Mentira cruel.
Capítulo 44: Mentira cruel.
A las afueras del Hospital J. G...
Ha hecho la carrera de su vida para llegar al hospital. Apenas le queda aire en los pulmones y siente terribles punzadas en el pecho. Pone sus manos en sus rodillas para intentar recobrar el aliento y se queda así por unos cuantos segundos. Cuando al fin siente que respira, cruza las puertas de cristal y se dirige al mostrador, dónde está la recepcionista, una mujer de unos treinta años con cabello rubio bien recogido.
—¿En qué piso está la habitación 2098? —pregunta Annabeth. La señora mira la con una sonrisa amable.
—¿Buscas a alguien en especial?
—Ah... Pues, sí. Unos amigos tuvieron un accidente de coche y, según me dijeron, están en la habitación 2098.
La mujer la escucha asintiendo con la cabeza mientras teclea muy rápido en la computadora. Cuando termina levanta la vista hacia la chica con cierta lástima.
—La habitación está en el piso 4, en la Sala de Recuperación. Ala norte.
—Gracias —dice la ojos grises y sube al ascensor junto a otras personas.
Siente que los segundos que tarda el aparato en subir son eternos y cuando finalmente se baja, se encuentra en una habitación cuadrada con puertas en paredes distintas. Entra en la que dice "Sala de Recuperación".
Lo primero que ve es la enorme sala de espera de paredes azul claro, no blancas como las demás que ha visto, éstas tienen puertas blanquísimas y unos cuantos pasillos con más puertas. Los hospitales son demasiado complejos para su gusto.
En las sillas de la sala de espera hay muchas personas que se mezclan con los médicos y enfermeras que van de aquí para allá, pero a pesar del gentío logra reconocer a Nico, Frank y Jason.
—Hola, Annabeth —dice Jason con una pequeña sonrisa—. ¿Viniste a ver a Percy?
La rubia frunce el entrecejo.
—No. Vine a ver a Zack —dice ella.
—¡Percy, aquí estás! —dice Frank cuando ve llegar a su amigo. Annabeth se tensa, pero decide mirarlo. Percy también la mira aunque su expresión no muestra nada.
—Señor Jackson —dice una enfermera y ahora el pelinegro es el que se tensa—. No debería estar aquí. Se nos escapó una vez, pero no lo hará otra vez. Tiene que estar guardando descanso. Venga conmigo.
La enfermera se cruza de brazos con actitud dominante. Percy rueda los ojos y comienza a caminar por un pasillo seguido de la enfermera. Annabeth aprovecha que los otros no le prestan atención y los sigue.
La enfermera abre la puerta 2098, a la rubia se le acelera el pulso. ¡Al fin lo va a ver!
La enfermera no cierra la puerta, así que Annabeth se queda de pie en el umbral mirando como Percy voluntariamente se acuesta en una camilla vacía, mientras un médico comienza a ponerle un cablecito y la enfermera le inyecta algo.
Deja de mirar al pelinegro y su vista se posa en las otras dos camillas de la habitación y por poco se le sale el corazón.
Apenas logra reconocer a Leo, en la camilla a la derecha de Percy. Un vendaje cubre su cabeza tapando su cabello oscuro, también las tiene en los dos brazos y está arropado con una sábana desde su pecho para abajo. Así que no sabe cuantas vendas más tendrá. Pero eso no es todo, en su rostro tiene algún que otro morado, rasguños y un montón de cables que salen de todos lados de su cuerpo, incluso debajo de la sábana. Así que no salieron heridos... Sí, claro.
Casi tiene miedo de mirar en la camilla que está más a la izquierda, pero se arma de valor suficiente. Sabe que ése debe de ser Zacharias pues en la habitación sólo hay tres camas.
Al igual que Leo está durmiendo y una sábana le cubre el pecho y las piernas. Tiene una venta que le cubre uno de sus brazos y en el otro hay unos morados que lucen horribles. En lo que logra ver de piel tiene rasguños a medio curar, cables en sus manos, frente, brazos y un parche en el ojo izquierdo.
Si se quita el hecho de que parece una momia pirata, tiene un gran parecido a Perseus. Ya sabe porqué no notó la diferencia en la fiesta de disfraces.
—Señorita, no es hora de visitas —le dice la enfermera sacando a Annabeth de su trance.
Cierra la puerta en sus narices y casi de inmediato a la rubia le entra un gran pesar.
¿Por qué Zack le habrá mentido? Le dijo no les había pasado nada grave y sin embargo dos de ellos están en una camilla vendados y llenos de cables. Además, se le olvidó comentar el hecho de que Percy también estuvo en el accidente. Aunque éste salió menos herido que los otros dos.
No sabe el motivo pero está que llora de la preocupación por ese trío de chicos y un sentimiento de culpa la invade, como si ella hubiese sido responsable de ese accidente, pero sabe que esa idea es ridícula.
¿Es su imaginación o el aire se ha vuelto pesado?
Baja por las escaleras y sale del hospital parpadeando para evitar las lágrimas que amenazan con salir en cualquier segundo, pero cada vez que cierra los ojos lo único que ve a los chicos en las camillas y, para completar, en sus oídos aun suenan los zumbidos y los pitidos de las máquinas.
—Annie, ¿qué pasa? —le pregunta Piper. Annabeth estaba tan concentrada en Leo, Zack y Percy que no notó la presencia de su amiga. No sabe qué estará haciendo ahí Piper pero tampoco quiere preguntarle. Deja salir el llanto y abraza a su amiga—. Annie... ¿qué pasa? Me estás asustando —dice la otra chica pero aún así le devuelve el abrazo.
—Zack...
—¿Qué hay con él?
—Y Percy...
—¿Sí...?
—Y también Leo...
—No comprendo de que me estás hablando —dice la castaña. Annabeth se aleja del abrazo y se limpia las lágrimas de las mejillas.
—Están en... el... el hospital. Tuvieron... un accidente —solloza la rubia.
—¡¿Qué dices?! —exclama su amiga boquiabierta.
—Me... me enteré hace poco... Fui a verlos... y... ¡Ay, Piper! Están horribles...
—¿Cuando pasó el accidente?
—No lo sé.
—¿Cómo te enteraste?
—Zack me escribió.
—¿Quieres volver al hospital o ir a por un helado?
—Quiero ir al hospital, pero no es la hora de visitas.
—Ya volveremos más tarde, vamos por el helado. Yo invito —sonríe Piper y las dos van a la heladería más cercana. A pesar de que Piper le cuenta una anécdota divertida sobre Jason, Annabeth no la escucha porque su mente aún está en el umbral de la habitación 2098 del Hospital J. G.
Al siguiente día...
¿Cuánto ha llorado desde que se fue ayer del hospital? Mucho, quizás lo suficiente para llenar una piscina para adultos. O para llenar un océano.
Se ha calmado lo suficiente para dirigirse otra vez al Hospital apenas salió de clases. Piper la acompaña con una pequeña sonrisa para animarla, pero eso solo la hace querer llorar más. Ésta vez preguntan en recepción si es hora de visitas, la misma señora de ayer les dice con una sonrisa que sí.
Las dos amigas suben hacia el Piso 4, pero Piper no entra en la habitación. Se queda en la sala de espera junto a Jason, Frank y Nico que le dedican sonrisas a Annabeth que ella devuelve de manera forzada.
Cuando entra en la habitación, ve que Percy sigue ahí, aunque está dormido al igual que Leo. Nota que Zack está con su ojo sano fijo en el techo.
—Hola —saluda ella. El chico ladea la cabeza y sonríe.
—Ah, Annabeth. Veo que leíste mi carta —dice él con en voz algo baja. La rubia se pone al lado de su camilla.
—Eso hice. Percy me la dio ayer.
—Tardaste en venir.
—Vine ayer pero estabas dormido —explica Annabeth. Él vuelve a sonreír, aunque luego hace una mueca de dolor—. Parece que el accidente fue peor de lo que me contaste.
—No quería preocuparte.
—Ni siquiera me dijiste que Percy también estuvo ahí.
—No le veo lo malo. A ti no te agrada.
—Pero aún así me llevó la carta.
—No fue fácil convencerlo —Zack mira a dónde está su amigo—. Al menos él no se llevó la peor parte.
—¿Que pasó exactamente? —pregunta ella.
—Iba manejando y un carro nos dio un golpe por el lado que iba Leo. Fin.
—¿Y la persona que los atropelló salió ilesa?
—No tengo idea.
Annabeth se queda en silencio y se queda observando el rostro magullado del chico. Quiere seguirle preguntando acerca del accidente pero nota que hace un enorme esfuerzo por hablar, se nota que hasta respirar le duele. Le sonríe al muchacho.
—¿De verdad me amas?
—Sí, no miento con esas cosas —asegura Zack.
Annabeth sonríe aún más. No entiende el motivo, pero que él lo diga en voz alta la hace sentirse muy feliz.
—Hay algo que quiero saber —dice el chico.
—¿Qué cosa?
—No termino de comprender porque estás enojada con Percy. Pensé que lo querías.
Ella se queda en silencio, meditando sus palabras. Es algo que ella misma tampoco comprende. Al principio estaba furiosa con él por haberle mentido sobre Zack, pero al final ella estaba equivocada y Percy no mintió: Zack es real y no un invento de Percy. Su vista se posa en el pelinegro de la camilla de en medio. Sí, aún siente algo por Perseus. Vuelve a mirar a Zack y suspira. Todavía quiere a Percy, pero también está empezando a querer a Zacharias.
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