Capítulo 1

No había nada más sublime que contemplar el momento exacto en el que nacía un nuevo amor.

Rhys movió la cabeza al ritmo de la canción pop que se escuchaba a través de los parlantes del metro, y sonrió. Se sentía de buen humor, incluso en medio de una multitud de gente apretujada. A la mayoría de las personas les incomodaba la idea de usar el metro, pero a él le resultaba una experiencia muy interesante.

El metro estaba lleno de historias.

O mejor dicho, las personas estaban llenas de historias.

Rhys podía crear una variedad de tramas: desde el thriller más impactante hasta el romance más conmovedor.

Como por ejemplo, la historia de la mujer que estaba dos asientos más allá. Vestía un uniforme de enfermera y tenía el rostro cansado. Daba la impresión de que lo que menos deseaba era compartir su espacio con otras personas, y aun así, en una de sus manos llevaba un pastel en una caja con diseños infantiles, que seguramente era para sus seres queridos.

O la historia del hombre al final del pasillo. Parecía como si hubiera cometido un crimen, pero en realidad era un agente del MI6 que estaba trabajando de encubierto para descubrir a una mafia. O quizá solo estaba muy nervioso porque no le gustaban ni las multitudes ni los gérmenes.

O como el futuro romance entre el joven a su lado y la joven sentada frente a ellos; harían una linda pareja. Él era alto y ella pequeña. Él tenía ojos cálidos; ella, una sonrisa dulce. Él era extrovertido; ella, introvertida. Y aunque parecían polos opuestos, tenían cosas en común: trabajaban en empresas de publicidad del mismo barrio; tomaban el mismo metro, a la misma hora, para regresar a sus casas.

Aunque esa historia no era parte de su imaginación. Era real... O lo sería, si Rhys tenía suerte esa tarde.

Esa era su misión.


Expediente de parejas

Código: eros-52XXXX19.

Nombre de los sujetos: Birdie Johnson & Lyle Kingston.

Emisario: Rhys (E-1156)

Estado de la relación: primera etapa/enamoramiento.


Rhys había recibido el expediente hacía unas semanas, y el tiempo seguía avanzado. Luego de esos días de acompañamiento, estaba claro que había llegado el momento indicado; había sido un día pésimo para los dos.

Birdie había estado trabajando durante meses en una campaña para convencer a un cliente importante. Y lo había conseguido: su campaña había sido la mejor, y ahora su empresa tenía un nuevo cliente. Sin embargo, su jefe había asignado a alguien más para que lidere el equipo, para que lidere su campaña. Y solo por el simple hecho de que era mujer y el resto de los equipos tenían líderes de género masculino.

Eso había roto el corazón de Birdie. Rhys lo sabía porque había estado esperando fuera de la puerta del baño mientras ella lloraba .

El día de Lyle no había sido mejor que el de Birdie. Su jefe le había asignado hacía varios meses un proyecto que alguien más había descuidado, y ahora que Lyle lo había salvado, le otorgaron el liderazgo a otra persona. Y por si fuera poco, a él le habían asignado un nuevo proyecto que era un desastre. Otro proyecto que él no quería. Y sin embargo, en lugar de exigir justicia, había guardado silencio y aceptado su destino.

Rhys había estado a su lado mientras caminaba por el pasillo de la salida de emergencias. Intentaba no arrancarse el cabello, en tanto se repetía que necesitaba su trabajo. Y era cierto: sus hermanitos dependían de él.

Así que esa tarde en el metro, ambos tenían un espíritu taciturno. No hubo miradas disimuladas, ni pequeños gestos nerviosos o algún intento frustrado de conversación. Rhys no podía percibir las emociones constantes de días pasados: ni vacilación y los nervios, ni el anhelo y la atracción.

Estaban tristes y cansados. Encerrados en sus pensamientos. Y lo que era peor: avergonzados, como si estuviera mal tener sentimientos por el otro, pues se sentían unos «fracasados»; como si se hubieran resignado a que aquel encuentro en el metro y la química que sentían solo fuera real dentro de sus mentes.

Rhys no alcanzaba a imaginar la magnitud del conflicto interno que ellos estaban enfrentando. Si los sentimientos eran complejos, la mente lo era aún más; era un caos. En los días malos, podía volverse tu peor enemigo y, por ende, el peor enemigo del amor.

Y eso no podía permitirlo. Por eso Rhys estaba allí.

Birdie y Lyle necesitaban un empujoncito para darse cuenta de que siempre habían estado destinados a estar juntos. Solo necesitaban una pequeña chispa para iniciar un amor que podría ser voraz.

Rhys les daría esa oportunidad.

¿Por qué no atreverse a comenzar un amor prometedor en uno de los peores días de sus vidas? Podría ser como en las películas.

Cuando se anunció la próxima parada, Rhys miró rápidamente a los jóvenes y se preguntó si alguno daría el salto antes que él.

No lo hicieron.

A su lado, Lyle se movió inquieto y dirigió una última mirada furtiva a Birdie. Él sabía que esa era su parada y que, cuando el tren se detuviera, ella se marcharía y se llevaría consigo una nueva oportunidad de acercársele.

También nerviosa, Birdie guardó en su bolso unos papeles y colocó a su lado su carpeta de proyectos. Luego, levantó el rostro y separó los labios, como si quisiera decir algo, pero volvió a cerrarlos.

Rhys sonrió con cariño al percibir su timidez y fijó sus ojos en la carpeta de proyectos. Nadie notó cuando se acercó a ella y la agarró.

Cuando el tren se detuvo y sus puertas se abrieron, Birdie se levantó con prisa entre la multitud. Ella cruzó junto a Lyle y él la miró alejarse. Una de sus manos se convirtió en un puño y bajó la mirada, frustrado. Entonces, vio la carpeta de Birdie frente a él, donde Rhys la soltó.

«¡Vamos, Lyle!», pensó Rhys. «¡Puede ser tu última oportunidad!».

Sonrió cuando él agarró la carpeta y salió corriendo un segundo antes de que las puertas del metro se cerraran. Rhys también corrió, disfrutando la combinación de la adrenalina y los nervios de Lyle. Juntos encontraron a Birdie; estaba subiendo la escalera hacia la salida.

Lyle titubeó unos segundos, pero luego se acercó y le tocó el hombro con delicadeza. Birdie giró el rostro y la sorpresa en su cara deleitó a Rhys. Ambos tenían el corazón acelerado. A los dos les temblaba la voz mientras él le explicaba el incidente con la carpeta.

—Gracias —dijo aliviada, aferrando la carpeta contra su pecho—. Me hubiera vuelto loca si esta carpeta se hubiera perdido. Creo que no debí salir de casa hoy.

Él le mostró una sonrisa nerviosa. Ella se mordió los labios con timidez.

—No es nada. Además, gracias a ti pude hacer mi única buena acción. Ahora este día no parece tan horrible.

Ambos se miraron por un momento.

—¿Mal día? —preguntaron al unísono.

—El peor —respondieron, y se rieron.

Ella acomodó un mechón de cabello detrás de su oreja y estudió sus zapatos. Él no apartó la mirada.

—Soy Lyle. —Él extendió la mano hacia ella—. ¿Tú cómo te llamas?

La chica se ruborizó, pero estrechó su mano.

—Birdie —contestó con una sonrisa dulce que iluminó su rostro.

Rhys observó su encuentro por unos segundos, disfrutando el momento. Sí, era sublime. Le emocionaba la promesa de un futuro de posibilidades infinitas; la ilusión de un amor que podría transformar sus vidas. Y había comenzado ahí, gracias a Rhys y también con un poco de ayuda del destino.

Se acercó y se inclinó entre ellos, sosteniendo un ligero y brillante hilo en sus dedos.

—Este es tu corazón —susurró para ambos, acercando el hilo a sus labios—. Ama.

Y el hilo resplandeció.

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