🌹 UNO

KIARA

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4 meses atrás

Anoche me quedé en casa de mi amiga Laura a dormir, hacía tiempo que no lo hacíamos, y entre ponernos al día, cotilleos por aquí y chismorreo por allá, al final nos dieron las tantas.

Al sonar la alarma esta mañana, he querido pegarme un tiro, pero no tengo tiempo para eso. Son las 11 de la mañana y me tengo que preparar, ya que es el cumpleaños de mi hermanito y tengo que ir al restaurante, donde vamos a comer desde hace dos años éste mismo día.

Me levanto y voy directa al baño de mi amiga para darme una ducha rápida. En menos de diez minutos ya estoy de nuevo en la habitación para poder vestirme y bajar con ella a la cocina a desayunar algo rápido.

— Kiara, no sé quién te estará llamando, pero tu móvil no deja de vibrar — Laura me lanza el teléfono.

* Número privado * Últimamente recibo muchas llamadas así, siempre de la misma persona. Las conversaciones siempre son iguales, hablábamos, o más bien discutimos, ya que con él es imposible hablar, me insulta, me amenaza y después cuelga.

Así, todos los días, ya estoy cansada de esta situación. No es capaz de aceptar que lo haya dejado, que no quiera saber nada más de él y por eso mismo me atormenta cada día. Para él, una orden de alejamiento no es suficiente.

— Laura, ¿te importaría dejarme un minuto? Prometo que bajo enseguida —

— Está bien, pero ni se te ocurra decirme luego que llegas tarde por mi culpa — me guiña un ojo y me enseña su preciosa sonrisa antes de salir de la habitación.

Descuelgo el teléfono, sabiendo con lo que me voy a encontrar.

— ¿Quién es? —

— El lobo, mi querida Caperucita —

— ¿Otra vez? ¿Acaso no te sirven las denuncias que tienes ya? — estoy cansada de su juego.

— Mmmm veo que te has despertado de buen humor hoy ¿Has pensado ya en lo que te dije? — le oigo reírse.

— Lo he dejado muy claro todas las veces que me has llamado. Jamás volveré contigo. No sé como tengo que decírtelo —

— Kiara es tu última oportunidad, sabes de lo que soy capaz ¿Estás segura? — su tono de voz cambia, ya no se ríe.

— Sí, Andrés, sí. Muy segura. Jamás dejaré que me vuelvas a poner una mano encima, antes prefiero estar muerta. —

— No, Caperucita, no. No serás tú a la que entierren, pero en una parte tienes razón, estarás muerta en vida. Ya te dije que si no estás conmigo, no vas a estar con nadie. Hasta pronto mi amor —

Otra vez igual, una amenaza más. Estoy cansada ya de su juego.

Miro mi reloj, mierda me he entretenido demasiado, por su culpa voy a llegar tarde. Siempre había algo que me hace retrasarme, todos dicen que soy una tardona y una impuntual, ¡pero no es así! La vida me pone obstáculos y nadie me comprende.

Bajo lo más rápido que puedo, mi amiga me tiene preparada una taza de café, el cual he querido beber lo más rápido posible. Gran error. Está ardiendo y me abraso la boca.

— Por favor Kiara ¿En serio? Tienes que tener el esófago en llamas — me sirve un vaso de agua fría para poder paliar la quemazón.

— Mierda, mierda y más mierda para mi Laura. Con lo tranquilita que me había despertado yo ¿Ves que no es mi culpa llegar tarde? —

— No, claro, ya lo veo, es el mundo que conspira contra ti — empieza a reírse a carcajadas y yo le lanzo una mirada asesina.

— ¡Venga espabila! Te va a tocar ir corriendo hasta el restaurante Kiara y sabes lo poco que le gusta a tus padres tener que esperarte —

Tiene razón, mis padres son unos seres geniales, pero no gozan del don de la paciencia. Cojo mi abrigo y mi bolso, abrazo a mi amiga, y salgo corriendo.

El restaurante está a media hora andando, hemos quedado en 20 minutos. Me toca correr. Es mi día de suerte, pillo casi todos los semáforos en verde y solo me retraso un minuto ¡Un minuto! Esto hay que celebrarlo, he llegado la primera, hoy soy yo la que tenía que esperar, puede parecer una tontería, pero yo estoy muy feliz por mi hazaña.

Justo delante de la puerta del restaurante hay un banco, decido que esperé aquí aprovechando que hace muy buen tiempo.

Pasados 10 minutos, aún no ha llegado nadie. Es algo muy raro, mis padres son unas personas muy puntuales, por eso mismo decido llamar a mi madre.

Uno, dos, tres tonos... Nada, no hay respuesta, seguro que se ha dejado el móvil en casa.

Llamo a mi padre, uno, dos... así hasta 8 tonos. Tampoco me responde. Seguro que están intentando aparcar, aquí cuesta un poco y por eso no se dan cuenta de que les estoy llamando.

25 minutos después, aún sigo esperando. Empiezo a ponerme nerviosa, esto ya no es normal. No contestan mis llamadas, ni me han avisado de su retraso, mi corazón se está empezando a acelerar, tengo una sensación extraña, mi pecho está oprimido y mis manos comienzan a sudar.

Miro a todos los lados, esperando verles llegar, hace varios minutos que camino alrededor del banco, estoy empezando a ponerme muy nerviosa y el moverme me ayuda a controlarme un poco.

De pronto suena mi teléfono. * Bruno * ¿Por qué me llama él? Es raro que nuestro mayordomo llame sabiendo que hoy tenemos la comida, y más aún que me llame a mí.

— ¿Hola? Bruno, ¿pasa algo? —

— ¿¡Kiara, donde estás!? — Está nervioso, muy alterado. Bruno, a pesar de ser el mayordomo, es de la familia, se preocupa de mí como si fuera su propia hija.

— Aquí, en la puerta del restaurante. Aún no ha llegado nadie ¿Sabes cuando han salido de casa? —

— Mi niña, por favor, entra al restaurante, espérame ahí, llego enseguida —

— ¿Cómo que vienes a buscarme? ¿Qué está pasando? — me meto dentro del lugar donde hemos quedado, tal y como me ha pedido. Estoy empezando a asustarme.

— Kiara, tus padres y tu hermano salieron hace una hora, pero no van a llegar — se queda en silencio — han tenido un accidente... —

En ese mismo instante, dejo de escuchar.

Mi móvil cae al suelo, mis oídos pitan, no escucho nada más que lo que ronda en mi cabeza.

<< No van a llegar >>, << Han tenido un accidente>>

Escucho eso en bucle, una y otra vez.

Los camareros me zarandean ligeramente, intentado así sacarme del shock que estoy sufriendo en ese momento. Pero no hay manera, en mi mente solo oigo esas dos frases, hasta que algo de esta mañana viene a mi cabeza.

<< — No, Caperucita, no. No serás tú a la que entierren, pero en una parte tienes razón, estarás muerta en vida. Ya te dije que si no estás conmigo, no vas a estar con nadie. Hasta pronto mi amor — >>

¿Sería capaz de llegar a hacer algo así? Definitivamente, sí, está tan loco que perfectamente podría ser Andrés quien ha provocado aquello.

Mi mente no para de dar vueltas, no atiende a razones, no escucha nada más que ese pitido ensordecedor en mis oídos, hasta que mi cuerpo colapsa y caigo de bruces al suelo.

Abro los ojos como puedo, ya que los párpados me pesan demasiado. Empiezo a fijarme en mi alrededor, es distinto, ya no estoy en el restaurante. Intento incorporarme un poco, pero unas manos me lo impiden.

— Mi niña, ten cuidado, no te levantes aún — puedo ver la cara de Bruno, tiene los ojos rojos e hinchados, como si hubiera llorado.

— ¿Dónde estamos? — intento levantarme, pero me da una fuerte punzada en la cabeza que me hace tumbarme de nuevo.

— He tenido que traerte al hospital, has perdido el conocimiento y al caer al suelo te has golpeado fuertemente la cabeza — estoy intentando hacer memoria de lo que ha pasado, cuando mi mente me lo recuerda.

<< No van a llegar >>, << Han tenido un accidente>>

La máquina que tengo conectada para monitorear mis pulsaciones empieza a pitar cada vez más rápido.

— Kiara trata de calmarte o tendrán que sedarte, necesito que te tranquilices, tengo que hablar contigo antes de que lo haga la policía —

En ese instante, algo dentro de mí se rompe, empiezo a llorar en silencio, estoy temiendo que es lo que va a decirme, y no quiero que sea verdad.

— ¿Dónde están Bruno? ¿Qué les ha pasado? —

— Un camión de reparto ha chocado contra ellos a gran velocidad. Han muerto en el acto Kiara. Ahora mismo les están terminando de realizar la autopsia. Pero dada la influencia de tu padre, sabes que tiene amigos en la policía, están llevando ellos el caso, ya que por las características del accidente, saben que ha sido provocado. —

Y en ese momento termino de romperme, empiezo a llorar como si no lo hubiera hecho antes. Tenía razón, no me equivocaba, ha sido él. Su locura ha llegado a tal extremo, que los ha matado. Andrés tenía razón, en estos momentos estoy muerta en vida, me ha arrebatado lo que más quiero.

Pasan las horas, los médicos se niegan a darme el alta hasta que no esté más controlada.

He tenido que soportar el interrogatorio que me han hecho esos dos policías. Doy gracias a que Bruno no se ha separado de mí ni un instante, me ayuda a no caer en lo más profundo de mi mente. Una vez ya tuvo que salvarme de mí misma, y aquí está de nuevo, sin ninguna intención de dejarme sola.

Al día siguiente, a primera hora me dan el alta, por fin podemos irnos a casa. Hoy comienza mi nueva vida , una vida que tengo que aprender a vivirla sin ellos, sin mi familia.

El día del funeral, es una auténtica tortura, jamás me hubiera imaginado la cantidad de personas que conocen a mis padres. Muchas de ellas son personas que jamás he visto, se acercan a mí a darme el pésame, como si eso me fuera a quitar este dolor que se ha afianzado en lo más profundo de mi corazón.

Los días pasan muy lento y yo cada vez me siento peor. La soledad y el silencio pesan mucho sobre mí.

Es Bruno quien se encarga de todo el papeleo, yo solo me dedico a firmar hojas que hacen que, en pocas semanas, todos los bienes de mis padres pasen a mi nombre. Me convierto en dueña de la empresa inmobiliaria, una multinacional que se ha expandido a diversos países en los que también cuenta con inmuebles en algunos de ellos.

La investigación sigue adelante. La policía ha podido saber que todo ha sido provocado por Andrés, al conseguir varias pruebas que lo imputan por homicidio y por ello mismo lo meten en la cárcel.

Pero incluso desde allí sigue haciendo que mi vida sea muy miserable. No paran de llegar amenazas a casa. A veces solo son notas, o cartas, pero en ocasiones llegan a dejar cajas con animales diseccionados. Siempre todo bajo la firma de "El lobo feroz".

Tengo miedo a todo, imagino que en cualquier momento llegara mi turno. Quedarme sola en casa es un tormento y salir a la calle una tortura.

Por eso mismo Bruno y yo llegamos a la conclusión que debemos huir lejos, donde no pueda encontrarnos, al menos no de momento. Barajamos varias posibilidades y nuestra indecisión hace que lo decidamos al azar, y por cosas del destino nuestro próximo hogar será en Seúl, todo un reto para nosotros, ya que no hablábamos coreano, pero pensándolo bien, es nuestra mejor baza. Seguro que allí no nos encontrará "El lobo feroz".

Nuevamente, es Bruno quien se encarga de solicitar todos los papeles para poder irnos a Corea. Es un trabajo difícil, puesto que conseguir la residencia en ese país no es sencillo, pero la que ahora es mi empresa, cuenta con una sede allí, con lo cual eso hace todo mucho más sencillo, aparte que no hay nada que se le pudiera resistir a mi mayordomo.

Falta poco para que el rumbo de nuestras vidas de un cambio.

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