Capítulo 24: La Chica de Stepford

Durante todo el receso de invierno, Jo no escuchó palabra alguna, ni recibió ni el más corto de los mensajes de parte de Harry. Era más probable recibir señales de vida de Kolob, incluso se llegó a sentir de parte de unas amistades y no tan amistades respecto a la desaparecida muchacha.

Y no es como si no deseara distraerse al respecto; era un asunto doloroso, sí: el ridículo que le hizo pasar en la fiesta de Navidad se seguía sintiendo tan fresco como el rocío de la mañana.

Sin embargo, tenía la esperanza que el tejido de su amistad pudiera volverse a unir. No era un sueño imposible, todavía no quizás.

Pero incluso si lo fuera, para esos momentos llenos de dolor, Jo agradecía a la providencia y al Señor tener bajo el mismo techo a un alma caritativa, serena y razonable, como sólo Abigail lo podía ser.

Compartían la habitación desde la noticia de la mudanza a Toronto, algo sobre lo cual, la rubia no tenía problema alguno; disfrutaba tanto la compañía de su amiga todas las noches, que podía decirse que era una fiesta de pijamas perpetua que comenzaba en marcha tan pronto como llegara la oscuridad de la noche. Y a diferencia de otras personas, con Gail sí compartía muchos intereses y gustos en comunes.

Lo cual siempre se agradecía, pero Jo no pedía de todo un clon, o un coro que hiciera eco a cada una de sus opiniones. No deseaba que nadie lo fuera para ella, ni Harry ni Abigail.

Pero lo que hizo la diferencia fue el estar dispuesta, abierta, y no tener cara de ojete cuando tratas de disfrutar lo que no puedes evitar disfrutar, sea la música coreana o las películas del Disney Channel. Para Jo, eso acabó por poner la balanza de una vieja amistad por encima de la nueva, porque esos pequeños detalles importan: qué nos gusta oír, qué nos gusta ver, y en qué podemos proyectar nuestros sueños y anhelos.

—¿Lista para tu primer día en Hopewell High, Gail? —la rubia preguntó, ya alistada ella en vestimenta y peinado, justo detrás del cuerpo de su nueva compañera de clases, en lo que ella afinaba los últimos detalles de su apariencia frente a un espejo de cuerpo entero.

—Sí, pero hay un par de cosas que quiero preguntar antes de proseguir.

—Oh, deja te ayudo con eso.

—¿Las preguntas?

—No, el nudo —Jo aclaró tomando un par de listones sobre la blusa de Abigail, atandalos y asegurándolos, dándoles la forma y el amarre correcta —. Pero lo de las preguntas: puedo hacer mi lucha.

—Bien, entonces... oí que la escuela es un poco loca.

—Los rumores son sólo la forma de las personas sin importancia de sentirse importantes a expensas de gente que en verdad lo es.

—Pues eso lo entiendo, pero con las historias esas de los ojos.

—¡Oh, Gail! ¡Eso es una mera leyenda! ¡Ningún alumno a muerto a expensas de un oso este año!

—¿Este año? ¿Y qué hay de lo de...?

—Vale, eso SÍ tiene que ser una completa mentira —Jo mencionó al ocuparse con los detalles más finos del listón—. No es posible que alguien haya pintado un mural con el director anterior en actitud romántica con un tritón.

—Sería épico si alguien se hubiera atrevido a ello.

—Supongo.

Jo terminó su labor; colocó sus manos sobre los hombros de Abigail, y en el reflejo, se proyectaban las sonrisas de ambas amigas: vestidas un tanto a la antigua, conservadoramente, pero proyectando una femineidad segura de sus gustos y sus raíces, aunque con sus diferencias. Mientras la rubia gustaba de tonos lilas y rosas, la trigueña se decantaba por colores turquesas.

En todo caso, la hora de la función estaba por llegar.

—Te irá bien en Hopewell —Jo comentó—. Siempre y cuando te juntes con las personas correctas.

—¿Cómo tú?

Jo sonrió y abrazó por un costado a Abigail

—A mí ya me tienes, y gracias a ti sé quiénes son las personas en las que realmente puedo confiar.

Y al mencionar algo alrededor del asunto, Abigail tuvo la tentación preguntar un tema no muy discreto.

—Tu amiga, Harry...

—Ella... mira... no importa —Jo respondió, jadeante, afectada al remembrar en esos segundos la nula comunicación que tuvieron desde la fiesta de Navidad.

—¿Estás bien?

Jo se encogió de hombros, y la sonrisa recobró su lugar en los labios de la jovencita.

—Vamos a sacudirnos lo negativo, ¡qué empiece lo positivo! —la rubia exclamó con las moléculas de alegría a medio camino entre lo autentico y lo fingido que pudo recolectar. 

Y marcharon hacía la escuela: tendrían un largo día por delante, y Jo necesitaba estar lista para auxiliarla en cualquier duda y detalle que deseara saber sobre su nuevo entorno, así como ella misma debía ocuparse en mantener su promedio y estar a la altura de los retos educativos que le exigían las nuevas materias y nuevos profesores.

Y si en eso se ocupara su mente, podríamos cerrar el capítulo y decir que estamos como diría Aladdin, en un mundo ideal.

Pero sin importar cuánto Jo lo conjurara, no estaba en una película de Disney, y sabía que tarde o temprano, con Harry se iba a tener que topar.

Por un lado, deseaba que así fuera: como hermanas en guerra que finalmente se dan la oportunidad para la paz, sentía que debía haber una forma de sanar las heridas y dejar todo en el pasado; olvidar, perdonar, y lo más vital de todo: avanzar.

Pero sabía que Harry no era ese tipo de persona. ¿Tenía bondad? Claro que sí. ¿Pero es la bondad lo mismo que gentileza? No siempre.

Si la iba a encontrar, no era insensato suponer que la recibiría con áspera antipatía en el mejor de los escenarios. ¿Y en el peor? Desesperante apatía. Porque el reclamo y la discusión siempre van a ser mejor sobre los fríos silencios.

—Ahí está un tablero con noticias y mensajes de la escuela y de los clubes de Hopewell High —Josephine explicó a su amiga en lo que recorrían los pasillos del liceo —. También en las bocinas van a reportar cosas importantes, aunque casi siempre se reserva sólo para castigos.

—¡Oh! ¿Buscan animadoras? —Gail declaró tras leer un cartel recién colocado.

—Sí, pero, no te emociones de más, es sólo...

—¡Deberíamos intentarlo! ¡Sería divertido!

Jo se rascó la nuca por un par de segundos y estrujó su rostro.

—¿Divertido? —la rubia cuestionó.

—¿Qué? ¿No crees que lo sería?

—Algo, pero, ¿esa es tu opinión? ¿Qué sería divertido?

—Em... ajá, eso lo que pienso.

—¿No piensas que las animadoras y porristas son sólo un adorno para la vista masculina? ¿Una reliquia que ya no tiene lugar en nuestros tiempos? ¿Que son sólo niñas huecas desfilando en falditas cortas que salen adelante por su apariencia y no por su personalidad o cerebros?

—Oye, amiga, no me malinterpretes: estoy con el feminismo y todo, pero a veces un cigarro es un cigarro, y suena como un deporte divertido de practicar y... em... ¿Jo, Jo, querida? ¿Estás llorando?

—¡No, no estoy llorando! —la rubia gimoteó con la emoción digna de una telenovela brasileña—. ¡Es que...! ¡Se siente raro el pensar que alguien siente entusiasmo! ¡Que me apoya! ¡Que no está lista para atacarme o criticarme!

Abigail estaba abierta a las muestras de emoción y sentimientos públicas, pero sintió que Jo estaba abusando un poco de su disposición cuando comenzó a abrazar y sollozar como si estuviera en un funeral y no sólo sabe que no volverá a ver a su difunto sino que se enteró que quedó fuera del testamento.

Pero, para eso estaban las amigas: para compartir desgracias y vergüenzas.

Eso distrajo a Jo por unos momentos de lo que pensó sería el momento de reconocimiento; el ver a Harry en algún punto, en algún instante del día.

Llegó a la nueva clase de literatura... y no la encontró ahí: encontró la indiferencia de sus compañeros de clases, y los ojos del profesor Kovacs, llenos de ganas de ahorcar a al menos uno de ellos.

Pero a Harry, no.

Pasó a la clase de química, y tampoco la encontraría en su aula.

Después, prosiguió la clase de estudios sociales; pensó que al menos vería una Harry levantando la mano cuando la profesora hiciera mención de sociedades dónde la poligamia es el estándar. Y sí hubo algunas en el aire, pero no una que le perteneciera a su amiga/ ex-amiga.

La última clase antes del receso era la de lenguas extranjeras; ni pío al ver al profesor de francés, un hombre de 28 años al que todas las alumnas le pedían que mostrará en la pizarra como escribir bien una palabra, como excusa para ver unos glúteos que no merecían ser cubiertos por pantalón alguno.

Pero de nuevo: nada de Harry, ni su presencia en el rostro de alguien.

Durante el descanso, la rubia tuvo la curiosidad plantada en su cabeza de preguntar con un tercero sobre el paradero de su amiga de Schrodinger. Vio a Dalia pasar a su lado... pero no; en un último segundo, y por un último pensamiento, se reservó la penosa acción de inquirir por alguien que no inquiría por ella.

Tampoco ayudaba el ver a la morena con una cara llena de preocupaciones por una cabeza también colmada de tribulaciones.

Hizo un esfuerzo más de contactarla con su teléfono, una vez que encontró asiento en las mesas de la cafetería.

Seguía sin responder, o siquiera el ver alguno de sus mensajes. Y hubiera concentrado más su mirada en la pantalla de no ser porque temía que Abigail empezará a anotarlo, así como claro, que como una chica nueva, necesitaba ser instruida sobre qué alimentos eran seguros para ser consumidos.

Se ocupó tanto en ello, que le tomó un poco recordar que no se había lavado las manos.

—¿Me disculpas? —Jo comentó conforme se levantaba de la mesa—. Necesito ir al tocador.

—Vale, te espero, pero sólo para resumir...

—¡Sí Gail! Recuerda: si comes de res, es seguro y lo ves / si es de pescado, acabarás constipado.

No eran las rimas mejor compuestas en la historia de la tradición oral canadiense, pero servían un útil propósito de ayudar a determinar lo seguro de lo que no lo era. Y con ese pensamiento, Jo partió hacía los sanitarios de señoritas.

Perdió un poco la noción del tiempo en lo que sentía el agua tibia y la espuma del jabón, de verdad, cautivada, con la mente prisionera sobre el dónde podía encontrarse Harry. Todavía tenía la segunda mitad del día por delante, y cada clase representaba una nueva oportunidad de hallarla, pero con cada una en la que no lo hacía, perdía la esperanza de reencontrarse con ella, y quizá dejar que los egos se aparten, y ver si su relación podía ser rescatada.

Y claro, incluso entre las multitudes de la cafetería, su rostro se ausentaba. ¿Es acaso que llanamente, dejó la escuela? ¿La volvería a ver? Jo estaba segura que reconocería a cualquier hora y en cualquier lugar su cabello corto con flequillos, sus camisas, sus pantalones, su maquillaje, hasta el aroma de su perfume.

Pero los sentidos de la rubia le daban constantes negativas al respecto.

—¿Me hace espacio por favor? —una gentil y tímida voz preguntó a la rubia, todavía ensimismada ante su gran duda no sólo del día, sino de las últimas semanas.

—Oh, con gusto querida —Jo replicó, en un tono similar de cortesía y miramiento que escuchó de esa joven de cabellera roja y lisa.

La rubia retrocedió unos cuantos pasos, y su mano se posó sobre la superficie de la puerta de salida.

Pero... algo estaba un poco fuera de lugar, y sin embargo, dentro del suyo.

La rubia echó un vistazo de nuevo en dirección a los lavabos y el enorme espejo del tocador, con nadie más en ese cuarto que aquella chica, envuelta en un atuendo muy femenino, no muy diferente en algunos aspectos de los que Jo misma usaba; longitud justo por la región de la rodilla y en colores pastel, con unos zapatos de tacón bajo, y una cabellera alisada y brillante, sin ninguno individual de rebelde sobre su cabeza.

Esa chica era una criatura delicada, fina, de sobrante exquisitez.

Esa chica... era...

—¿Harry? —Jo murmuró en su dirección—. ¿H-Harry... eres tú?

—¡Jo! —esa chica exclamó, elevando su ser por un instante ante la felicidad inmediata de notar su presencia—. ¡Jo, e-es...! Es... es un enorme gusto en verte de nuevo, querida.

La manera en la que se expresaba, tanto en lo verbal como en lo motriz era muy diferente, pero sus ojos no podían mentirle: Jo la encontró, y si es que así se veía, claro que tenía sentido el porque no la encontró antes; hubiera podido pasar el resto del año escolar calificándola de pérdida de no ser porque dio con ella cara a cara. 


N/A: So, volvemos, por ahora. No faltan muchos episodios para el final del libro, la verdad es que estamos ya en el último acto diría yo, proyecto que debería tener unos 30 episodios, pero ya veremos cómo resulta en la práctica.

Perdón por el calendario irregular: sigo en algunas cosillas en las que necesito enfocarme más. Vamos a ver si los experimentos resultan...


Muchas gracias por su apoyo, lecturas, comentarios, estamos a nada de las 5 mil lecturas, vamos a ver si para el siguiente se logra.

Pregunta de la semana: ¿alguna vez han tenido que fingir que algo les gusta o no les gusta por temor a ser criticado por los que conocen?

Shalom camaradas. 

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