Capítulo 6: Pretty Little Liar
Jeremy se quedó despierto hasta altas horas de la noche, inclusive bien entrada la madrugada; las advertencias de Harry, combinado con los comentarios de sus padres hicieron tanto eco en las paredes de su cabeza que el dormir se volvió una tarea inasequible.
Había revisado un par de los perfiles de aquella chica, Josephine; se había preocupado tanto por las apariencias que descuidó el de hecho poner atención a su cita. Un encuentro inocente que no debería significar nada.
O eso le gustaba pensar.
—No duele a los ojos —Fareed replicó un mensaje viejo que Jeremy casi había olvidado que le envió.
—¿Perdón? —el joven Liebmann escribió entre nerviosismo.
—Oh, la novata esa; ¿Jocelyn?
—Josephine de hecho —Jeremy corrigió.
—Oh, ¡no está nada mal viejo! ¿Qué? ¿Una de primer año? ¿Fue por el factor inocencia, no?
¿El hecho que le era fácil acallar un poco los rumores? ¿Que podía manejar una cita con una joven que no tiene todavía raíces hondas en Hopewell? Ambas eran buenas razones (buenas, me refiero, en un sentido de conveniencia, y no uno de ética claro está).
No obstante, Jeremy iba a seguir apostando por su coartada preferida.
—Tuvo valor, y el decir "sí" a las cosas me ha llevado a buenos lugares.
—Pues, suerte, espero que la pasen bien.
—Gracias, también lo espero yo. ¿Irás con Charlotte? Ella es muy "reina del drama"; espero que no haga algo que...
—Oye, Jeremy, por cierto...
—¿Sí?
—Se sabe "eso".
Unas comillas en un mensaje nunca son buenas noticias: son lo suficientemente claras para dar a entender subtexto, pero lo bastante ambiguas para volver loco de pavor al corazón y los ojos a las que van dirigidos.
—¿Qué cosa? —Jeremy replicó, controlando un ligero temblor en sus dedos —. Son rumores, ignorancia, tonterías: no soy para nada eso... ¡Y no es que "eso" tenga algo de malo, por supuesto! Algunos de mis mejores amigos son "eso", pero "eso" no tiene nada que ver con...
—Viejo, antes que te termines de consumir, te voy a detener ahí —Fareed le exhortó—. Me refiero a lo de la pelea.
—Oh... ¡oh, lo de la pelea! —con un respiró de alivio contestó—. Perdí la paciencia, es todo.
—Tienes suerte que la directora no decidiera ser más dura—Fareed dijo de brazos cruzados—. Ya no son los tiempos del director anterior.
—¿LaFontaine El Demente III? No estaba tan mal...
—¡Viejo, le declaró la guerra a los waffles belgas!
—¡Un canadiense patriota come hot cakes! ¡Y con miel de maple original! ¡No esa cosa que hacen con el jarabe de maíz!
Claro, ese último intercambio fue broma (excepto lo de la guerra: el documento de declaración de guerra contra los waffles es considerado uno de los textos legales más ricos, culturalmente significativos y extrañamente específicos salidos de los pasillos de Hopewell High).
—Trata de no meterte en problemas, ¿vale? —Fareed indicó.
—Vale.
—Bien. Me voy a dormir. ¿Nos vemos en lo de mañana?
—Claro, claro. Buenas noches.
Jeremy colocó su teléfono en su escritorio, y estuviera listo o no, intentó conciliar el sueño una vez más, esperando que tuviera éxito en pasar las fronteras al país de Morfeo.
El viernes llegó a Hopewell High con cierta ligereza y expectativa; mucha en primera instancia por la naturaleza del día en sí: la antecámara al fin de semana, y en otra buena medida por saberse que los estudiantes sobrevivieron la primera semana del calendario escolar. Y aquellos con citas tenían el pendiente del primer evento social de la temporada. Las materias casi no tenían importancia en las mentes de los estudiantes.
Excepto en aquellos sin grandes planes.
—¿Harry? —en la clase de biología, la señorita Milovic escuchó el llamado de Dalia a un costado de su mesa de practica—. ¿Harry, escuchaste lo que te pregunté?
—¡Claro que... no!
—¿Qué es la mitosis, Harry?
—Mitosis es...
—¡El proceso de división celular! —el tercero en su equipo del día, cierto pelirrojo, se apresuró a responder.
—¡Cállate O'Brien!
—Pero está en lo correcto —Dalia indicó.
—Ya, ya —Harry cerró los ojos y contó hasta diez en diez instantes contenidos en un segundo—. Lo último que deseo es otra detención. No otra tan pronto al menos, y ya ni hablar por algo que ni vale la pena.
—Exacto —O'Brien asintió—. Espera, ¿insultarme no vale la pena? ¡Me siento insultado!
—Lo único insultante serán nuestras calificaciones si es que por esto nuestro promedio cae —instó Dalia por un poco de calma y concentración.
Tener a aquella chica en el equipo hizo inútil y sin sentido el buscar la mesa más alejada de la visión del profesor en turno; pero si Harry se iba a meter en problemas de nueva cuenta, siguió pensando que debería de ser por un asunto de mayor importancia.
—Lo siento rojillo —se disculpó con el muchacho, tras toser un par de veces—. Ando bajo un poco de presión últimamente.
—Disculpa aceptada... no me vuelvas a llamar así, por favor.
—Vale, suena raro, ¿no? Así le dice mi primo a su novia, y ni es pelirroja natural, pero los apodos son como los fetiches: todos tenemos uno, y no tienen mucho sentido de todas formas.
O'Brien y Dalia se miraron mutuamente: en un inicio, aquel enunciado impactó más por su escándalo, pero tras razonar sobre tal sugerencia un par de segundos tuvieron que asentir y darse cuenta que una verdad muy compacta y precisa se les fue otorgada.
—¿Puedo hacerles una pregunta, por cierto muchachos? —Harry dijo, inclinando su cabeza hacía el grupo, y en un volumen más discreto.
—¿Qué es la mitosis?
—¡Dios, O'Brien, cierra esa jeta antes que te la clausure a golpes! —Harry deseó decir, pero limito tal amenaza a los confines de su mente—. No... eso quedó muy claro.
—¿No es sobre la materia, verdad?
—No Dalia... no realmente.
—Bueno... no sé si sea el lugar apropiado para responder algo así, pero si deseas compartirlo, quizá podamos hallar su solución.
Harry lo dudaba mucho; confiaba en esa morena para temas de ciencia, y en labores como "no dejar materias en extraordinarios", pero temía que no supiera mucho de cosas del corazón, de relaciones, o por lo menos no mucho más allá de los hiper-idealizados filtros de las telenovelas coreanas podían haberle indicado.
Aunque a veces siendo naufraga, hay que tirar botellas al mar, y ella estaba por arrojar la suya.
—¿Qué harían si conocen un secreto de alguien que... quizá pueda lastimar a una amiga?
—¿Un secreto? —dijo O'Brien.
—¿Una amiga? —dijo Dalia.
Harry confirmó sus sospechas: no estaba en compañía de expertos en el argumento, pero a falta de pan, pasteles; unos pasteles muy sosos.
—Hablo en serio —agregó—. No quisiera dar muchos detalles...
—¿... pero los quieres dar?
—Quizá sí, quizá no.
—Primero lo primero —dijo O'Brien—. ¿Qué tan grande es el secreto?
—¿Es sobre tu amiga?
—¿Por qué supones que es sobre mi amiga, Dal?
—¿Sobre quién más?
—Supongo que es verdad —Harry suspiró—. Es decir: nuestras imágenes están en la portada del libro, ¡y el puto libro está nombrado por nosotras dos!
—¿Que qué libro qué? —el pelirrojo y la chica de lentes tartamudearon.
—Eh, una cosa a la vez: pero sí, es sobre Jo. O más bien...
—¡Oh! ¿La que saldrá con el chico Liebmann? —O'Brien preguntó.
—Hacen una pareja tan asquerosamente adorable que sus hijos no serán humanos: serán una raza de criaturas celestiales que verán al resto de la humanidad como nosotros vemos a las cucarachas —Dalia aseveró.
—Eso de hecho lo siento posible —Harry bufó—, pero no hay en esta tierra tantos ángeles como hay cucarachas.
—¿Es por los baños del edificio B?
—Escuché que se multiplican con el agua —O'Brien murmuró.
—Miren, por favor, nene, nena, quiero algo de concentración —pidió Harry—. Que es... algo complicado; técnicamente no es un detalle sobre ella, sino...
Pero Harry hizo una promesa; no la cumplió por obligación moral a Jeremy, sino por justo eso hacía Jo: el comenzar rumores absurdos (aunque en este caso fueran ciertos) podría humillarla. Y aunque eso cimentaría su visión de la preparatoria como la correcta y le haría ganar la apuesta, no deseaba ganar de ese modo.
Para el caso, estaría más que bien servida y perdiera con tal de que su amiga se ahorrara una decepción.
—¿Alguno de ustedes irá al Sadie Hawkins? —inquirió Harry.
—No, yo tengo un compromiso para esa noche —el pelirrojo contestó.
—Jalarse el ganso viendo monas chinas encueradas no es un compromiso.
—¿¡Cómo lo supo!? —O'Brien pensó, disimulando lo mejor que podía una negativa en su rostro.
—T-tampoco iré yo —Dalia murmuró—. S-sólo para d-dejar claro.
Harry asintió fingiendo como político en campaña la sorpresa que una chica como ella no tenía una cita para el primer baile del año.
—¿No me digas que quieres ir?
—¿Ir, yo? ¿Estás loco O'Brien? —Harry refunfuñó—. Eso de los bailes y eventos son perdidas de tiempo; son estupideces, son... son... una buena forma de estar... de estar cerca de Jo y echarle un ojo.
—¿Qué fue todo eso último?
Harry sintió que se le prendió el foco, y la carga tenía mucha energía.
—¿Saben? Quizá no sea tan tonto —dijo cambiando su tono—. Las fotos, el vestido, la música; sólo seré adolescente una vez, puede ser divertido... pero tampoco soy tan loser para ir sola, así que voy a necesitar la compañía de alguien.
—¿E-en serio? —O'Brien se sonrojó.
—Eso ayudaría a de hecho esconder mejor mis intenciones... pero no conozco tantas personas todavía aquí: debo de elegir a alguien, una pareja, para depositar bien mi confianza.
—¿De verdad?
—De verdad viejo... de verdad...
—C-comprendo —el muchacho contestó con un nudo en la garganta.
—Así que... ¿piensas lo mismo que yo, O'Brien amigo?
—C-creo q-que s-sí...
—¡Dalia! —Harry tomó las manos de la morena—. ¿Me harías el honor de ser mi pareja para el Sadie Hawkins?
—¿Que soy qué? —la morena casi perdió el balance de la sorpresa.
—Sólo necesito que me ayudes en esto; guardar las apariencias, es todo.
—Eh, p-pero yo no soy de esas.
—Tampoco yo: es sólo por la noche. Además, ¿qué? ¿No te gustaría ir una vez a una de estas idioteces?
—A mí me gustaría ir a una de estas idioteces —el muchacho intervino.
—Cállate O'Brien, no recuerdo haberte dado permiso para hablar. ¿Entonces, qué dices Dal? ¿Serás mi cita postiza?
—T-tengo que preguntarle a mis papás sobre eso —contestó acomodando sus gafas.
—Yo me encargo de eso...
Y lo hizo.
—¿Sí, buenas tardes? —la madre de Dalia, Rosa, abrió la puerta tras un timbrazo en su hogar.
—Señora Aquino —Harry dijo con la pequeña morena de la mano—, vengo a informarle que saldré con su adorable hija esta noche para el baile Sadie Hawkins, ¿entendido?
—Yo...
—¡Entendido! ¡No la traeré muy tarde! —exclamó para despedirse y alejarse de la puerta.
—Mi madre no habla con fluidez el idioma —Dalia aclaró—. Sólo entiende a plenitud el tagalo.
—Mejor aún: que no sepa.
—¡No tengo qué ponerme! ¡Sólo mi vestido de XV años!
—¿Esas cosas rosadas y cursis? —Harry resopló al tiempo que seguía arrastrando a Dalia—. ¡No dejaré a ninguna amiga mía exponerse a tal ridículo!
—Muy tarde.
—¡Como sea! ¡Ven conmigo! ¡A la Harry-Cueva!
—¿Qué cosa?
https://youtu.be/siT-rktjdkM
Y la guarida de Harry en realidad era una bodega que rentaba en la avenida hacía el distrito industrial, a unas cuantas cuadras del barrio de Hopewell.
—¿Es legal lo que tienes ahí? —Dalia preguntó, temerosa, sintiendo que cometía un delito con sólo el hecho de estar parada ahí.
—Pues depende del país y de la provincia —Harry respondió mientras sentía en su juego de llaves la correcta—, pero no te preocupes: no te meterás en problemas esta noche.
—¿Segura?
—¡Claro que sí! —exclamó tras insertar la llave de su candado—. Ahora... ¿puedes correr la puerta? La policía de Toronto tiene mis huellas en su archivo.
Dalia no deseaba poner a prueba tal aseveración, así que acató el pedido sin mayor reclamo.
Lo que se abrió frente a ellas, era un lugar más espacioso del que indicaba el exterior del negocio; una especie de cueva de las maravillas urbana, con menos lámparas maravillosas y más joyería de dudosa procedencia y legitimidad. Algunos instrumentos musicales, unos un tanto vintage, y otros más bien de apariencia reciente, cual si fueran nuevos. Maleteros y maleteros con artilugios de menor tamaño, y hasta lo que parecía ser un biombo con motivos asiáticos.
—Bien, desvistete —Harry ordenó.
—¿¡QUÉ!? —Dalia exclamó, dando un pequeño salto ante la sorpresa, temiendo que quizá confió demasiado en alguien que conocía desde hace menos de una semana.
—No, tranquila —Harry rió, esperando que su gesto disipara la ansiedad de su acompañante —. No te haría a ti lo que ese tío ebrio me hizo hace tres Navidades—. Quiero decir, ¿no te gustaría al menos interpretar bien tu papel?
—¿Q-qué signifca esto? P-porque empiezo a pensar que el aclarar el contexto es algo por lo que debo de preguntar más contigo.
Harry se posó detrás del biombo.
—Ponte algo —emergió sujetando un vestido.
—¿Eh? ¿Y-yo?
—Esto no le hubiera quedado a O'Brien; no es un buen tono para cabellos pelirrojos.
—¿Esto es... como una de esas escenas de makeover de las películas? —preguntó Dalia a grados casi inaudibles mientras sostenía el atuendo.
—¿Cómo dices?
—Q-quiero decir —alzó su voz un poco más—. Como en esos filmes y programas en las que a la chica nerd la transforman.
—Oh, sí, sí, conozco la rutina —Harry replicó chasqueando sus dedos—. Nueva ropa, tacones altos, le quitas los lentes, le sueltas el cabello: todo eso, ¿verdad?
—Sí.
—Nope.
—Oh... c-claro... ¿p-pero sería tan malo?
—Amiga: sólo pongo lo del vestido; no tengo idea de cómo hacer el resto.
—De acuerdo... a-aunque... apuesto a que debe sentirse bien.
Harry miró al techo de ladrillo mal revocado por un instante, tomando aire y poniendo orden a sus ideas; a ella realmente no le importaba mucho, pero no bastaba mucho más que un vistazo para darse cuenta que Dalia era el tipo de chicas por las que las otras personas no tenían muchos detalles, o incluso pequeñas dosis de consideración. Hopewell era una escuela pública, cada quién podía vestir lo que se le cantaba el orto, y sin embargo la morena acudía casi todos los días con el cabello recogió en una cola de caballo práctica y sencilla y un atuendo de suéter y falda que emulaba un uniforme escolar. Eso debía significar algo, y por más valemadrista que fuese la mayor parte del tiempo, entendía que la más mínima cortesía la apreciaría a un nivel que no pensaba podría ser posible.
—Bien —comentó—. Hagamos esta maldita tontería.
Dalia sonrió. Por una vez, pensó, se sentiría como una de esas chicas de películas.
N/A: So, ¿disfrutaron del episodio? ¿Sí, no? ¿Quizá? ¿Necesitan algo para convencerse? No sé qué: no puedo sobornarlos, pero al menos gracias por leer el capítulo.
La pregunta de la semana... ¿Hot cakes o waffles? Sólo hay una respuesta correcta.
Ah, y por cierto:
NOSOTROS EL PUEBLO DE LA COMUNIDAD LIBRE Y AUTÓNOMA DE HOPEWELL:
CONSIDERAMOS ESTAS VERDADES COMO EVIDENTES. QUE LOS HOT CAKES SON UNA PARTE INTEGRA DE LA IDENTIDAD DEL GRAN Y VALIENTE NORTE. QUE TODO CIUDADANO, SIN IMPORTAR SU RAZA, GÉNERO, EDAD, CREDO O IDEOLOGÍA POLÍTICA DEBE DE TOMAR PARTIDO EN ESTE CONFLICTO BÉLICO EN PRO DE AQUELLA QUE ES UN ICONO DE SU NACIÓN. Y SIEMPRE QUE LO HAGA, SU NACIÓN TOMARÁ PARTIDO EN PRO DE ELLOS.
LO QUE EL HOMBRE ES, EL HOT CAKE ALGUNA VEZ FUE; LO QUE EL HOT CAKE ES, EL HOMBRE PODRÍA SER.
Y QUE SU DULCE Y ESPESO LEGADO JAMÁS DESAPAREZCA DE LA FAZ DE LA TIERRA, Y QUE A PERPETUIDAD TODAS LAS LENGUAS PRONUNCIEN A UNA SOLA VOZ LA SUPREMACÍA DEL DESAYUNO SUPERIOR.
JEAN PHILLIPE LAFONTAINE
DIRECTOR DE HOPEWELL HIGH, 2005-2016
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