Capítulo 20: Shalom, Farewell, Auf Wiedersehen, Salam
El recibir a un amigo y refugiado en su hogar no era un inconveniente mayor para la familia Dirawi. Se sentían orgullosos de ayudar al necesitado, alimentar al hambriento, y darle su espacio a aquellos que se han sentido aprisionados.
Pero conforme pasaban más y más días y semanas, con la nieve de diciembre llegaron dudas y cuestiones sobre qué hacer, no sólo con el invitado, sino con quién es parte del clan.
—Estuvo delicioso, señora Dirawi —la madre de Fareed escuchó aquella cena en la mesa familiar, no en voz de su hijo, sino del chico que se apareció en su andar de la vida.
—¡Oh, muchas gracias Jeremy! —la señora asintió dichosa—, pero ya te he dicho que no es necesario que nos llames tan formal: puedes llamarme Najwa.
—Igual conmigo muchacho —el padre de familia concordó—. Ten algo de confianza: "Señor Dirawi" es para los clientes: aquí soy Amir para los cuates o... como sea que digas los chicos de hoy.
El interés de tratar de relacionarse en algún nivel provocaba una disonancia de emociones en Jeremy: por un lado, se sentía gustoso que en aquel hogar, bajo aquel techo, hubiera un espacio, ya no hablemos del corazón, sino en la consideración de alguien: la más básica decencia la aprendió a atesorar como el bien más codiciado, y ellos se lo proporcionaban a raudales.
Por otro lado, la melancolía se asentaba en su alma al desear que aquella calidez proviniera de aquellos que le dotaron de sangre, nombre y apellido. Su clan, su gente.
En todo caso, el invitado deseaba al menos hacer sentir su aportación en esa casa.
—No se moleste señora Di... quiero decir, Najwa —Jeremy indicó al ver a la mujer recogiendo los platos—. Yo me encargaré de limpiarlos.
—¡Remy, viejo, no me hagas lucir mal! —Fareed exclamó en broma, poniéndose de pie también para ayudar a su amigo en la labor de lidiar con la vajilla sucia.
Ambos adolescentes se dirigieron a la cocina; los padres entonces aprovecharon el tiempo de soledad en la mesa para hablar sobre el elefante que no estaba en ese momento en la habitación.
—Fareed ha mejorado su carácter —Najwa indicó—. Quizá... quizá demasiado.
Amir asintió.
—¿Entonces... también lo has notado? —el señor comentó.
—¿Que no era sólo yo? ¿Es imposible hacer oler bien esos platos tras una cena de cordero con picante?
—¡No, no! ¡No...! Bueno, eso también —Amir volvió a concordar—. Pero me refiero a que ese chico, Jeremy... ¿es algo...?
—¿Alegre?
—Es un modo de llamarlo, sí.
—En lo personal no me molesta, y no veo razón para que sea así. ¿A ti sí, Amir?
—¡Oh, tú sabes que no! —el señor Dirawi exclamó, un poco ofendido ante la suposición de su esposa—. El amor es amor y todo eso... pero... ¿no crees que fuera de eso, se le queda viendo mucho a Fareed?
—¿Entonces no es sólo intuición femenina? ¿No soy la única que lo ve, verdad?
—Puede ser que sea mi imaginación también; puede ser meramente una coincidencia...
Entonces, se escuchó un ruido desde la cocina; uno de los platos azotó el piso, y rodó hacía afuera de aquel espacio sin romperse. Najwa se levantó para ver qué ocurría, y vio que justo a pocos centímetros del suelo, el recipiente fue detenido rápidamente por las manos unidas de Fareed y de Jeremy, que se encontraron justo en el mismo lugar, al mismo tiempo.
La madre dio media vuelta y dejó solos a ambos adolescentes.
—Bien, ¡allá se fueron las esperanzas de un nieto! —Najwa exclamó ocupando su silla nuevamente.
—Vamos Naj, siempre pueden... adoptar un niño ugandés o lo que sea que haga Madonna o Angelina Jolie en estos días.
La madre suspiró; en pocos instantes, sintió culpa de haber soltado esas palabras.
—Querré a Fareed sea como sea —indicó—. O ame a quién ame... pero tienes que reconocer que es una situación delicada.
—¿En qué sentido?
—Imagina que fuera una chica: ¿crees que estaría bien que una jovencita se quede bajo el mismo techo que él?
—Espera, en esta analogía, ¿Jeremy es la chica? ¿O lo es Fareed?
—¡Igual aplica para ambos! ¡A mí me preocuparía! ¿Qué tal si termina embarazada?
—Najwa, creo que ese no será un problema en este caso, y si lo fuera, sería nuestro deber anunciar a la comunidad científica de este hecho.
—Igual, no creo que sea apropiado... no porque el chico ese sea gay.
—Eso no tiene nada de malo.
—¡Exacto! ¡Nada de malo! —Najwa agitó su rostro en concordancia—. ¡Nada en absoluto!
—O porque sea judío.
—¡Para nada! ¡Lo de Israel y Palestina se queda en Israel y Palestina! ¡Este es otro país y lo kosher puede convivir con lo halal en armonía! —la señora Dirawi volvió a levantarse de la mesa—. ¡Y... y voy a abrir una botella de vino!
—Eso no es halal, querida.
—¡Pues tampoco es muy halal apostar y bien que sé por qué lloras cuando pierden los Raptors! —Najwa gritó en lo que se encontraba en la búsqueda en su vitrina por una licorera.
—¿Todo está bien? —Fareed preguntó emergiendo de la puerta de la cocina.
—S-sí, sí hijo... tú madre y yo sólo estábamos... discutiendo sobre... eh... inserte excusa no específica.
—Perdón papá, pero, ¿acabas de decir literalmente "inserte excusa no específica"?
Esperó su respuesta; no la otorgó. Fareed decidió entonces regresar a auxiliar a Jeremy con los platos antes que aquella escena se volviera más incómoda.
Era muy tarde para ello.
Pero él lo dejó pasar de momento; padres actuando extraño al grado de ser embarazosos, en especial con la presencia de un ajeno de la familia no es precisamente una novedad. Y fuera de eso, ese día fue uno como cualquier otro, y al llegar la noche, ambos jóvenes se alistaban para sus horas de sueño.
—¿No crees que mis padres están algo nerviosos? —Fareed inquirió ya acostado en su respectiva cama, en una habitación de los dos se veían obligados a compartir, en lo que esperaba que Jeremy saliera de su ducha.
—Han sido muy amables —el invitado contestó, aún ocupando con los últimos detalles de su aseo nocturno—, pero es obvio que les empieza a molestar un poco mi presencia aquí.
—¿Molestar? ¿Por qué? Ellos mismos se ofrecieron a ayudarte, y sería muy hijo de puta el arrepentirse después de extenderte la mano. Si alguien debería sentirse mal, ese sería yo.
—¿En base a qué?
—¡Pues me has echo quedar mal ante sus ojos! ¡Tú limpias, lavas, conseguiste un empleo de medio tiempo para aportar a la casa! ¡Me obligaste a hacer lo mismo! ¡Yo era feliz siendo un parásito!
—¿Lo eras, Fareed?
—Bueno, tengo 16; cuando tenga 26 ya será penoso, ¡pero esta era la oportunidad de olvidarme de las presiones por un par de meses y descansar todo el día! —Fareed se alzó un poco y se acomodó a orillas de su cama—. Pero... incluso eso es algo superficial.
—¿En qué sentido?
Fareed suspiró.
—Hay algo más que siento que los pone nerviosos; ellos no son cerrados de mente, no quiero pensarlo al menos, y nunca me han dado razones para suponerlo. Pero son de otra época, supongo, y de pronto me han empezado a presionar con cosas extrañas. ¿Recuerdas Charlotte?
—¿La del club de teatro? ¿Qué hay con ella?
—Al principio la odiaban; ahora están ansiosos porque la invite a salir, o al menos que les de algo de información sobre ella: se fue de vacaciones, está fuera de la ciudad, no sé mucho más allá de lo que me envíe por el celular. Y es como si, ¿acaso temen que algo ocurra? ¡Cómo si se pegara eso de la homosexualidad! ¿Y sería tan malo incluso si fuera el caso? ¡Qué no lo es! ¡No tengo idea de cómo se les pueden ocurrir esas cosas!
Después que Fareed descargara un poco la lumbre que tenía encendida en el vientre, un silencio se apoderó de la habitación. El moreno bajó la cabeza, y hasta tuvo que tomar un poco más de aire; aunque no le gustara ver la verdad, la actitud de sus padres estaba dejando secuelas en él, y en su tranquilidad, o la ausencia de ella.
—¿Sabes qué pienso? —Jeremy preguntó pasados un par de minutos, abriendo un poco la puerta del tocador.
—¿Qué?
El humeante vapor se liberó del baño, y también lo hizo el invitado en aquel hogar; una toalla cubría la parte inferior de su cuerpo: el torso se encontraba completamente al aire libre, empapado por el calor del agua de ducha. Fareed notó una gota en particular que se abría camino desde el mentón de Jeremy y recorrió el espacio entre su musculatura, bajando hasta más allá de su vientre dónde el alcance de sus ojos no le permitía conocer su destino final, pero el alcance de su mente le sugería muy bien el paradero de aquel frágil fragmento de H20 condensado.
—Eh... n-no sabía que hacías tanto ejercicio —el joven Dirawi preguntó, apenado de enfocar por tanto tiempo y con tanta intensidad sus ojos sobre esa piel desnuda.
—Me gusta mantenerme en forma.
—¿Te gusta mantenerte en forma? ¿Qué, había máquinas de gimnasio en los refugios juveniles?
—El único refugio que pude realmente conseguir fue el que me has proporcionado —Jeremy declaró tras agitar su cabellera y liberarse un poco del exceso de humedad.
—¿Oh... s-sí? —Fareed replicó, alejando un poco su ser de la orilla de la cama más hacía el interior de esta.
—Tenía frío, estaba solo, frágil, sin amparo ni auxilio alguno —Jeremy comentó paso a paso acercándose hacía su amigo—, y tú me brindaste una mano: una escalera hacía la salvación... eso es algo que nunca podré olvidar, y que voy a atesorar hasta mi último aliento.
Pero para su compañero, justo el aliento parecía agotarse.
Jeremy se inclinó; poco a poco aquella toalla se fue deslizando hasta dejarlo cuál la providencia lo trajera al mundo, con su ser a nada de estar encima del de Fareed.
—¿Q-qué tratas de decir? —el chico anfitrión comentó, con sus dos manos aprisionadas por las de aquel al que le había prestado un pedazo de su techo.
Jeremy hizo caso omiso de la fuerza con la que Fareed trataba de ejercer resistencia; buscó con sus labios los de él, y aunque en un comienzo luchó, al final, pudo sentir correspondiendo el beso, otorgando la misma pasión en él.
Y en segundos, algo más le otorgaría...
—¡No, sin lubricante no, eso duele un putazo! —Fareed se levantó sudando.
Le costó unos momentos sentir algún tipo de afianzamiento con la realidad a su alrededor; era la noche, esa era su habitación, y estaba completamente solo.
—C-claro... Jeremy está en el cuarto de huéspedes
Aquello no habían sido más que maquinaciones de su imaginación.
Echó un vistazo a su ventana a una nevada y oscura calle, y al percatarse que el Sol seguía lejos de engalanar el cielo, se echó a dormir, deseando esta vez, claro, que su mente no se tomara tantas libertades en el departamento onírico.
Al día siguiente, antes que Fareed partiera a su empleo de medio tiempo, sus padres le llamaron la atención, y pidieron hablar con él en privado; Jeremy se encontraba afuera del hogar, esperando pacientemente a que su amigo terminara su conversación, temeroso que se tratara de ver la forma amable de deshacerse de él, aunque encogido de hombros, resignado y comprendiendo si ese fuera el caso.
En cualquier circunstancia, lo óptimo era esperar lo mejor, prepararse para lo peor.
—Siento la tardanza, mis padres están locos —Fareed dijo tras salir del hogar.
—¿Y... se puede saber qué ocurrió ahí dentro?
—Te burlarías.
—¿Me burlaría? ¿Entonces, no es para sacarme a patadas?
—Jeremy, viejo: eso es algo que vas a tener que resolver a tu tiempo; pero siempre tendrás un lugar en nuestro hogar si es que no sucede.
—¿Entonces? ¿Qué fue?
Fareed bajó su rostro.
—Es algo penoso.
—Todos tenemos padres que nos avergüenzan —Jeremy añadió.
—No, pero es más, en un sentido tonto... e-es...
—¿Sí?
—Si se lo dices a alguien, te mato, ¿vale?
—Vale: no sería la primera vez que un palestino mata a un judío.
—¡Te dejaré pasar ese comentario porque eres mi hermano! ¿Sale? —Fareed exclamó en un tono mezclando risa con indigación—. ¡Y ayudaría si el judío no hubiera invadido tierra de propiedad palestina!
—Mejor dejemos los chistes de lado antes que comience una intifada casera... e-en... y si podemos volver al tema, ¿qué te dijeron tus padres?
—Mis padres —Fareed sonrió—. Ellos dijeron...
—No te hagas el dramas conmigo: dispara, toma ya.
Fareed acercó su rostro y bajo el volumen de su hablar.
—Mis padres me dijeron que ellos respetaran cualquier cosa que decida, que siempre estarán orgullosos de mí sin importar quién ame y que puedo contarles cualquier c...
—¿¡Creen que eres gay!? —Jeremy rompió en carcajadas.
—¡Baja la puta voz puto!
—¿Por qué dices "puto" así? ¿Es algo malo?
—¡N-no... p-pero...!
—Deja te detengo ahí, porque considera bien lo que escuchaste: eres muy afortunado, viejo. Como ni siquiera tienes idea. Muchos chicos y chicas matarían por tener padres que de hecho comprenden quiénes son, que se ofrecen a ayudarlos, y a aceptarlos incondicionalmente —Jeremy suspiró—. No... no como otros padres... ciertos otros padres...
Fareed tuvo que asentir con culpa. Sacó entonces las llaves de su auto, abrió las puertas, y ambos muchachos ocuparon sus asientos.
—¿Sabes lo raro, Jeremy?
—¿Qué?
—No lo tomes a mal, pero mis padres de hecho pensaron que tú y yo teníamos algo; no les molestaba tanto que fuéramos gay o no, pero no querían tener dos chicos con las hormonas alborotadas en la misma casa.
—¿Q-qué dijiste? —Jeremy preguntó, apenas venciendo el nudo de su garganta.
—¿No suena tonto? Estoy seguro que fuera como fuera, tienes mejor gusto para los chicos.
Jeremy alejó un par de grados su mirada y replicó con timidez:
—S-sí... sí es tonto... y...
—Abróchate el cinturón que los policías no se tocan el corazón con las multas —el chico Dirawi sugirió en lo que el se acomodaba en su asiento.
—Eh... F-Fareed...
—¿Sí?
—...s-se... se me olvidó.
Fareed se encogió de hombros; envió un último mensaje a Charlotte, definiendo la hora al a que deberían verse durante el almuerzo, y una vez acordado el momento, partió hacia el centro comercial.
N/A: So, ¿qué tal el episodio? Perdón si descarrilé un poco a esta sub-trama, pero no me gusta dejar cosas pendientes... la mayor parte del tiempo.
Como es usual, gracias por sus lecturas, comentarios, votos, ¡estamos cerca de las 4 mil lecturas! Not bad, not bad at all.
La pregunta de la semana... ¿han tenido un crush con un mejor amigo o amiga?
Shalom camaradas
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