Capitulo 6

–Lo siento, el diagnóstico de su esposa es bastante delicado... Lo más probable es que en menos de una semana...

Edgar escuchaba aquella conversación entre su padre y el doctor. Aún así, no quería ni podía aceptarlo ¿Quedarse sin su madre? Sería el dolor más grande que cualquier persona podría tener.

–Mama...– diría Edgar visitando nuevamente a su madre–. ¿Cómo te has sentido?

–Bien... ¿Cómo te ha ido en la escuela, mi niño?

–¡Bien! Mira... Calificación perfecta en el examen.

–¡Que bien! Mereces un premio– diría la madre.

–Yo... Solo quiero que vuelvas a casa.

La madre se deprimió un poco con esas palabras. Ambos se abrazarían y su madre le empezaría a acariciar la cabeza.

–Te amo, mi niño... solo quiero que recuerdes que eres lo más importante en mi vida...

–Te amo, mamá...– diría Edgar mientras se acurrucaba en el pecho de su madre.

–Hijo... nunca trates mal a ninguna mujer... piensa en ellas lo mismo que piensas de mí, ¿Si?– diría la madre en un momento un poco emocional–. Eres un chico increíble– la madre hablaba como si fuesen sus últimas palabras.

"Edgar... discúlpame por dejarte solo... realmente quisiera estar a tu lado... Pero no puedo... Te prometo que encontrarás a una persona que te acompañe toda tu vida... Y serás el hombre más feliz del mundo. Te lo aseguro"

La madre falleció esa misma noche.

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Edgar despertaría, no de forma alterada, sino algo tranquila. Vería a su alrededor y observaría entre sus brazos a aquella chica de pelo blanco.

–Tal vez sea ella... debe ser– diría en voz baja sin quitarle la vista–. Se ve tan tierna cuando duerme... ¡Mierda! ¿Que horas son?

Edgar vería la hora en su celular, no era tan tarde, pero ya tendrían que levantarse o podrían llegar tarde al trabajo, y el señor Griff era bastante estricto en ese aspecto. Sin embargo, había un problema... Edgar no quería despertar a Colette...

–Es que no puedo... se ve que está cómoda...– dice Edgar mientras Colette sigue dormida en su pecho–. Hey, Colette... despierta– empieza a susurrar Edgar de forma delicada.

–¿Edgar?– diría la chica mientras bosteza–. ¿Que pasa?...

–Ya tenemos que irnos a trabajar...

–Ay, es cierto... Gracias por quedarte esta noche jaja.

–No te preocupes... ¿Puedo usar el baño?

–Claro, está allá– señalando una parte de la casa.

Ambos se alistaron para ir al trabajo e irían juntos. Llegarían un poco antes de la hora de abrir la tienda.

Pasaron las horas y Edgar sentía algo extraño cuando miraba a la peliblanca, realmente siempre creyó que era una chica linda, pero ahora se sentía mucho más atraído a ella.

–¿Por qué me ve tanto?...– pensaba Colette al notar la mirada de su compañero–. ¿Tengo algo en la cara?...

–¡Hola!– diría Bibi entrando a la tienda de regalos–. ¿Cómo estás, Edgar?

–Hola... Bien... ¿Y tú?

–Pues... Ayer no saliste conmigo...– diría Bibi con un tono un poco triste.

–Lo siento, me ocupé– responde Edgar.

–¿Haciendo qué?– empezaría a interrogar la chica de pelo negro.

–Hey, Edgar, ven a acomodar unas cajas en la bodega– interrumpiría Griff a los dos chicos..

–Claro...– respondería él chico a su jefe–. Me tengo que ir Bibi.

–Está bien.

Edgar se iría a la bodega, dejando en el mostrador únicamente a Bibi y Colette.

–¿Vas a llevar algo?– preguntaría la peliblanca

–No, ya me iba...– respondería la de pelo negro–. Ah, se me olvidaba, avísale a Edgar que el viernes vamos a tener una fiesta en el bar de Bull.

–Claro, Bibi.

–Ah, y de preferencia... No vayas tú por favor.

–Oh... ¿Por qué?

–Pues, no será sorpresa que a la mayoría no nos guste que estés... Ya sabes, eres un poco rarita

Bibi se saldría de la tienda, dejando bastante deprimida a Colette. ¿Por qué la odiaban tanto?

–Hola Colette, ya volví.

–Hola Edgar...

–¿Estás bien? Te ves un poco rara.

–Estoy bien...

–Te dijo algo Bibi, ¿Verdad?– diría Edgar con un tono serio.

–¡No! Te prometo que no pasó
nada–. Dijo Colette intentando animarse un poco–. Por cierto, me dijo que el viernes va a haber una pequeña fiesta en Bull's.

–Oh, genial... ¿Quieres venir conmigo?

–Mmh– La peliblanca dudó unos segundos–. No, es que no tengo ánimos... Perdon.

–Oh...– Edgar se deprimió un poco.

–En serio lo siento...

–Ay, no te preocupes, entiendo que no tengas ánimos de ir, la verdad Bull's no me gusta mucho, es un poco... Peligroso.

–Jaja... Pero ve, seguro te la vas a pasar muy bien– diría Colette con una sonrisa.

–Pero...

–Andale, ¡Ve!, Te vas a divertir mucho...

–Está bien...

Ambos continuaron su día, hasta que la hora de irse llegó y cerraron la tienda.
Cómo siempre, Edgar acompañó a Colette a su casa.

–Colette... ¿En serio estás bien?

–¡Si! Discúlpame, simplemente hoy no fue mi día.

–No me gusta verte así...

Colette no pudo evitar sonrojarse por las palabras de su amigo. Llegaron a la casa de Colette y ambos se despidieron.

Colette pasó parte de la noche llorando, pues realmente el tipo de comentarios que recibía la hacían pensar todavía más que quizá ella era el problema...

...Que quizá ella no merecía ser amada.

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Desde niña no solo era maltratada por sus padres, era molestara por sus compañeros de escuela también.

–¡Ay, ya llegó la rarita– era lo que normalmente escuchaba al llegar a su salón de clases.

No hace falta decir que nunca tuvo muchos amigos, realmente eran pocos los que no eran groseros con ella. Sin embargo, esos mismos no querían juntarse con ella porque podrían ser víctimas igualmente del acoso.

Su abuela siempre iba por ella a la escuela. Antes de llevarla con sus padres, siempre pasaba algunas horas con la niña, le compraba dulces y la consentía tanto como su economía le permitía.

–Mama... Necesito que me firmes mi examen– diría la niña extendiendo su brazo con la hoja.

–¿Un 6? ¿¡Para eso te llevo a la escuela!?

No hace falta aclarar que los castigos que recibía eran horribles. Realmente Colette nunca fue una buena estudiante, pero intentaba ser el orgullo de sus papás, porque ella no era rencorosa, sin importar lo que le hicieran, ella siempre perdonaba a todos.

–Tienes un corazón increíble, Colette. Realmente este mundo no merece a alguien como tú... El hombre que esté contigo toda la vida va a ser la persona más afortunada del mundo– diría la anciana mientras acariciaba el cabello de la niña.

–Pero... Dicen que soy rara... Solo quisiera ser como los demás...

–Eres Colette, y no hay niña más maravillosa que tú, mi niña– diría abrazándola.

–Nunca te vayas de mi vida, por favor...

–Nunca me iré– dijo la anciana consolando a su nieta–. Ya no te sientas triste ¡Te traje un regalito!

–¿En serio? ¡Gracias!

–Mira– diría la abuela dándole a la niña un libro–. Es un diario, cuando no esté contigo y quieras desahogarte, puedes escribir tus sentimientos aquí.

–Muchas gracias...– diría Colette bastante emocionada–. ¡Lo voy a apreciar toda mi vida!

Pasaron varios años y Colette creció, era una adolescente y sus padres cada vez eran más duros con ella.

–¡Ya nos tienes hartos!– diría el padre dándole una cachetada a la peliblanca.

Rápidamente la chica corrió a su cuarto y llamó a su abuela para que fuese a ayudarla.

–¡Si le vuelves a poner una mano encima a la niña te juro que te meto a la cárcel!

–Entonces llévatela, nadie la quiere aquí, ¡Maldita anciana!

–¡Pues muy bien por mí! Le daré una vida mejor que la que ustedes le van a dar, par de irresponsables.

Colette empacó sus cosas esenciales y se fue con la señora, llegaron a su actual casa y también la recibió su abuelo, era un poco estricto pero también la consentía, y sobretodo la amaba.

El abuelo estaba pasando por un mal momento en su salud, por lo cual al llegar a la casa Colette tuvo que ayudar a cuidarlo, lo cual no la molestaba para nada.

Tristemente, meses después de la llegada de Colette, el señor fallecería.

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Colette despertaría en su habitación, como siempre. Se bañaría e iría a trabajar como siempre.

–Buenos dias– diría Colette entrando a la tienda.

–Buenos días, Colette. ¿Cómo amaneciste?

–Pues... podría haber amanecido mejor, jaja.

–¿Y eso?

–Me dormí un poco tarde...

–Ay, ¿Por qué?

–Por algunas cosas...

–Colette... puedes confiar en mí.

–Gracias– diría Colette con una sonrisa en su rostro–. No lo sé, últimamente me he sentido un poco... Pues como siempre.

–¿Cómo es eso?

–Edgar, en serio no quiero hablar de eso.

–Oh, disculpa, no quería incomodarte...

Colette se sentaría en su asiento de siempre mientras veía su teléfono. Edgar no sabía muy bien qué hacer, Colette estaba siendo bastante cortante, pero él sabía que era porque pasaba por algo.

–Colette...– diría acercándose sospechosamente.

–Dime...

–Podrás evitar mis palabras... ¡Pero no mis abrazos!– diría Edgar mientras abraza a Colette por la espalda.

Así se quedarían algunos segundos, Colette no decía nada, simplemente se quedaba quieta.

–Oh... Perdón, pensé que te ayudaría un abrazo– diría Edgar soltandola lentamente.

–No... O sea, si... no me sueltes– decía Colette con un ligero sonrojo en su cara–. Me gustan mucho tus abrazos...

Edgar volvería a envolverla entre sus brazos. La chica simplemente se acurrucaba en él.

–Buenos días...– diría Bibi, luego se quedaría sorprendida por lo que estaba viendo–. Ohh, ¿Interrumpí algo?

Ambos se pondrían bastante nerviosos y se soltarían rápidamente.

–No... No era nada, jaja...– diría Colette bastante apenada.

–Eso espero...– le dijo en voz baja a Colette.

–¿Vas a comprar algo?– preguntaría Edgar.

–Eh, no... Solo venía a saber si Colette te avisó de la fiesta en Bull's.

–Claro.

–¿Vas a ir?

–Oh... No lo sé, es que ella no va a querer ir y la verdad no me gustaría ir solo.

–Pues eso tiene solución– diría Bibi dedicándole una sonrisa–. Aquí estoy yo.

–Cierto... Yo te aviso ¿Va?

–Ay, pero no vaya a ser como la otra vez, que no me llamaste ni nada.

–Lo siento, jaja... Luego te confirmo.

–Está bien, ¡Nos vemos!

Ambos se despedirían y Edgar volvería a hablar con su compañera.

–¿Segura que no vas a ir?

–Si... Es que no tengo muchos ánimos, ve con Bibi.

–No lo sé... Yo quiero ir contigo– dice Edgar con un tono un poco triste.

–Yo quisiera acompañarte, pero no... Lo siento.

–¿Segura que no pasó nada?

Colette se quedó en silencio unos segundos, luego negó con la cabeza.

–Ay, te conozco lo suficiente para saber cuándo mientes, ahora dime ¿Qué pasó?

–Rayos, jaja.

–No evadas mis preguntas.

–Asi estoy bien...

–¿Alguien te dijo algo? Confía en mí.

Otra vez Colette se quedó en silencio.

–¿Podemos hablar de eso después? No quiero que vaya a llegar un cliente...

–Claro...

Ambos terminaron su turno, como siempre, Edgar acompañó a Colette a su casa, al llegar, Edgar insistió.

–Ahora dime, ¿qué pasó?

–Uy, ya me dió sueño– diría Colette con una risita–. Creo que ya me voy a meter... ¡Nos vemos!

–Ya, no estés de graciosita– diría con una sonrisa–. Por favor, dime.

–Entra...

Ambos entraron y se sentaron en la sala. Luego se pusieron a platicar.

–Dime, confía en mí.

–Pues... El día que Bibi fue a la tienda a avisarte de la fiesta y tú fuiste a acomodar las cajas... Habló conmigo.

–Ay... ¿Qué te dijo?– preguntaría Edgar un poco molesto.

–Pues... Me dijo que te avisara, pero también me dijo que no fuera contigo... Porque no quería que molestara a los demás con mi presencia...

–Rayos... ¿Cómo se le ocurre decir esa estupidez?

–Tiene razón...

–Claro que no, Colette.

–Igualmente la verdad no quiero ir, diviértete tú– diría con una sonrisa.

–No quiero ir sin ti...

–Pero no quiero que por mí culpa te pierdas de la fiesta. Andale, ve.

–Está bien...

Ambos se despidieron y Edgar se fue a su casa. Pasó el tiempo y finalmente el viernes había llegado; el día de la fiesta.

El día pasó con normalidad, Colette ya se sentía mucho mejor y animada como siempre, lo cual le encantaba a Edgar.
Ambos terminaron su turno y se despidieron.

–¿Te acompaño?– preguntaría Edgar.

–No te preocupes, si me acompañas llegarás tarde a la fiesta, mejor ve directamente.

–Está bien, nos vemos...– diría Edgar con una cara un poco triste.

–¡Nos vemos! Ya verás que te la pasarás muy bien, ¡Adiós!

Ambos se despedirían y Colette se iría a su casa, al llegar, simplemente se quedó viendo la ventana. Realmente no quería que por culpa suya Edgar perdiera amistades. En eso, escucharía que alguien tocaba la puerta.

–¿Quien puede ser a estas horas?

Colette se levantaría a abrir.

–¿¡Edgar!? ¿Qué haces aquí?

–Te dije que quería estar contigo... No importa si es en una fiesta o en una casa... ¡Además traje pizza!

Colette le sonrió, realmente cada vez estaba más segura de algo. Estaba enamorada, estaba enamorada de Edgar.

Ambos se sentaron en la sala y empezaron a ver películas mientras comían. Ambos eran felices, habían entendido algo... No necesitaban nada más que a ellos.

Igual que la otra vez, Colette se volvió a acostar en el pecho de Edgar.

–Edgar...

–Dime.

–¿Puedo preguntarte algo? Aunque es un poco raro...

–Claro, dime.

–¿Te parezco bonita?...

La pregunta agarró por sorpresa a Edgar, quien se sonrojaría un poco.

–Claro que sí... y mucho– diría con la voz un poco nerviosa–. Ya te dije, eres igual de bonita que una flor.

–No sé si creerte– diría con una risita.

–Solo necesitas verte en un espejo para confirmar lo linda que eres– responde Edgar con una sonrisa.

–Si tan linda crees que soy... ¿Tú serías novio de una chica como yo?– diría Colette ocultando su sonrojo.

–Ah...– la pregunta puso bastante nervioso a Edgar–. Depende.

–¿De qué depende?– preguntó Colette con intriga.

–¿La chica serías tú?

La pregunta puso bastante nerviosa a la peliblanca.

–Supongamos que si...– responde Colette con un gran rubor en su cara.

–En ese caso...– Edgar tomaría la mano de la peliblanca–. Claro que me gustaría ser el novio de la chica más linda que mis ojos han visto.

–Edgar...– Colette se pondría bastante nerviosa y apretaría sus manos–. ¿Lo dices en serio o solo estás bromeando?

–Mejor tú respóndeme algo– Edgar tomaría un respiro para calmarse un poco–. ¿Quisieras... ser mi novia?

–Edgar... Te juro que si esto es una broma...

Edgar acariciaria la mejilla de la chica, lentamente se acercaría y le daría un tierno beso en los labios.

–No es una broma...– diría Edgar mirándola fijamente a los ojos.

–Pero... ¿Y si se enteran los demás?

–Si se han de enterar, que se enteren y punto.

–Edgar... Pero ya sabes cómo son...

–¿Vamos a estar siempre así? ¿Por qué no olvidar el qué dirán?

–Pero... no quiero ser una carga para ti.

–Nunca vas a ser una carga.

–¿Y si te empiezan a tratar mal también a ti? Tú si les caes bien...

–¿Y qué? Si nos juzgan o no, no importa... Aquí solo contamos tú y yo.

–Pero...

–Colette, no importa lo que digas... Yo quiero estar a tu lado, y eso no va a cambiar por nada.

–Yo también quiero estar a tu lado... Te necesito conmigo... Tú eres todo lo que he deseado...

–Entonces... ¿Me permitirías ser tu novio?

–¡Claro que sí!– diría la chica bastante emocionada mientras abrazaba fuertemente a Edgar.

–Te quiero tanto, Colette...

–Y yo a ti... No me dejes nunca, nunca... Por favor.

–Te prometo que no me iré de tu lado.

Ambos se quedarían en el sofá, Edgar acariciando a su novia, la cual dormía tranquilamente en su pecho.

–Te voy a hacer feliz... te lo prometo– diría dándole un beso en la frente, para finalmente dormirse él tambien

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Espero que les haya gustado el capítulo, el cual es el más largo que he hecho en esta historia.

Nos vemos, chau!!

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