Capítulo 24
Era una verdad universalmente reconocida que si algo estaba destinado a salir mal, entonces saldría mal. Eso le daba sentido a la cadena de acontecimientos desafortunados que habían vivido en los últimos días: el destino estaba diciendo, una y otra vez, que renunciaran porque todo estaba profetizado a terminar en desastre desde el inicio.
Sin embargo, ahí estaba ella, parada bajo la lluvia, en esa plataforma casi desierta, rebelándose contra la idea de resignarse.
—¡Esto es perfecto! —Levantó los brazos—. ¡Esto era justo lo que necesitábamos!
El agua caía con fuerza sobre sus rostros y empapaba sus ropas. Frente a ella, Rhys también se hallaba de pie bajo la lluvia; aun así, su rostro era apacible, sus emociones en calma. Arden no podía descifrar si estaba calmado o si se había resignado.
—¿Por qué estas cosas nos pasan a nosotros?
Sus palabras se las tragó la lluvia. Rhys no respondió.
—Creo que el universo está conspirando contra nosotros —pensó en voz alta—. O quizás es el destino. O tal vez es Cupido por no respetar sus reglas.
—Nadie está conspirando contra nosotros —replicó Rhys.
—¿En serio? —Arden rio con sequedad y miró alrededor. Por un segundo, se preguntó si todo eso era un sueño y a lo mejor seguía dormida en el tren. Sin embargo, el frío se sentía muy real—. Nada ha salido bien desde que estamos aquí. ¿Y sabes qué es lo peor?
Rhys negó con la cabeza.
—No puedo dejar de pensar en qué salió mal entre Hope y Vance —admitió.
Quizá no era el mejor momento para hablar de lo ocurrido, pero... ¿Qué importaba? Nada podía salir peor ahora. Y, en el fondo, estaba tan enojada que ya no lograba contenerlo.
—No sé qué es lo que no vi. No sé qué se me pasó por alto. Todo estaba perfecto y, de repente, ¡se desmoronó! ¡No sé qué debí hacer para evitarlo! ¡No puedo entender cómo fallé!
Rhys dio un paso más cerca de ella y se detuvo.
—No fue tu culpa. Quizás Hope y Vance no estaban seguros y decidieron fugarse para pensar en su futuro sin toda la presión de la boda —intentó consolarla.
Arden frunció el ceño.
Si esa posibilidad era cierta, entonces debían haberlo planeado. ¿En qué momento? ¿Antes de la despedida de soltera? ¿Después? ¿Durante la fogata? ¿O fue solo espontáneo?
Sin embargo, había algo más que no encajaba:
—¿Y por qué se llevarían a Idris y a Jude?
—¿Por qué no? —se aventuró a preguntar Rhys y se encogió de hombros—. Son sus mejores amigos, los conocen mejor que nadie.
Aun bajo la lluvia fría que parecía querer congelar no solos sus huesos, sino también sus pensamientos, una idea se encendió en la mente de Arden. Fue como una corazonada.
—¿Y si no fue idea de Hope y Vance? ¿Y si los causantes de todo esto son Jude y Idris? —sugirió.
Esta vez, Rhys frunció el ceño. Sus palabras alteraron la calma en su semblante.
—¿Qué? ¿Por qué creerías eso?
Arden pensó en cada encuentro y recordó la última conversación que había tenido con Jude. Desde el inicio, su actitud la había inquietado, pero no había dicho nada que pudiera considerarse sospechoso. Sin embargo, eso no le sorprendió, Jude era hermético; no habría descifrado nada a través de él, al contrario...
—¡Idris! —exclamó—. ¿Idris dijo algo durante sus conversaciones? ¿Te dijo algo que sonara sospechoso?
Rhys desvió la mirada y Arden sintió que la lluvia traspasaba su piel y helaba su sangre.
—Lo hizo, ¿verdad? Te dijo algo —Y esta vez no fue una pregunta.
Él habló y, con cada palabra, Arden sentía que sus emociones convergían en su pecho. La sorpresa dio paso a la incredulidad. Y la incredulidad a un enojo frío.
—¡Me mentiste! —reprochó, apretando los dientes—. ¡Todo este tiempo supiste que Idris estaba enamorado de Vance y no me lo dijiste!
—¡No estaba seguro, solo tenía la sospecha! —se defendió él—. ¡Y no te mentí, porque nunca me preguntaste al respecto!
—¡De todas formas debiste decírmelo! —replicó Arden.
—¿Y qué hubieras hecho?
—¡Protegerlos! —soltó, frustrada—. ¡Seguro todo esto es un plan de Idris y Jude! ¡Quieren confundir a sus mejores amigos y traicionarlos para evitar que se casen!
—¿Te estás escuchando? ¡Ellos no harían algo así! ¡Su vínculo fraternal no estaría intacto!
Arden ignoró a Rhys y se concentró en recordar. Pensó en Jude y se sintió furiosa.
—¡Oh, ahora entiendo por qué Jude estaba siendo tan amable! ¡Era para distraerme porque sabía que iba a robarse a la novia!
—Arden...
Cuando Rhys intentó acercarse, ella dio un paso atrás y lo señaló con un dedo.
—¡Sabía que el hecho de que no tuvieran un hilo de Eros era peligroso! ¡Te lo dije y me dijiste que no me entrometiera! ¡Mira a dónde nos ha llevado nuestra indiferencia! ¡Estamos perdidos en medio de la nada, persiguiendo a una pareja fugitiva, sin un plan, y no tenemos la menor idea de cómo arreglaremos esto sin que Cupido se entere, y todo porque te importó más Idris que yo! —Arden le sacó en cara.
—¡Eso no es cierto! —replicó Rhys—. ¡Solo no quería que actuaras como...!
Rhys se cortó de forma abrupta. Sus labios titubearon, pero Arden intuyó sus palabras.
—¿Que actuara como... ? ¡Dilo! ¡Vamos, dilo! —lo desafió.
—Arden...
Él volvió a acercarse y ella siguió esquivándolo.
—Sin control —completó por él, y sintió una presión invisible en el pecho—. No querías que actuara como una loca que no puede mantener el control en situaciones de estrés.
Al fin, Rhys la atrapó y sostuvo sus hombros. Ella se retorció y sus miradas se encontraron.
—Solo cometí un error. Sí, me inmiscuí de más en la misión en conjunto. Sí, perdí el control de mis emociones y me equivoqué, ¡pero no debiste juzgarme por eso! ¡Debiste decirme lo que sucedía!
—¡Lo sé, y lo siento! —Él sostuvo su rostro e intentó apartar la lluvia de sus mejillas—. Pero necesito que entiendas que esto no se trata de ti, sino de Hope y Vance, y de que lo que hicieron quizás sea lo mejor.
—¿Lo mejor para quién? —exclamó Arden y empujó sus manos para apartarse—. ¡Ellos tienen un amor incompleto que puede volverse una catástrofe si no los unimos de vuelta! Luego está el hecho de que tenemos que arreglar esto si queremos regresar a nuestras antiguas existencias, sino ¡quién diablos sabe lo que Cupido hará con nosotros! Y ni mencionar nuestro récord perfecto de misiones. ¡Esto sí es sobre nosotros, Rhys! ¡Lo perderemos todo! ¡Perderé mi existencia, mi trabajo y la posibilidad de dejar de ser lo que soy!
Arden supo que había dicho de más cuando el rostro de Rhys se volvió perplejo. Las palabras habían escapado antes de que pudiera detenerlas y ahora flotaban entre ellos, arrastradas por el viento.
—No entiendo —dijo su compañero—. ¿A qué te refieres con «perder la posibilidad de dejar de ser lo que eres»?
—No es nada —murmuró Arden.
Esta vez, fue su turno de desviar el rostro mientras maldecía mentalmente su estupidez.
—¿No es nada? —insistió Rhys.
Rhys apretó el agarre en sus brazos y Arden tragó con fuerza. Cuando lo miró, notó una emoción latente en sus ojos que ella nunca había visto, pero que la hizo cambiar de idea sobre quedarse callada.
—Luego de la misión en conjunto, iba a pedirle a Cupido un cambio para dejar de ser un emisario del amor de Eros —susurró, lo más rápido que pudo. Reveló su secreto más profundo, que nadie sabía, y quedó vulnerable frente a él.
—¿Ibas a dejarme? —la pregunta sonó más rota de lo que esperaba. Rhys dejó caer los brazos y retrocedió—. ¿Cuándo ibas a decírmelo?
Arden no tenía respuestas a sus preguntas. Con todo lo que había sucedido luego de su error, ese secreto casi se había perdido en el olvido.
—No había nada que decir —murmuró—. No hay nada que decir.
Y era cierto. Ya nada de eso importaba.
—No importa lo que quería porque ahora la única sesión que tendré con Cupido es cuando me eche, si no nos destruye antes.
Arden dio el tema por finalizado y le dio la espalda, aunque Rhys no se sentía igual al respecto.
—¡Soy tu compañero! —reprochó—. ¡Debiste hablar conmigo!
La culpa se removió en su pecho y Arden se mordió los labios, sin querer sentirse de esa forma.
—No lo habrías entendido.
Hubo una pausa, en la que solo se escucharon sus respiraciones lentas y el golpeteo incesante de la lluvia.
—¿Esa es tu excusa? ¿No me lo contaste porque «no lo entendería»? —dijo, indignado.
Arden ahogó un gruñido e intentó no ceder a su confrontación, no esta vez. Le demostraría que podía mantener el control, aunque sus emociones llevaran días siendo un caos total.
—Rhys, no quiero hablar de esto ahora.
Le dio la espalda y se encerró en sí misma, como había hecho los últimos días. Sin embargo, debió imaginar que Rhys no dejaría ir el tema con facilidad.
Arden se tambaleó, sorprendida, cuando sintió el agarre en su brazo. Ella retrocedió y buscó su rostro, pero apenas pudo ver sus ojos antes de que Rhys la cargara de cabeza sobre su hombro. Arden golpeó su espada, pero él solo se movió unos pasos hasta ocultarse bajo el techo de la estación. Luego, la bajó y se inclinó hacia ella. Arden retrocedió hasta que su espalda tocó la pared.
—¿No quieres hablar de esto? —Asentó las manos a los lados de su cabeza—. Lástima, porque ninguno de los dos dejará esta plataforma hasta que todo esté claro.
A Arden no le gustaba el hombre frente a ella. No le gustaba cómo le hablaba ni cómo la había tocado. Era un desconocido que desafió con la mirada, firme, y el pecho ardiendo con fuego.
—No puedes intimidarme —sentenció.
Rhys se inclinó más. Sin la lluvia mojando su cara, Arden percibía su expresión glacial con más claridad. Sus ojos eran duros, estaban oscuros y parecían poder mirar hasta el fondo de su alma.
—No trato de intimidarte, sino de tener una conversación contigo, en la que me digas todas las cosas que no pudiste decir antes.
—No tengo nada que decir —soltó, obstinada.
—Claro que sí —replicó él—, porque hace unos minutos estabas diciendo que era mi culpa que todo estuviera saliendo mal. ¿Así que podías hablar de eso, pero no puedes hablar del hecho de que tú te equivocas?
Arden intentó morderse la lengua, pero era imposible no refutar ante sus palabras. Era muy difícil mantener la calma.
—Es diferente porque se trata de la misión y esa es nuestra prioridad. ¡La misión, no nosotros! —refutó ella.
—¡Pero no hay una misión si no hay un nosotros! ¡Somos un equipo, un buen equipo! ¿Cómo pudiste pensar en dejarme? ¡Siempre he estado a tu lado, Arden, desde el inicio! —reclamó Rhys—. ¡Creí que todo estaba bien! ¡Pensé que te gustaba lo que hacías, tanto como a mí!
—¡Pero no se trata de ti! ¡Se trata de mí! —soltó, exasperada—. Para ti es fácil decirlo. Tu juegas a la parte linda y divertida; siempre estás lleno de la ilusión del primer amor, esperanza y buenos sentimientos, mientras que yo soy consumida por la desesperación, la toxicidad y el dolor de un corazón roto. Cada misión me deja llena de resentimientos, celos, locura y miedo. Soy una pesadilla de malos sentimientos. Soy lo que nadie quiere sentir. Eso es lo que somos los emisarios del desamor de Eros. Eso es lo que soy. ¡No puedes juzgarme por no desear esto!
—¡Entonces debiste decirme, confiar en mí! Sé que es difícil la tarea que llevan a cabo. Quizás no entienda el peso que cargan, pero para eso estamos nosotros: somos el equilibrio. Para eso estoy yo, Arden; soy tu pilar. Siempre he estado a tu lado, y si pudieras ver más allá de ti por un segundo te darías cuenta de eso.
Arden emitió una risa seca y sintió que el último rastro de control que le quedaba era consumido por el fuego en sus venas.
—Oh, claro, por supuesto, ¡ahora es mi culpa! Porque yo soy egoísta. Porque Arden siempre es el problema en el equipo. Yo soy la de las escasas habilidades sociales, a la que le cuesta sonreír y pretender que todo está bien. Yo soy la que no puede mantener el control. Y soy yo la causante de todo este error, porque rompí el hilo esa noche. Y tú no tienes la culpa de nada porque eres perfecto con tu personalidad encantadora, modales maravillosos y sonrisa deslumbrante. Eres perfecto, tanto que debería sentirme afortunada de tenerte como compañero.
—¿Así que ese el problema? ¿Ahora estás celosa de mí?
—¡Nunca he estado celosa de ti! Y aunque te cueste creerlo, no eres perfecto.
—Nunca dije que lo fuera —masculló Rhys y su expresión se tornó aún más sombría—. Es más, en este momento me siento como el más grande idiota porque tú siempre has estado primero para mí. Y lo sabrías si me hubieras permitido entrar, en lugar de dejarme afuera. ¡Tenías derecho de no quererme como compañero, pero debiste venir y decírmelo en la cara para que así dejara de ser un idiota detrás de ti!
—¿Lo ves? ¡Sabía que no lo entenderías!
—¡Por supuesto que no! Porque, aunque soy perfecto, no soy tan inteligente como tú. Solo tú tienes las ideas más brillantes, solo tú sabes qué es lo qué hay que hacer. Hablas de mí con tanta facilidad porque siempre te has sentido superior y porque te duele que yo no sea tan malo. Dime, Arden, ¿debí ignorarte como tú lo hacías? ¿Debí encerrarme en mí mismo y ser tan egoísta como tú?
—Yo...
Arden separó los labios, pero se congeló cuando Rhys anuló el espacio entre sus rostros. Ella no pudo hacer más que mirar sus ojos oscuros clavados en los suyos.
—¡Te enojas conmigo y me evades porque sabes que es cierto! ¡Eres egoísta con tus emociones, con tus pensamientos, con tus palabras, incluso con tu dolor! ¡Si me hubieras confiado algo de ese dolor, nada de esto estaría pasando! —le recriminó él—. Seguiríamos siendo un gran equipo, aunque yo deseara ingenuamente algo más que eso. Pero si es tan difícil estar junto a mi y ya no quieres ser mi compañera, está bien. Haz lo que quieras. ¡Pero mírame a los ojos y dímelo!
A Arden le temblaron los labios. Sentía que si hablaba su voz se quebraría, así que bajó la mirada.
—Ya nada de eso importa —dijo, intentando aflojar la presión en su pecho, frenar lo inevitable—. Si no arreglamos el error entre Hope y Vance, nada tendrá sentido.
—Accediste a ayudarlos para mantener tu récord perfecto, ¿verdad? —la acusó—. ¿Y así poder pedir un cambio?
Ante su acusación, Arden levantó el rostro y le sostuvo la mirada.
—¡Claro que no! ¡Ayudarlos era lo más justo que podía hacer!
—No te creo.
Por alguna ridícula razón, esas palabras le dolieron más que cualquier otra. Pero se rebeló contra la idea de dejarle ver cuánto la había lastimado. Al contrario, recurrió al enojo.
—¡Oh, pero qué hipócrita de ti! ¡Tú también me guardaste información!
—¡Sí, pero yo no te traicioné! —cuestionó él—. Nada de lo que está pasando con Hope y Vance cambia el hecho de que ibas a dejarme. ¿Qué iba a pasar conmigo, Arden? ¿Te detuviste a pensar un segundo en mí?
—¡Tu estarías mejor sin mi!
—¡No soy nada sin ti!
Arden sintió el corazón en medio de la garganta. Sus oídos tronaban con cada latido. Ya ni siquiera podía escuchar la lluvia. Era como si todo se hubiera detenido, menos los dos, que estaban sacando todo de su pecho y gritando al viento.
—No soy nada sin ti —repitió Rhys y su voz era igual de fría que su expresión—. Sabes que los emisarios trabajan en parejas, pero no te importa. Nunca te ha importado nadie más que tú.
Él estaba equivocado y Arden podría haber corregido su error, pero se sentía tan cansada, avergonzada y furiosa, que dijo lo primero que se le ocurrió. Buscó sus ojos y lo miró fijamente.
—Entonces busca a alguien más, alguien tan perfecta como tú. ¡Porque yo ya no quiero ser tu compañera!
Si sus palabras lo sorprendieron, Rhys no lo demostró. Nada parecía reflejarse en esa máscara de enojo que utilizaba por primera vez. Nada parecía afectarle ni importarle.
—Es perfecto porque yo tampoco quiero ser tu compañero —respondió, encogiéndose de hombros—. ¡Estoy harto de ti! Harto de que me dejes afuera y me trates con indiferencia. Estoy harto de tener miedo de hablarte, de tocarte, o de intentar acercarme. Estoy harto de que te burles de mí, de que siempre intentes tener la razón y de tus escasas habilidades sociales. La próxima vez espero que mi compañera no sea fría y egoísta. Deseo que sea alguien mejor que tú.
Ninguno dijo nada después de eso.
Arden se quedó sin argumentos. Sus labios temblaron y tragó con fuerza. Era difícil respirar. Sentía una presión casi dolorosa en su pecho que tampoco la dejaba moverse.
Esta vez fue él quien le dio la espalda y se alejó. Tomó su bolso y se marchó.
Por primera vez, Rhys la abandonó.
No miró hacia atrás ni una sola vez. Y la sensación fue tan aterradora que no pudo reaccionar. Permaneció inmóvil en la plataforma, sola y sintiéndose helada hasta los huesos.
—¿Quiere que le indique el camino hacia el pueblo?
La pregunta inesperada la hizo despertar. Arden levantó el rostro y observó al hombre de la ventanilla. Él sostenía un paraguas y también la miraba con curiosidad.
—Sí, por favor —su voz sonaba tan helada como ella se sentía. No le sorprendía, estaba completamente empapada.
Arden escuchó sus indicaciones y emprendió el camino, moviéndose por inercia. Todavía estaba lloviendo, así que sus pasos sobre los adoquines fueron amortiguados por la lluvia. Las calles estaban vacías, pero bien iluminadas.
Su caminata sólo duró cinco minutos hasta que alcanzó el puerto, donde Arden reconoció el hotel que el encargado le había recomendado.
«The Ship Inn», leyó.
Arden miró hacia los lados, buscando a Rhys, pero no encontró señales de él. Se tragó la desilusión y entró.
El hotel era un edificio rústico de dos pisos con un pub en la planta baja. El ambiente era cálido y olía a cerveza y a un aroma dulzón. Había poca clientela, solo unas cuantas personas ocupaban las mesas y la barra junto al bar.
Arden se dirigió al pequeño vestíbulo del hotel, donde una mujer estaba de espaldas, colgando un cuadro en la pared. Su cabello castaño caía sobre un abrigo rojo.
—En un segundo te atiendo —dijo al reconocer su presencia.
Su voz le resultó familiar a Arden, pero no atinó a adivinar dónde la había escuchado porque en ese momento la mujer se volteó y ella sintió que su cuerpo se congelaba.
Era Celine.
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