de la espalda y el abdomen. ¡Quién hubiera imaginado que un maratón de vómito serviría como rutina de ejercicio!
Con calma, se duchó y se cepilló los dientes. A continuación, se vistió y se secó el cabello con una toalla. Al finalizar el baño, su aspecto mejoró y, extrañamente, se sintió menos enfermo.
Cuando regresó a la habitación, vio que había comenzado a llover. Rhys se acercó a la ventana y contempló el horizonte: el cielo estaba muy oscuro y la lluvia caía sobre un mar intranquilo. Los barcos anclados al puerto se agitaban contra el viento con fuerza.
Rhys aseguró la ventana y apagó todas las luces antes de regresar a la cama. En la penumbra, observó el rostro dormido de Arden. Un mechón descansaba sobre su mejilla y él lo apartó, dejando que sus nudillos rozaran su mejilla.
Arden se agitó de manera inconsciente, pero reaccionó de inmediato, propinándole un manotazo en el rostro.
—¡Ouch!
Rhys cayó de espaldas y se sostuvo el rostro, intentando aliviar el dolor en su nariz. Lo único positivo era que sabía que nadie sorprendería a Arden en sus sueños.
—¡Lo siento! —se disculpó ella—. ¡Me sorprendiste!
Él le quitó importancia al asunto con un gesto de la mano. Luego sus miradas se encontraron y ambos desviaron el rostro, de repente muy conscientes de todo lo que había sucedido. Rhys se aclaró la garganta, sin saber cómo iniciar esa conversación. ¿Debía empezar disculpándose o agradecerle por su ayuda?
No tuvo que pensarlo mucho, porque Arden se adelantó:
—¿Cómo te sientes?
Ella había vuelto a recostarse sobre su costado, con las manos acomodadas bajo su mejilla. Rhys la imitó, de modo que quedaron frente a frente y compartieron la almohada.
—Muy vivo —respondió—. Cansado. Vulnerable. Pero creo que estoy mejorando.
Ella asintió.
—¿Cómo me encontraste? —preguntó.
—Celine —dijo Arden—. Resulta que escogimos el mismo hotel y ella unió cabos entre nosotros.
—¿Qué nos delató?
Arden levantó la mano en la que llevaba la pulsera roja. Rhys asintió. Ambos se quedaron en silencio. Ella cerró los ojos y él contempló el contorno de su rostro y su silueta.
De pronto, tuvo una sensación extraña, como el presentimiento de que ya había vivido una escena similar. Y no era la primera vez que le sucedía.
—¿A veces no te da la impresión de que hemos vivido algo similar?
La pregunta era extraña e inesperada, pero si ese no era el momento, ¿entonces cuándo? ¿Y si esa fuera la última noche que pudieran estar juntos? Era mejor decir las cosas y no arrepentirse por más locas que sonaran.
Sin embargo, Arden no lo miró como si estuviera loco. Más bien, un brillo de curiosidad apareció en sus ojos.
—¿A través de los sujetos de nuestras misiones?
—A través de nosotros mismos —aclaró Rhys.
Ella guardó silencio. Parecía estar absorta en sus pensamientos y Rhys no quiso interrumpirla.
—En la misión en conjunto, me sentí muy identificada con Celine —empezó—. No solo podía sentir su dolor; de alguna forma, podía entenderlo porque lo sentía mío. —Arden tragó saliva—. Sobre todo cuando perdió a su bebé. Fue muy extraño. Creo que había olvidado esos momentos, pero aún no puedo entenderlo.
Rhys pensó en todas las teorías y rumores sobre la creación de los emisarios, pero nada tenía mucho sentido. Nadie lo había descubierto jamás. Solo el propio Cupido sabía cuál era su origen y era un secreto que no revelaría a nadie.
—¿Crees que sea cierto que somos fragmentos de la vida de alguien?
—No lo sé —respondió ella—. Pero si fuera cierto y de alguna forma estuviera relacionado con nuestro trabajo, no debí ser muy apegada al amor.
Rhys meditó sus palabras.
—Entonces a mí debió gustarme mucho el amor. Quizá amé mucho a alguien o quería amar a alguien.
Arden sonrió, pero esta vez fue una sonrisa un poco triste. Y Rhys quiso tocarla, suavizar las líneas de su rostro y besarla, pero no lo hizo. Al contrario: pensó en la conversación unilateral que Arden había tenido cuando creyó que él estaba dormido. Rhys recordaba todas sus palabras, pero había algo que se había quedado en su mente e insistía en salir.
—¿Arden?
—¿Ummm...? —respondió ella, de nuevo con los ojos cerrados.
—¿Quieres empezar de nuevo?
Ella abrió los párpados desmesuradamente y se sentó con las mejillas sonrojadas.
—¿Estabas despierto? —inquirió y él adoró el leve temblor en su voz.
Rhys sonrió.
—Diría que lo lamento, pero no hubiera podido escucharte si hubiera estado dormido.
—Pensaba repetirlo cuando despertaras—murmuró, apartando la mirada.
—Mentirosa.
Hubo una pausa, en la que solo se escuchó el sonido de sus respiraciones. Rhys también se sentó y se arriesgó a alcanzar su mano.
—¿Quieres empezar de nuevo sabiendo que esta vez sí nos escogimos?
Sus miradas se sostuvieron como una promesa.
—Podremos ser los mejores —agregó—. Al menos, en el tiempo que nos queda. En las buenas y en las malas. ¿Aceptas?
Arden apretó su mano y el hilo rojo de sus pulseras resplandeció.
—Acepto.
El domingo en la mañana, Rhys se sentía como nuevo y también muy hambriento. Arden y él desayunaron en la planta baja, conversaron con Celine y Gavin de temas triviales, y luego regresaron a su habitación.
El tren a Inverness no saldría hasta el día siguiente, así que no tenían más opción que distraerse. Rhys vio televisión y Arden leyó una guía turística sobre Escocia que había tomado prestada del vestíbulo. Él ocupó un sillón, ella se recostó en la cama.
Rhys no interrumpió su lectura, pero se distrajo estudiando el perfil de su rostro y la forma de sus labios. No pudo evitar pensar cómo se sentía su boca. Recordó la forma tímida, pero entusiasta, con que respondía a sus besos. Recordó la sensación de sus cuerpos juntos.
De pronto, Rhys sintió el impulso de unirse a ella en la cama. Entonces comenzaría besando su cuello, subiría por sus labios y luego descendería por el valle entre sus pechos hasta esos enloquecedores lunares junto a su ombligo. Sus manos acariciarían sus muslos y sus caderas, se deslizarían bajo su vestido, moldeando sus curvas, y después sus dedos trazarían un camino hacia el fuego líquido entre sus piernas, estimulando su piel hasta que ella susurrara...
—Rhys —dijo Arden y él reaccionó con el corazón acelerado—. Te quedaste mirando.
Rhys estaba más que mirando, pero no dijo eso.
—Lo siento —murmuró.
Él apartó la mirada y se concentró en la televisión, y contó números mentalmente hasta que su cuerpo se calmó.
Por la tarde, salieron a dar un paseo por la playa. Era su primera vez en un lugar así. Notting Hill siempre fue su zona designada, e incluso si hubieran podido dejarla, Londres no tenía una playa, así que fue su primera experiencia en un lugar tan maravilloso.
No entraron en el mar, pero caminaron descalzos por la orilla, donde el agua rozaba sus pies. El viento soplaba con fuerza, agitando el cabello de Arden y la falda corta de su vestido. Rhys sonrió. Luego se sentaron sobre la arena y miraron el mar por lo que pareció una eternidad. En silencio, contemplaron el atardecer.
Volvieron al hotel al caer la noche. La puerta principal estaba abierta y se escuchaba música y algarabía saliendo del bar-restaurante. Cuando entraron, la planta baja estaba repleta de personas cantando, danzando y bebiendo cerveza; unos charlaban mientras que otros reían sin dejar de dar vueltas.
—¿Qué está sucediendo? —preguntó Arden a Celine que se hallaba de pie cerca de la entrada.
—Es una celebración prenupcial —explicó la mujer con una sonrisa—. Los amigos y familiares se reúnen, bailan, cantan y celebran la unión para darles buena suerte. Generalmente, cualquier persona presente puede participar. Mientras sean más, mejor.
Rhys asintió y buscó entre la multitud. Las mesas del restaurante habían sido retiradas para que todas las personas cupieran en el interior. Él detectó a la pareja de novios en el centro de la pista de baile improvisada; tenían grandes sonrisas en sus rostros y el hilo de Eros flotaba alrededor de ellos, envolviéndolos.
«Serán felices», pensó.
Poco después, unas niñas se acercaron a Arden e insistieron para que se uniera al baile. Ella no tuvo más opción que ir y Rhys sonrió mientras seguía su figura con la mirada. Aunque al principio ella parecía incómoda, muy pronto estuvo saltando como el resto de las pequeñas.
Rhys siguió conversando con Celine. Ya le había agradecido su ayuda, pero se sentía cómodo hablando con ella, aunque era un poco extraño que pudieran compartir ese momento, ya que antes había sido su misión. Rhys se alegraba de que Celine hubiera podido darse una nueva oportunidad con su esposo.
—Deberías buscar a Arden —dijo ella de forma inesperada.
Él frunció el ceño y estaba a punto de cuestionarla, pero alguien gritó:
—¡Ya salió la luna!
Todos aplaudieron y empezaron una cuenta regresiva. Al finalizar, explotaron bombas de confeti y las personas comenzaron a besarse.
—¿Por qué se besan? —inquirió Rhys muy confundido.
Celine rio.
—Es parte de una tradición. Cuando sale la luna, si todas las parejas demuestran su afecto, el amor de la pareja principal crecerá y será duradero. Al contrario, si las parejas no se besan es de mala suerte.
Gavin estuvo a su lado apenas terminó de hablar. Ella besó a su esposo con una sonrisa. Y Rhys desvió la mirada, intentando darles privacidad, aunque poco importaba si todos estaban besándose.
Él buscó a Arden entre la multitud, luego de perderla de vista. Distinguió su figura por el gorrito de lana que adornaba su cabeza. Su compañera tenía un semblante confundido y estaba inmóvil mientras observaba a las parejas a su alrededor.
Rhys se encaminó hacia ella, pero cada paso que daba afianzaba su decisión.
No fue un pensamiento, fue más un instinto.
Arden estaba de espaldas y Rhys colocó un brazo alrededor de su cintura para girar su cuerpo hacia él, antes de sellar sus labios con los suyos.
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