Capítulo 9: Cuerda Floja

Harry estaba acostumbrada a ver la clase de educación física como poco menos que un anexo del descanso; una hora para poder olvidarse un tanto de las presiones que conlleva la vida estudiantil y mimarse un poco más: hacerse las uñas, quizá pensar en una letra o tonada indicada para una canción, pero si algo no deseaba encontrar en esa materia era precisamente, esfuerzo físico.

Eso cambia una vez que entras a preparatoria: de hecho esperan que sigan las lecciones y que pongas atención (que aprendas algo es un asunto aparte).

—¡Muy bien señoritas, deseo verlas a todas en formación! —exclamó la profesora a sus alumnas, ya listas, vestidas y en la duela del gimnasio para la clase del día —. ¡Vamos a explorar el deporte y... ! ¿Milovic? ¿Señorita Milovic, no es así? —preguntó al ver la mano de su alumna alzada—. ¿Qué pasa ahora con usted?

—Es que me tiene con duda: cuándo dijo "señoritas", ¿lo dijo porque todas lo somos o porque está acostumbrada a gritar eso como típico sargento duro de película de guerra? Porque pierde su impacto dado que aquí todas somos mujeres.

—¡Sí, pierde su impacto! ¡Pero en lo que se me ocurre algo más, "señoritas" tendrá que seguir! ¿¡Entendido!?

La hilera de chicas se quedó en completo silencio, exceptuando por Harry, quién tenía una duda todavía.

—¿Sí? —reiteró la profesora al ver su alumna levantar su mano de nueva cuenta.

—¿Sabe Troncha Toro que tiene una gemela aquí en Canadá?

—¡Basta o la envío a la dirección!

—¿Enviarme? Es mi segunda casa —Harry murmuró—. Y no tiene tantas cucarachas como en mi cuarto.

—¿Algo que desee compartir señorita Milovic?

Harry le hubiera dejado saber un poco más de su parecer, pero sintió el agarre de Jo en su muñeca; ella lucía consternada por su bienestar, sino es que por su actitud.

—¿Decía? —la profesora instigó.

—Nada —Harry replicó, sin saber si de hecho fue escuchada o no.

—¡Muy bien! ¡Empiecen con el calentamiento! ¡Vamos a usar la cuerda! ¡Vamos, vamos, vamos! —exclamó la maestra.

Hizo sonar su silbato y en breve las estudiantes empezaron con unos ejercicios para alistarse para la prueba del día.

—¿Entonces... te preocupa que me castiguen o es sólo que la que quiere castigarme eres tú? —Harry le preguntó a Jo.

No obstante, la cara de la rubia no parecía estar lista para tratar con bromas. O incluso, con ella en absoluto.

—¿Entusiasmada por la cuerda? Porque con esa carita tuya parece que me quieres llevar a la horca.

Josephine la ignoró un tanto más; le dio la espalda en lo que seguía con sus ejercicios de calistenia. Harry no tenía idea que se le había metido, o más bien, claro que tenía una idea de cuál era el problema, pero deseaba con toda el alma no tener que hablar al respecto.

—Te queda bien el look de atleta, por cierto —Harry le comentó con un rojo pintado en sus mejillas—. No sé cómo hay chicas que inclusive cuando no lo intentan, lucen tan femeninas y con tanta gracia hagan lo que hagan y se pongan lo que se pongan: hacen a una sentirse ya no digo fea, sino que ni somos de la misma especie. 

Sus oídos lograron detectar un breve gimoteo; era una reacción, en general. Eso le bastaba por el momento.

—¿No era sólo un rumor? —Harry preguntó, dejando de andar por las ramas y buscando embestir el asunto en cuestión.

—No es que tengas la culpa —Jo contestó, poco a poco colocándose frente a su amiga —. Pero igual me tiene alterada.

—¿Por qué? ¡Si tampoco es como si tu hubieras sido la responsable de lo que pasó!

—No lo soy —la rubia confirmó y resopló—, pero presumo que eso es algo que marca una diferencia entre tú y yo.

Harry sintió una pedrada con ese comentario; en su vida, había escuchado peores insultos, pero por algún motivo, oír tales palabras y en tal tono le cayó como yunque en la cabeza.

—¿Cómo iba a saber lo que ocurriría? ¡No es como si hubiera querido...!

—¡Hoult! —la profesora gritó—. ¿Lista?

—Oh, s-sí señorita Mulson —dijo Jo, de rodillas temblorosas y rostro inclinado.

Josephine se dirigió a la cuerda y comenzó su intento. Harry siguió estirando sus brazos y hombros buscando el siguiente oído comprensivo que medio le justificara su sentir y acciones.

—¡Dalia! ¡Amiga! —sorprendió a la pequeña morena, en el suelo, estirando sus pantorrillas.

—¡Oh! ¡H-Harry! ¿Q-qué se te ofrece?

—No —contestó, yaciendo en el suelo frente a la chica de lentes, con su cabeza apoyada sobre su mano derecha—, la verdadera pregunta es, ¿qué puedo ofrecerte?

—¿¡D-de qué hablas!? —Dalia exclamó como una olla humeante a punto de estallar.

—¡Ay, no seas tan virga, que es una broma!

Pero claro; Dalia era el tipo de chica que no estaba acostumbrada a bromas afables entre amigos. O a amigos.

—¿Este lugar está ocupado? —Harry preguntó, posándose a lado de la morena.

—¿El... suelo?

—¡Bueno! ¡Una debe de respetar espacios personales! ¡Si lo hubiera hecho mi tío, ahora no estaría teniendo que usar un brazalete con rastreador en el tobillo hasta que comience su juicio!

—P-pues... está b-bien... puedes sentarte. Creo.

—Sí, gracias —Harry asintió—. Y... ¿supongo que no eres buena para los deportes, no?

—No es lo mío en realidad. Mi familia lo ve como algo trivial: los estudios son lo más importante.

—Puede ser, ¿pero no es todo trivial exceptuando dormir, comer, cagar y coger?

—N-no lo sé realmente; creo que esa es una perspectiva nueva: el poner funciones fisiológicas en esa categoría me haría pensar que no pero...

—Espero no haberte causado muchos problemas con el baile, por cierto —Harry interrumpió antes de que entrara en más detalles sobre las implicaciones de dormir, comer, cagar y coger.

—¿L-lo del b-baile? —Dalia inclinó su rostro por un instante—. No te preocupes... e-eso... fue algo sin importancia.

No fue algo sin importancia.

Puede que para buscar una salida rápida de un problema o evitar muchas preguntas iniciales, el estilo desenfadado de Harry de hacer las cosas le era útil. Pero tal habilidad no parecía ser de todo transferible, y Dalia lo descubrió aquella noche tras regresar del evento.

Desde el primer momento, sintió la mala espina; el auto de su padre se encontraba aparcado frente a su hogar, y las luces de la casa estaban encendidas. Tampoco es como si fuera tan tarde, y una escuela no se arriesgaría a hacer montar un baile a horas de la madrugada —no oficialmente por lo menos—.

Pero cuando se espera de ti total obediencia, la más precaria de las rebeliones se sentía como un levantamiento total.

Con tacones en mano, dio la pequeña carrera hacía la puerta de su casa; desde el exterior escuchó las voces de sus padres. Logró distinguir un poco de lo que se hablaba. Aunque no lo hablaba o entendía con fluidez como una nativa, supo de inmediato que la discusión se llevaba a cabo en Tagalog, la lengua materna de ambos.

Aquello no era una buena señal.

—¡Es una quinceañera como cualquier otra! —su madre exclamó.

—¡Dime y sé sincera conmigo! —su padre le estaba respondiendo —. ¿Te dio buena impresión esa otra chica? ¿Acaso lo hizo?

—Pues...

—¿¡Lo hizo!?

Aunque no le agradaba la idea, Dalia no podía permitir que se gritaran entre sí por su causa: si tenían reprensiones o ira lista para ser expresada, tendría que ser dirigida para su persona.

—Mamá, papá, y-ya regresé —la hija dijo tras abrir la puerta frontal.

—¿Dalia? ¿Hija?

—H-hola papá.

Él no podía creer lo que estaba viendo; repasó una vez más la humanidad de su hija, de pies a cabeza sólo para estar seguro de lo que su mirada daba testimonio.Se levantó de su sofá y se paró frente a frente a su hija.

—¿Una cita? —el padre sugirió.

 —¿Crees que sea cierto? —Harry preguntó, interrumpiendo la remembranza de Dalia.

—¿Oh?..¿Qué?

—¿No lo escuchaste? ¿Lo de...?

—¡Ah, claro está! ¡Sí! ¡Claro que lo oí! ¡No tardé en enterarme de hecho! ¿Q-qué cosas, verdad?

—...no tienes idea de que hablo verdad.

—N-no... no en realidad, ¡p-pero es que estaba ocupada!

—Apuñalarte el sapo con dramas coreanos no es estar ocupada.

—¡E-eso es mentira! —Dalia imploró a dos pasos de la desesperación—. ¡No estaba viendo dramas coreanos!

—¡Aquino! —la profesora gritó.

—¿S-sí maestra?

—¡Tu turno! ¡Dale cuatro ojos!

De inmediato Dalia se levantó y corrió en dirección a la cuerda, al tiempo que Jo se acercó a lado de Harry; su respiración era agitada y su rostro brillaba por el sudor, pero sonreía orgullosa por su pequeña gran hazaña atlética.

—¿Qué te pareció? —la rubia preguntó.

—¿Qué me pareció qué?

—Ni siquiera me viste, ¿verdad?

—¡Claro que sí! ¡Le diste muy bien a la pelota, campeona!

—Estaba escalando la cuerda.

—¡Y con mucha gracia! ¡Tanta fuerza! —Harry exclamó gesticulando lo que creía era digno de proezas atléticas—. ¡Tanta clase! ¡Tanta...!

—Cállate Harry.

—Vale, me callo.

Jo recostó su cabeza sobre la duela y cerró los ojos; de a poco, el ritmo de su aliento fue volviendo a la normalidad. Mas normalidad algo que Harry sentía iba a obtener de ella, y aunque tratara de no pensar al respecto, sabía el motivo de su actitud.

—No... no soy yo la culpable, ¿entiendes eso, querida?

—Lo entiendo bien —Jo replicó, aún de ojos cerrados.

—¿Entonces por qué actúas como si lo fuera?

Josephine resopló.

—No quiero ser muy severa tampoco, y perdón de verdad si te doy esa impresión.

—¿Pero...? —Harry la invitó a expandir su comentario.

Los ojos de Jo se sobre-abrieron. 

—Pero... ¿no sientes un poco de pena? ¿Por él?

—No soy de piedra Jo, aunque sé que a veces piensas que sí —Harry replicó, pasando sus dedos por entre un costado de su cabellera—. ¿Pero qué se puede hacer con la verdad? Lo que ocurrió es lo que ocurrió y punto: no es mi culpa, no es culpa de él, es culpa de su familia, ¿por qué soy yo la que debe actuar como si hubiera hecho algo malo? ¿Era preferible el vivir una mentira? Tarde o temprano iba a ser descubierto.

—Quizá; aún así, me sigue dando lastima.

—Pues supongo que debes de ser una mejor persona que yo.

—No dije eso.

—Pero sé bien que lo piensas, ¿o no?

—No Harry, claro que...

—¿¡O no!?

La garganta de Harry expresó su punto lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de todas las chicas de la clase, y la profesora también.

—Por favor señorita Milovic —la maestra le comentó—, que sus compañeras necesitan concentración, ¿entendido?

De nueva cuenta, deseo responder con todo el veneno de su lengua, pero igual, un vistazo al rostro de Jo bastó para hacer evaporar los deseos de desquite.

—Sí maestra —le contestó en voz baja.

La profesora silbó una vez más, y colocó una vez más su foco en Dalia en la cuerda. Entre tanto, Harry recostó su cabeza también sobre la superficie de madera, y suspiró.

—Dicen que te envío un mensaje —murmuró.

—¿Y quién dice eso?

—¿Acaso importa Jo? ¿Es verdad?

—Pues... creo que no sabía a quién más recurrir.

—¿Jeremy no tenía a nadie más? ¿El rey de Hopewell? ¿Dónde están sus amigos ahora? ¿No deberían guardarle las espaldas?

—Y creo que lo harán. Pero dale un descanso al pobre: fue honesto sobre quién era con aquellos que en teoría deberían comprender mejor, ser el refugio en un mundo loco, y en su lugar, fueron ellos los que enloquecieron.

El lunes, Jeremy no había regresado a la escuela; nadie supo de una enfermedad o un compromiso personal, aunque ese último punto estaba más en lo correcto que en un error, si bien no como se esperaría de alguien con la familia perfecta.

Lo único perfecto después de todo, fue el perfecto desastre que se desató.

—No debe ser fácil ser gay —Harry rezongó—. Francamente, sigo sorprendida.

—¿De qué? ¿Que sigue la homofobia?

—Supongo que no estamos todavía tan avanzados para haber curado eso como el sarampión.

—Y hay idiotas que no creen en las vacunas contra el sarampión Harry, así que el camino todavía será largo.

—Eso creo —declaró con una voz que se fue apagando y un rostro cabizbajo. 

—¿Eso crees? ¿Hasta ahí se extiende tu simpatía?

—¡Oye, yo no salí con el tipo! ¡Esa fuiste tú! ¡Si lo disfrutaste, bien! ¡Pero no puede ser que yo esté quedando como la puta mala del cuento!

Josephine suspiró.

—Sigue siendo algo indignante —soltó en un fraseo tan delicado como frustrado. 

—Hay gente idiota y prejuiciosa en el mundo: paren las putas prensas.

—Lo sé, pero... ¿cómo sería si tu fueras lesbiana?

—Vagitariana.

—¡Hablo en serio Harry! ¿Has pensando cómo lidiarías con eso? ¿Qué diría tu familia?

—¿Mi familia, eh? —lo meditó por unos cuantos segundos, echando un vistazo hacía arriba—. Pues no sé si mi tía siquiera entienda eso: apenas habla el idioma. La única frase que ha aprendido a decir bien es "una confesión sacada con violencia no es válida en la corte".

—¿Tu primo?

—A él le importaría un carajo; capaz que el cochino me invita a un club cuando cumpla 18.

—¿A ver o a bailar?

—Depende de si me gradúo.

—¿Todo es una broma para ti, Harry?

—¿Y todo es serio para ti, Jo querida? ¿Crees que no pienso que yo me involucré de más? ¿Y que esto es algo que no me corresponde? Pero o podemos hacer algo, o no. Y no puedo hacer nada en absoluto; esto es entre Jeremy y su familia.

Jo no quiso responder, ni podía hacerlo; Harry tenía razón en cada punto, y sin embargo, su desfachatez seguía estando mal ante sus ojos.

—¿Qué diría tu familia si tú fueras lesbiana, por cierto?

—¿Eh, yo? —replicó Jo, casi tropezando ante la sugerencia.

—O trans, bi, lo que sea que no sea "normal". ¿Te correrían? Por ti si puedo hacer un lugar en mi jodida covacha. ¿Pero Jeremy? Él tiene amigos: ellos deben de atenderlo y ver por él. Yo sólo adelanté algo que por su propio bien iba a tener que ocurrir eventualmente, y además...

—¡Milovic! —la profesora gritó—. ¡Ya no puedo más con tus murmureos! ¡Dale! ¡Rápido, rápido, pero ya!

Harry se levantó y se dirigió hacía la base de la cuerda.

—¿Recuerdas las lecciones verdad? —la profesora inquirió.

—No.

—¡Pues es tarde! ¡Sube!

Harry dio un salto y tomó aquella dura fibra por las manos, pero aunque al final terminaría con seguridad con ampollas en todo rincón que tocó, su mente estaba en una escalada diferente.

—¿Y qué se puede hacer de todas formas? —pensó, sin fijarse realmente cuán alto se estaba elevando—. ¿Qué puede hacer cualquiera más que hablar con la verdad? Maldita Jo. ¿Cree que no me siento culpable realmente? Pero todo lo que cualquiera hace tiene consecuencias...

—¡Más fuerza niña! —exclamó la maestra.

Harry sintió su respiración acelerarse.

—¡No puedo... pensar... en cada pequeña cosa... que hago! ¡Y en cada... puta cosa... que alteró!

Trepaba más y más, y de pronto se percató que la cita estaba a centímetros; era cuestión de un esfuerzo más, de un poco más de energía, de un poco más de voluntad. Incluso, un pequeño salto podía hacerla llegar ahí más pronto.

—Allá voy...

Lo intentó, pero sus dedos estaban tan cansados que no pudo sujetarse bien, y calló hasta la lona.

—¡Harriet! —Jo exclamó de inmediato tras escuchar y ver aquel costalazo.

La caída la obligó a ser llevada en hombros a la enfermería; no resultó nada serio, pero el tobillo le dolía tanto que no podía tolerar el usar calzado, ya ni hablar de caminar, al menos por ese día. La rubia tuvo que cargar con ella hasta que llegara un familiar: al menos le otorgaron la salida temprano, un beneficio digno de un golpe tan estruendoso.

—¿Ese es tu primo? —Jo comentó, sosteniendo a Harry a las afueras de Hopewell High, ambas viendo a un muchacho en sus veinte salir de un humilde vehículo.

—Se llama Jake.

 —Es lindo.

—¡Cállate! —Harry reaccionó con las mejillas coloradas—. ¡No lo es! ¡Es una rata de alcantarilla!

—Si así fueran las ratas de alcantarilla, me pasaría más tiempo en el desagüe.

Aquel muchacho alto, de cejas gruesas y ojos verdes se acercó a ambas señoritas, listo para explayar su encanto en su máxima potencia.

—¿Qué hay perra? ¿Te rompiste el culo, no? —comentó.

—¡Sólo me lastime un tobillo pendejo! ¡Anda, ayúdame que me duele tanto como tener que oírte!

—Ya sabes que sólo bromeo; anda, vamos a casa.

Jake cargo a Harry; le ayudó a sentarse en el asiento del copiloto de su auto, y en breve le dieron rodada a su camino de vuelta al hogar.

Conforme se alejaba, Jo echó un vistazo a su teléfono; esperaba encontrar una actualización respecto a la gran noticia del día, pero por más que refrescaba, veía y re-veía sus grupos, más no aparecía nueva información; sólo el mismo reporte inicial.


N/A: Gracias a todos, todas, todes, todxs, todus, todis o como deseen que se les diga por leer; de todo corazón, aprecio la atención que ponen a este libro. Abierto siempre estoy para comentarios, y sus votos son oro o al menos se sienten como tal para mí.

Pregunta de la semana: ¿Disfrutan/disfrutaban la clase de educación física? ¿O es un infierno en la tierra como a moi

Shalom camaradas.

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