Capítulo 14

La visita a emergencias nunca formó parte del plan. Y a pesar de que Arden todavía se sentía incómoda en los hospitales, no tuvo más remedio que acudir; necesitaban asegurarse de que Vance estaría bien. Ellos no habían provocado que la cuerda del violín se reventara, había sido un accidente, pero, de forma indirecta, se sentían responsables. Si no hubieran insistido en que Vance interpretara la canción para Hope, nada de eso habría sucedido.

Arden observó cómo Hope caminaba por la sala de esperas. A unos pasos de ella, se encontraba Jude, el amigo recién llegado; tenía los brazos cruzados sobre el pecho y lucía pensativo. Arden aprovechó la oportunidad y lo escrutó: era un hombre joven —quizá rondaba los treinta—, como Hope y Vance. Era alto, con hombros anchos y cuerpo atlético; su piel, bronceada; su cabello, corto y oscuro, y tenía una barba corta y bien cuidada. Al igual que Vance, sus facciones eran marcadas, muy masculinas y atrayentes; pero, al contrario de su amigo, su aura era más reservada y taciturna, y su expresión inescrutable durante la mayor parte del tiempo, menos cuando hablaba con sus amigos, sobre todo con Hope.

Él reparó en cómo Arden lo inspeccionaba, y la observó. Ella no apartó la mirada; sabía que era de mala educación mirar a las personas fijamente, pero él también la miraba así, y sus ojos oscuros eran profundos y hasta retadores. Rompieron el contacto visual cuando Hope se sentó a su lado, y empezaron a charlar.

Los dos se relajaron. Arden notó que la interacción entre ellos era muy natural y casi íntima. Aunque era obvio, ¿no? Eran amigos de la infancia, y ese tipo de amistad consolidaba los vínculos más profundos y estables; además, hacía varios meses que no se veían.

De camino al hospital, Hope había comentado que Jude era escritor y que se había mudado a Australia hacía un par de años. Eso había reducido sus posibilidades de verse un par de ocasiones durante el año, o cuando ella tenía que viajar a Australia para la presentación de alguno de sus libros infantiles.

Sin embargo, había algo inquietante en él.

—Hope y Jude se llevan muy bien —comentó Arden.

Rhys, que estaba sentado a su lado, la miró.

—¿Por qué no lo harían? —inquirió—. Vance dijo que todos eran amigos de la infancia.

Arden no respondió de inmediato, pero continuó observándolos. Entre pestañeos, visualizó que un hilo azul de Storge lo unía a Hope. Sin embargo, lo que llamó su atención era que no podía ver un hilo de Eros en Jude.

¿No podía verlo o él no tenía uno?

—No puedo ver un hilo de Eros en Jude —susurró.

—¿Recién lo notas?

—¿Por qué no me dijiste? —se quejó ella.

—No creí que fuera importante —Rhys se encogió de hombros, restando importancia al asunto.

—¿No te da curiosidad saber por qué no tiene un hilo de Eros? —cuestionó.

—Quizá no se ha enamorado aún —respondió su compañero—, o quizá es un amor no correspondido.

Eso puso a Arden en alerta.

—¿Un amor no correspondido? —repitió en un murmullo, inquieta.

Rhys asintió y ella admitió que podría tener razón.

En realidad, un amor no correspondido no era lo mismo que un amor que se había separado, así que no debería existir un hilo roto.

Ningún emisario se encargaba de misiones de amores no correspondidos, porque si el destino no ataba un hilo entre dos personas no había una misión que cumplir. Era decisión del destino que un amor no correspondido se convirtiera en una realidad o se volviera un espejismo en el tiempo, no una decisión del amor. Nunca había sido una elección de Cupido, por eso ningún emisario tenía experiencia con los amores no correspondidos.

La inquietud de Arden aumentó ante el escaso conocimiento que tenía sobre el tema.

—¿No crees que él... ? —sugirió, mirando a los amigos.

—¿Está enamorado de Hope? —completó Rhys.

—Quizás. Y no sería inesperado.

—O podría estar enamorado de Vance.

Arden lo observó, exasperada.

—¡Da igual de quien esté enamorado! —replicó—. ¡Eso sería un problema para nosotros!

—Solo si tenemos razón. Podemos estar equivocándonos y resulta que Jude no se ha enamorado todavía.

Ella se mordió los labios, insegura.

—Además, viste el hilo de Storge entre ellos —agregó Rhys—. Los tres tienen un hilo de amor fraternal muy sólido, se quieren como una familia. Si se tratara de un amor no correspondido, ¿no crees que el hilo de Storge se habría desgastado?

—Tienes razón —admitió Arden e hizo una mueca—. No podemos adelantarnos a los hechos. Aunque me gustaría conocer la historia de su amistad.

—Pero estaríamos traspasando nuestros límites —le recordó Rhys—. Estamos aquí por su boda, no para entrometernos en su amistad.

—No iba a entrometerme —replicó Arden entre dientes.

Él enarcó una ceja.

—¡Bueno, solo iba a hacer un par de preguntas!

—Arden, van a casarse en menos de nueve días —aseguró—. Lo importante es recordarles cuánto se aman antes de que den el sí. No podemos percibir sus emociones y sentimientos, pero sabemos que se aman, y tal vez eso sea suficiente para restaurar su hilo cuando llegue el momento.

Arden no dijo nada. Ese día había conseguido recrear el primer momento especial. Incluso con accidente y todo, se atrevería a decir que había salido bien; Hope y Vance habían compartido un momento emotivo y romántico. A lo mejor solo estaba dejando que su imaginación se descarrilara al sospechar de Jude.

Por ahora, dejaría ir el tema.

Suspiró y se abrazó a sí misma, incómoda por la baja temperatura en la sala de espera. Otra razón por la que los hospitales no eran su lugar preferido.

Rhys se percató de su estremecimiento; se quitó la chaqueta y la puso sobre sus hombros. Arden se quedó sin palabras; el gesto había sido inesperado, aunque debió haberlo imaginado porque él era siempre un caballero.

—Gracias —susurró.

Arden se envolvió en su chaqueta y disfrutó de su calidez. Entonces se percató de que la chaqueta olía a él, porque la había llevado puesta. Y olía bien, porque él siempre olía bien, como a una fragancia sumamente masculina y fresca con notas herbales y cítricas. Arden no podría describirlo, pero era una combinación única. Y olía bien. La chaqueta olía bien porque era suya y...

Y estar en un hospital estaba afectando su pensamiento racional.

Por suerte, se salvó de sus pensamientos cuando una enfermera apareció y llamó a Hope. Tuvieron una breve conversación y Hope le agradeció con una sonrisa.

—Vance está bien —informó, aliviada—. La cuerda rota le cortó la mejilla, por eso toda la sangre que vimos. Por suerte, sus ojos y el resto de su rostro están en perfecto estado. Están curando la herida. Podrá irse pronto con unos analgésicos.

—Eso es una buena noticia —dijo Rhys con una sonrisa apenada—. Lo siento mucho, arruinamos tu fiesta de cumpleaños.

Hope rio e hizo un ademán con su mano para quitarle importancia.

—Fue un accidente. Y aun con todo el alboroto, ha sido uno de mis mejores cumpleaños. Vance tocó esa canción porque ustedes lo planearon y fue lindo recordar el pasado. Gracias por venir hasta el hospital con nosotros.

Se marcharon después de que Hope asegurara que todo estaría bien; además, tenía a Jude para hacerle compañía. Salieron del hospital y decidieron caminar hasta la casa de Sophie; aunque no se encontraban en Notting Hill, estaban relativamente cerca, y Arden sabía que a Rhys le gusta caminar.

La noche había caído sobre Londres y la temperatura era baja. Arden agradeció que la chaqueta cubriera sus hombros, aunque su vestido corto no protegiera sus piernas. De todas formas, no se quejaba; era la primera vez que usaba un vestido, y le gustaba.

Sophie había insistido en que se lo probara al verlo en la tienda y Arden se había enamorado de la prenda; de verdad lucía bien en ella, por eso había decidido darle una oportunidad. Se había sentido insegura al llevarlo, pero sus nervios cesaron cuando vio a Rhys, y su expresión la convenció de que no había nada malo con su apariencia.

Arden estaba a punto de sugerir que mañana desayunaran en Biscuiteers para discutir la próxima fase de su plan cuando Rhys entrelazó sus manos.

—¿Qué haces? —preguntó, deteniéndose.

Él la miró.

—Sostengo tu mano.

—¿Por qué? —cuestionó ella.

—Porque es lo que haría una pareja de esposos —explicó.

Arden frunció el ceño, sin comprender. ¿Acaso se había perdido algo?

Inclinó la cabeza hacia un lado, en señal de confusión, y Rhys procedió a narrarle su conversación con Vance. Luego, todo tuvo sentido.

—¿Crees que les parezcamos sospechosos?

—No, pero nunca está de más tomar precauciones. Podríamos ser solo un poco más... unidos.

Había cierta incertidumbre en su voz que intentó encubrir aclarándose la garganta, y reanudó su camino. Arden caminó a su lado en silencio, mientras contemplaba sus manos unidas y sentía la calidez que él le ofrecía.

Repasó lo que él acababa de decirle. Si sospechaban de ellos, Arden sabía que sería su culpa. No solo carecía de habilidades sociales, sino que era fría y distante; aparte, siempre había sido una emisaria del desamor. Rhys, por el contrario, podía contagiar con su sonrisa o hacer gestos amables de forma inesperada, y eso conquistaba a la gente. Quizás él tenía razón y debían ser un poco más unidos. Aunque le costara trabajo, lo intentaría. Por su plan. Por él. Por ella.

Tal vez Rhys esperaba que dijera algo porque, cuando los minutos pasaron y ella guardó silencio, él se impacientó.

—¿Qué sucede? —inquirió—. Si no quieres, no tenemos que hacerlo; ni siquiera tenemos que tomarnos de las manos.

Cuando él intentó soltarse, Arden aferró su agarre y encontró su mirada.

—No soy buena para estas cosas, Rhys —admitió. Había un rastro de melancolía y vergüenza en su voz. Arden odió su vulnerabilidad, pero se obligó a continuar; quería hacerle entender que el problema nunca era él—. En mis misiones, las personas se ignoran, en lugar de sostenerse las manos. Tienden a gritar, en lugar de hablar. Son frías: no tienen gestos de amor o cariño, ni citas. La inseguridad y la desesperación lo consumen todo. No suele haber momentos agradables en la relación de una pareja con problemas que está destinada a separarse.

—Lo sé —dijo Rhys. De pronto, su expresión era insegura y un poco arrepentida—, y lo entiendo. Lamento si pareció que decía que debías cambiar algo en ti.

Arden se estremeció, no sabía si por sus palabras o por la corriente fría entre sus piernas. Rhys intentó separar sus manos de nuevo, pero ella se aferró con fuerza.

—Quiero intentarlo —soltó—. Fingir bien.

—¿Fingir bien?

Arden asintió y Rhys sonrió.

—Entonces podríamos hacer cosas de pareja —declaró él—. Como tener citas.

—¿Citas? ¿En plural?

Rhys se encogió de hombros y volvió a reanudar el paso.

—Las parejas tienen más de una cita en sus vidas, sino no serían parejas.

Arden se mordió los labios y supo que si decía algo, estaría cediendo a otra idea muy loca, como había sido la de asaltar la oficina de Registros del Amor o iniciar una misión encubierta sin consentimiento de Cupido. Pero si era para mantener su plan a flote, entonces no habría más opción.

—Está bien —murmuró.

Rhys sonrió.

—Si te sirve de consuelo, serán las únicas citas de nuestras vidas.

Ella resopló.

Cuando volvieron a la casa, vieron que Sophie estaba preparando palomitas de maíz en la cocina. La mujer y Rhys habían empezado una rutina que consistía en ver una película clásica de romance cada noche, así que él se excusó para ducharse y cambiarse de ropa; por lo tanto, Arden se quedó en compañía de Sophie y el buen Sr. Darcy. Sophie le preguntó sobre la fiesta.

—¡Oh, eso debió doler! —exclamó cuando Arden terminó de contarle lo sucedido.

—Él estará bien, pero todavía creo que fue nuestra culpa.

—¡Por Dios, no! Fue solo un accidente —le aseguró Sophie con una ligera sonrisa—. No podían haberlo prevenido.

Arden suspiró.

—Lo sé. Solo queremos velar por sus corazones, ayudarlos a que sean felices.

No era completamente la verdad, pero no podían decirle a Sophie que habían roto el hilo entre Hope y Vance por error.

—Y lo conseguirán —vaticinó Sophie—. Esta noche hubo un pequeño tropiezo, pero mañana será un nuevo día con nuevas oportunidades.

Arden correspondió su sonrisa. Se había dado cuenta de que la mujer le agradaba, igual que Hope y Vance. Ahora tenía tres personas en esta nueva existencia que le agradaban y a quienes ella les agradaba. Eso se sentía bien.

—Gracias.

—¿No quieres ver la película con nosotros? —invitó Sophie, colocando las palomitas de maíz en un tazón—. Ayer te perdiste El cuaderno de Noah. Hoy veremos El guardaespaldas.

Arden hizo una mueca. Sophie rio.

—¿No te gustan las películas de romance? —preguntó.

—Rhys es el romántico.

—¿Tú no?

Arden guardó silencio. Parecía que esa noche todos se habían puesto de acuerdo para recordarle lo poco apasionada o tierna que era.

—Yo solo cuido los corazones de otros, para que dejen ir y puedan renacer.

—¿Y quién vela por sus corazones? —inquirió Sophie.

Se observaron y Arden no supo qué responder. No sabía si alguna vez se había cuestionado de esa forma.

—No lo sé —se sinceró—. Quizá nuestros corazones no son importantes.

Sophie se suavizó y Arden se preguntó si sentía pena por ellos. La señora Calloway le apretó la mano y la acarició.

—Todos los corazones son importantes, cariño. Tal vez su momento de amar llegará pronto.

Salió de la cocina, dejando a Arden sola con sus pensamientos.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top