Capítulo 4

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Este libro se encuentra disponible en las
librerías de Argentina, en España por e-book,
en mercado libre por los demás países y ahora,
por ser que estamos en cuarentena, también
lo van a poder leer acá en wattpad con sus capítulos
completos.
¡Espero que les guste!
Tengan consideración de que este libro lo escribí
a los 15 años, ahora tengo casi 20.
aclaro por si llegan encontrar algún que otro error.
¡Feliz cuarentena! ojalá se encuentren bien de salud.
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"—¿Te volveré a ver? —desde una esquina puedo verme a mí misma de adolescente, junto a Ryan, pero no puedo acercarme. Sé que estoy dentro de mis recuerdos y aún estoy desmayada pero no puedo hacer nada para levantarme. Aunque cierre fuertemente mis ojos, no lo consigo.

—No lo sé. —oigo su voz y como agacha su cabeza para no mirarme. Puedo sentir el mismo dolor que sentí esa vez que hablé con él.

—¿Por qué te irás? Podemos ocultarlo... —él niega, esta vez mirando a mi antigua yo.

—Quiero que vivas. No quiero verte sufrir, tampoco quiero que enfrentes todo lo que sucederá si nos llegan a descubrir. Quizás no ahora, pero algún día lo entenderás. Olvídame, sé feliz, y sé que nos reencontremos. —observo la escena con melancolía y recuerdo las ganas que tenía que me besara. Aunque sea por última vez, quería que lo hiciera. Y eso hizo. Tomo mi mano y junto nuestros labios. En ese simple momento, no temíamos que alguien pudiera entrar y nos vieran. Éramos solo él y yo, para luego, en el momento en que se fue, ser tan solo un dulce recuerdo compartido."

Me despierto y estoy acostada sobre un sillón. Lo primero que veo es el blanco techo, ya que estoy boca arriba. Giro mi cabeza desconcertada, y veo un estante repleto de libros. Visualizo una fotografía y al oír mi nombre, miro a mi otro costado, encontrándome con la verde mirada de preocupación de Ryan. Siento las ganas de abrazarlo al saber que está junto a mí, pero me contengo.

—¿Qué? —logro articular, y mi voz se escucha quebrada.

—¿Cómo estás? —me pregunta notablemente preocupado. Su mano intenta acariciar mi mejilla, pero no lo permito. Me aparto con temor, aunque sé que él nunca me dañaría físicamente.

—Estoy bien, solo algo mareada. —intento sentarme, pero él me detiene.

—Quédate acostada mejor. Un doctor ya está viniendo. —sonrío al saber que se preocupa por mí, de la misma manera que lo hacía hace ocho años atrás.

—No, estoy bien. Solo fue un desmayo, pero voy a estar bien. —hablo sin fuerzas.

—No quiero que vuelvas a tu casa, no quiero que vuelvas con él. No puedo permitir esto, Olivia.

—Estoy bien, él no tuvo nada que ver. —tartamudeo, insegura de mis propias palabras—. Tal vez fue por no haber desayunado o no haber dormido bien. —me excuso.

—No te creo, no quiero que vuelvas con él. —insiste, seguro de sus palabras.

—No tengo otro lugar. —digo sin más, aunque no me iría de todas formas porque si me ausento sé lo que eso significaría. Él se pondría aún más furioso y no me conviene.

—Puedes quedarte conmigo. —dice como si nada.

—¿En tu casa? ¿Contigo? ¿Con tu esposa? No gracias, Ryan.

—No es mi esposa aún.

—Pero lo será, es tu novia y ni loca me quedo en tu casa. —veo la hora y ya me tengo que ir ¿Cuánto tiempo estuve desmayada?

—Ya me tengo que ir. —me levanto y me mareo rápidamente—. Adiós, Ryan.

—¿Vas a estar bien? —me pregunta y asiento con la cabeza, dudosa, pero no puedo hacer nada.

Salgo de la empresa y afuera está esperándome él. Dios no, acá no.

—Al fin salís. —habla notoriamente enojado—. Súbete al auto que vamos para casa.

Le hago caso. Cuando me estoy por subir me empuja fuertemente adentro del auto y cierra la puerta.

Por la ventana puedo ver a Ryan y su cara de furia. Niego con la cabeza y él parece entender lo que quiero decirle.

Si él intenta algo, las cosas pueden salir mal. Y no quiero que Ryan termine involucrado en mi infierno.

Arranca el auto. Una vez dentro y a los minutos estamos en la puerta del departamento. Cuando entramos espero el golpe que rápidamente llega. Su puño aterriza en mi rostro haciéndome sentir crujir mi ojo.

—La próxima vez tarda menos en salir de tu puto trabajo porque no quiero estar dos horas esperándote en la puerta. —vuelve a golpearme. Un golpe tras otro hasta que se detiene.

—¡Por favor, basta! —lloro desconsolada y él ríe. Disfruta verme de esta manera. Él se siente más hombre, cree ser más superior al humillarme constantemente.

Entra al baño y cuando escucho el ruido del agua entiendo que esta duchándose.

No puedo moverme, no quiero levantarme del piso. Lo único que quiero es que me golpee hasta matarme. Quiero morirme, no quiero estar más en esta situación.

Mi estómago se revuelve, corro al lavamanos de la cocina y vomito todo. La cabeza me duele, el cuerpo me duele y no puedo sentirme más mareada.

Me acuesto en el sillón luego de haberme lavado y sin más me duermo. Me despierto al otro día y sigo en la misma posición. Intento levantarme, pero no tengo fuerzas.

Entro al baño y en el espejo puedo observarme toda golpeada. Tengo que quitar los espejos de la casa, no quiero ver más el reflejo de una mujer totalmente diferente a lo que era.

Luego de bañarme le envió un mensaje a Ryan diciendo que no podré ir ya que no me siento bien y recibo un "Ok" de su parte.

Me arreglo con lo primero que encuentro y dejo mí pelo suelto ya que el movimiento de intentar levantar los brazos me duele tanto que no lo soporto. Salgo del edificio y a los minutos ya estoy en el hospital. Necesito que me den un calmante para los dolores.

Luego de registrarme, me siento en la sala de espera y frente a mí veo a una chica de no más de veinticinco y a una nena rubia que me sonríe. Le devuelvo la sonrisa con ternura. No puedo evitar recordar a Ryan.

Desde que lo volví a ver mi vida cambió. Todos los sentimientos que creía olvidados volvieron para darme vuelta la cabeza. Pero me tengo que olvidar de él, él se va a casar, va a tener hijos y yo me voy a quedar con mi novio golpeador, me voy a terminar casando con él y voy a hacer de cuenta que tengo una vida perfecta cuando en realidad es un asco.

—Olivia Johansson. —escucho mi nombre y enseguida me levanto. Entro al consultorio y el hombre comienza a revisarme. No es por él, pero no soporto que me toquen. Con esto que me hace Javier no quiero que ningún hombre se me acerque. Siento que cada vez que alguien se me acerca es para golpearme y no me gusta esa sensación.

—Está todo en orden. Sólo que no entiendo el motivo de tus moretones. —me pongo nerviosa y creo que él no lo nota.

—Accidente laboral. —tartamudeo. Sonrío para hacerlo más creíble y él parece creerme.

—Bueno, en ese caso tú y tu bebé están en perfecto estado. —mi sonrisa se borra, mi respiración se corta y lo único que espero es que se haya equivocado.

—¿Cómo? —estoy nerviosa y no intento disimular nada.

—Sí, estás embarazada. ¿No sabías? —niego con la cabeza lentamente y él sonríe.

—Bueno, entonces felicitaciones, vas a ser mamá. —sonrió para que no pensara que no estoy feliz, aunque no lo estoy. Él se acerca a su escritorio y me entrega un folleto.

—Siento no haberte creído sobre el accidente laboral. —veo el folleto y claramente puedo leerlo: "Violencia de género. Déjanos ayudarte". Lo miro y él me sonríe de lado.

Me levanto de mi asiento, y me alejo del doctor. Todo es oscuro, mi pasado, mi presente, y sé que mi futuro también lo será. No tengo nada, no tengo a nadie y no encuentro solución a mi vida. Todo me asusta, la sola idea de irme y que él me encuentre me asusta. Aunque tampoco me puedo ir y dejar a mi madre.

Abro la puerta del consultorio, y la luz del día que se adentra por las ventanas, da directo a mis ojos. Los cierro una milésima de segundos y luego los abro.

—Hola. —agacho mi cabeza y la misma nena de antes me saluda seguido de su sonrisa que me hace acordar a Ryan. ¿Por qué me hace acordar a él?

—Hola. —sonrío conteniendo mi dolor.

—Me llamo Lucía. —extiende su mano y la tomo con ternura.

—Me llamo Olivia. —ella aprieta mi mano en forma de saludo.

—¡Qué lindo nombre! —exclama.

—Gracias, el tuyo igual. ¿Cuántos años tienes?

—Tengo ocho ¿y tú?

—Tengo veinticuatro.

—Eres muy joven. Tendrías que conocer a mi tío, se llevarían muy bien.

—Probablemente. —iba a añadir algo más, hasta que una voz femenina me hizo guardar silencio.

—¡Lucía! —la mujer de antes se nos acerca llamándola a ella—. Tú tío se va a enojar si se entera que te alejaste de mi lado.

Su mirada ahora se dirige hacia mí.

—Hola, soy Camila. —extiende su mano y la tomo.

—Soy Olivia. Acabo de conocer a Lucía, es muy dulce.

La nena se sonroja y se va corriendo.

—Gracias. —ella sonríe—. Es mi sobrina. Es raro que le hable con los que no conoce ya que es algo tímida.

—Lo noté. Tengo que irme. —ella asiente y me despido. Salgo del hospital y me encamino hacía mi casa. No sé qué haré, tener un hijo es algo que siempre quise, pero no que el padre sea un violento. ¿Cómo lo tratará? Será el peor padre. Abortar no lo haré, no puedo ni quiero. No sé cómo se lo diré.

Con Javier no puedo establecer una conversación sin que se ponga loco. Y con la noticia de un embarazo será peor. O lo peor será que jamás me querrá dejar ir y menos sabiendo que tengo un hijo de él.

Llego a casa y las valijas de Javier están en la sala. ¿Se irá? No tengo tanta suerte. Sale de la cocina y me sonríe. Hace tiempo note los cambios de humor que tiene. Todas las veces que me atacaba ya sea física o verbalmente, al otro día ya estaba pidiéndome perdón hasta de rodillas o intentaba comprarme con regalos. Cosas que aceptaba sin darme cuenta de que lo que él quiere es tenerme a sus pies. Al principio intentaba auto convencerme de que él cambiaría, que sólo está pasando un mal momento. Le creí todas las veces en las que me decía que me amaba. Estaba tan equivocada.

—Hola, amor. —me da un beso en la frente y me contengo para no apartarme—. Saldré del país por este fin de semana. Ya sabes, cosas de trabajo. Volveré.

Asiento fingiendo mí mejor sonrisa. Tengo mis sospechas de lo que hace cuando no está en casa, pero no digo nada. No me importa, que haga lo que quiera con tal de que se aleje de mí. Se acerca peligrosamente tomándome de la cintura y me acerca a él.

—Estás hermosa ¿Quizás un rápido de despedida?

—Perderás el vuelo. —digo con la esperanza de que se aleje y lo hace.

—Tienes razón. No me extrañes. Cuando vuelva tendrás mucho de mí. —sonrio falsamente y para mi suerte se va. Suspiro aliviada y me tiro sobre el sillón. Creo que nunca me sentí tan liberada como ahora.

¿Por cuánto tiempo?

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