Capítulo 25

Los días pasaron y Olivia sigue internada sin la menor idea de quién fue. En estos días no fui a verla, no puedo, no sé qué decirle. Karla estuvo visitándola, contándole cosas sobre ella, su mamá y los de su alrededor. Claro, siguiendo las órdenes del doctor.

Cuando me encontraba con Karla en los pasillos del hospital ella me decía que, en varias ocasiones, Olivia preguntaba por mí. Como yo se lo pedí, ella esquivaba su pregunta, no quiero que le diga nada. Si nos vemos, quiero ser yo quien le diga quien soy y que tengo que ver con ella.

Voy al hospital todos los días cuando tengo tiempo para asegurarme como está, si comió, si la tratan bien, si necesita algo. Pero nunca la veo. Cuando ella salga del hospital, Karla la llevará a la casa de su mamá y ahí estará hasta que se recupere.

Tomo asiento en la sala esperando a que Karla salga del cuarto para que me informe cómo está. La veo salir y no dudo en encaminarme hacía ella.

—¿Cómo está? —pregunto, una vez que ella me ve.

—Te vio por la ventana de su cuarto. No deja de preguntar por ti, dice que quiere verte. —suspiro y paso mis manos sudorosas por mis pantalones.

—Está bien. —Karla sonríe y señala el cuarto, incitándome a entrar. Una vez frente a la puerta acomodo disimuladamente mi pelo y mi ropa. Tomo la perilla, la giro y la abro. Olivia se encuentra con la mirada perdida en la ventana que da hacía la calle.

Hace unos días, cuando ella despertó, pedí que la pasaran a una habitación con buena vista. Me costó dinero, pero no me importo con tal de que ella se sintiera cómoda. La escucho tararear una canción y, al sentir mi presencia, gira su cabeza. Cuando su mirada se encuentra con la mía, al principio me mira sin ninguna expresión en su rostro, sé que dentro de su mente busca algún recuerdo en el que yo estuviera.

Sonríe y veo como sus ojos brillan. Le devuelvo el gesto y, luego de cerrar la puerta, me acercó lentamente a ella como si la sola idea de estar cerca de ella doliera. Y duele, aún no puedo sacarme de la cabeza lo que hizo. Pero a pesar de todo el daño que me causó, no puedo estar lejos de ella.

—Hola. —murmura.

—Hola. —la saludo por fin. Muerde el interior de su mejilla y sé que no sabe qué decir, yo tampoco. Me muevo incómodo en la silla junto a su cama.

—¿De dónde te conozco? —al ver que tardo segundos en responder, vuelve a hablar—. Sé que te conozco de algún lado, como si hubiéramos pasado años juntos pero mi mente no me trae ni una imagen.

Su voz es tímida e insegura. Actúa como la primera vez que nos vimos. Como cuando ella era mi alumna y yo su profesor, cada vez que me acercaba a ella temblaba y se sonrojaba. Exactamente a como está ahora. Claro que actúa así ya que para ella soy un completo desconocido y ella para mí lo es todo.

—Yo... —dudo en decirle, pero luego de armarme de valor lo hago. Total, el doctor nunca dijo que no podía decirle quien soy y quien fui para ella.

—Yo era tu profesor de secundaria. —ella me mira sorprendida—. Renuncié a mi trabajo como profesor. Años después nos reencontramos sin saber qué lo haríamos y hasta hace unas semanas tú eras mi secretaría y yo tu jefe.

—¿Renuncié? —pregunta ella, luego de unos minutos asimilando lo que le dije. Su mirada está perdida como buscando recuerdos. Hace una mueca de dolor y masajea sus sienes. Yo solo asiento a su pregunta, pero no es así, yo la despedí.


—¿Por qué? —pregunta y recuerdo las palabras del doctor: "Ella va a preguntar seguido sobre su pasado, pero es mejor que no le den mucha información ya que podría generarle dolor de cabeza y mareos".

—Me informaron que lo mejor sería que no te acumule de información sobre tu pasado por que podría afectar tu salud. —ella bufa y esa actitud me hace

reír un poco.

—Sí, eso me dijo Karla. —abro los ojos sorprendido.

—¿Te acuerdas de ella? —ella me mira y ríe.

—No, ella me dijo como se llama y quien es para mí. —asiento riendo y ella me mira fijo, como examinándome. Llega un punto en que su mirada me empieza a incomodar. Me armo de valor y alargo mi brazo tocando su mejilla. La acaricio y ella cierra sus ojos lentamente disfrutando de mi caricia.

—Me asusté mucho cuando me dijeron sobre tu accidente. — murmuro y ella abre sus ojos.

—¿Por qué? —pregunta débilmente.

—Porque... Porque eres muy importante para mí. —digo y me arrepiento al ver como me mira con ese brillo en sus ojos.

—¿Por qué? —vuelve a preguntar y parece que volvió a tener dieciséis años con sus preguntas. Río y ella sonríe.

—Pareces una nena preguntando "¿Por qué?" por todo. — ella ríe y, como siempre, su risa hace que mi corazón se acelere. Sé que si ella supiera quien soy yo y todo lo que le dije aquella vez en mi oficina me echaría a los gritos. Luego de unos minutos vuelve a hablar.

—¿Tú sabes quién me hizo esto? —pregunta. Ella parece notar mi molestia ya que me mira preocupada.

—No, solo sé que tuviste un accidente. —mis puños están endurecidos y trato de calmarme.

—El doctor... —hace una pausa como tratando de recordar el nombre del doctor. Hace una mueca de dolor y decido decirlo por ella.

—Federico. El doctor Federico. —finalizo y ella asiente.

—Ese. El doctor Federico me dijo que recibí un disparo. Lo que no entiendo es quién querría hacerme esto, ¿Era mala persona? —niego con la cabeza rápidamente sin dudar. Fuera de lo que me hizo a mí no es mala persona.

—No, eras y eres la persona más buena que conozco. — ella sonríe y su mirada se desvía a mis labios, pero los aparta rápidamente sonrojada. Alguien entra a la habitación y ambos giramos la cabeza en dirección a Federico.

—Disculpen, no quiero interrumpir nada, pero Olivia, necesitas descansar. Mañana te daremos el alta ya que te notamos mejor. —ella asiente. Al ver como me pongo de pie, noto como se alarma. Me acerco a ella, beso su mejilla y me vuelvo a la puerta.

—Mañana vendré a recogerte con Karla así te llevo a tu casa. —ella asiente sonrojada y sé que fue por el beso. Cierro la puerta y suspiro con el corazón acelerado.

...

Entro al departamento donde Olivia estuvo viviendo. Decidí quedarme ya que extrañamente me siento cerca de ella, su perfume se puede apreciar por todo el lugar.

Me siento en el sillón y abro la caja donde se encuentran guardadas las cartas de Olivia para mí. Me faltan pocas para terminarlas todas ya que lo único que hice en todos estos días fue leerlas. Tomo una y la abro.

Querido Ryan:

Sé que si estuvieras aquí conmigo me odiarías. A decir verdad; ¿quién no lo haría?

Intenté hacerlo, intenté terminar con este sufrimiento. Estaba preparada, simplemente tenía que apretar el gatillo del arma de Javier que tenía en mi boca, pero no pude, no pude hacerlo. Soy una maldita cobarde. Pensé en mi mamá, en Karla, en Javier, en ti. Aunque suene ilógico ya que tú no estás más en mi vida pensé en ti y no lo hice.

Me odio, me odio tanto.

Como siempre:

-Olivia.

...

Querido Ryan:

Javier me descubrió. Abrió la puerta del baño al escucharme llorar, y al verme con el arma en mis manos, me la arrebato y me gritó;

"—¡¿Acaso te volviste loca?!» para estrellar su puño contra mi rostro.

Puso el arma en mis manos y la llevo a mi cabeza.

"—¡Vamos, hazlo! ¡Ambos sabemos que jamás te matarías ya que eres una maldita cobarde que ni para eso sirve!"

Luego dijo;

"—¡No lo harás, no te mataras, no me dejaras solo!"

Me envolvió en sus brazos y lloré contra su pecho. Intenté apartarlo. Al notarlo, me miró con asco y dijo;

"—¿Intento arreglar las cosas contigo y te apartas?"

Para luego empujarme y salir del baño dejándome sola, como siempre lo estuve.

Te necesito, como siempre:

-Olivia.

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