Capítulo 15: Sola Otra Vez (Académicamente)

NOTA DEL AUTOR: Saludos lectoras y lectoros. Me temo que esta semana no podré subir un nuevo episodio, ando en cuestiones personales y esta actualización es para informales al respecto, dado que...

...nah, es broma: aquí está, ¿pero no odian los que suben algo y es sólo una nota de por qué no subirán más cosas? 

El fin del primer semestre dejó dos cosas muy claras: Josephine estaba probando que por más difícil que sea el lidiar con los estudios, los libros, las clases, sobre todo en una nueva ciudad, si estás dispuesta a luchar y poner tu mente en ello, puedes no sólo salir adelante, sino hasta destacar.

Y si no... podrías caer en el caso de Harry.

El contraste fue todavía más marcado cuando Jo fue invitada a formar parte del equipo académico de Hopewell High; todos los años, participan en distintas categorías (dependiendo del grado) en un concurso de preguntas y respuestas, y la rubia parecía, ante los ojos de todos, ser material perfecto para tal prueba.

Y Harry... no.

Jo pasaría la última semana antes de clases en una ciudad en el oeste del país, justo el lugar que la había visto nacer. Sería un buen baño de pueblo, con la excepción que regresaría triunfal, como una mente en la que se podían depositar esperanzas, sueños y potencial.

Y en el caso de Harry... bueno, creo que ese punto quedó muy claro, ¿no es así?

Ella en todo caso estaría arrinconada luchando con uñas y dientes para no reprobar los exámenes de recuperación, y dolía el tener que todavía acudir a las aulas de la escuela mientras el resto ya estaba alistando sus vacaciones de Navidad.

—Le recuerdo, profesor Kovacs —Harry comentó, justo tras entregar su examen, esperando endulzar un poco los engranes de la calificación—, que si necesita a alguien para que limpie su apartamento, lave su auto, le venda hierba de calidad, yo soy su chica.

El docente agitó su cabeza por un instante, pero no dejó de enfocarse en los papeles que se encontraba evaluando.

—Cuando dice "hierba" —él tomó la palabra—, puedo suponer que no se refiere a algo como especias de cocina, ¿no, señorita Milovic?

Harry miró a los costados en un aula vacía: pudiera ser una exageración, pero no se podía ser suficientemente precavida en cuanto al menudeo de substancias no de todo legales.

—Oficialmente no puedo decir la naturaleza de la planta pero... es un buen producto de Jamaica.

—¡Eso es una vergüenza!

—¡Bueno, profe! ¡Yo sólo decía! —Harry exclamó, retrocediendo un par de pasos en el proceso, y esperando que no fuera a denunciarla con alguna autoridad mayor.

—¡¿Cómo es posible en pleno siglo XXI sigamos teniendo que exportar hierba cuando ya existen técnicas para cultivarla en cualquier clima?!

—...¿cómo dice que dijo?

—Es una broma señorita Milovic —el profesor respondió, al fin estableciendo contacto visual entre los dos—. En todo caso, soy un maestro de una escuela pública en un barrio de clase trabajadora: no tengo problema para encontrar hierba, así que me temo que su ofrecimiento me es un poco redundante.

—Como sea —Harry regresó a su asiento para recoger su mochila—, ya me voy de aquí, pase lo que pase: si tengo suerte, no lo veré el semestre siguiente.

—Entonces... ¿nos vemos el semestre siguiente, eh?

—¡Al menos finja para darme esperanza, carajo! —Harry gritó entre la risa y el horror.

—No es asunto de risa, señorita —el profesor informó recogiendo su papelería y alistando su partida—. Usted es bastante frustrante, por decir lo menos y para ponerlo en términos gentiles. 

—¡Oiga, oiga! ¡Pare su carro! —Harry replicó agitando las manos—. ¡N-no es justo eso de que los maestros respondan!

—No es ético, pero, ¿de qué otro modo puedo hacerla entender que es serio?

Harry se encogió de hombros y bajó su mirada.

—P-profe... era una broma y nada más —la adolescente pronunció alicaída. 

—Por ahora lo es, pero el tiempo pasa más rápido de lo que cree señorita. Si no toma las cosas un poco más en serio, terminará en un empleo que odia, como...

—...¿usted?

El profesor Kovacs resopló y cerró sus ojos.

—Eso dolió más de lo que debería —él dijo.

—¿Me cree tonta, verdad?

—Eso es lo frustrante de usted, señorita Milovic —comentó—. Usted no es para nada tonta, por más que a veces parezca empeñada en demostrar lo contrario, y como un comentario profesional, le diré que poco saca de quicio tanto a un docente como el ver a un alumno con enorme potencial haciendo mal uso de este.

Harry perdió el aliento, no por ser insultada, sino por escuchar en una sola oración ser mencionada junto a la palabra "potencial".

—¿Qué fue eso que dijo, profesor? —la alumna preguntó al tiempo que salía el aula a lado de su maestro.

Kovacs resopló.

—Vaya a casa, señorita Milovic—comentó con solemnidad—. Disfrute de las fiestas, y si tengo que verla para el siguiente semestre... bueno, eso lo decidiré en la noche.

Sus pasos casi hicieron eco en los vacíos pasillos de la escuela; la verdad es que para ese punto, los buenos estudiantes ya no tenían motivo para seguir yendo: las materias fueron calificados y podían disfrutar de un merecido receso invernal. Y los malos estudiantes no tenían interés real en asistir a los primeros exámenes de recuperación, y sí lo hacían, lo harías hasta después de febrero para la tercera ronda de estos.

Y sin embargo, ella estaba ahí, porque ocuparse en temas que no le interesaban era mejor que su mente extrañara asuntos que sí.

Asuntos o personas.

Al proseguir por su senda, notó un letrero en una pizarra de anuncios.

—Misa negra para salvar el semestre a las 5 —Harry leyó—. Por favor traer una gallina para el sacrificio.

Resopló y miró hacía arriba por un segundo.

—Nunca funciona, no importa si le arrancas la cabeza a media granja —pensó recordando intentos anteriores de recurrir a fuerzas oscuras en lugar del estudio y la disciplina—. Y al final el olor es horrible...

Pero aparte de tal aviso, su atención se centró en uno justo abajo: la invitación para entrar al equipo académico de Hopewell para un concurso de conocimientos que se llevaría a cabo en el centro del país, y se desarrollaría justo en esos días.

—¿La estará pasando bien? —se dijo así misma. 

O eso pensó inicialmente, pues su voz al borde del silencio fue escuchada por alguien más.

—¿Te refieres a tu amiga? —una voz conocida de un muchacho del segundo año le inquirió.

Harry volteó hacía él.

—¿Jeremy? ¿Eres...eres tú?

—No, en realidad el asunto es mucho más complejo; verás, lo que ves es en realidad una proyección astral producto del sacrificio de gallinas de la misa negra para salvar el semestre y... sí Harry: soy yo.

—Oh, e-es... es un placer verte de nuevo en Hopewell... ¿estás de vuelta entonces, no?

—De vuelta sí, pero mis calificaciones sufrieron; tuve que dejar las clases. Por... por cierto detalle q-que...

Jeremy no halló forma de terminar la oración sin sentir dolores de garganta.

—Vale, no tienes que decirlo —Harry le comentó, mirando abajo, con un rostro enrojecido—. Sé bien que no la has pasado bien.

—No —Jeremy replicó—. Pero mi situación ha ido mejorando. Poco a poco.

—¿Te alojas con la familia de tu amigo, no?

—¿Los Dirawi? —Jeremy asintió—. Son muy gentiles.

—Y una vez más, un judío va a invadir el hogar de palestinos trabajadores.

—¡Este no es el momento de hablar de geopolitica! —Jeremy reclamó—. ¡D-os! ¡Esto me pasa por tratar de echarte la mano! —se quejó sacando la vuelta a la jovencita.

—Vale, ya, ya, no te sulfures —Harry le dijo siguiendo su paso—. De verdad, me parece súper que hayas vuelto aquí...

Jeremy detuvo su andar; lo mismo hizo ella.

—Me gusta estar aquí también —el muchacho contestó—. A pesar de todo; uno sí medio siente nostalgia respecto a este maldito lugar.

—¿En qué aspecto? ¿La comida que data de los días del imperio británico o los ataques de osos en los baños del edificio C?

—Lo de los osos es sólo una leyenda... y aún si fuera verdad,  sigue siendo preferible a vivir en las calles.

Harry suspiró.

—Es una manera de verlo —ella comentó ladeando su cabeza—. Pero no es un estándar muy alto.

—No, no lo es. Pero para el caso, sigue siendo mejor que estar con gente que no te acepta... gente que pensarías estará contigo sin importar qué, y que su amor y apoyo deberían de ser incondicionales, y no obstant... Harry, ¿Harry, adónde vas? —preguntó al verla dándole la espalda y alejarse un par de pasos.

—¡Ugh! ¡Sí, lo sé! ¡Me queda claro que la has pasado mal! ¡Yo sólo quiero encontrar un lugar dónde pueda quejarme a gusto de mis propios putos problemas y no puedo competir contra sea lo que sea que hayas pasado! ¡Es como tener un amigo venezolano! 

Jeremy asintió.

—¿No quieres venir a almorzar?

Harry se dio media vuelta.

—¿Disculpa?

—Veré a unos amigos al salir —Jeremy expuso—. De hecho, creo que deben estar de aquí en cualquier momento. Si no tienes a nadie con quién estar, puedes venir con nosotros.

Eso tomó a Harry fuera de guardia: el poder partir el pan con los populares, la hermosa élite, el 1%. ¿Pero qué más podría hacer? ¿Con quién más podría departir? Jo estaba a cientos de kilómetros de distancia; ídem Dalia. ¿Y estar con su familia para oír gritos y peleas? Preferiría ir a la cárcel (aunque lo más probable es que encontraría uno o dos familiares ahí también).

Y si Josephine podía pasar el tiempo con nuevas amistades, ¿por qué no ella? Si Jeremy se encontraba abierta a ella, los amigos de él quizá mostrarían una actitud igual de abierta.

—Amor, esconde tu bolso; Elena, tú también —Fareed, el dueño del auto le indicó a sus dos acompañantes, al tiempo que veía desde su vehículo aparcado al otro lado de la avenida de Hopewell High la figura de Jeremy acompañada con una chica de no muy buena pinta—. ¡Escondan rápido sus cosas de valor! ¡Y listas con el celular, que parece que tienen a nuestro amigo!

—Hey; Fareed, Lottie, Elena —Jeremy saludó a sus amistades —. Les presento a...

—¡No escondan nada! —Harry exclamó.

—¿Cómo dices?

—Me ha pasado antes: muchas veces, así que no piensen que no lo noté: escondieron sus cosas tan pronto como me vieron llegar. Y tú, el moreno.

—¿Yo? —dijo Fareed.

—Ya me conoces: yo te ayudé a localizar a tu amigo, ¿no puedes al menos pretender que no piensas que soy un pedazo de basura?

—Es que... y-yo...

—¿Sabes qué Jeremy? Agradezco tu ofrecimiento, p-pero sé cuando no soy bienvenida...

Le dio un último gesto a los ocupantes del vehículo, y caminó en dirección opuesta.

—¡Espera, Harry" —Jeremy se le acercó—. ¡Fue un malentendido!

—¿Seguro? Porque para mí, sus gestos me parecieron muy claros, y a pesar que no lo parezca, todavía tengo mis buenas onzas de dignidad, y nada de lo que digas me hará cambiar de parecer.

—Yo invito.

—¿Qué esperas Remy? —Harry comentó en un espacio del asiento trasero de Jeremy—. ¡Vamos! ¡Hay que conocer cosas y gente nueva! ¡Vamos, pisale Fareed!

—Me alegra ver que cambiaras de opinión —Jeremy comentó antes de ocupar su asiento—. Ya conoces a Fareed; ellas son Charlotte, del club de drama: le decimos "Lottie".

—¿Cómo en "La Princesa y el Sapo"? —Harry preguntó.

—¡Oh, súper original! ¡Nunca había escuchado tan aguda observación! —Charlotte exclamó.

—Je... bonito carácter el que tienes —Harry murmuró—. Me parece que estaría más alegre si a esta princesa le besaran más el sapo —se dijo—. ¿Y tú, la trigueñaza? ¿Qué pedo o qué?

—Harry, ella es Elena Botsaris y ya conoces a Fareed.

—¿Qué hay ranchada? ¿Entonces, partimos o qué?

—Me parece bien —Fareed contestó sonriente—. Abrochen sus cinturones y... no dejen descuidados bolsos o billeteras.

—¿Dices algo, Fary?

—¿Fary? —el muchacho aludido agitó su cabeza.

—Si no te gusta te inventaré con gusto otro apodo, tenemos todo el tiempo del m...

—¡Sí, ya entendí! ¡A darle pedal!

Y el vehículo arrancó.

Tras instalarse en su habitación de hotel, Josephine aprovechó para dar una pequeña mirada en la terraza que tuvo la fortuna de conseguir con su reservación; siempre supo que iba a regresar a Calgary: a pesar de la distancia, seguía teniendo muchas raíces y conexiones en el viejo pueblo como para darle la espalda por completo.

Pero no esperaba que su regreso fuese tan rápido.

—¿Qué tal la vista? —Jo escuchó de Dalia, con quién compartía cuarto en su estadía para el concurso.

—Ponte una bufanda, que parece que va a empezar a nevar —la rubia le advirtió.

La morena buscó entre su equipaje algo con que cubrirse; en segundos, ya con un suéter albergando el calor de su ser, salió a lado de Jo en la terraza.

—¿Este es entonces tu ciudad oriunda, eh? —Dalia preguntó.

—No es tan grande o cosmopolita con Toronto, lo sé; pero es parte de mí, para bien y para mal. ¿Y la verdad? Ya extrañaba este lugar.

—Siempre se va a extrañar el hogar, ¿no?

—Sí; el hogar... o las personas.

—¿Conoces a alguien aquí?

Un rubor natural se apoderó de las mejillas de Josephine.

N/A: So, muchas gracias a toda persona leyendo esto, aprecio mucho su atención, siempre es bienvenida al igual que sus comentarios, votos u otros detalles que puedan tener.

Especiales saludos y aprecios a @mood_spice a la que va dedicada este capítulo; espero que a todos les guste pero en especial a ti.

Ahora, pasemos a la pregunta de la semana: ¿su escuela tiene leyendas urbanas? No importa si siguen asistiendo a ella, o si ya llevan sus años de graduados (comme moi). Espero leer qué tienen para compartir, y de nueva cuenta, gracias por dejarme compartir esta obra.

Nos vemos la siguiente entrega.

Shalom camaradas. 

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