Borrón y cuenta nueva

V

A veces pienso en darte
mi eterna despedida,
borrarte en mis recuerdos
y hundirte en mi pasión
más si es en vano todo
y el alma no te olvida,

¿Qué quieres tú que yo haga,
pedazo de mi vida?
¿Qué quieres tú que yo haga
con este corazón?

Nocturno a Rosario, Manuel Acuña.



—... entonces, cuando se observa la luz de una estrella no se ve un rayo blanco de luz sino un espectro de colores que tiene como filas huecas de diferente grosor, eso dice de qué está hecha la estrella.

Peter estaba sumamente emocionado explicándole algo de astrofísica, tumbado en el sofá de su departamento con un tazón de palomitas sobre su abdomen y del cual comía como si no hubiera un mañana, convidándole a Capipaleta que estaba al pendiente del movimiento de sus manos. Steve estaba sentado en el sillón individual, leyendo los trabajos de sus estudiantes mientras le observaba por encima de sus lentes, riendo un poco al verlo dar manotazos que enviaban una que otra palomita a la alfombra que tendría que aspirar más tarde. Después de su llegada a la ciudad, su hijo se había desahogado con él. No le había dicho todo, pero esperaba que con el paso de los días supiera más de ese tal Quentin Beck. De momento parecía que Peter lo había olvidado, feliz de holgazanear en Nueva York.

—Sin duda, estamos hechos de estrellas.

—Claro, Pops, ¿sabías que nuestra sangre lleva material de las explosiones de cuerpos celestes?

—¿En serio?

—Somos explosivos —rió Peter, metiéndose un puñado de palomitas en la boca— Entonces, ¿tú y Sharon... son novios?

—No, Peter, es muy pronto para eso.

—¿Por qué no? Es bonita y sabe mucho.

—Estamos conociéndonos, puede que funcione, puede que no.

Sharon había visitado a Steve en su departamento al día siguiente que Peter llegara, trayendo un pastel que desapareció mágicamente por las manos de su hijo mientras ellos cenaban. No le mentía al muchacho sobre su relación con su compañera de trabajo, luego de esa noche desenfrenada, habían hablado sobre probar qué tan bien podían estar juntos antes de hacer o decir cualquier cosa, lo que agradeció el rubio. Había eliminado a Tony Stark de su vida, sin ánimo de saber más de él. Y con Peter pasando unos días de descanso, sentía que de momento estaba muy ocupado para darle importancia a un asunto que quiso dar por zanjado de una buena vez. Capipaleta empujó a Peter, tirándole las palomitas. Perro y joven cayeron al suelo a pelear por las últimas palomitas que sobraron. Steve solo rodó sus ojos, terminando de calificar para ir a preparar la cena porque el metabolismo de su hijo tenía la velocidad de la luz.

—¿Pops?

—¿Qué pasa, hijo?

—¿Tú nunca hiciste nada malo en la universidad?

Enamorarme de Tony Stark. —Lamento decepcionarte, fui genéricamente aburrido y correcto.

—Qué raro, serías el primer pintor que no se comporta como un pintor.

—La excepción a la regla.

—A mí me gustaba mucho salir con Quentin —comenzó, Peter, abrazado a Capipaleta— Era tan atento y parecía que teníamos tanto en común a pesar de que él ya casi se gradúa. Como si estuviéramos conectados en nuestras mentes. Me comprendía.

—¿Y qué pasó? —Steve le miró un poco, cortando unos trozos de pollo.

—No sé... de pronto un día discutimos porque él quería ir a una fiesta afuera de la ciudad y yo le dije que no podía porque tenía una tarea que entregar. Fue una tontería, luego me bloqueó, le llamé varias veces, pero todas me colgaba la llamada. Fui a buscarlo a la fraternidad e igual no me dejaron pasar. ¡Sólo había sido eso! Todo estaba perfecto antes de, incluso le escribí un correo diciéndole que iría a la fiesta si eso lo hacía feliz. No supe nada en días y luego me desbloqueó para llamarme y decirme que lo sentía. Lo perdoné porque le creí, volvimos a salir hasta que otra vez peleamos, esta vez porque vi en su teléfono una fotografía de un tipo que lo citaba. Dijo que era una broma de la fraternidad... pero me molestó y volvió a bloquearme y dejarme de hablar otros días más.

—Cariño...

—Un día, cuando terminaba mis clases, estaba ahí afuera de mi salón con un enorme ramo de rosas, ¿puedes creerlo? Se puso de rodillas y me pidió perdón.

—Y lo perdonaste.

—Pues sí —Peter gateó de vuelta al sofá, dejando sus brazos sobre lo alto del respaldo, mirándole cocinar con sus dedos tratando de quitar pelusas de la tela— Todo estaba bien, y luego de nuevo ya no. Solo le comenté si podía ayudarme con una tarea, yo siempre había estado apoyándolo con sus proyectos. De nuevo me bloqueó. Fue cuando te hablé.

Steve suspiró, negando apenas. —No quiero ser un aguafiestas, hijo, pero creo que Quentin no merece tu tiempo ni tus lágrimas. Eso que hace no está bien.

—...

—Peter, mírame.

—¿Qué?

—Tú eres un chico muy inteligente, inquieto y comelón que trae luz a donde quiera que vaya. Apagarte por alguien quien claramente solo te quiere para divertirse a ratos no está bien.

—Quentin y yo... siempre tuvimos relaciones luego de reconciliarnos—confesó Peter casi en murmullo— Lo siento.

—¿Por qué lo sientes? ¿Qué no es lo que hacen los jóvenes?

—Eres tan bueno siempre, papá. Nada te enoja.

—Oh, sí hay cosas que me enojan, como un ensayo con faltas de ortografía.

Peter rió para alivio de su padre, queriendo distraerlo de esa tristeza que volvía a aflorar.

—¿Sarah no te dijo nada?

—¿De qué?

—Ah, que pilla.

—No te entiendo, cariño.

—Tiene un crush.

—¿Un qué?

—Le gusta un muchachito, de las competencias. No creas que vino aquí solamente por el pase, bien podía quedarse y ganar una competencia regional. Quería ver a su Príncipe Zuko.

—¿Príncipe Zuko? ¿Es de la realeza?

—¡Pops! —Peter se carcajeó— Es que tiene una mancha... olvídalo. Se llama Liam y es de Filipinas. Más o menos pelea bien y creo que Sarah también le gusta.

—Oh... no me di cuenta de eso.

—Uf, ya sabes, se miran pero no se hablan.

—¿Y tú como sabes de eso?

—Porque una vez en su Instagram, una amiga de Sarah le hizo un comentario sobre Liam y luego lo borró. Me puse a ver y noté que ella siempre estaba al pendiente de sus publicaciones.

—Peter, no debes espiar a tu hermana.

—Ella lo hace conmigo.

—En fin —Steve suspiró, resignado— Pues entonces se verán en las olimpiadas.

—Ahora ya sabes. ¿Ya está la cena?

Su hijo no era amante de los ejercicios matutinos, así que no lo acompañaba a sus carreras en Central Park, solamente Capipaleta lo hacía. A la mañana siguiente, Steve estaba a mitad de su circuito, escuchando música con sus audífonos con su perro por delante cuando vio a Tony esperándole recargado de un árbol. La furia que se hubiera quedado dormida en su interior despertó, azuzando a sus piernas para correr más rápido y pasarle de largo sin mirarle. Si el castaño le habló o no, fue algo que no le interesó, subiendo el volumen de su música a propósito. Capipaleta fue quien le detuvo al girarse de pronto mirando detrás de él, Steve hizo lo mismo. Tony estaba unos metros atrás muriendo por falta de aire, tumbado en el suelo al haber intentado alcanzarle. El rubio quiso darse media vuelta y dejarlo ahí, pero su civilidad se lo impidió, quitándose los audífonos mientras regresaba hacia Tony.

—... cielos... me... muero...

—Si no tienes condición no deberías correr.

—Necesitaba... —Tony jadeó, cepillando sus cabellos— Steve...

—¿Tú no aceptas un no por respuesta, cierto?

—Lo hago... pero no el tuyo.

Steve levantó su mentón. —No hay nada...

—Sé que hice mal, pero te he respondido con la verdad. Es una promesa que me hice, no más mentiras, no más esto que siempre he sido. Quiero que me veas como realmente soy, eres el único al que me interesa mostrarle mi desagradable persona.

—No eres desagradable, solo un idiota insensible.

—Sí, también —Tony rió, mirándole— No puedo perderte, Steve, de verdad que no.

—Tony, escucha...

—Espera, espera. No te estoy pidiendo que me des algo a cambio... bueno sí, tan solo que ya no me rechaces así. Perseguirte por el bosque o tratar de localizar tu auto en este maldito tráfico me sobrepasa. Tan solo quiero que me des la oportunidad de volver a ganarme tu cariño. De reparar el daño que te hice.

—¿Por qué?

—Ya te lo dije, no he dejado de amarte. Eres lo mejor que me ha sucedido.

—Eso es mentira, tienes dinero, una empresa y seguro que una larga fila de pretendientes.

—¿Crees que eso es la felicidad, Steve?

El rubio cayó, bajando su mirada. Había sido un comentario demasiado superficial.

—Tienes todo el derecho a estar enojado, a sentirte como te sientes conmigo. Cambiaría toda esa fortuna, esa empresa y esos pretendientes si tan solo pudiera hacerte sonreír una vez más. ¿El perro es tuyo?

—Sí, se llama Capipaleta.

—¿Qué clase de nombre es ese?

—Le gusta —Steve puso las manos sobre sus caderas, subiendo una mano a su barba que rascó, indeciso no muy seguro del por qué— Tony... es que...

—Dilo.

—Me costó mucho superar aquello y no fui el mismo desde entonces. Apareces de la nada y quieres... es demasiado para mí.

Tony le observó unos segundos, levantándose con un beso de nariz de Capipaleta al hacerlo. Se acercó al rubio entrecerrando sus ojos.

—Vamos a hacer esto, mírame a los ojos y dime que ya no quieres volver a verme. Me daré media vuelta y jamás sabrás de mí. Te lo prometo, pero mírame a los ojos cuando lo digas.

Steve miró esos ojos castaños con toda la intención de hacerlo así. Teniendo tan cerca a Tony fue como sentir una extraña chispa entre el aire que los separaba. Hizo el esfuerzo de abrir su boca para pronunciar las palabras que le librarían de ese fantasma que le miraba con una atención cargada de esperanza. El rubio desvió su mirada, apretando sus puños.

—Ssshh, tranquilo. Lo entiendo, no quiero que te alteres de nuevo, ¿okay? Tengo otra pregunta.

—¿Otra?

—Sí, ¿ya no sientes nada por mí?

Los ojos de Steve vacilaron al girarse de vuelta al castaño, en un nuevo intento de responder sin lograrlo. Era como si sus músculos y cerebro hubieran hecho una huelga súbita, un motín en el momento menos indicado. Tony sonrió, no supo si por victoria o alivio. Cuando alcanzó su mano derecha, esta vez no lo rechazó. Solo observó cómo la levantó para llevarla a sus labios y besarla por el dorso con tanta devoción que un cosquilleo hizo al rubio inquietarse.

—Voy a recompensarte, te lo prometo. Y volverás a ser lo que estás destinado a ser.

—¿A qué te refieres?

—Oh, Steve —Tony ladeó su rostro, sonriendo con una ceja arqueada— Puede que a los ojos de los demás parezcas satisfecho con tu vida, pero me ha bastado con verte un poco para saber que no es así. Y sé también que yo tuve la culpa en ello. No puedo devolverte esos años de sufrimiento, pero puedo darte los siguientes con todo lo que te mereces. Sólo déjame hacerlo.

Steve le miró un poco, tragando saliva. —Estoy... saliendo con alguien.

—Ah... nadie dijo que esto sería fácil.

—Tony...

—Estoy siendo sincero, me gustaría que tú también lo fueras, hermoso —el castaño besó de nuevo el dorso de su mano antes de soltarle— ¡Que sea imposible! ¡Qué sea tortuoso! ¡No me importa! Para mí vales todas las peleas y dificultades. Ahora que te he encontrado ya no te perderé. Cuídate, Steve. Y prepárate porque tu vida va a cambiar. Hasta pronto, Capipaleta.

Steve le miró marcharse, suspirando luego para tirar de sus cabellos en un gesto de confusión. ¿Qué estaba pasándole? Primero odiaba con todas sus fuerzas a Tony Stark por haber jugado con él y luego sin más le daba una oportunidad para conquistarlo. El pensamiento trajo otra de esas cosquillas placenteras que prefirió ignorar, dirigiendo su mente hacia lo que restaba de la carrera junto con su perro, al que le había caído bastante bien el castaño porque todo el tiempo se la había pasado olfateándole y lamiéndole con su cola moviéndose alegre. Afortunadamente estaba más tranquilo y con otra expresión al volver al departamento para desayunar con Peter, ese día darían una vuelta por las tiendas de juguetes, cómics y videojuegos que tanto adoraba su hijo. Cuando llegó le aguardaba una sorpresa.

—¡POPS! ¡QUENTIN ME ESCRIBIÓ! ¡YA ME EXPLICÓ TODO!

—Peter, no.

—¿Qué?

Steve frunció su ceño al leer en el celular de su hijo una sarta de estupideces que obviamente a la edad de su hijo sonaban como las más sinceras disculpas.

—Solo está mintiendo.

—Claro que no, vamos, Pops.

—Borra eso, vamos a desayunar.

—Pero...

—¡Hazlo! —el rubio casi gritó, arrepintiéndose casi al instante— Peter, es por tu bien, no te atrevas a responderle. Ese juego de perdonar y alejarse es dañino. Has venido aquí para que te ayude, entonces tienes que obedecer a tu padre.

Peter le miró con desesperación, apretando el celular por largos segundos antes de bajar su mirada con lágrimas congeladas en sus ojos al momento de obedecerle. El rubio cerró sus ojos, negando y caminando para abrazarle con fuerza, acariciando sus cabellos. No había manera de que su hijo pudiera ver a través de sus ojos, entender el por qué le estaba pidiendo semejante cosa. Mejor una herida pequeña ahora que una depresión después. Peter le abrazó, sorbiendo su nariz. Le ayudó con el desayuno sin mencionar ya nada sobre aquel mensaje ni Quentin Beck, le vio bastante entretenido en las tiendas como si nada hubiera pasado. Steve oró porque esa obediencia realmente fuese durable mientras revisaba tareas en su estudio con el muchacho estrenando sus videojuegos en la sala. Recibió un mensaje de Sharon, informándole sobre el baile que casi había olvidado y su ausencia porque iría a visitar a su madre.

—Cielos —Steve se talló el rostro. No quería jugar con ella, y le daba bastante miedo quedarse de nuevo solo todo por creer por completo en Tony.

—¿Pops? —llamó Peter a la puerta.

—Adelante, ¿qué sucede, hijo?

—Am, ¿crees que haya algún problema si regreso a Inglaterra?

—¿Por qué? Creí que pensabas estar una semana.

—Me acaban de decir que tenemos un proyecto y no quiero atrasarme —el chico se mordió un labio. Estaba mintiendo a todas luces— ¿Te molesta?

—No, tesoro, aunque no creo que encontremos un vuelo.

—Puedo ver.

—Está bien, me avisas.

—¡Okay! ¡Te quiero, Pops!

¿Cómo hacerle entender a un hijo sobre una relación que no era una relación sino una burla? Steve quería golpear a Quentin Beck por ser un maldito manipulador y haberse robado la inocencia de su hijo. No era lo que tenía en mente y no tenía en mente gran cosa porque ya sabía cómo eran las hormonas. Con el pretexto de que tenía antojo de hamburguesas, dejó a Peter en el departamento y salió, buscando a Tony de vuelta para enviarle un mensaje. Con él podría hablar de aquello, no se sentía con la misma confianza con alguien más, ni siquiera con Sharon. Una vez que le dio su teléfono, recibió de inmediato la llamada, caminando por las calles cercanas al edificio mientras lo hacía queriendo golpear algo. Estaba realmente frustrado y en cuanto Tony respondió dejó ir todo sin tapujos hasta que prácticamente se quedó sin aliento al terminar su relato.

—Respira, cariño o te dará un infarto. ¿Dónde estás?

—En la calle, no quería que fuese a escucharme.

—E hiciste muy bien, mira que te he escuchado más palabrotas de las que dijiste en todos los años en la universidad.

—No quiero que se vaya, sé que lo hace por ese idiota.

—Pero es un idiota con poder de convencimiento, Steve. Y no puedes pelear con Peter por eso, te va a ganar la batalla.

—¿Qué hago?

—Dejarlo ir, hermoso. Tu hijo está en una etapa de enamoramiento donde no importa lo que le digas, no te creerá y sí al joven ése. ¿Cómo dices que se llama?

—Quentin Beck.

—No sé por qué su nombre me suena. En fin, cálmate, ve por esas hamburguesas y no trates mal a Peter. Porque cuando sucedan las cosas malas te va a necesitar y es mejor que le dejes claro que puede contar contigo como lo hiciste antes.

—Disculpa si te interrumpí o algo.

—Nada de eso, aunque admito que enterarme que tienes dos hijos y que te casaste me hace sentir bastante celoso. Me lo merezco.

—Tony...

—Tú también vas a necesitar un respiro, Steve. ¿Estarás libre luego de llevar a Peter al aeropuerto?

—Sí.

—Entonces no te comprometas, tenemos una cita.

Steve bufó. —¿Una cita? Ni siquiera nos hemos arreglado.

—Por eso mismo. Aprovechando que debes aclarar tu mente y relajarte luego de semejante despliegue de frustración paternal, también hablaremos. ¿Contento?

—Supongo.

—¿Cómo te sientes ya, cariño?

—Deja de decirme así.

—No puedo.

—Estoy bien, de nuevo... gracias. No sabía con quien más desahogarme.

—Me honra que pensaras en mí. Gracias. Quiero que me prometas que te mantendrás calmado con tu hijo, no pierdas la cabeza.

—Okay, trataré. Gracias, Tony.

—Lo que sea por ti, Steve.

El rubio se quedó mirando la pantalla cuando terminó la llamada, queriendo la respuesta a esa sensación cálida en su pecho por haber confiado en Tony la situación de su hijo y haberle escuchado apoyarle, darle consejos con tanta familiaridad como si nunca se hubieran separado. Lo peor es que en verdad se sentía mucho mejor, más sereno y menos enojado. Se apresuró a ir por las hamburguesas, regresando para ver unas maletas listas con Peter mostrándole un vuelo que salía a medianoche, tenían el tiempo justo para cenar y luego ir al aeropuerto. Rogers le sonrió, despeinando sus cabellos aguantando las ganas de preguntarle más. Como un buen amigo, le ayudó sin hacerle preguntas, avisando a Peggy de la repentina llegada por la mañana de su hijo. Oró porque no hubiera más desdichas al regresar, y porque en esa cita con Tony tampoco saliera algo más, no se sentía con las mismas fuerzas para más decepciones.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top