Capitulo 8
El sol golpea la ventana de la habitación, ahí yace una pareja dormida, descansando en el calor del otro.
El primero en despertarse sería el chico.
Al voltear al lado, vería a Colette dormida, acurrucada en su pecho.
–Si que estás comoda– pensaría el chico dándole un beso en la frente a la chica.
La peliblanca se empezaría a despertar, abriendo los ojos que tanto le gustaban al chico.
–Buenos días...– diría Colette entre bostezos.
–Oh, buenos días... No quería despertarte– diría Edgar acariciando el pelo de la chica.
–No te preocupes... ¿Cómo amaneciste?
–Muy bien... Y más porque estás tú aquí– diría Edgar abrazándola.
–No conocía este lado tuyo tan cariñoso, Jaja– diría Colette correspondiendo totalmente el abrazo.
–Jaja, es tu culpa por gustarme tanto.
–Si lo que quieres es enamorarme todavia más, lo estás logrando...
Ambos continuaron platicando un rato, hasta que el momento de levantarse llegó. Al ponerse de pie, Colette empezó a sentir esos mareos de siempre.
–Colette... ¿Estás bien?
–Si, disculpa, son solo unos mareos.
–Mmh, ¿Segura?
–¡Si! No te preocupes– decía Colette sin querer preocupar a Edgar.
–Si te sigues sintiendo mal me dices, para ir a revisarte.
Ambos salieron de la habitación y se dirigieron a la cocina. Hicieron el desayuno y se sentaron.
–¿Vas a querer salir hoy?– preguntaría Edgar.
–¡Claro! ¿A dónde?
–Buena pregunta... ¿Quieres ir a retropolis?
–De acuerdo, no recuerdo la última vez que fuí.
–Bien, ¿Quieres que pasemos a tu casa para que te alistes o vamos así?
–Pasemos rápido a mi casa.
Ambos terminaron de desayunar y se dirigieron al hogar de Colette, entraron y Edgar se sentó en la sala mientras la chica se cambiaba de ropa.
Al terminar, ambos salieron de la casa y se dirigieron a Retropolis, al llegar Colette estaba un poco emocionada, pues aquel lugar era conocido por tener muchas atracciones turísticas.
Estuvieron paseando por la ciudad hasta que Edgar escuchó voces conocidas.
–Edgar– diría Chester acompañado de Brock–. ¿Qué haces aquí?... Con ella.
–Oh, pues vinimos a pasearnos ¿Y ustedes?
–Vinimos a hablar con Bull de unas cosas... ¿Tú y ella son...?
–Si, novios– respondería Edgar sin dejarlo terminar la oración.
Chester y Brock se empezarían a reír un poco, lo cual causó el desagrado de Edgar y la pena de Colette.
–No le veo lo gracioso...– diría Edgar con un tono de voz serio.
–No es gracioso... Es lamentable– respondería Chester
–¡Sí! ¿No te pudiste conseguir una mejor?– preguntaría Brock, sin importarle el hecho de que Colette estaba al lado.
–Pudiste estar con Bibi, hermano...
Edgar ya estaba irritado por los comentarios, tanto que en ese momento deseaba golpearlos, pero no podía hacer eso en público, ni mucho menos con Colette al lado.
–Miren chicos, eso es algo que la verdad no les importa ¿No creen?– responde Edgar.
–Mmh, creo que ya sé que es lo que pasa...– diría Chester con una risita que ni intentaba ocultar–. ¿Acaso estas cumpliendo la apuesta?
–¿Apuesta?...– preguntaría Colette en voz baja.
–Ah, claro... Si eso es lo que pasa te dejamos continuar, hermano– diría Brock antes de que ambos se fueran.
El comentario de Chester crearía un ambiente tenso entre Colette y Edgar.
–Edgar...
–¿Qué pasa?– preguntaría el chico mientras ambos caminaban.
–¿De qué apuesta hablan?...
–Oh... De nada importante, no te preocupes.
–Está bien...– respondería Colette en un tono de voz bastante bajo.
Pasaron las horas y la chica estaba tratando de quitarle importancia a aquellos comentarios, pero simplemente estaba aterrada.
¿Todo esto es solo una apuesta?
Esa pregunta no la dejaba disfrutar de los lugares a los que iba con su novio, el que prometió que nunca la lastimaría.
–Tengo hambre...
–Oh, ya es un poco noche, creo que solo está abierto Bull's a esta hora– responde el chico–. ¿Vamos?
–Si, vamos.
Ambos se dirigirían al lugar, dónde pediría comida y bebidas.
–Mierda...– diría Edgar al ver que los dos chicos de antes también estaban en el establecimiento.
–¿Qué pasa?
–Nada, hay que comer y luego nos vamos.
Estuvieron platicando un buen rato de distintas cosas, aunque Colette seguía pensando en lo mismo.
–Enseguida vuelvo, voy al baño.
–Está bien te espero– respondería Edgar.
Colette se dirigió a los sanitarios. Al pasar cerca del baño de hombres, escuchó dos voces bastante conocidas, las cuales por intriga decidió quedarse a escuchar.
–¿Viste que Colette y Edgar también están aquí en Bull's?– preguntaría Brock.
–Si... Pobre de Edgar– respondería Chester.
–Hey, pero si tú fuiste el que propuso la apuesta de que el que se acostara con Colette le dabas gemas.
–Cierto, es mi culpa– responde Chester entre risas–. Pero es que no creí que nadie tuviera tanto valor para hacerlo.
–Rayos, yo quería las gemas, pero Fang me dijo que la dejara en paz...
Colette escuchaba la conversación mientras se aguantaba las ganas de llorar. Rápidamente se alejó de los baños y se salió del establecimiento. Edgar lo notó y rápidamente pagó la cuenta para ver qué estaba pasando.
–Colette ¿Estás bien?
–¡No! ¡No estoy bien!– diría Colette mientras le empezaban a salir lágrimas de los ojos.
–¿Qué pasó?– preguntaría el chico mientras se acerca para abrazarla.
–¡No me toques!– grita la peliblanca alejando a Edgar.
–¿Qué rayos pasa?– pregunta Edgar bastante preocupado.
–Solo me utilizaste...– responde Colette entre llantos.
–¿De qué hablas?
–¡Ya lo sé todo, solo querías ganar esa estúpida apuesta!
–Colette... Eso no es cierto...– Edgar intentaba explicarse, pero no podía.
–¡Ya deja de mentir! ¡Yo misma lo escuché todo!– gritó Colette–. ¿Para ti todo este tiempo solo fue una simple apuesta?
–Claro que no, este tiempo...– el chico no podría terminar la frase.
–¡Ya! Solo aceptalo– diría Colette mientras se acerca a un taxi–. ¡Tú y toda esa bola de idiotas son iguales!
Antes de que Edgar pudiera decir algo, Colette se subió al taxi y se fué, dejando a Edgar con las palabras en la boca.
Edgar se fue lo más rápido que pudo de Retropolis. En el camino, empezó a llamar a Colette, pero se dió cuenta que lo había bloqueado.
Al llegar a la ciudad, se fue a su casa a dormir. Lo mejor en ese momento no era ir y hacer un escándalo en la madrugada.
–Son unos imbéciles...– sollozaba Colette en su habitación–. Pero la culpa es mía...
"Realmente creí que alguien podría amarme..."
.
.
.
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El amanecer se asomaba. Edgar no podía con la ansiedad de saber que Colette pensaba todo eso sobre él.
Apenas llegaron las nueve de la mañana, se dirigió a la casa de la peliblanca.
–¡Colette!– decía en voz alta mientras tocaba la puerta–. Ambos sabemos que estás adentro... ¿Puedes abrirme por favor?
Nadie respondía, pero Edgar sabía perfectamente que la casa no estaba sola.
Estuvo afuera dos horas, pero nadie abrió. Finalmente se fue, esperando que mañana todo saliera mejor...
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Fin del capítulo.
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