Capítulo 29
Salgo de la empresa y me subo a mi auto. No puedo dejar de pensar en Olivia, todo el tiempo tengo miedo de que algo malo le esté pasando.
Me detengo en un semáforo y miro a mi costado donde hay un callejón. Dos hombres están hablando, uno de ellos se da vuelta con precaución y es Javier.
Me bajo del auto sin dudar y me acerco a ellos.
—¡Javier! —lo llamo y él gira. Estrello mi puño en su casa y la bolsa de droga que tenía en la mano cae al suelo. El otro hombre al ver mi furia, toma la bolsa y se va corriendo como una rata.
—¿Te gusta pegarle a las mujeres? —pregunto, pateándolo—. Esto es por lo que le hiciste a Olivia.
Él logra ponerse en pie y antes de que pueda llegar a reaccionar golpea mi rostro.
En un movimiento rápido, le doy un golpe en el estómago y cae al suelo. Me pongo sobre él y doy fuertes puñetazos por todo su rostro.
—¡Esto es por lo que le hiciste a ella! —me pierdo en la irá que tengo y no me doy cuenta de que le estoy prácticamente deformando el rostro. Se lo merece por ser una basura. Lo mataría si pudiera.
Alguien me toma y me aparta de Javier. Una vez que me pongo de pie, veo que es un joven con su asustada novia.
—Ya está, sea lo que sea que hizo ya aprendió. —me dice él. Giro y veo como Javier se va cojeando. Decido ir tras él, pero el chico me detiene nuevamente.
—Ya está, ya se fue. —me dice él e ignorándolo vuelvo a mi auto. Una vez dentro, veo por el espejo como tengo golpes con sangre en mi cara.
Conduzco y a los minutos ya estoy en mi departamento. Las puertas del ascensor se abren dejándome ver a Olivia.
Ella gira y al ver mi rostro, el suyo palidece.
—Olivia, ¿qué haces aquí? ¿sucedió algo? —pregunto, acercándome a ella.
—Nada grave, solo vine a... ¿qué te pasó? —pregunta, preocupada tocando suavemente mi rostro.
—Nada, solo un robo. —miento. Ella abre los ojos asustada.
—¿Estás herido? ¿Te dispararon? —niego con la cabeza riendo y me acercó a abrir la puerta.
—Estoy bien. —digo entrando y la hago pasar. Me siento en el sillón y ella va al baño a buscar la caja de primeros auxilios.
Sale y se sienta a mi lado. Saca las cosas de la caja y empieza a limpiar mis heridas.
La miro atento a todos sus movimientos y sus gestos. Termina con mi ojo y sigue con mi boca.
Automáticamente se pone nerviosa al mirar mis labios. Yo dirijo mi mirada a los suyos y ella lo nota.
—¿Cómo te fue en el trabajo? —se remueve incómoda y sé que está queriendo cambiar el rumbo de las cosas.
—Perdón, Olivia. —digo tomando su mano, apartándola de mi herida.
—¿Por qué? —murmura nerviosa por nuestra cercanía.
—Por haber sido tan idiota de no haberte creído. —ella frunce el ceño sin entender.
—Él nunca te mereció, no supo ver lo maravillosa que eres y la suerte que tenía de tenerte.
—No entiendo. —ella se calla al sentir mi mano sobre su boca. Lo acaricio suavemente y ella va cerrando sus ojos de a poco. Junto nuestros labios despacio, perdiéndome en ella, en su sabor y en su amor. La sensación es mágica, volver a besarla me hace sentir mejor y me olvido de todo, me olvido hasta de quien soy y no pretendo separarme. La envuelvo en mis
brazos con deseo y ella me responde, tomando mi nuca con sus temblorosas manos. Necesito sentirla más cerca. La cargo en mis brazos, comenzando a caminar. Una vez dentro del dormitorio, cierro la puerta con la pierna y la acuesto sobre la cama.
En ningún momento ella despega sus labios de los míos. Su piel es suave, muy suave. Sus besos son cálidos y con amor. La ansiedad sube por mi cuerpo y no puedo detenerme. No quiero y sé que ella tampoco.
Con mis labios repaso los costados de su rostro. El perfume de su cuello inunda mis fosas nasales y caigo en la realidad. Ella no es consciente de lo que hace. No sabe quién soy ni quién fui, la lastimé sentimentalmente y sé que, si ella tuviera razonamiento, me odiaría si llegará hasta el final.
Ella al notar que me detuve, se endereza en la cama y besa mi cuello.
—No te detengas. —murmura en mi oído y las sensaciones se vuelven cada vez más intensas. Estoy perdido, estoy entre la espada y pared. Soy débil cuando se trata de ella.
Me despego un poco de su cuerpo y, antes de poder decirle algo, me quedo estático viendo como sus manos toman el borde de su remera y la quita por sobre su cabeza para tirarla al suelo, enloqueciéndome. Me besa nuevamente y sin darme cuenta, vuelvo a estar sobre su cuerpo. El aire de la habitación se vuelve denso y no soy el único que lo está sintiendo.
Puedo oír los latidos acelerados de su corazón, o son los míos, no podría afirmarlo con claridad. En este momento, no puedo pensar absolutamente nada con claridad. Veo como sus dedos toman los botones de mi camisa y de a poco los va desprendiendo, sus manos tiemblan sin control. Besa mi mejilla, mi cuello y mandíbula.
Tiro del resto de su ropa con delicadeza, disfrutando del momento. No quiero que esto termine nunca por lo que decido alargar los minutos besando cada parte de su cuerpo que alguna vez fue golpeado. Hay algunas poco notables marcas de violencia. Ambos estamos ya completamente expuestos y ella me mira con deseo.
Me pierdo en ella durante toda la noche sintiendo que nada de esto es real. Que estoy alucinando y que en cualquier momento despertaré queriendo volver a dormirme. Admiro y grabo cada detalle de esta noche, cada detalle de su cuerpo, cada palabra de amor que ella murmura en mi oído.
Pero sé que cuando ella recupere la memoria, me volverá a odiar.
***
Abro los ojos de a poco, acostumbrándome a la luz que entra por la ventana. Imágenes y momentos vividos me inundan fugazmente.
Mi primer beso con Ryan.
Cuando me dejó.
Nuestro reencuentro.
Nuestra pelea.
"¡Estás despedida del trabajo, del departamento, y de mi vida! No quiero volver a verte nunca más." Javier golpeándome.
Javier apuntándome con un arma.
Un disparo, caigo al suelo, todo se vuelve oscuridad.
Siento mis ojos llenarse de lágrimas. Estoy completamente desnuda y lo único que me tapa son las sabanas de la cama en la que ya había dormido. Intento cubrirme aún más y miro a mi alrededor desconcertada. Cuando mi vista da con el hombre que está a mi lado, lo veo removerse hasta que sus ojos se abren. Me mira con una sonrisa en su rostro, pero se desvanece al notar mi expresión.
—Recordaste todo, ¿verdad? —pregunta con dolor en su mirada.
Automáticamente voy a pararme de la cama, pero me doy cuenta de que estoy desnuda. Miro mi ropa en la otra punta de la habitación.
—Date vuelta. —exijo fría y él gira mirando a la pared. Aprovecho y me visto rápidamente. Estoy hecha un desastre, pero no me importa. Necesito irme.
Voy a la puerta, pero él me toma del brazo. Me aparto como si con sólo su tacto me quemara.
—¿Estás feliz? Te aprovechaste de mi situación para acostarte conmigo. —me cruzo de brazos. Mi cuerpo me duele por el hecho de que recuerdo perfectamente cada detalle de lo que anoche sucedió, y me gustó. Me gustó estar con él y me siento asqueada de mi misma.
—Nunca haría algo así. —las lágrimas se acumulan en sus ojos al igual que las mías—. ¡Por favor, Olivia, perdóname!
—¿Por qué? ¿Por acostarte conmigo? ¿Por sacar gusto de mi situación? —pregunto, furiosa.
—Por no haberte creído. Sé que tú no fuiste. Los escuche a Claire y a James hablar... No sabía que hacer... Yo... —las palabras se le mezclan. Rio con sequedad.
—¿Y tenías que escucharlo de ellos para creerlo? ¡Mis palabras nunca contaron a la hora de defenderme! En realidad, nunca pude defenderme, no me dejaste hablar. Me juzgaste, me humillaste, me pediste que me fuera de tu vida y así va a ser. Te aseguró que no me vas a volver a ver nunca más en tu vida. — giro, abro la puerta y la cierro tras de mí. Escucho sus llantos desde adentro, pero, aunque tenga ganas de volver, me niego. Es mejor dejar las cosas así.
...
Una vez en casa, tuve que darle infinidades de explicaciones a Karla de por qué me fui a mitad de la noche. Terminé diciéndole la verdad y ella decidió no preguntar nada debido a que mi expresión no es para nada buena. Cosa que le agradecí.
Me levanto de mi cama y busco la caja con cartas. Para empezar a olvidarme de él, necesito dejar atrás el pasado. Miro abajo de mi cama, en mi ropero, en todos lados y no lo encuentro.
—Karla. —la llamo y al no oír respuesta, insisto nuevamente y ella abre la puerta.
—¿Qué sucede?
—Por casualidad, ¿no viste una caja por acá? Es importante. —pongo mis manos en mis caderas esperando respuesta. Una parte de mí se siente diferente. Es como si ya no fuera la misma de hace meses.
—¿Una que contenía cartas? —asiento—. Esas las tomo el señor Ryan. Lo siento mucho, no creí que las necesitaras y me olvidé de decirle que las devuelva.
Endurezco mis puños y mi corazón se acelera. Ahí está escrito todo lo que yo lo amé, lo que yo sufrí y las tiene él. Ni en mil años hubiera deseado que las leyera.
—Está bien, no pasa nada. Tengo que salir. —tomo mi campera y antes de salir escucho un "Anda con cuidado" de su parte.
Al llegar y estar frente a su departamento, toco su puerta y él me abre. Sus ojos brillan al verme, pero su expresión es de seriedad.
—Necesito mi caja. —él frunce el ceño, notablemente confundido.
—¿Cuál caja?
—Mi caja con las cartas que no son de tu importancia.
—Eran cartas para mí. —antes de que pueda decir algo más, se va entrando al dormitorio. Sobre el sillón se encuentra el botiquín de primeros auxilios y a mi mente llegan recuerdos de los besos que nos dimos ayer por la noche. Hace tiempo que nadie me hacía sentir tan bien.
Sale del cuarto y seco mis lágrimas rápidamente. Me extiende dos cajas.
—Esta no es mía. —apunto a una caja de madera.
—Son cartas mías de hace años. Quiero que las leas.
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